Evangelio para jóvenes – Domingo 3º del Tiempo Ordinario Ciclo B

Hoy celebramos el Domingo de la Palabra de Dios, tercer domingo del tiempo ordinario, instituido por el Papa Francisco en 2019.  Acercarnos unos minutos al día a la Palabra nos permite meter nuestra vida en la historia de la salvación y descubrir que somos un poco Pedro, un poco Tomás, un poco la Magdalena, un poco Samuel, un poco Moisés, un poco el pueblo de Israel, un poco el salmista que cuenta su desgracia o da gracias por la acción de Dios en su vida. La Palabra es eterna y sirve a todos, hoy y ahora. Leamos el Evangelio de hoy [Mc 1,14-20]:

Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios.
Decía: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.»
Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago.
Jesús les dijo: «Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.»
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él.

Estamos en el comienzo de la misión de Jesús. ¡Y fíjate! Jesús lo primero que hace es buscar a personas que participen de su misión, llamar a personas concretas, como tú y como yo, para ayudarle en la tarea de anunciar la llegada del Reino de Dios. La historia está llena de llamadas particulares: a Abraham, a Moisés, a Samuel, a Jonás, a Ezequiel, a Daniel… ¡a tantos! Dios quiere compartir con nosotros lo que es y lo que hace. ¡Cuenta contigo! ¡Cuenta contigo! Te dejo tres pistas para que le des una vuelta a esta llamada:

  • «No por méritos» – Jesús llama a cuatro pescadores. ¿Por qué a ellos? Desde luego por méritos objetivos, no. O no por los méritos que el mundo establecería: no estaban formados, no eran de la casta de los sacerdotes, no estaban bien considerados, enfangados en mil historias… Por eso, cuando te digo que Jesús te llama a ti también, no debes pensar en que no eres digno o que no estás preparada o que eres un desastre… Ya… Como ellos… Jesús elige con criterios que no son los nuestros. Te elige pese a tu pecado, a tus flaquezas, a tus incoherencias, a tus fragilidades. Él hará lo que a ti te falte, llegará donde tú no llegues. Confía.
  • «Pescadores de hombres» – Para eso llama Jesús. Para sacar del fondo a aquellos que viven «bajo el agua», sin luz, sin el oxígeno necesario para poder respirar y vivir en paz. Para eso te llama a ti: para que rescates a aquellos que viven en la oscuridad, en la tristeza, asfixiados, sin esperanza, llenos de demonios. Seguro que si piensas un poco, se te ocurren ahora mismo nombres de personas concretas que hoy pueden necesitarte, pueden estar sedientos del amor que salva. Di que sí. Sigue al Maestro. Vete con él a llevar la Buena Noticia a quién lo necesite.
  • «Dejar» – ¿Por qué nos cuesta seguir a Jesús? Porque exige «dejar». Todo lo anterior suena romántico para algunos, también para ti, seguro: ir detrás de Jesús, ayudar, echar una mano aquí y allá… Lo que echa para atrás es la condición: dejar algo. No se puede todo. No es posible optar por Jesús sin abandonar otros caminos, otras opciones. Hay que dejar personas, hay que dejar tiempo, hay que dejar energías, hay que dejar una vida diferente a la que tendré si sigo a Jesús. Aquí ya, muchos nos damos contra el muro. ¿Jesús? Sí. ¿Dejar? ¡No! Y así nos debatimos eternamente en un tira y afloja que no nos lleva a la felicidad plena. Piénsalo. ¿A medias? ¿De verdad?

Ojalá vivas esta semana que empieza desde esta perspectiva de saberte llamado, llamada. Jesucristo cuenta contigo. Quiere que hagas milagros en su nombre, que anuncies su nombre, que cures enfermos, que expulses demonios, que toques vidas concretas con los dedos del amor.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 2º del Tiempo Ordinario Ciclo B

Este fin de semana estuve de convivencia con el grupo de jóvenes al que acompaño. Era una convivencia sin mayores pretensiones que convivir, disfrutar juntos, cargar pilas, conocernos mejor, orar juntos, pensar en presente y futuro… El caso es que surgieron muchas, y bonitas, conversaciones acerca del amor, la pareja, el enamoramiento, el compromiso, el noviazgo… y todos los miedos, reparos, precauciones y sensaciones que tiene aquel que siente que una oportunidad se ha presentado en su vida. ¿Hay que coger el tren o esperar al siguiente? Leamos el Evangelio de hoy [Jn 1,35-42]:

En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: «Éste es el Cordero de Dios.»
Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús.
Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: «¿Qué buscáis?»
Ellos le contestaron: «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?»
Él les dijo: «Venid y lo veréis.»
Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).»
Y lo llevó a Jesús.
Jesús se le quedó mirando y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro).»

