Tiendas del encuentro (Ex 33,7-11;34,5b-9.28)

Que sí, que Dios está en todas partes, lo sé. Pero hay lugares, momentos y personas en los que se nos regala la capacidad de hacerlo presente de otra manera. Esto creo que todos lo experimentamos en nuestra historia de fe. También el pueblo de Israel era consciente de ello. Por eso el relato del Éxodo, que nos habla de la Tienda del Encuentro es tan hermoso.

Miro atrás y descubro las tiendas del encuentro donde me encontré con Dios de manera más evidente, donde el Señor acudió a encontrarse conmigo. La casa de los escolapios de Cercedilla, mi comunidad Betania, la iglesia de S. Jorge en Coruña, mi colegio, mi mujer y mis hijos, mi amiga Pau, las Escuelas Pías… Algún retiro espiritual, alguna conversación, la casa abierta de personas que me quieren, mis clases de Ciencias Religiosas y mis compañeros… Siempre que acudo a recibir el sacramento de la Reconciliación también lo siento especialmente presente… ¿Y los tuyos? Es bueno reconocer esas tiendas que ha habido en tu vida, ponerles nombre. Son espacios, personas y momentos sagrados.

Lo siguiente que me surge en esta oración es: ¿soy yo también tienda de encuentro? ¿Facilito que Dios y otra persona se encuentren a través de mí? ¿Soy espacio para que el verdadero encuentro tenga lugar? ¿Soy mediación o estorbo? Ayúdame Señor a ser lo primero. Tienda que acoge, que se abre para que suceda el milagro.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Hombres y mujeres de bien (Eclo 44,1.10-15)

Hay vidas que merecen la pena ser contadas y recordadas. Porque antes de nosotros, han pasado por el mundo muchos hombres y mujeres de bien. Algunos son parientes nuestros: padres, abuelos, bisabuelos, tíos, tías… personas que con sus decisiones, opciones, legados, valores… han ido conformado un ser familiar que llevamos en la sangre. Otros han sido personas relevantes en la sociedad por motivos diversos: deportistas, políticos, artistas, científicos… personas que han contribuido a que la humanidad haya dado pasos en la buena dirección. Otros muchos son personas anónimas y desconocidas pero que, a la vez, guardan en sus biografías auténticas historias maravillosas de amor, de superación, de entrega, de lealtad, de fortaleza…

Vivimos tiempos sin grandes referentes. No porque no los haya, sino porque hemos ideologizado tanto las cosas que es difícil hoy ser referente de algo. Y aún así, nuestros niños y nuestros jóvenes necesitan de personas a las que mirar. No por ser superhéroes, o famosos, o instagramers, sino por haber vivido vidas, más largas o más cortas, que han valido la pena. ¡Contemos esas vidas! Los que somos creyentes, tenemos en los santos grandes ejemplos y también en otras personas fuera de la Iglesia. Los que no son creyentes, lo mismo.

No perdamos el tiempo con personas que han decidido que sus vidas no valgan más que para ser escaparates, cacharros rotos. No endiosemos a quién no se debe sino, más bien, busquemos y encontremos a Dios en quienes lo han transparentado antes que nosotros.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Para dar más fruto (Jn 15,1-8)

No me gusta lo que he leído hoy en las lecturas. El Señor me ha dicho cosas que no me gustan en absoluto.

La primera lectura me ha traído al corazón los espacios y las personas para las que creo que, a día de hoy, estoy muerto. Lugares y personas que, sencillamente, no me quieren como soy. Ni ven en mí casi nada bueno, ni me quieren a su lado, ni creen que el Espíritu sople en mí ni que pueda ayudar en nada. Las palabras de Pablo me han sobrecogido por su claridad. «Estoy crucificado con Cristo» dice el apóstol. A veces también yo, y salvando las distancias, me siento así. Lejos de aquello que me pide el corazón, lejos de lo mejor de mí…

Y luego llega el Evangelio y con el asuntito de los sarmientos leo eso de «al que da fruto, se le poda; para dar más fruto». Toma ya. Lo de que se corten los sarmientos que no dan fruto, lo entendemos y estamos de acuerdo. Pero dar fruto tampoco es sinónimo de paz, de prosperidad, de tranquilidad, de comodidad… Al que da fruto, se le poda. La poda implica corte, dolor, ruptura, desprenderse de una parte de uno… Y no me agrada.

