Cantad al Señor un cántico nuevo (Sal 97)
A veces seguimos empeñándonos en los mismos esquemas, en las mismas tareas, en las mismas formas, en los mismos ritos, en las mismas tradiciones, en nuestras seguridades. A veces no, muchas veces. Hoy se nos piden dos cosas: cantar y algo nuevo.
Tal vez cantar sea ya algo nuevo. Tal vez haya que presentarse al mundo de otra manera, con menos normas y más cantos, con menos cargas y más abrazos, con menos juicios y más alegría, con Buena Noticia en definitiva. El canto surge espontáneo del corazón, no requiere ni siquiera una letra profunda. ¡Dejemos a nuestro corazón pasearse silbando alegre por el mundo! Dios nos ama. Dios nos acoge y nos acepta sin condiciones. Dios dignifica toda nuestra realidad, todo lo que somos, incluso aquello que ni nosotros mismos estamos dispuestos a aceptar. ¿No es eso motivo de alborozo, de canto, de acción de gracias?
Y se nos llama a nuevas formas, a nuevas palabras, a nuevas propuestas, a la misma Noticia proclamada de manera nueva. Hemos caido en rutinas, en oraciones que brotan de la mente, en inconsistencias vitales. Necesitamos renacer, volver a nacer. Lo nuevo provoca desconfianza. Le tenemos miedo. Ya nos sabemos manejar tal cual somos. Ya conocemos las situaciones del mundo. Ya nos hemos llenado de razonables excusas para justificarnos en mil y una cosas. ¿Algo nuevo? Uffff… ¡Qué miedo! ¡Qué riesgo! Empezar por uno mismo: desterrar planes y proyectos, autoconocernos y aceptarnos, presentarnos ante el Espíritu para que «le de un cambio a nuestro ser»…
Esto es signo de los tiempos. Yo me apunto pese a todo lo que va a suponer. ¡Que Dios nos pille confesados!
Un abrazo fraterno
Sencillamente gracias por esta reflexión! Tus palabras alumbran. Gracias!
Biquiños mil