Juan el Bautista charlando con dos de sus discípulos. Pasa Jesús. Juan suelta la cuerda, abre la puerta, deja volar… ha llegado el momento de subirse a otro tren. Ha llegado la oportunidad. Y sus discípulos no se lo piensan demasiado. Hacen caso a su maestro. Dan un paso. Es el primero. Se fían de aquel que los conoce y los quiere. Te dejo tres pistas para que pienses un poquito qué puede decirte a ti este evangelio:

  • «Le reconoce» – El Evangelio comienza con algo que marca todo el desarrollo y que habla claramente de quién es Juan. Juan reconoce a Jesús, que pasaba por allí. Jesús no se acerca. Jesús no va a buscarle. Juan no le interrumpe su camino. Simplemente lo ve pasar y le reconoce. ¡Qué importante reconocer a Dios cuando pase por tu vida! ¿Qué es necesario para ello? Seguro que te preguntas eso a veces. Pues mira, no tengo la solución definitiva pero hay intuiciones que sí tengo claras: hay que esperarle y hay que saber mirar, educar deseo y mirada. Desearle porque consideras que lo necesitas en tu vida. Y practicar la mirada: liturgia, oración, entrega a los demás, un poco de silencio, y dejar de mirarte a ti mismo todo el rato.
  •  «Se fían» – Los discípulos se fían de Juan. ¡Qué valentía! ¿Y si Juan se equivocara de intuición? ¿Y si te equivocas cuando piensas que es Dios quién pasa y luego no es así? ¿Y si…? ¡Cuántas cosas dejas de hacer por ese miedo, por esas dudas, por necesitar tenerlo todo claro! Ellos se fían de lo que su corazón siente en ese momento y de aquél que los conoce y les acompaña. No se trata de ser un «cabezaloca» pero tampoco de dejarse atenazar permanentemente por el miedo a equivocarse. Así que piénsalo: las grandes y mejores aventuras comienzan dando un paso en el precipicio.
  • «¿Qué buscas?» – ¡Vaya preguntita! ¡Top! Es una pregunta para cada día, para cada etapa de tu vida, para cada plan y proyecto que estés valorando, para cada paso que estés a punto de dar, para tener siempre presente en tu oración… Es una pregunta que Dios te hace a ti. Es una pregunta que va directa a lo profundo de tu existencia. ¿Qué buscas? ¿Qué anhelas? ¿Qué necesitas? ¿Qué deseas? ¿Qué sueñas? ¿Qué te falta? Pero si no lo tienes claro, tranquilo: ellos tampoco supieron responder al Señor. Sólo tras pasar tiempo con Él, tras conocerle, tras ver «dónde vivía», se dieron cuenta que eso era, Jesús era, Él era lo que buscaban. Prueba… y verás.

Te deseo una buena semana con estas cuestiones de fondo. Dale una oportunidad a Cristo. Estate atento por si pasa por tu lado, practica tu mirada, déjate llevar por la intuición de tu corazón y atrévete a ir donde te lleve, aunque no tengas claro al principio si es eso lo que anhelas. No es un camino de seguridades sino de amor, y el amor siempre camina a la intemperie.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo del Bautismo del Señor Ciclo B

Con la resaca de la noche y la mañana de Reyes, llegamos al último día de estas fiestas. El Bautismo del Señor marca el final del tiempo de Navidad y uno ya se descubre pensando en cuándo retirar toda la decoración de casa. Se van las luces, el árbol y las bolas y regresan las múltiples rutinas a las que siempre despreciamos. Es como si necesitáramos, para ser felices, una eterna sucesión de «momentos especiales». Pero la Navidad no es más que el comienzo de toda una historia de Dios con cada uno, ¿o no? Escuchemos el evangelio de hoy [Mc 1,7-11]:

En aquel tiempo, proclamaba Juan: «Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.»
Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma.
Se oyó una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto.»

