Yo a veces caigo en la trampa, lo reconozco. Quiero ser un testigo de Jesus HQ (High Quality). Quiero que la gente se sorprenda al escucharme, quiero demostrar lo que sé, quiero que me ensalzen, que me aplaudan, que se acuerden de mí, que acudan a mí por mis méritos… A veces caigo en la trampa en las redes y busco el tweet más certero, las palabras más precisas, la imagen más rompedora, la presencia más especial. A veces caigo en la trampa y creo que cambiaré el corazón de las personas y que salvaré sus vidas con mis propios medios, por lo que yo soy, por lo que yo hago.
Me encuentro con la Palabra de hoy y me da cierta vergüenza. Me da estupor la confesión del gran S. Pablo, dando a conocer su miedo y su floja predicación. Estupor. Porque a mí, como a muchos, me gustan los cracks, los grandes, los gurús del testimonio…. Y no me doy cuenta de que los que hoy considero gurús eran pequeños, pequeñísimos… enfermos, débiles, tentados, atacados, desvalidos…
El salmo lo deja claro: ¿dónde está la fortaleza? ¿Dónde está la grandeza? Meditar la Palabra, buscar y gustar a Dios, orar, cumplir sus mandatos, anhelar su voluntad, amarla… Abrirnos al Espíritu, empaparnos de Él, llamarle para que venga y nos inunde y para que Él lo haga todo. Que nos coja y nos haga instrumentos de la grandeza de Dios. Ese es el testimonio más poderoso. Dejar que Dios actúe en mi más absoluta pequeñez.
Posiblemente la reacción, alrededor, será la del Evangelio. A la gente no nos gustan los «hijos de los carpinteros», no aceptamos que tengan algo que aportar, no admitimos que sean ellos los elegidos de Dios.
Un abrazo fraterno