Contaba en su homilía el cura durante la Misa del Gallo de ayer noche que, desde antiguo, en las noches especiales, los hombres contaban historias. Al calor de una hoguera, a la luz de la luna, junto a los suyos… las noches especiales fueron siempre noches para contar historias. Y que en Nochebuena no estaría mal contarnos nuestra propia historia a la luz del Dios que nace. Me encantó esta reflexión.
Bajar a la Misa del Gallo es algo que me gusta y que, cuando no lo hago, siento que algo falta. Las noches especiales son noches para contar tu propia historia celebrando junto a otros, junto a Dios, que eres amado, que eres querido, que estás cuidado, que hay alguien que vela por ti y que vigila tus pasos. Pasa lo mismo la noche de Pascua. Poco a poco es sentir que la cena de Nochebuena es el magnífico preludio de la celebración que viene después.
La celebración del nacimiento de Jesús está siempre cargada de actualidad. Hay gente a la que le cansa celebrar siempre lo mismo y caer en la rutina familiar de quién no recuerda qué está celebrando realmente. Yo nunca soy el mismo. Siempre afronto la Navidad de manera distinta. La llegada de Jesús siempre llega en circunstancias cambiantes. Lo que no cambia es que es necesario recordar al menos una vez al año de manera intensa que Dios está presente, me sale al paso, se abaja a mi realidad. Está no para cambiar mis circunstancias y convertir mi vida en una senda llana sin dificultades. Tampoco lo quiero. Está para acompañarme, para cogerme de la mano, para cogerme entre sus brazos, para ponerme el hombro, para secar mis lágrimas, para mirarme con dulzura y comprensión, para gritarme que puedo, para insuflarme ánimo, para marcarme la senda, para susurrarme que me fíe, que no desfallezca, que no me detengan mis miedos…
Dios hecho Niño es la imagen de un Dios sencillo, puro, sin dobleces, juguetón, cariñoso, transparente, necesitado. Admirar el misterio. Quiero admirar el misterio. Ponerme delante y admirarlo. En silencio. Y dejarme transformar. Y dejarme acariciar.
Un abrazo fraterno y ¡FELIZ NAVIDAD!