Siento que estoy siendo podado. No sé por qué, ni para qué. No sé cuál es el fruto que estoy llamada a dar. Es época de dificultad, de cruz… y de confianza.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

El deseo de estar con el amado (Jn 20,1.11-18)

Llevo unos días sin mi mujer por cuestiones laborales. Y recuerdo la entrada que escribí en Aleteia hace tiempo acerca del deseo y de echarla de menos. Y me parecen preciosas las lecturas de hoy, llenas de tanta pasión, deseo, sed, ansia por estar con el amado.

A María Magdalena le mueve el deseo de estar con aquel que la amó tanto, que la amó más que nadie. Ella, una mujer apasionada que sabe lo que es estar perdida, herida, dañada y en la fosa de la existencia, corre al sepulcro aquella mañana porque sabe que el amor no muere, que tiene algo de eterno. Ella desea volver a Jesús. Su corazón está con él. Y eso es lo que le permite ser la primera testigo de la resurrección.

A veces siento que mi amor por Dios es demasiado cerebral, calculado, intelectual. Le falta carne, le falta pasión, le falta deseo, le faltan abrazos y caricias, le falta temperatura. El amor humano es un bello camino para comprender esto. Tal vez Dios y yo debamos irnos a cenar solos algún día, hablar de nosotros, recordar lo que nos enamoró al uno del otro y volver a casa para amarnos como si se acabara el mundo. Y por la mañana, al despertar, mirarnos al comenzar el día y decirle a la cara: «Te quiero, amor».

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Dejar a Dios entrar en casa – Domingo XVI TO Ciclo C

Recuerdo muchos momentos en los que mi casa se convirtió en auténtico lugar de encuentro y reunión. No hay nada como abrir las puertas del hogar de uno, y ofrecer un sitio a la mesa, para que las personas se sepan parte de tu vida. Dejar entrar a otro en nuestra vida, en lo más íntimo que tenemos, allí donde somos plenamente, es uno de los gestos de mayor amor y complicidad.

¿Y qué pasa con Dios? ¿Lo dejamos entrar? ¿Estamos dispuestos a que pase, mire, descubra…? ¿O preferimos dejarlo en el dintel de la puerta, sólo para hablar con él un ratito y despedirlo, como a cualquier vecina curiosa, poniéndole alguna excusa?

Cuando Dios entra en casa, cuando encuentra acomodo en nuestro día a día, cuando es uno más de la familia, acontece lo impredecible. Que Dios esté, que tome parte, no es lo mismo que que no esté. Algunos piensan que sí, porque creen que todo dependen de ellos. Pero no. No es así. Deja entrar a Dios, hazle un sitio a tu mesa. Y verás que has elegido la mejor parte. Y tu vida cambiará por completo.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

¿Quién soy yo? (Ex 3,1-6.9-12)

Eres de las que piensas que nada tienes que hacer. O mejor, de las que piensa que lo tiene que hacer todo. Por eso ese ansia de perfección, por eso esa exigencia contigo misma. Eres de las que no les gusta mostrar su debilidad, de las que lleva mal el fracaso, el cansancio, la duda… Eres de las que se piensa que los fuertes son los elegidos o que los elegidos deben ser fuertes.

Pero el Señor escoge a su antojo. Un pastor era Moisés y lo escogió. Un pescador era Pedro y lo escogió. Un niño era Samuel y lo escogió. Una joven desconocida, habitante de un pequeño pueblo de Israel, era María y la escogió. Y no fueron sus capacidades, ni sus fortalezas, ni sus estrategias, ni su inteligencia, ni su carisma… las que cambiaron la Historia. Fue su fe en el Señor, su confianza en que Él haría lo prometido, en que Él sabría lo que hacer.

Por ser pequeños y saberse pequeños, fueron grandes, porque hicieron grande al Señor. Así que adelante, no tengas miedo. Eres pequeña pero el Señor está contigo.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

El Señor deshace planes (Sal 32)

Ayer, en el campamento en el que estoy con chicos y chicas de 1º Bachillerato, ante varios testimonios de personas que habían optado por abandonar sus planes y seguir la voluntad de Dios, ellos se cuestionaban y preguntaban: ¿Por qué? ¿Por qué si tú tienes unos planes, los abandonas para seguir la voluntad de Dios? ¿Y cómo sabes que esa era la voluntad de Dios? ¿Cómo estar seguro de que no te estás equivocando?

