Acuérdate del Señor (Dt 8,7-18)

Hoy es uno de esos días en los que hay una Palabra que no me pide comentarla. Me pide leerla. Una y otra vez. Una y otra vez. Leerla. Despacio. Leerla y dejar que entre, que empape toda mi sequedad y que seque toda soberbia. Una Palabra que habla de promesa, del plan que Dios tiene para ti, para mí. Una Palabra viva para un mundo endiosado, que se ha olvidado de mirar al cielo y agradecer a su Creador todo lo recibido. Aquí os la dejo:

«Cuando el Señor, tu Dios, te introduzca en la tierra buena, tierra de torrentes, de fuentes y veneros que manan en el monte y la llanura, tierra de trigo y cebada, de viñas, higueras y granados, tierra de olivares y de miel, tierra en que no comerás tasado el pan, en que no carecerás de nada, tierra que lleva hierro en sus rocas, y de cuyos montes sacarás cobre, entonces comerás hasta hartarte, y bendecirás al Señor, tu Dios, por la tierra buena que te ha dado. Pero cuidado, no te olvides del Señor, tu Dios, siendo infiel a los preceptos, mandatos y decretos que yo te mando hoy. No sea que, cuando comas hasta hartarte, cuando te edifiques casas hermosas y las habites, cuando críen tus reses y ovejas, aumenten tu plata y tu oro, y abundes de todo, te vuelvas engreído y te olvides del Señor, tu Dios, que te sacó de Egipto, de la esclavitud, que te hizo recorrer aquel desierto inmenso y terrible, con dragones y alacranes, un sequedal sin una gota de agua, que sacó agua para ti de una roca de pedernal; que te alimentó en el desierto con un maná que no conocían tus padres, para afligirte y probarte, y para hacerte el bien al final. Y no digas: «Por mi fuerza y el poder de mi brazo me he creado estas riquezas.» Acuérdate del Señor, tu Dios: que es él quien te da la fuerza para crearte estas riquezas, y así mantiene la promesa que hizo a tus padres, como lo hace hoy.»

De la mano de mi ángel de la guarda (Sal 90)

«No se te acercará la desgracia,
ni la plaga llegará hasta tu tienda,
porque a sus ángeles ha dado órdenes
para que te guarden en sus caminos»

Esto de los ángeles es un misterio. Desde pequeño, mi madre me enseñó a rezarle a mi ángel de la guarda. Yo se lo enseñé a mis hijos. Y todo con el convencimiento de que hay algo, alguien, que Dios ha puesto cerca para protegernos, para custodiarnos, para guardarnos en el camino. Un guardaespaldas espiritual, vamos. Sin traje ni gafas de sol. Sin pinganillo y sin arma. Pero con toda la fuerza del Espíritu.

Hay personas a las que también consideramos auténticos ángeles de la guarda. Tienen rostro y su voz tiene color. Pero comparten con los auténticos el hecho de estar permanentemente a nuestro lado, de querernos, de protegernos. Son personas de Dios, puestas a nuestro lado, con su luz, con una misión concreta.

No sé si tienen alas, ni tocan el arpa, si son transparentes o invisibles. Lo que sé es que son una muestra del amor de Dios hacia cada uno. Qué suerte tenerlos. Qué regalo.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

 

 

Conversaciones que dejan sin aliento… (Job 1,6-22)

Hay conversaciones que marcan la historia. Palabras que vuelan de una persona a otra, a veces dardos a veces rosas. Conversaciones con peso, densas, que absorben el oxígeno que las rodea.

Dios habla con Satanás. De tú a tú. En confianza. El mundo está como está. Satanás sonríe. Es lo que hay. Satanás mira en general. El mal generaliza, globaliza. Dios mira de uno en uno. Dios mira a las personas. Llama por el nombre propio. El bien personifica, conoce, ama. Dios confía.

El mal lanza el dardo, la pregunta a todo, a ti y a mí: ¿Por qué eres bueno? ¿Por qué amas a Dios? ¿Por qué respetas la Ley? Satanás teje la trampa, siembra la duda, cuchichea, acerca la sombra. ¿Por miedo? ¿Porque todo va bien? ¿Por cumplir? Y lanza su ataque.

