Ayudaos unos a otros a crecer (1Ts 5, 1-6.9-11)
Uno de mis hermanos de comunidad sintió una inquietud muy grande hace ya algún tiempo por el tema del autoconocimiento personal. Pensó que muchas de las claves de nuestra existencia se encuentran escodidas en nosotros mismos y que de nuestro crecimiento depende en gran parte nuestra felicidad. Sus continuos compartires en las reuniones de comunidad fueron calando poco a poco en el resto de hermanos que veíamos como, pese a los esfuerzos y al dolor muchas veces, su crecimiento era notable gracias a su nivel de consciencia personal y social.
Cuento esto porque es un claro ejemplo de «vida comunitaria». Su interés fue luego el nuestro. Su profundización nos incitó a los demás a seguir el mismo camino. Sus frutos, en menor medida, nos han interpelado a conseguir los nuestros. Nada fue obligatorio. Nada fue programado. Pero en cuanto a la felicidad se refiere la vida comunitaria permite, de manera natural, ese «ayudarse unos a otros» que hoy nos dice Pablo. Tener ganas de compartir en comunidad es signo inequívoco. Tener necesidad de poner la vida delante de los hermanos es otro signo de que Dios se hace presente en la fraternidad.
Quién me iba a decir a mi hace años que sentiría cómo esta Palabra se hace vida día a día…
Un abrazo fraterno
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