Al mal, ni agua #sinpiedad

Al mal, ni agua. Esa es la conclusión que me llevo después de leer la Palabra de hoy. Ni agua. Lejos, como hace Jesús, que no se mantiene inalterable al cruzarse con el mal. Jesús no sólo hace el bien sino que combate el mal. No es lo mismo.

La primera lectura nos lo deja más claro: haz el bien y odia el mal. A Dios es difícil es engañarle. Que el mal nos engañe a nosotros es fácil. Al menos a mí me pasa. Me dejo engatusar, enredar, liar… me dejo engañar por ese mal vestido de bien, disfrazado de algo positivo, placentero y ¡hasta necesario! Dios se debe de poner negro cuando ve lo «facilón» que soy a veces. No es un juego. La primera frase de la lectura es determinante: «haz el bien y vivirás». ¡Cuánto nos quejamos a veces de lo desgraciados que somos, de lo mal que nos salen las cosas, de toda la felicidad que nos falta, de no sentirnos llenos y plenos! La solución está dada hace ya mucho tiempo: haz el bien y odia el mal. Pero ni caso. No nos lo creemos. Preferimos pensar que el azar, el dinero, el nivel social, las personas, el placer, una casa grande, un sueldo mejor… nos harán más felices. Parece que no es así.

Al mal, ni agua. Ni una gota.

Un abrazo fraterno

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¡Atención los que olvidáis a Dios! #atención

Conozco personas, más y menos cercanas, que expresan más de una vez su disgusto con el Antiguo Testamento y con el «Dios castigador» que se hace presente en él. Estoy por asegurar que la lectura de hoy del profeta Amós les desagradará. Es terrible y, no por ello, lejana en el tiempo.

Dios no debe estar contento con el mundo que vivimos hoy en día. Y es curioso que apartarle a Él de escena no es lo que parece dolerle más, sólo hay que leer a Amós con atención. ¿Qué hace este mundo con el pobre? ¿Qué hacemos con los desvalidos, con los niños, con los ancianos, con los no nacidos, con los que no producen, con los que no aportan al sistema? ¿En qué hemos convertido el sexo? ¿Qué hacemos con el dinero? ¿Dónde hemos dejado a Dios? Niños soldado, vagabundos y chabolas a las puertas de grandes boutiques, muertos de hambre y de frío, campos de refugiados, vallas, fronteras… Dios es deshauciado día sí y día también de este mundo, su casa.

¿Dios no puede enfadarse? ¿Dios no puede perder la paciencia por momentos? ¿No puede un padre compatibilizar su amor incondicional con dejar al hijo que se enfrente a las consecuencias de sus acciones? «Atención los que olvidáis a Dios» dice el Salmo… Atención…

El mundo ha olvidado a Dios. Es tiempo de recuperar la memoria. Empezando la tarea de puertas adentro. Yo también le giro la cara en ocasiones. Seamos imágenes vivas de Él. Que el mundo nos mire y le vea. Y el recuerdo volverá.

Un abrazo fraterno

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Educar a los hijos… ¿te parece poco? #vértigo

Ayer mi hijo mayor hizo la Primera Comunión. Lloré varias veces en la celebración. No soy capaz de vivir sin emoción un paso tan importante en el camino de fe de uno de los tesoros que me han sido regalados, «prestados».

Como padre, no siempre estoy seguro de hacerlo bien. El miedo a fallar en la formación de mis hijos, el miedo a influir negativamente en su desarrollo, a dejar en ellos huellas que marquen de alguna manera su futuro, a dejarme cosas por hacer, espacios por cubrir, necesidades que atender… siempre está ahí. Casi siempre lo llevo bien. A veces lo llevo regular. Educar a los hijos es, posiblemente, lo más importante que me ha sido encomendado por parte de Dios en esta vida. Y lo quiero hacer bien.

Ahora bien. Soy limitado y pequeño. Fallo, me equivoco, la pifio… Hiero a aquellos a los que quiero, grito a destiempo, corrijo muchas veces de manera deficiente, no siempre tengo el mejor día ni hago lo que los libros dicen que se debería hacer. Soy padre pero soy persona, persona y pecador. Por eso hoy, que me encuentro la lectura del profeta Elías y un salmo especialmente hermoso, me emociono de nuevo. Me emociono al tomar conciencia de que, más allá de mí, mis hijos tienen un guardián, un protector, un Padre mucho mejor, cuyo Amor es infinitamente mayor que el mío. ¡Y eso da una tranquilidad!

Rezo por mis hijos. Y por mi mujer y por mí. A la vez, descanso en el Espíritu. Amén.

Un abrazo fraterno

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Mi voto es para Dios #votoútil

Padre de huérfanos, protector de viudas, 
Dios vive en su santa morada. 
Dios prepara casa a los desvalidos, 
libera a los cautivos y los enriquece.

¿De izquierdas? ¿De derechas? ¿De centro? ¿Cuál es el programa político de Dios?

Yo leo el salmo de hoy y lo tengo algo más claro. Y tengo claro también a lo que me llama. Mientras, ahí afuera siguen dándole vueltas a la rueda.

