Carta de un padre, y docente, a Carolina Marín

Querida Carolina:

No nos conocemos. Mejor dicho, yo te conozco; o conozco, más bien, la parte de ti que vemos a través de los medios, de tu actividad pública y deportiva. Tú a mí no me conoces.

A estas alturas, ya estás de vuelta de los JJOO. He visto cómo aterrizabas en Madrid y cómo, muleta en mano, saludabas y agradecías, como podías, el apoyo de las personas que te estaban esperando. Supongo que, en momentos así, lo que uno quiere y necesita es llegar a casa, estar con los suyos, llorar la herida, evaluar las consecuencias e ir, nunca mejor dicho, pasito a pasito.

El propósito de esta humilde carta no es pretencioso: escribir estas líneas, escribírtelas a ti, me sirve a mí para, de alguna manera, dejar que también me afecte lo que te ha sucedido. En este tiempo de redes, reels, tiktoks, postureos y likes… estamos acostumbrados a «reaccionar» pero no sé si nos dejamos «afectar». Muchas veces reaccionamos, normalmente con rapidez, mandando un mensaje de apoyo, subiendo una historia en las redes con tu imagen, enviándote apoyo, diciéndote cuánto te queremos y bla bla bla… ¡y está bien! Pero… ¿qué queda de eso si a los pocos minutos sigo haciendo vida como si nada? Somos una sociedad que reacciona ante todo pero que se afecta por muy poco. Lo que me afecta me influye, me incumbe, revuelve mis emociones, me mueve y me transforma. Y eso es lo que quiero. Tal vez sea mi homenaje particular: que lo que te ha pasado, me afecte.

Lo primero que quiero es reconocerte como referente que opta por aquello que no es popular en la manada. En un país donde el fútbol es dios y donde los padres y entrenadores soñamos con fabricar pequeños dioses, es un tremendo soplo de aire fresco encontrarnos con personas como tú, que tienen una mirada distinta sobre la realidad y que se dejan «tocar» por otras posibilidades. Bádminton, remo, escalada, waterpolo, incluso balonmano, voleibol o rugby (y muuuuchos más), son deportes minoritarios, poco vistosos y que reportan escaso reconocimiento social hasta que una llega a Campeona del Mundo, sabes de lo que hablo. Muchos padres dirían que «eso no tiene salidas» y, efectivamente, cuesta encontrarlas. Tú además has elegido un deporte con un dominio asiático evidente y has tenido que ir a aprender allí donde se encontraban las auténticas maestras y maestros. Olé por tu familia. Olé por ti. Olé por los que te animaron y respetaron. Olé por explorar caminos diferentes a los que dicta la masa, la muchedumbre, el rebaño. Como padre y como profesor, tu ejemplo me anima a sacar este tema con mis hijos y con mis alumnos y a hablar de algo que necesitan: animarles a encontrar su sitio, a explorar sus capacidades y a descubrir cómo se siente uno cuando ha llegado a su lugar en el mundo.

Lo segundo que quiero es agradecerte tu manera de afrontar unos sueños plagados de dificultades, de curvas peligrosas, de esfuerzos y de sacrificios. A veces me da la sensación de que lanzamos a las generaciones de niños y jóvenes a perseguir sus sueños pero les privamos de una información imprescindible: va a ser difícil y costoso. Los sueños no se consiguen sólo deseándolos. El deseo moviliza nuestra voluntad pero luego hay que entrenar y preparar la capacidad personal para luchar por unos objetivos, sacrificar y rechazar otras opciones, entender que la recompensa es a largo plazo y que a veces no hay satisfacción inmediata… Esto, hoy en día, créeme, cuesta mucho. Lo veo en mi casa y en las aulas todos los días: tienen sueños, sí, pero muchos no son conscientes de lo que supone pelear por ellos. Quieren resultados rápidos, fáciles y sin sacrificar nada. Imposible. ¿Cómo no va a haber problemas de salud mental? Hay más razones, evidentemente, pero esta es una de ellas. Los mensajes buenistas, happy y místerwonderfulianos han calado en los chicos y en muchos de sus padres y madres… Tu ejemplo y tu coraje anima a poner la realidad encima de la mesa y a ayudarles a descubrir que todo lo que vale la pena en la vida va a requerir de una buena dosis de esfuerzo, trabajo, resiliencia, etc, etc, etc.

Y lo último que quiero poner en valor es justamente lo que te ha pasado en París. Tus llantos nos encogieron el corazón, tu dolor, tu frustración, tu sensación de estar viviendo un infierno ya conocido… Pero también nos emocionó tu dignidad, tu marcharte por tu propio pie, tu despedida elegante ante la juez, ante tu rival y ante el público presente, con un respeto digno de un espíritu campeón, líder, ejemplar. Y es que pese a todo el esfuerzo, el trabajo, la energía dedicada, el dinero invertido, el cuidado personal, los sacrificios hechos… a veces llega el fracaso, el golpe seco y duro de lo injusto, el terrible hedor de lo incomprensible… Y esta realidad, tan dolorosa, forma parte de tu vida como deportista y de la vida de cualquiera como persona. Porque al final de todo, tú no tienes todo bajo control. Ninguno lo tenemos. Aceptar esto, y vivirlo en propias carnes, es algo fundamental. Siempre cabe la posibilidad de una lesión, de una enfermedad repentina, de una pérdida inesperada, de que otro sea mejor que tú, de querer y luchar hasta la extenuación… y no llegar…

No me extiendo mucho más. El pequeño gesto de tu rival china que, en la entrega de medallas, se acordó de ti mostrando un pequeño pin de España, habla del poso que deja tu ejemplo. Más allá de las medallas y los éxitos conseguidos y con todo el dolor y la rabia que, ahora mismo, alberga tu corazón, también muchos te estamos inmensamente agradecidos por el ejemplo que supone tu historia para nuestros niños, para nuestros jóvenes, para nuestros hijos y nuestros alumnos.

Hay veces que la manera de afrontar una derrota deja una huella más indeleble que un pódium. Será que la derrota, en el fondo, es algo con lo que una mayoría nos podemos identificar mejor.

De parte de toda mi familia, te deseo que afrontes con la mayor consciencia y paciencia posible esta grave lesión. Estás rodeada de mucha gente querida, así que ánimo y día a día, no hay prisa. Las heridas, incluidas las del corazón, deben cicatrizar bien.

Un abrazo muy fuerte e infinitas gracias por todo aquello de tu vida que es luz para muchos.

Santi

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