A veces ni siquiera las cosas son tan sutiles y Dios, de manera misteriosa, respetando tu libertad y, a la vez, adentrándose en la historia, deshace tus planes, frustra tus proyectos. Eso que tenías pensado, que tú pensabas que era bueno y que te haría feliz, de repente, se tuerce. Y clamas a Dios por no entender nada…

Probablemente, esos planes maravillosos no eran los mejores; probablemente estabas traicionando algo de lo que eres y a alguien en quien crees; probablemente estabas silenciando tu vocación o funcionando de espaldas a tus dones. Y lloras, y te mueres de rabia, y pataleas, y te enfadas… y, a la vez, mientras, una puerta se abre en todo ese vacío. Porque cuando uno consigue vaciarse de «sus» planes, de «sus» intereses, de «sus» proyectos, de «sus» ideas… Dios tiene sitio para entrar con todo el amor del que es capaz.

Dios nunca deshace un plan sin lanzar una promesa. así nos lo dice el salmo, más adelante: «para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre«. Porque de eso se trata. De que Dios nos amar, nos conoce, nos cuida y nos protege. Bajo esta convicción, confiemos. Y nos irá mejor.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Dios en los sueños (Gn 28,10-22a)

Qué bonita es la experiencia de Jacob. Dios le habla en un sueño. Es la misma experiencia que, muchos años más tarde, tendrá José también, en medio de sus dudas.

Dios nos habla de muchas maneras pero su voz, sin duda, brota también de nuestro interior, de nuestra intuición, de la brisa que agita el corazón. ¡Qué importante es reconocer la voz de Dios detrás de esta experiencia tan humana! Es una muestra de que Dios entra en nuestras coordenadas. Otros, en el mismo caso que Jacob, lo achacarían al cansancio, al estrés, a la imaginación o vete tú a saber qué. Casualidades, ensoñaciones… dicen algunos.

El caso es que Dios habla para transmitirnos algo muy importante: «Estoy contigo. No temas». Es el mismo mensaje que Cristo Resucitado dará a los doce poco antes de volverse con su Padre. Él está aquí, a nuestro lado. Cuida de nuestra vida, nos sostiene, nos guía, nos cuida. ¡Qué importante vivir con esta certeza! ¡Qué descanso! ¡Qué ligero se torna el equipaje!

Cuando mi fe me permite tener esto claro… la vida se abre paso aún en los momentos más insospechados, cuando todo parece perdido.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Sacrificar lo más querido (Gn 22,1-19)

El otro día, tomando un café con una amiga, hablábamos de la desazón personal ante determinados hechos que nos están sucediendo en lo personal. Cosas a tu alrededor que ves que no son cómo crees que deberían ser y que golpean rincones íntimos del ser.

La pregunta ante estos hechos que ambos nos hacíamos es: ¿qué debo hacer? ¿Cuál es la voluntad de Dios? ¿Debo aguantar, permanecer en este desierto y tragarme aquello que me gustaría hacer o decir? ¿Debo dar un paso y con él testimoniar mi desacuerdo ante lo que está sucediendo? ¿O debo sencillamente quitarme de en medio, entendiendo que, cuando los hombres ponemos trabas a Dios, lo mejor es no perderse y buscar otros caminos?

Hablando de las diferentes posibilidades, había un escenario probable que me ha venido a la cabeza leyendo hoy el pasaje del Génesis. Y es que puede que tengamos que sacrificar a veces aquello que más queremos y, en ese sacrificio, dar testimonio de nuestra fidelidad y fe hacia Aquél que es el más importante. Sí. Tal vez no sirvan las estrategias, los silencios medidos, los pasos prudentes… Puede que la prueba sea hacer lo que siento que Dios me pide aún sabiendo que eso implica sacrificar eso que tanto he soñado.

¿Y si Dios finalmente tiene algo preparado? Lo que está claro es que Él no me abandona nunca.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

En tu angustia… está Dios (Sal 33)

Precioso el salmo de hoy:

Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias.

El Señor está cerca de los atribulados.

A veces pensamos o sentimos que, cuando peor estamos, Dios está lejos. La oscuridad que percibimos, la preocupación, la angustia, nos nublan la luz de la presencia de Dios a nuestro lado. Pero Él está. No debemos dudar de ello. Está y, seguro, con mayor cariño y cuidado.

Si estás preocupada o preocupado… Dios está contigo. Háblale y cuéntale. Y deja que te cuide a través de los demás. Y la luz volverá.

Un abrazo fraterno – @scasanovam