Y Job resiste. ¿Y tú? ¿Y yo? ¿Qué hacemos cuando todo se nos cae?

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Luz es tu Palabra (Sal 118)

Que nunca me olvide de acudir a tu Palabra, Señor. No dejes que la dé la espalda. Tu Palabra es la Luz.

Cierro los ojos… ¡tantas veces! (Pr 21,1-6.10-13)

«Quien cierra los oídos al clamor del necesitado no será escuchado cuando grite.»

Recibo las palabras de hoy del Libro de Proverbios con mucha humildad. Porque sin reconocerme malvado, sí me doy cuenta de la cantidad de veces que cierro los ojos y los oídos al clamor de los que sufren y necesitan de mí.

El libro de Proverbios es una manera clara de comprobar si nuestra vida de fe y de seguidores de Jesús tiene correspondencia con la vida diaria y cotidiana, con nuestras decisiones más pequeñas, con nuestras éticas y morales del café de buena mañana. Creer nos hace vivir de una manera.

¡Pero cuántas veces es imperfecto nuestro seguimiento! En concreto, me descubro como un gran cerrador de oídos y ojos ante la realidad que a veces me circunda. Tal vez por incapacidad, tal vez por sentirme sobrepasado, tal vez por no saber qué hacer, tal vez por miedo, o mala prudencia o… ¡qué sé yo! El caso es tantas miradas me piden encontrarse con mi corazón y a tantas yo se lo niego…

Espero que el Señor me ayude y me enseñe a no girar el rostro, a tender la mano y a dar la vida mejor, por más. Y mientras lo consigo, que Él sí esté presto a mi grito.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

 

Señor, qué delicia… (Sal 36)

«Sea el Señor tu delicia,
y él te dará lo que pide tu corazón.»

Creo que hoy no hay mucho más que decir. Se trata de saborear el salmo 36. Repetirlo una y otra vez y daborearlo, degustarlo… ummmmm…

Un abrazo fraterno – @scasanovam

 

 

 

Devuélveme la alegría (Sal 50)

Tanto la primera lectura de hoy como el salmo son dos palabras preciosas que me vienen estupendamente para irme recuperando del dolor y del enfado de estas últimas horas. El Señor es capaz de hacerlo todo nuevo y la esperanza debe seguir firme e inquebrantable. Así como el pecado y la oscuridad nos destruyen y nos cercan, así somos restaurados para volver a comenzar. En lo personal y en lo eclesial.

Pero dos cosas que hoy me dice el Señor que creo que son muy importantes. La primera es que me juzgará según mi proceder. Lo dice el profeta y lo dice así después de haberse extendido explicando cómo vive y actúa un hombre justo. Es lo que hago en la vida lo que marca la diferencia. No es lo que pienso, ni lo que deseo, ni de lo que me arrepiento… es lo que hago. Lo que hago con mi tiempo, lo que hago con los pobres, lo que hago en mi familia, lo que hago en la Iglesia. Son las decisiones que tomo, las opciones que elijo, los caminos que recorro. Con el riesgo de equivocarme, el Señor me pide acción.

La segunda cosa habla más de Dios que de mí. «No quiero la muerte de nadie» dice el Señor. El quiere que todos seamos felices, que todos hagamos el bien, que todos descubramos la verdad, que todos obremos con justicia. Dios quiere que todos nos salvemos. ¡TODOS! Dios siempre alienta al cambio, a la reparación, al arrepentimiento. Siempre hay tiempo. ¡Qué deseo tan bonito del Padre!

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Denuncia a Jerusalén (Ez 16,1-15.60.63)

Leyendo la lectura del profeta Ezequiel, me viene a la mente, impactada en estas últimas horas, el reciente informe del Gran Tribunal del estado de Pensylvania, en EEUU, en el que se documentan más de 300 casos de abominables abusos sexuales llevados a cabo, durante muchos años, por sacerdotes, religiosos, etc. y encubiertos por las autoridades eclesiásticas en cada momento.

