A veces sólo quiero que me quieras (Lucas 10, 38-42)
Marta, Marta…
Lo mismo me dice a mí Jesús hoy, cuando elevo mi queja por todo lo que me cuesta «trabajar» para el Reino. Marta está trabajando por Jesús y para Jesús, no lo olvidemos. Ella, en su ansia por tenerlo todo a punto, no descansa afanada en que el Señor esté lo más a gusto posible. Pero se olvida de que lo tiene allí.
Esta lectura, tan conocida y trillada, a veces pasa sin pena ni gloria. Nos la ventilamos rapidito sin acabar de darle una vuelta más. Yo creo que yo lo hago porque es una lectura molesta para mí.
Intuyo en mi corazón que el Señor, contento y satisfecho con mi dedicación en la construcción del Reino, me pide muchas veces otras cosas. Jesús tal vez me pide que, estando muy bien lo de hacer, hacer y hacer…, a él también le gusta que le quieran, que le amen, que le mimen. Le gusta encontrarse a solas conmigo, contarme confidencias, apoyarse en mi hombro y ofrecer el suyo, compartir preocupaciones, descansar uno en el otro… Jesús me dice que está bien llevar grupos de fe, dedicarse a las familias del cole, trabajar incansablemente con la Fraternidad, evangelizar en la red… pero que Él también quiere encontrarse conmigo en la Eucaristía, en la Reconciliación, en la visita inesperada al Santísimo, en el rezo del Rosario y en tantas otras cosas.
No es más quién hace más cosas. Yo tampoco. Por muy majo que me crea, por muy entregado que me sienta, por muy cansado que esté. El diablo también me enreda en mi autocomplacencia, en mi humilde soberbia.
Un abrazo fraterno
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