Con este fragmento comienza Marcos su evangelio. Es un hito temporal en la vida de Jesús en el que la comunidad cristiana reconoce desde antiguo el comienzo de su misión, el comienzo de su vida pública. Hasta entonces, a Jesús sólo lo conocían sus padres, sus familiares, sus vecinos… y lo conocían, no como el Salvador, sino como uno más. Pero hay momentos donde todo cambia. Seguro que  a lo largo de tu vida, tú también eres capaz de reconocer los momentos donde Cristo se te hizo presente, donde pasó de ser uno más a ser Él, al que vale la pena seguir. ¿Por qué no dedicas cinco minutos a recordar? Yo te dejo tres pistas más:

  • «Desde Nazaret hasta el Jordán» – De la nada al escenario. Del desconocimiento a las multitudes. Del silencio a la Palabra. Del vacío al sentido. Un viaje que hace Jesús en aquel momento y que ha hecho, o quiere hacer, también en tu propia vida. Jesús quiere llegar a ti, quiere aparecer para sanarte, para enseñarte, para acompañarte, para conocerte, para que le conozcas, para mostrarte un camino nuevo de vivir, para perdonar todo aquello de lo que te arrepientes, para dar la vida por Ti. ¿Eres capaz, como Juan, de esperarle, de reconocerle, de dejarle hacer?
  • «De hacer a dejar hacer» – Fíjate en esto último. Juan llevaba tiempo anunciando el Reino de Dios. Vivía en el desierto, esperando, anunciando, anhelando para su vida y para los demás algo parecido. Seguro que tú, en tu corazón, también esperas, anhelas felicidad, plenitud, sentido. Él era el protagonista de su tiempo. Pero cuando llega Jesús, Juan entiende que su «hacer» debe dejar paso a un «dejarse hacer». Ya no es él el protagonista, ya no es él el que va a cambiar las cosas. Es Jesús. Él lo hará todo con su amor. Él es. ¿Esto cómo lo llevas? Lo de dejarte hacer en lugar de hacer todo el rato. No estamos educados para ello. Parar para dejar que Él sea, que Él haga. ¿Y si la felicidad hay que desearla más que buscarla, recibirla más que construirla?
  • «Dios es el regalo» – Ayer estabas abriendo paquetes y rompiendo papeles de regalo. Él es el regalo. Lee el texto. ¡Qué bueno que venga después de Reyes! ¿No? Ese Jesús, todavía en una caja, envuelto en papel de regalo, sin ser descubierto, de repente ¡zas! ¡Queda a la vista! Dios es el regalo, el Dios-Trinidad. Habla el Padre, hace el Hijo y anima el Espíritu. Dios es el regalo: ¡ya nos lo han enseñado! Un Dios que es relación, que es familia, que es comunidad, que es grupo, pandilla, equipo o como quieras imaginártelo. Un Dios que se da y se entrega a Ti.

Termina el tiempo de Navidad. Comienza el tiempo de «usar» este regalo que se te ha dado, de «conocerlo», de entender cómo funciona. Dios se ha hecho uno de los nuestros para relacionarse contigo, y conmigo, y salvar nuestra vida aunque ninguno pensemos que necesitamos ser salvados. Ya lo descubriremos algún día. Aprovecha. No pierdas el tiempo. Ponte en camino con Él. Hacia Jerusalén.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo de la Sagrada Familia Ciclo B

Hace unos días fueron los retiros en el cole. Los chicos de 4º ESO y 1º y 2º de Bachillerato marcharon unos días a hacer silencio, mirar hacia adentro, reflexionar sobre su propia vida, acoger su verdad y su realidad y poner el amor de Dios en todo. La experiencia dice que la familia suele ser uno de los temas estrella: realidades familiares complejas, desencuentros, expectativas, silencios, poco diálogo, maltrato… Es, sin lugar a dudas, el espacio vital donde nos jugamos mucho de lo que somos, para bien y para mal. Escuchemos el evangelio de hoy [Lc 2,22-40]:

Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor. (De acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor»), y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones». Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre honrado y piadoso, que aguardaba el Consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.»
Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño.
Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre: «Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.»
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén. Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.

