¿Cómo es que Jesús no pudo hacer allí, en su tierra, ningún milagro? ¿No es el Señor todopoderoso? ¿No era Jesús capaz de hacerlo? ¿No os resulta curioso que el Evangelio use la palabras «no pudo» en lugar de «no quiso»? A mi me ha llamado la atención y me ha hecho reflexionar un poco acerca de Dios y los milagros de la vida.
Yo sí creo en los milagros. Yo sí creo que, cada día, suceden cosas en nuestras vidas que no tienen demasiada explicación. Nuestras vidas mismas, a veces, son un auténtico milagro. Miro la de piruetas que hay que hacer con los niños, las enfermedades, los trabajos, las familias, los horarios, los compromisos, los estudios, los imprevistos, etc. y me parece auténtica magia lo que hacemos. Y otros mucho más que nosotros. Veo el milagro de muchas familias para llegar a fin de mes. El milagro del amor que mantiene a una familia feliz pese a todas las dificultades. Veo el milagro de los que siguen caminando pese a la cantidad de palos que les ha dado la vida… Los milagros existen sin duda… Y no son sólo méritos humanos. Dios, silencioso, nos ayuda y nos sostiene para que sus proyectos sigan adelante, para que sus sueños se cumplan poco a poco.
El secreto está sin duda en que para que el milagro suceda hay que darle espacio, hay que estar dispuesto a poner parte de la vida, del día a día, en terreno pantanoso, inseguro bajo nuestros pies. No hay milagro donde la seguridad abarca el 100%. Querer, conscientemente, afrontar batallas, retos, sueños… sin la total certeza de que vayamos a salir victoriosos pero con la esperanza de que podemos estar jugándonos parte de nuestra felicidad… es dejar a Dios que obre el milagro. Efectivamente, allí Jesús NO PUDO. Nadie estaba dispuesto a aceptar tal cosa.
Un abrazo fraterno