Aunque tenía los ojos abiertos, no veía (Hc 9, 1-20)
Cuántas veces me ufano de ver. Cuántas veces me creo que estoy más allá que otros en mi capacidad de análisis y de percepción de lo que me rodea. Cuántas veces creo descubrir y conocer lo que mueve a las personas a hacer lo que hacen. Cuántas veces al día me repito que tengo que estar con los ojos bien abiertos…
Aún así, VER no es tener los ojos abiertos. Sobre todo VER a Dios en cada persona. Sobre todo VER al hermano que cada uno es. Es difícil. Es más fácil quedarse en lo que nos muestran, en lo que percibimos. Es más fácil quedarnos en la armadura, en la máscara y no ir más allá. ¡Y VER dentro de uno! Eso ya es muy complicado… abrir la puerta y echar un vistazo…
Cuando uno es ciego asume que no ve. El peligro de tener los ojos abiertos es creerse que eso ya lo es todo, es creerse que uno ve a la perfección. Yo he recibido muchos dones y capacidades. Ojalá Padre sean camino hacia la verdad y la sabiduría y no, por mi falta de humildad, impedimento para mi verdadera felicidad.
Un abrazo fraterno