Ayer fue 8 de mayo y en toda la familia escolapia esa fecha es sinónimo de día grande. Celebramos la festividad de Nuestra Sra. de las Escuelas Pías. Es una manera de recordar a María y del papel central que Calasanz le dio en la protección y buen devenir de las escuelas.
En el cole fue día de movimiento y de ofrenda. Todos los alumnos, desde 3º de Infantil hasta 6º de Primaria, bajaron por clases al oratorio. En turnos de 15 minutos, de manera ininterrumpida, con el profe con el que estuvieran en ese momento, bajaron y se pusieron delante de la Madre. Allí, el P. Jesús y yo intentamos que fuera un ratito para acercarse a la Virgen, conocerla un poquito más, hacer la ofrenda floral con sentido y rezar juntos. Desde ya agradezco a todos los profes implicados y a la dirección el hacer posible todo este movimiento que complica el día pero que, a la vez, ayuda a entender que somos algo más allá de alumnos y profesores. Somos hijos. Hermanos.
Fue un rato de insistir en que Virgen sólo hay una y en que cada pueblo, cada ciudad, cada lugar, cada cultura, ha visto en ella una mamá a la que parecerse. Un rato para volver a vivir lo simbólico y para encontrar en la imagen de María un medio para hacernos presentes el cariño de una madre que quiere estar cerca. A la vez, dar sentido a la flor, o al beso, o al abrazo… que es mucho más que eso. Recordar momentos importantes de María (¡cuánto saben los niños cuando aprenden a través de historias!) y sacar algún aprendizaje de su modelo.
En definitiva, un rato de oración de la mitad del cole para hacer mejor a todos. Juntos. En comunidad.