Un abrazo fraterno

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Los profetas son unos frikis #Cuaresma

La diferencia entre los ninivitas y la humanidad de hoy en día es que hoy no identificaríamos al profeta como tal, lo haríamos objeto de nuestras burlas y lo lanzaríamos al destierro de los incómodos frikis. Haríamos algo parecido a lo que hicieron los soldados de Pilatos con Jesús, la tarde del Viernes Santo en el Pretorio: fustigarle, burlarle y conducirlo al ridículo caricaturesco. El resto posiblemente sea parecido. No soy de los que piensan que vivamos en un momento especialmente distinto a otros muchos en la historia, en lo que a catadura moral se refiere. Los ha habido mejores y peores, pero con menor publicidad y alcance.

Los profetas existen. Dios sigue enviándolos. Profetas que nos llaman a la conversión. ¿Qué pasa con ellos? ¿Los reconozco? ¿Dónde están? ¿Qué ropa visten? ¿Son obispos, fundadores, sacerdotes, religiosas, padres de familia? ¿O Dios nos da ya por perdidos y prefiere no levantar la voz cual padre que no ve futuro en sus hijos? Eso es imposible…

El cambio debe ser profundo. La conversión no es algo que toca lo superficial sino que va al corazón. Es en el corazón donde se juegan las grandes batallas. Allí residen nuestras heridas más profundas, nuestras aspiraciones, nuestro pecado, el aliento de Dios mismo… La Cuaresma no es tiempo de cambiar estructuras sino de cambiar uno mismo desde lo más nuclear e irlo traduciendo en hechos concretos. Sin hechos no hay conversión.

¿Pobres? ¿Consumo? ¿Perdón? ¿Oración? ¿Compromiso social? ¿Tiempo entregado? ¿Familia? ¿Dinero?

Un abrazo fraterno

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Camino de conversión #Cuaresma

Limpieza general. En otras palabras, conversión. Abrir las ventanas, aire puro… Sacar el polvo que se ha ido haciendo fuerte en esquinas y rincones, en aristas y huecos insospechados de mi alma. Eso necesito.

¿La receta? Repliegue de fuerzas, velas recogidas, mirada hacia adentro, silencio… La Iglesia me propone oración, ayuno y limosna. Tres «herramientas» de limpieza imprescindibles aunque alguna suene a siglos pasados. No huelen a rancio ni mucho menos, en un mundo éste, el del bienestar del primer mundo, opulento, ruidoso, acelerado, superficial y frío y despreocupado por el prójimo.

Me cuesta cada año. Y hoy renuevo mi intención de hacerlo bien. ¿Lo conseguiré? Siempre me puede el cansancio, la gula, el deseo…

Hoy me pongo en manos de Dios y le pido fuerzas. Comienza el camino que nos llevará a la Semana Santa. Camino de conversión.

Un abrazo fraterno

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¿Defenderse o aceptar? #buenapregunta

Ayer las chicas FEMEN asaltaron al arzobispo de Madrid a la entrada de una iglesia, le llamaron Toño, le increparon, le tiraron bragas rojas y le mostraron sus pechos desnudos… Todo ello con gran virulencia y agresividad y, curiosamente, fotografiado y filmado por varios medios que allí estaban presentes.

La respuesta no se ha hecho esperar y hoy he podido leer múltiples comentarios al respecto en tuits, blogs y muros de muchos hermanos míos. Estoy de acuerdo con mucho de lo leído y comparto inquietud y rechazo ante estas actitudes totalitarias y que niegan toda posibilidad de encuentro. Pero reconozco que no tengo clara la respuesta que, como seguidor de Jesús, estoy llamado a dar. Y aquí es cuando me encuentro con la primera lectura de hoy y mis dudas se acrecientan.

¿Debo defenderme, reclamar mis derechos, revolverme, responder…? ¿O debo más bien aceptar esa humillación, aceptar la persecución y la ofensa y ofrecerla al Padre? ¿Pueden hacerse ambas cosas o no? No lo tengo nada claro. David acepta humildemente acusaciones. ¿Estoy llamado a lo mismo? Aceptar no es lo mismo que resignarse. No se trata de tragar infructuosamente con lo que venga sino de dar gracias por esa persecución, ofrecerla al crucificado, aportarla en la balanza por el bien de otros muchos hermanos perseguidos que siguen dando su vida por su fe…

Tal vez algunos piensen que es de mediocres lo que planteo, de tibios… pero yo no lo creo. Hoy rezaré por esas chicas de FEMEN y daré gracias por la oportunidad que tenemos de testimoniar nuestra fe en medio del temporal.

Un abrazo fraterno

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¿Puedo meterme en la vida de los demás? #buenapregunta

En el mundo hay de todo: desde aquellos entrometidos cuya diversión principal es meterse donde nadie les llama, hasta aquellos otros que, prudentemente o por principios, no mueven un dedo hasta que se les solicita. Yo me pregunto: ¿dónde está la medida?

