25 de noviembre
Hoy es un día muy especial. Hoy Juan, el tercero de mis hijos, cumple un año. Hace 365 días Esther entraba de mi mano a una de las habitaciones de la Clínica del Rosario en Madrid. Juan nacería por cesárea de manos del doctor Martín Caballero. Recuerdo la espera a la puerta de quirófanos y también recuerdo el momento en el que me llamaron. Juan acababa de llegar al mundo. Curiosamente también recuerdo la primera visita de rigor al ginecólogo tras conocer el embarazo y la emoción traducida en lágrimas al escuchar el latido del corazón de Juan haciéndose paso en el seno de Esther. Era la tercera vez que pasaba por esa experiencia pero es tan indescriptible… Recuerdo una de las visitas a la que llevamos a Álvaro y a Inés a ver a su pequeño hermano en aquella tele del doctor…
La vida siempre es un regalo. Un año después, lleno de complicaciones y con la vida bastante más liada, no puedo más que dar gracias a Dios por mi familia, por el pequeño Juan, por el amor de Esther y por los dos grandes hermanos mayores que tiene. Es todo un tesoro en plena crisis económica. Es también una responsabilidad y una fuente de alegrías y de mucho sufrimiento. El que ama, sufre. Mucho. Y por los hijos más.
Mi vida es ya inconcebible sin Álvaro sin Inés y sin Juan. Cada uno distinto. Cada uno genial y único. Cada uno hijo y proyecto de Dios. Tres préstamos que el Señor me ha dado en gracia y que junto a Esther intentamos disfrutar, educar, formar, amar…
Y poder celebrar esto el día en el que todos los colegios de la Escuela Pía celebran el día del Fundador es algo muy especial. Calasanz es parte de mi, me articula interiormente. Mi historia empezó con 6 años y con la apuesta misteriosa de mis padres por el Colegio Calasanz de A Coruña. En en el cole conocí a mis mejores amigos. Me enseñaron piedad y letras, las primeras canciones al Señor, las primeras destrezas como persona. En el cole conocí a grandísimos profesores que me modelaron para ser hoy quien soy. Conocí el significado del esfuerzo, del trabajo, del compañerismo, de la diversión, de la amistad, de la entrega de los escolapios religiosos… Recuerdo al P. Cano y al P. Eduardo. Y al P. Alfonso que me dio la Primera Comunión. Recuerdo al P. Severino y al P. Basilio. Al P. Pedro y al P. Arturo. Al P. Antonino y al P. Ángel Lora. Recuerdo al P. Manolo y al P. José… En el cole conocí lo que era enamorarse y cómo sabía el primer beso. El el cole me aventuré junto a Sátur y Elena en el grupo de Tiempo Libre e hice mi primer Camino de Santiago… En el cole supe que nunca iba ya a abandonar a Calasanz. Conocí luego Cercedilla, Amanecer, Caminando… las Pascuas, la pastoral, las comunidades… Ahí conocí a Esther y a Felipe y a Stella y a Pili y … y … y … y… Y ahí seguimos. Con la barba más blanca, más gordo y más calvo. Y más feliz. Y más maduro. Y más inteligente. Y más útil. Y más humilde. Y menos arrogante. Mejor.
Este post está cargado de emoción. Porque el día se lo merece. Calasanz lo merece. Y Juan. Y Álvaro. E Inés. Y Esther. Y yo. Y Tú.
Un abrazo fraterno
¡Me has dejado sin palabras!, ¡Qué iguales somos los «hijos de Calasanz»!, Es curioso como en todos los colegios calasancios son capaces de transmitirnos… como lo diría… tanta vida!.
Gracias por compartir tu alegria de ser padre, que es maravillosa, y tu esperiencia Calasancia que tb lo es.
Un besazo!!