¿Dios quiere que seamos tentados? (Mt 4,1-11)

La primera frase del Evangelio de hoy es desconcertante:

» Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo»

En varios lugares de la Biblia se nos dice que no, que las tentaciones nunca vienen de Dios sino del Maligno, con el objetivo de enredar, destruir, confundir, alejar de Dios. Lo que sí es de Dios es el Espíritu que habita en Jesús, un Espíritu que le llama y le empuja, tras su bautismo en el Jordán, a cambiar su vida y a comenzar su misión.

El desierto no es un espacio físico. Posiblemente todos lo atravesamos cuando movidos por el Espíritu, afrontamos la decisión de hacer la voluntad de Dios en nuestras vidas. El Espíritu, que no se ve, y que nos habla en el Misterio, nos empuja a poner nuestra vida al servicio, a responder a nuestra vocación de hijos de Dios. Y ahí, en la frontera, en el precipicio, en el desierto existencial al que nos enfrentamos antes de dar la vida para perderla, uno debe estar dispuesto a ser tentado.

La tentación siempre tiene por objeto que dejemos de ser lo que somos, que perdamos nuestra condición de hijos, de criaturas hechas a imagen y semejanza de su Padre; que dejemos de amar a nuestro Señor sobre todas las cosas.

Quien ama siempre se encontrará con la tentación de dejar de amar. Llegará en el momento justo, en el instante supremo de debilidad, en la cúspide de la entrega, en la dificultad máxima. Somos probados, sí, y a la vez, nos encontramos con la oportunidad de demostrarnos la grandeza de nuestro corazón, la fuerza del Dios que vive en nosotros.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Acoger el don, pese a los fariseos (Lc 5,27-32)

Soy exigente con los demás y sí, muchas veces me creo mejor que otros. Es parte de mi pecado. Ese aire de soberbia que me impide descubrir el pequeño tesoro de personas a las que, sencillamente, considero alejadas de Jesús.

El evangelio de hoy es para mí ciertamente desconcertante, teniendo en cuenta que no es Leví (Mateo) quién toma ningún tipo de iniciativa de seguir a Jesús. El único mérito de Mateo, y no es pequeño, es dejarse mirar y acoger el don del perdón y la confianza total del Señor.

Ayer mismo, en el cole, tuve una conversación con una alumna a la que, pretendiendo reconocerle el trabajo que estaba haciendo, me acerqué y le expresé lo bien que la veía en clase y en la asignatura. Su respuesta fue un «sí pero no», un «gracias pero no es para tanto», un rostro que no se acababa de alegrar con mis palabras. ¡Cuánto nos cuesta a veces acoger el don inexplicable!

Demasiado fariseo me siento a veces. Juzgador, desconfiado, exigente, viéndome como ejemplo. Eso me entristece, porque no quiero ser así. El Señor tiene que venir y tocar también mi corazón, como el de Mateo. Aquí estoy, Señor. Ven.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Ayuno con amor (Mt 9,14-15)

Hay novedad. Si Jesús ha llegado a tu vida, hay novedad, hay alegría, hay derroche, hay don. Jesús marca claramente las distancias con el grupo de Juan el Bautista. Hoy, en la lectura, se percibe esa diferencia entre discípulos de uno y de otro. Juan el Bautista y los suyos parecen ayunar para estar preparados para la llegada del Reino. Es el «conviértete para que llegue el Reino» que proclama el Bautista. Jesús da un giro y su «puesto que el Reino ha llegado, conviértete» empapa también al ayuno y al resto de la Ley.

Y en eso quiero centrarme hoy. En tomar conciencia de la presencia de Jesús en mi vida. Y en la novedad que trae cada día. Porque ser consciente de su presencia y de su acción en mí, será el motor para todo lo demás. Un ayuno sin Jesús no tiene sentido. Un ayuno que no parte del don previo de su encarnación, de su vida, de su amor… ¿qué sentido tiene? Jesús da sentido a todo. Me da la fuerza para afrontar mi trabajo como misión, me regala la alegría que se desborda entre los que me rodean, me da la fuerza para sostenerme en los rincones del camino más torcidos y oscuros. Jesús me abraza, ha venido a por mí y me ama pese a mis pecados y mi dejadez, mi olvido, mi traición.

Por eso ayunar tiene sentido hoy. Por eso hoy quiero participar de eso. Por eso quiero no perder el centro y dejarme llevar por sensaciones y satisfacciones que parecen sustituir muchas veces al Señor. La sobreabundancia de Jesús me da la vida. La sobreabundancia del bienestar del mundo, me atora y me consume.