La medida, como siempre, es el amor. Y sí, hay que meterse en la vida de aquellos que están confusos, heridos… de aquellos que viven en la tiniebla y que, poco a poco, gota a gota, o de golpe, pueden mandar su existencia a pique. Yo me meto en la vida del otro porque le amo, porque le quiero y porque ese amor me obliga a abrazarle, a acariciarle, a mirarle a los ojos, a decirle, a contarle, a estar a su lado… ¡No puedo permitir que caiga por el precipicio! Lo que hace Jonatán con David y Saúl, vamos… Jonatán se entromete para salvar a ambos: a David, de la muerte, a Saúl de una decisión que le condenaría eternamente.

Meterse, entrometerse por amor, en la vida del otro significa jugarse la vida propia. Uno también se la juega en esta decisión. La vida se me puede complicar e incluso puedo perder al otro definitivamente. Es arriesgado. Pero no hay opción. No puede haberla. No hacer nada… nos condenaría a nosotros mismos. Pero también significa desplegar toda la escucha de la que soy capaz, toda la ternura, todo el tiempo, toda la empatía, todo el respeto… Significa desterrar el juicio sobre el otro y sólo amar.

Un abrazo fraterno

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¿Por qué tanta ansia de ser lo más? #buenapregunta

A veces me impongo a mí mismo losas que no vienen de Dios. Me atrevería a decir que ni siquiera llevan a Él. Quiero ser el mejor padre, el que más tiempo pasa con sus hijos, el que mejor les entiende, el marido que mejor cuida una casa, el irreprochable a los ojos del mundo. Quiero hacer muchas cosas y hacerlas todas bien. Y quiero que la gente sepa lo que hago. Y quiero ser creativo e inventar y darle otra vuelta más de tuerca. Y ser el más sensato y el más prudente y el más listo y el más atractivo… Y quiero ser un buen cristiano, el que más se da, el que mejor reza, el más profundo, el que mejor hablar, el que mejores microrrelatos escribe…

Y llega la primera lectura de hoy y todo se me cae al suelo. Y se rompe. Y hace ruido. ¿Por qué, Señor? ¿Por qué el más pequeño? ¿Por qué David, que estaba pastando con las ovejas? ¿Por qué?

Me empeño en ser lo más, en engrandecer, en ser la bomba… porque me cuesta aceptar que tu elijas a los pequeños, a los poca-cosa. Vas al corazón… ¡y eso es una puñeta Señor! Vas al pequeño de corazón grande y dices: «Éste».

Padre, déjame que me postre ante Ti y llore. Libérame del peso, abrázame y seca mis lágrimas. Soy débil y tengo miedo. Miedo de fallar, miedo de pifiarla, miedo de no saber, miedo de no poder. Soy pequeño, Señor. Soy pequeño.

Un abrazo fraterno

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¿Obediencia o sacrificios? #buenapregunta

Pienso que ni obedecer ni sacrificarse es malo en sí mismo ni tiene por qué ser excluyente. Todos hemos experimentado, yo el primero, en la vida, que a veces hay que obedecer y que a veces hay que sacrificarse y, además, hemos experimentado lo bueno que había en ello al hacerlo.

He obedecido a mis padres siendo niño. Tenía que hacer lo que ellos me dijeran, incluso a veces, muchas veces, sin estar de acuerdo. El hijo debe obedecer al padre, al profesor, al párroco, al agente… a todo aquel que tiene cierta autoridad. El niño no entiende el por qué de esa autoridad pero el acto de obedecer le ha protegido, le ha conducido, le ha enseñado, le ha formado, le ha pulido… Ahora obedezco a mi jefe cuando me manda hacer algo y sigo obedeciendo, de otra manera tal vez, a las autoridades que sigue habiendo en mi vida. También obedezco a la Iglesia, a veces también sin entender.

Me he sacrificado, y lo sigo haciendo. Haciendo, no lo que me apetece, sino lo que desean mis hijos. A veces veo el programa que mi mujer quiere o compro aquello que a otro le gusta. Me sacrifico cuando decido trabajar yo en lugar de otro compañero. Me sacrifico cuando resisto y me esfuerzo y no tiro la toalla al primer atisbo de sufrimiento.

Pero la Palabra hoy nos plantea esta disyuntiva para que nos definamos como creyentes. ¿Qué estilo de creer tengo yo? ¿Soy de los piensan «comprar su parcela en el cielo» a base de sacrificios y ya? ¿Soy de los que eliminan al Espíritu de la ecuación y me quedo sólo con la ley y sigo su letra y nada más? ¿Soy de los que va a misa porque hay que ir, de los que da limosna porque hay que dar, de los que reza 30 porque es mejor que 20? ¿Soy de los que cumplen pero no viven? ¿O soy de los que ponen a Jesús en el centro de su vida? ¿O soy de los que decide vivir pobre para compartir con otros? ¿O soy de los que confían y ponen sus talentos al servicio de todo el que los necesite? ¿O soy de los que ven el rostro de Jesús en el otro y salen a su encuentro y dan la vida por él?

Hay que elegir. Yo elijo lo segundo. Intento obedecer al Señor Jesús y vivir como Él vivió. Lo primero, subyace también. Que el Espíritu me asista continuamente para no tener miedo. El Cielo no se gana. El Cielo se me regala.

Un abrazo fraterno

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