Apacienta mis ovejas (Juan 21,15-19)
Esta lectura de Juan tiene un nombre grabado en mi corazón: Felipe. Es lo que hay. Hoy por hoy soy incapaz de leerla desde otro prisma, de llevarla a mi vida… Es como si fuera suya, como si la hubiera comprado en propiedad.
Felipe es uno de mis hermanos de comunidad y esta lectura es tremendamente especial para él y muy importante en su vida. Inevitablemente, año tras año, cuando sale, rezo a Dios por Él. No le pido nada en especial ni le encomiendo por nada en particular. Simplemente lo pongo delante del Padre.
Felipe y yo somos distintos en muchas cosas y nos reconocemos diferentes. Pero la vida comunitaria nos ha hecho hermanos y así me siento con él. Lo quiero y acojo lo que es con extremo cariño y delicado cuidado. Me siento acogido por él de la misma manera. No estamos de acuerdo en todo ni vivimos muchas cosas de la misma manera. Cuando hablamos solemos entendernos mejor que cuando callamos y nuestra familia es también para familia del otro. Aprendo mucho escuchándole y me beneficio de continuo de sus dones. Tenerlo cerca me da seguridad y es para mi una opinión de peso cuando me hallo en momento de importante decisión.
Un hermano pastor… Bendícele Padre.
Un abrazo fraterno
Aunque no hace falta que lo escribas para saber que es así, últimamente no me viene nada mal el refuerzo. Gracias de parte de este pastor cansado.