Un abrazo fuerte – @scasanovam

Discípulo en ¿tres sencillos pasos? (Lc 9,22-25)

Conviértete en discípulo de Jesús en tres sencillos pasos: olvídate de ti mismo, carga con tu cruz cada día y sigue a Jesús. ¿Sencillos? Vaya locura en este mundo de éxitos e influencias.

El primer paso ya resulta complicado para mí. Olvidarse de mí mismo. No ponerme de primero. No elegir según mis criterios y conveniencias. No estar pendiente de lo que necesito sino de lo que necesitan los demás. No intentar poner mi palabra por encima. Escuchar a la comunidad y arrodillarme para servirla. Se me pide pequeñez en mi día a día. Humildad. Y nadie se hace humilde sin ser humillado. ¡Cómo me cuesta esto!

El segundo paso es cargar con mi propia cruz. Y hacerlo cada día. La cruz es algo cotidiano si seguimos a Jesús. Está bien que cofrades y cargadores se entrenen las semanas previas a Semana Santa para cargar los pasos y las cruces. Pero en la vida, la cruz no va de eso. No se trata de entrenarme y cargar con la cruz una semanita. Se trata de hacerlo un día y otro día y otro día. Se trata de hacerlo, la mayoría de las veces, contra tu voluntad; sencillamente porque uno descubre que es la voluntad de Dios. Es cargar con esos defectos que te amargan y quieres cambiar, es cargar con las molestias que te suponen los compromisos adquiridos, es cargar con las consecuencias de vivir consciente, es cargar con las miradas, las ofensas y las burlas que te trae seguir al Maestro, es cargar con la enfermedad, el dolor y el pecado de uno y de muchos…

El tercer paso es seguir el camino marcado por el Señor, que es un camino de subida a Jerusalén, un camino de salvación que incluye el encuentro con aquellos despojados de la tierra, con los que sufren, con los que nos incomodan. Es el camino de buscar la plenitud de la Ley, de tener ratos de intimidad con el Padre, de hacer comunidad, de apartarse de polémicas políticas y sociales que no importan nada, de partirse y repartirse…

Como dice la primera lectura, toca elegir. Cuaresma es el tiempo ideal para ello.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Postureo cuaresmal (Mt 6,1-6.16-18) – #MiércolesDeCeniza

Vamos, que deje el centro a Otro. Que me baje del pedestal. Que me sitúe en la periferia. Que baje un poquito los humos y levante la mirada para mirarle a Él.

Hoy comienza una Cuaresma que creo que, en mi caso, va a ser la Cuaresma de la Humildad, en este camino del descentramiento que el Señor me ha llevado a transitar desde hace algún tiempo. Me reconozco demasiado en «esos» que buscan aprobación, que buscan las luces y las cámaras, que lucen traje y se creen los protagonistas. ¿Por qué? ¿Qué necesito en el fondo y dónde lo estoy buscando?

El Señor me llama a transitar el camino de la humildad para despojarme de mi máscara de prepotencia y seguridad que me permite afrontarlo todo. Si busco tantas veces la aprobación, en el fondo, es porque necesito la caricia, la constatación de que sirvo, de que lo hago bien, de que soy útil, bueno, listo… El Señor quiere que deje de buscar recompensas de fuera y descubra, de una vez por todas, las recompensas de su mano.

Es hora de concretar una oración, un ayuno y una limosna potentes para esta Cuaresma. Comprometerme a rezar más, todos los días. Comprometerme a estar al servicio de los demás sin esperar ser siempre complacido. Y comprometerme a ayunar de trabajo, de presencia digital, de todo aquello que alimenta mi ego. Terminar el día, sencillamente, acostándome pronto y compartiendo lectura con la mujer que Dios me ha regalado.

Vamos allá. Es hora de rasgar el corazón.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Acércate a Jesús (Mc 9,30-37)

La fe es un don, sí, pero un don que se parece más a una historia de amor que a un regalo bien envuelto. Un regalo viene de alguien y es para alguien. Uno lo da sin esperar nada a cambio y espera que al otro le guste y lo use con cariño, sin más. Pero una historia de amor es un regalo que se construye entre dos, es una llama que crece si dos personas la cuidan. Por eso, hay muchas personas alejadas de la Iglesia y de Dios que no dejarán de ver a Dios así, lejano y fantasioso, incluso cruel, a menos de que decidan dar un paso adelante para conocerle mejor. La carta de Santiago de hoy es una joya y lo deja claro: «Acercaos a Dios, y Dios se acercará a vosotros.»