Sí, «Jerusalén», la Iglesia, puede corromperse, puede caer en el peor de los pecados. Y no hay excusa. Me resulta inimaginable el dolor de las víctimas. Como padre creyente que soy, me es imposible imaginar el infierno vivido en el seno de tantas familias, de tantas comunidades cristianas. ¿Que no existe el infierno? Pues aquí lo tenemos.

Nada hay suficiente que se pueda decir. Tal vez sólo PERDÓN y aún así de poco servirá. Ya ha pasado el tiempo de las palabras, de los lamentos, de los silencios, de arropar a criminales que han violado su carácter sagrado de la peor manera posible y que han sido portadores de sufrimiento en lugar de portadores de paz y amor. Te pido Señor fuerzas para que la Iglesia limpie su casa, tu casa, sin descanso, sin miedo, con enérgica contundencia. Y fuerzas para el Santo Padre para llevar a cabo esta labor.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

No se da lo que no se tiene (Ez 2,8–3,4)

Cuántas veces nos habrán oído los jóvenes catequistas de nuestros grupos Calasanz eso de «no se da lo que no se tiene». ¿Por qué nos lo oyen tanto? La respuesta la da hoy el profeta Ezequiel.

Es difícil ser testigo de algo que no se produce día. Es difícil hablar de Dios sino se habla con Dios. Es difícil generar comunidad si no es parte de la misma. Es difícil evangelizar si uno no es evangelizado continuamente. Es difícil acompañar si no se es acompañado… Y así hasta el infinito. Esto de ser francotirador de la fe y lanzarse a hacer apostolado (en las mil vertientes posibles) sin tener detrás una comunidad cristiana, sin tener una vida de oración intensa, si formarse continuamente, sin buscar ratos para Dios, sin revisar la propia vida de vez en cuando… como que no sirve mucho. Porque tarde o temprano serás tú el que está en el centro de tu propio mensaje, y no Dios. Tarde o temprano generarás afectividades insanas. Tarde o temprano caerás en incoherencias curiosas. Tarde o temprano, abandonarás. No sirve.

Todos tenemos alma de profeta. A todos se nos envía a hablar, a evangelizar, a comunicar la buena nueva maravillosa de que Jesucristo está vivo entre nosotros, de que te quiere con locura y de a su lado, tu vida, cambia para siempre. No podemos afrontar esa misión desde la insolencia, desde la soberbia, desde la soledad. Antes hay que «tragar» y alimentarse con todo aquello que luego dará sus frutos. Si ese alimento, sin el alimento de la Palabra, de los sacramentos, de la comunidad, de la oración… somos malos profetas, mediocres seguidores, enviados incapaces.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Alabar, verbo olvidado (Sal 148)

De todas las acepciones que tiene el verbo «alabar» en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la segunda es la que se aplica más directamente a Dios pero a mí me gusta más la primera. Porque también aplica a Dios y porque me ayuda a concretar qué es eso de alabar.

Alabar
Del lat. tardío alapāri ‘jactarse’.

1. tr. Manifestar el aprecio o la admiración por algo o por alguienponiendo de relieve sus cualidades o méritos.
2. tr. Venerar y celebrar con oraciones.
3. prnl. Jactarse o presumir de algo.

Es bueno expresar lo bueno que es Dios conmigo. Es bueno que reconozca en mi vida sus caricias, sus detalles, sus cuidados. Es bueno que le dé gracias por todo lo que hace conmigo. Es bueno que reconozca su grandeza y mi pequeñez, su inabarcable amor y mi limitada capacidad para conocerle. Es bueno que lo cuente, que lo cante, que lo diga, que lo grite, que mi vida sea un auténtico canto de alabanza.

Son muchos los salmos de alabanza y es algo que hemos olvidado. La carne de Jesús y su humanidad nos ha acercado a Dios, nos ha hecho tocarle con nuestras propias manos y verlo con nuestros propios ojos pero no debemos dejar de postrarnos ante su divinidad, ante su magnificencia, ante su realeza.

Un abrazo fraterno – @scasanovam