A la hora que menos penséis viene el Hijo del Hombre (Mateo 24, 42-51)
Este pasaje, tan usado para concienciar a la gente de que en cualquier momento llega la muerte y tiene que encontrarte con el alma bien limpia, hoy me ha dicho otra cosa igual de importante: El soplo del Espíritu, la llamada de Dios, Jesús mismo… viene a mi, a mi encuentro. No sabemos qué día ni en qué circunstancias, no sabemos bajo qué ropaje ni al ritmo de qué melodía. Desconocemos cuál será su rostro y el tono de su voz y no somos capaces de imaginar el por qué de su presencia. Pero esús aparece y viene a nosotros y el que no está en la onda… no le abre la puerta, lo deja pasar… Igual que les pasó a aquellos judíos que rogaban cada día por la llegada del Mesías pero no fueron capaces de asumir en Jesús los designios del Padre.
Hay que estar preparados, con la sensibilidad a punto, la mirada limpia, el corazón latiendo y las manos y los pies encallados dispuestos a seguirse gastando. Con la escucha bien entrenada. Hay que ser lo más libres que podamos, estar lo más fuertes que podamos, enamorados de Dios y con la confianza intacta.
Esta es nuestra tarea…
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