¿Cómo acercarte a Dios? A través de Jesús de Nazaret, No hay otro camino. Esta ha sido una de las causas por las que Jesús acabó en la cruz. No es que se limitara a hablar de Dios, a predicar en su nombre, a hacer buenas acciones… es que él mismo se identificó como el único camino hacia el Padre. Jesús exige aceptación personal, seguimiento personal, adhesión total. No hay más. Por eso conocerle a él, es conocer a Dios. Sin Jesucristo, uno no llega a Dios en su plenitud.

Lee el Evangelio, conoce a Jesús a través de los sacramentos, acércate a u persona a través de alguna comunidad, reza a tu manera de vez en cuando… en definitiva, alimenta vuestra historia de amor. Acércate y él se acercará. Es hora de romper los muros. Su debilidad conecta con la tuya, su fracaso con el tuyo, su humanidad con la tuya… y su resurrección con tu salvación y felicidad. Ya sabes.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Hacerse nada (Mc 8,34–9,1)

Hac eunos días tenía una conversación con una buena amiga sobre esto de anonadarse. Hacerse nada me cuesta. Y cuando leo el Evangelio de hoy y me vuelvo a encontrar con ese «negarse a uno mismo», se me revuelve todo.

Esta amiga me recomendó rezar de vez en cuando las Letanías de la Humildad, del cardenal Rafael Merry del Val . Cuando las descubrí, y las recé por primera vez, me encantaron aunque me parecieron fuertísimas para mí. Mi ego se pone en posición de batalla y se resiste a desaparecer.

Son años de guerra interna a este respecto. El Señor no me la está evitando, así que entiendo que debe ser así para crecer como testigo. Que el Señor me ayude.

Aquí os dejo un enlace a las letanías.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

¿Salvar de qué? (Mc 8,27-33)

«¿De qué tiene que salvarnos hoy Jesús?». Eso me preguntó hoy un alumno en mi tutoría. El concepto de «salvador» ha perdido significación para los jóvenes de hoy, al menos en el rico Occidente. Viven bien, tienen de todo, disfrutan de la vida, cobertura médica adecuada, sin grandes apreturas, etc.

Esto me hace pensar en qué tipo de mesianismo esperan los jóvenes de hoy. Realmente, ¿qué aceptarían ellos como Mesías? Interesante pregunta para una tarde lluviosa de domingo. Lo que tengo claro es que en algo sí coincidirían con aquellos discípulos y aquellos judíos de hace más de 200 años: Jesús, en ningún caso, cumple las expectativas de Mesías. ¿Derrota? ¿Fracaso? ¿Cruz? ¿Sufrimiento? ¿Amar a los enemigos? ¿Poner la otra mejilla? ¿Bienaventurados los pobres? Nada. Al pilón con Él. Ayer, hoy y siempre.

La propuesta de Jesús sigue siendo arrebatadoramente radical, rompedora, transgresora. Es la propuesta del amor sin límites, hasta el final. Un amor que es el amor de Dios Padre hacia cada uno de nosotros. ¿Cómo lo ves?

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Mírate en el espejo (Mc 8,22-26)

Ven a Jesús, Ponte delante de Él. Mírate. Como si te miraras al espejo.

¿Ves algo? ¿Qué ves?

Un abrazo fraterno – @scasanovam

¿Qué ley llevas en el corazón? (Mc 7,1-13)

Fariseos. Nunca se extinguen. Duros en su juicio y débiles en su corazón. Aferrados a la ley, para no perderse. Ligeros en su autojustificación y extenuantes para su prójimo. Conocedores de la letra pero analfabetos de la misericordia. Son esos que se tragan mosquitos y cuelan camellos.

Yo también puedo serlo a veces. Porque la Ley me ofrece seguridad. Me permite decir esto sí y esto no. Es más fácil aplicar la ley que amar. Es más fácil dictar sentencia que arriesgarse en el perdón. Es más sencillo aplicar penas que escuchar, sentir las miserias del otro, hacerlas propias y exhortar a vivir según el Evangelio. ¡Justicia! Clamo a veces, como los fariseos. ¡Justicia, Señor!

Pero Jesús me invita a otra cosa. Me invita a algo más difícil pero, a la postre, más pleno, más verdadero, más radicalmente decisivo para que el Reino se vaya fraguando. ¿Lo conseguiremos? ¿Nos atreveremos?

Un abrazo fraterno – @scasanovam