Un día leí en un libro la frase «la familia es el lugar donde no funcionan las cosas». Sinceramente fue todo un bálsamo, un tranquilizante, viendo los defectos de mi familia, los «quiero y no puedo», los constantes intentos para que algunas cosas fueran de otra manera sin conseguirlo. Al final, justamente por todas las cosas que no funcionan y no salen como a uno le gustaría, la familia se convierte en el lugar privilegiado para el perdón, la caridad, la misericordia, la corrección fraterna, el amor sin condiciones. Suena mucho a Dios, ¿o no? Te dejo tres pistas sobre la Palabra de hoy:

  • «Dios en la familia» – María y José van a Jerusalén a cumplir un precepto judío, a presentar a su hijo al Señor. Dios forma parte de su «ser familia». Yo no sé si tú haces algo parecido. ¿Cuentas con Dios para vivir tu realidad familiar? ¿Pones delante de él lo que es cada uno de los miembros de tu familia? ¿Le hablas de tu padre? ¿Y de tu madre? ¿Y de tus hermanos? ¿Pides por ellos? ¿Le cuentas a Dios lo que te cuesta de cada uno? ¿Y sobre ti? El hogar, la familia, suele ser fuente de seguridad, de cariño, de certezas… pero, a la vez, es un tejido frágil que hay que cuidar y mimar. Dios te puede ayudar. En este final de año, presenta tu familia al Señor.
  • «Una familia abierta» – María y José salen de su casa. Otros entran en contacto con su Jesús. Se sorprenden de lo que dicen de su niño, un Niño llamado a cambiar la vida de muchos, de todos. Ojalá tú también, y tu familia, sepáis ser una familia abierta al mundo, a los otros. ¡Claro que hay que dedicar tiempo a la familia! ¡Claro que tus padres, tus hermanos, tu pareja… son muy importantes! Pero una familia estufa, autorreferencial, que empieza y termina en sí misma, ni crece ni da vida. ¡Ojalá en este año que comienza te animes a salir de tu casa, a regalar y a ofrecer todo lo que has aprendido y recibido dentro! Ojalá tu familia crezca con otros nombres, con otros lugares, con otros amores, como hizo el mismo Jesucristo en su vida.
  • «Crecer en tamaño y en sabiduría» – Bien por el deporte. Bien por una buena alimentación. Bien por el inglés, el máster y la carrera. Bien por intentar crecer en tu trabajo. Pero ¿qué tal tu corazón? ¿Y tu espíritu? ¿Han crecido también? ¿Les das de comer? ¿Los alimentas? ¿Y el espacio de Dios en tu vida, la sabiduría? ¿Crece también? ¿Qué tal vamos de lectura, de reflexión, de oración, de silencio, de encuentros, de tiempos de calidad con tus amigos, de conversaciones profundas, de vida compartida, de compromisos adquiridos, de vivencia de los sacramentos, de entrega a los demás? ¿Crecen?

El calendario ha querido que el año se termine con este evangelio. Presentamos el 2024 ante el Señor y le pedimos que sea un año lleno de familia, de inquietudes, de encuentros, de verdad y de justicia… y de paz, paz en el corazón de cada uno, paz en tu familia y en la mía, paz en el mundo. ¡Feliz 2024!

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 2º de Adviento Ciclo B

Hay voces que vale la pena escuchar y seguir. Este pasado viernes, en la eucaristía de la Inmaculada Concepción, escuché con gusto la homilía de Julio, el obispo retirado que tenemos la suerte de acoger en la iglesia de la urbanización donde vivo. Sus palabras, de cadencia lenta, son proféticas: denuncian, confrontan, acarician y reconfortan. Todo a la vez. Su voz es débil en un mundo lleno de ruido. Pero, aunque él se piense que a veces es como predicar en el desierto, su palabra dispone el corazón para el encuentro con Cristo. Escuchemos el evangelio de hoy [Mc 1,1-8]:

Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Está escrito en el profeta Isaías: «Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: «Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.»»
Juan bautizaba en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaban sus pecados, y él los bautizaba en el Jordán. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre.
Y proclamaba: «Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.»

Estamos en el segundo domingo de Adviento. Seguimos en tiempo de preparación. Leyendo el evangelio de hoy me surgen tres pistas que pueden servirte en estos días:

  • «Un desierto para encontrarse» – Los esenios se iban al desierto porque buscaban la soledad. Su camino de purificación exigía abandonar el mundo y, retirados, buscar la perfección y a Dios. Juan también se sitúa en el desierto pero de una manera muy diferente. No es un desierto «para él», para retirarse y salvarse, sino que es un desierto para encontrarse con otros, con aquellos a los que anuncia la llegada del Señor y, posteriormente, con el Señor mismo. Te animo a ti también a que busques en este tiempo de Adviento ratos de silencio, a que te alejes un poco de lo mundano (tele. móvil, internet, compras…) y a que te encuentres, en tu desierto, con una espera que tiene nombre y nombres propios.
  • «El pecado molesta» – No es tanto que si llevas pecado encima Dios te rechace. ¡No! Jesucristo viene al mundo por ti y por mí porque somos pecadores, imperfectos e infelices. Jesús nos busca con nuestro pecado. Pero ciertamente, en este tiempo de espera, el pecado es un obstáculo para encontrarle. El pecado, el tuyo, apaga la sed. El pecado aplaca la espera. El pecado te da la sensación de que no necesitas más, te envuelve en su telaraña y no te deja ni recibir el anuncio ni correr, libre, hacia el Dios que nace. Por eso te invito a que te reconcilies estos días, a que acudas al sacramento y te saques esa piedra con la que cargas encima. Tu deseo debe estar vivo, tu mirada limpia, tus oídos finos y tus pies prestos para correr. Pide perdón y prepárate.
  • «Dios cumple sus promesas» – Así empieza el evangelio de hoy: «Comienzo del Evangelio». Dios quiere comenzar contigo también un nuevo capítulo de tu historia. Empezar de cero. Renovarlo todo. Abrasar lo viejo y germinar algo distinto. ¿Cómo lo ves? Evangelio es una buena noticia, pero no genérica sino concreta: Dios viene a tu vida y al mundo para que el Reino de Dios sea una realidad, para cambiarlo todo, para que el amor se haga fuerte. Es una promesa de felicidad, de plenitud. Es eso que añora aunque no sabes ponerle nombre. Esa eso que viene a saciar el vacío que sientes tantas veces. Dios ya viene.

Sigue caminando a Belén. A veces con las fuerzas justas. A veces con la esperanza en mínimos. A veces desviado del camino y atravesando baches. A veces despistado, despistada. A veces haciendo pausas porque no tienes claro que quieras ir… Pero sigue caminando. Escucha esas voces que te animan a recomponer tu vida, a abandonarte en sus manos, a dejarte querer por la Ternura.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 1º de Adviento Ciclo B

Comienza un nuevo tiempo litúrgico. ¡Feliz año a todos! Un nueva etapa. Una nueva oportunidad para soñar, para mirar hacia adelante, para bajar a lo profundo del corazón y descubrir nuestros anhelos. No sé tú cómo llegas. Yo llego inquieto, con una mezcla emocional de paz y guerra. Siempre igual. ¿Será que no puede ser de otra manera? Vamos a acercarnos al evangelio de hoy [Mc 13,33-37]:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!»

Velad. Así comienza este Adviento. Dios me mira de frente y me dice «- Santi, vela. No tienes ni idea de cuándo saldré a tu encuentro de nuevo». Me vienen a la mente momentos intensos de vela en mi vida: recuerdo la noche en vela esperando el nacimiento de mi primer hijo, solo, en la sala de espera del paritorio del Hospital de Alcorcón; recuerdo los días en vela ante la decisión de dar un paso hacia el ministerio de pastoral en la Escuela Pía, lleno de dudas, en plena tormenta interior; recuerdo la noche en vela, acompañando a los jóvenes, en nuestra experiencia de Horizonte; recuerdo la noche en vela en uno de los retiros más importantes de mi vida… Tres pistas de lo que significa velar, tres pistas sobre a lo que somos invitados hoy:

  • «Estar despierto» – Velar es no rendirse al cansancio, al sueño, a la tardanza de aquello que esperas. Velar es no sucumbir a lo razonable. Velar es esperar a quién amo. Velar es vivir consciente. Y es que no hay nada peor que dejarte llevar, vivir llevado por lo que otros deciden, por el devenir de los tiempos, por lo que te apetece. Comienza el Adviento despierto. Lávate la cara con agua fría y mírate al espejo. Mírate y dite lo que hay, lo que ves, sí, sé realista. Di lo que hay en tu familia. Di lo que hay en tu relación de pareja o en la ausencia de la misma. Di lo que hay en tus amistades, en la universidad o en tu trabajo. Di lo que hay en el mundo. Verbaliza la mucha mierda que te asquea, verbaliza el fracaso que te llena de desesperanza. Verbaliza también el amor recibido y aquello por lo que vale la pena que sigas luchando. Y, al final, verbaliza aquello que esperas, que anhelas, que sueñas. Verbalízaselo a Dios. ¿Le necesitas? Díselo. Díselo. Acoge la verdad de tu vida y espera que, en sus manos, dé fruto.
  • «¿A quién esperas?» – Velar es esperar al dueño de la casa. Esto es el Adviento. Adviento no es esperar algo sino a Alguien. Y no a Alguien cualquiera sino a alguien que te conoce, que te mira, que te busca, que te quiere, que sabe más de ti mismo, de ti misma, que tú. Velar es esperar a Aquél ante el cual no hay postureo posible, ante el cual no cabe la vergüenza, ante el cual no hay espacio ni aspecto de tu vida que merezca su reproche. ¡No me digas que no vale la pena esperar a este Jesús que mira tu vida con amor, sin culpa, sin juicio! ¡No me digas que no vale la pena esperar a este Jesús que conoce perfectamente el pecado, la perdición, la traición, el egoísmo, la oscuridad, la muerte, el sinsentido, la envidia, la miseria… tu pecado, tu perdición, tu traición, tu egoísmo, tu oscuridad y muerte, tu sinsentido, tu miseria…! Espérale, sí. Espérale. En su abrazo está tu descanso.
  • «Inesperadamente» – ¿Lo peor? Dios no envía un whatsapp para avisarte de cuándo ni cómo va a hacerse presente en tu vida. Aquel a quiénes todos esperaban en Israel nació inesperadamente una noche oscura de invierno, a las afueras de un pueblo perdido, entre animales y con olor a podredumbre, sólo arropado por el amor de sus padres. Dios hablar y se manifiesta en lo inesperado. Allí donde nunca dirías… Allí con quién nunca dirías… Allí de la manera menos ortodoxa y preparada… ¿Quién es capaz de reconocer lo inesperado? Los pastores: aquellos que frecuentan la oscuridad, la soledad, el frío, la intemperie, la pobreza, la fragilidad. Así que tú también estás invitado si aprovechas este tiempo de Adviento para despojarte de tantas capas de seguridad, de fortaleza y de valor que has construído para sentirte «alguien».

Comienza Adviento. Es el tiempo de los «sin nada», de los «don nadie», de los que esperan. Salí afuera, al frío, a esperar la luz que caliente tu corazón para siempre.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 30º del Tiempo Ordinario Ciclo A

¿Se puede obligar a querer? De pequeños, nuestros padres, en general, nos enseñan a querer a los demás. A veces, si somos sinceros, a base de mandamientos: «Dale un beso a la abuela», «pídele perdón a José», «dile a papá cuánto le quieres»… Es curioso comprobar que aprendemos a amar, a perdonar, a respetar… a base de indicaciones que nos ayudan a crear un hábito del amor. Cuando luego vamos creciendo, obviamente, reprocesamos todo eso, lo ponemos en duda, tomamos nuestras decisiones y purificamos las intenciones. Leamos el Evangelio de hoy [Mt 22,34-40]:

En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?»
Él le dijo: «»Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser.» Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo.» Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.»

Dentro de unos días celebraremos la festividad de Todos lo Santos y parece que hoy nos vamos metiendo en harina. Y es que Jesús va a trazar una línea que va del cielo a la tierra, va a dibujar un espacio donde Dios y el hombre se asemejan, va a poner cimientos a una Ley que no se sostiene a base de cumplimientos. Te dejo tres pistas para hoy:

  • «Mandamientos» – Parece que sí, que Dios manda. No sólo anima o sugiere. No sólo recomienda. Manda. Nuestra soberbia nos lleva a pensar muchas veces que Dios no es quién para decirnos lo que tenemos que hacer. En esta época en la que hemos eliminado la autoridad de jueces, profesores, policías, mayores… también hemos despojado a Dios de su autoridad divina. Tú, que eres criatura, te atreves a decirle (o a pensar) a Dios qué te puede pedir y qué no. ¿De qué vas? ¿De qué voy? Dios es Padre y te dice que ames, que lo ames, que les ames. ¿A qué darle tantas vueltas a esto? ¿Y no es el mandamiento la forma que tenemos todos los padres de proteger, de encauzar, de educar, de enseñar… para que nuestros hijos lleguen a ser felices? Lo demás es humo…
  • «El amor como sostén» – Como decía Meryl Streep en la película «Secretos compartidos», «el amor no es suficiente». A veces te quedas con el romanticismo y la bondad de la palabra amor. Y te crees que con pronunciarla el mundo se va a convertir en un portento de buenos deseos. El amor debe ser llenado de contenido. Ese contenido es la ley, los mandamientos, la doctrina de la Iglesia. Y todo mandamiento, toda ley, toda indicación… debe tener debajo, sosteniéndola, el amor. Sin amor, sólo hay cumplimiento. Y el cumplimiento no salva, sólo salva el amor. Por tanto, si tu fe es «flower-power», ponte a cumplir todo eso que has dejado de lado, que has relativizado. Por contra, si eres de los que apela continuamente a las normas… háztelo mirar, te faltará amor.
  • «Dios-Prójimo» – Son como dos polos de una misma fuente de energía. Y entre ellos fluye la electricidad. El amor por uno brota, sale de, lleva a, nutre, el amor por el otro. ¿Cómo llevas la primera parte? ¿El amor a Dios? Concreta. No digas que Dios es muy importante en tu vida y ya. ¿Le hablas? ¿Le vas a ver? ¿Rezas? ¿Frecuentas los sacramentos? ¿Sigues sus mandamientos? ¿Lees su Palabra? ¿Y al prójimo? ¿Estás atento, atenta, a las necesidades ajena? ¿Pones paz donde hay conflicto? ¿Eres capaz de consolar al pobre, al enfermo, al solo? ¿Dedicas tiempo y dinero a aquellos que viven indignamente? Si uno de los dos polos falla, el otro está en riesgo de muerte, cojo, falto de vida. Revísalo. Y, nunca mejor dicho, «ponte las pilas».

Nos vamos de cabeza a noviembre. Llegan los santos y difuntos. Amor, amor y amor a raudales. Dios y prójimo al máximo exponente. esa es la santidad de la Iglesia. ¿Llegaremos a ser como ellos? Por lo de pronto, vivamos esta semana con esperanza.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 29º del Tiempo Ordinario Ciclo A

Hoy celebramos el domingo del Dómund, la Jornada Mundial por las Misiones. «Corazones ardientes, pies en camino«, ese es el lema. Me parece muy acertado. ¿O es que es posible ponerse en camino sin que antes haya antes que haga arder el corazón? ¿Cómo vas a seguir a Jesucristo, como vas a ponerte al servicio de Dios, si antes no has sentido ni un poquito en el corazón? ¿Cómo seguirle sin conocerle? ¿Cómo seguirle sin enamorarse de él? ¿Cómo seguirle sin que haya habido un poquito de roce? Leamos el Evangelio [Mt 22,15-21]:

En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta.
Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron: «Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no miras lo que la gente sea. Dinos, pues, qué opinas: ¿es licito pagar impuesto al César o no?»
Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: «Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto.»
Le presentaron un denario. Él les preguntó: «¿De quién son esta cara y esta inscripción?»
Le respondieron: «Del César.»
Entonces les replicó: «Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.»

Dios y el César. Curiosa respuesta de Jesús, que no entra en grandes discusiones en este punto, evitando la trampa que le estaban tendiendo. Los cristianos somos en buena medida como los demás: vivimos en un mundo, en un tiempo concreto. En el pueblo o en la ciudad. Tenemos preocupaciones. Trabajamos o estudiamos o hacemos lo que podemos. Pagamos nuestros impuestos. Votamos a este partido o al otro. Nos gusta el fútbol o algún deporte o el ocio, la fiesta, los ratos con los amigos. Nos casamos, tenemos relaciones, vienen los hijos… o no. Pero entonces, ¿qué nos diferencia? ¿Qué nos hace ir más allá del César? Te dejo tres ideas para hoy:

  • «Nos hemos encontrado con alguien» – Es así. Un encuentro que hace que todo cambie. Pudo ser antes o después. Igual piensas que ni lo has tenido. Pero es el comienzo de todo. No es una idea. Ni una buena palabra. Ni son los valores que te inculcan. Es encontrarle. Cuando Jesucristo te sale al paso te das cuenta de que nadie más allá de Él salva tu vida. No son los políticos, ni el equipo de fútbol, ni el trabajo, ni la familia, ni tu pareja… no. Tu vida la salva Él. Él le da sentido. Él la plenifica. Él la orienta. Así que estate a tiro, ponte en sintonía. Búscale o déjate encontrar. Sin encuentro, no arde el corazón…
  • «Sólo el amor lo explica» – Seguro que a veces te has mirado a ti mismo o has visto creyentes cercanos a ti y has pensado… «¿cómo puede hacer eso? o ¿cómo puede privarse de eso?«. Los que seguimos a Cristo a veces somos muy poco razonables, según los criterios de otros, claro. Poco razonables porque hay actitudes, opciones, decisiones, apuestas… que sólo se explican por el amor y el amor, se explica dificultosamente. Gastar la vida por amor, perder la vida en otros, dejarse la piel sin esperar nada a cambio… ¡¿en qué cabeza cabe?! Los parámetros de ningún César venderían todo ello como concepto de éxito y, sin embargo… los misioneros son ejemplo de felicidad. ¿Por qué? ¿Por qué esa gente que lo ha dejado todo y que vive peor que lo que podría… es más feliz que tú y que yo?
  • «Eres esperado» – Eso de ser misionero no es para otros. Es para ti y es para mí. Tal vez ya lo eres. Lo eres si eres capaz de salir de ti mismo, de ti misma, de vez en cuando para poner luz, palabra, esperanza en otros cuando lo necesitan. Lo eres si eres capaz de abandonar seguridades y pones tu confianza en el Señor y te la juegas… Lo eres si sonríes con poco, si caes rendido cada día por lo mucho que te has dado… Lo eres si hoy estás aquí dispuesto a estar mañana allá… Tú también tienes una misión. Escucha y ponte en camino.

Estás a tiempo y, aún así, lo mejor que puedes hacer no es ponerte a correr ya hacia algún sitio. Vive, tú vive. Frecuenta algún lugar donde puede que el Señor salga a caminar contigo. Reza. Vete a misa. Pisa la Iglesia. Vete a un retiro. Dedica tiempo a otros. Lee la Palabra. Habla con personas que creen y son buscadores como tú. Y sucederá, aún en medio de decepciones y desesperanzas. Como en el camino de Emaús. Sucederá. Y tu corazón explotará y ya no habrá vuelta atrás.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 27º del Tiempo Ordinario Ciclo A

El buen entrenador es aquel que asume como propias las derrotas y se desmarca de los éxitos, regalando a los jugadores el protagonismo del fruto conseguido. Lo demás es pura soberbia, que acaba con cualquier equipo. Lo mismo pasa en la labor docente. Lo mismo pasa en la vocación paternal. Apropiarse de los frutos y querer jugar a ser «dios» todo el rato… tiene consecuencias terribles. De algo de esto va la Palabra de hoy. Leamos el Evangelio [Mt 21,33-43]:

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores, para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último les mandó a su hijo, diciéndose: «Tendrán respeto a mi hijo.» Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: «Éste es el heredero, venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia.» Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron. Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?»
Le contestaron: «Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos.»
Y Jesús les dice: «¿No habéis leído nunca en la Escritura: «La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente?» Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.»

Dios cuida de su pueblo. Eso pretende al menos, aunque a veces se lo ponemos difícil. Dios no sabe hacer otra cosa que cuidar. Nosotros sí. Sabemos destruir, matarnos, odiarnos, separarnos… Tenemos la capacidad de jugar a la contra de Dios y de poner patas arriba todo aquello que salió de sus manos. No hay más que ver el mundo. Te dejo tres pistas para hoy:

  • «¿Qué se ha encomendado a tu cuidado?» – ¿Cuál es la viña que el Señor te ha regalado? ¿Lo has pensado alguna vez? ¿O piensas que no tienes responsabilidad sobre nada, que no debes cuidar nada? ¿Eres como un Principito sin rosa? ¿Sólo tú, tú y tus sueños? Dale una vuelta. ¿Es tu familia? ¿Es ese amigo tuyo que anda perdido? ¿Es tu grupo de chavales de catequesis? ¿Son tus compañeros de trabajo? ¿Es la institución en la que trabajas o la organización en la que estás de voluntaria de vez en cuando? ¿Y la Iglesia? ¿No está puesta la Iglesia también bajo tu cuidado? ¿Qué haces con todo ello?
  • «¿Y tus propios dones?» – ¿No debes cuidar también lo que Dios te ha regalado a TI? Esa capacidad de escucha que serviría a tantos si la pusieras en práctica; esa inteligencia que si creciera cambiaría el mundo y que, sin embargo, se pudre tras tu pereza; esa capacidad para comunicar que has decidido sacrificar por algo más «cool» y exitoso; ese don que tienes con las personas mayores, o la paciencia con los más pequeños o tu fortaleza frente a las tempestades de la vida… ¿Cuidas todo eso que no es obra tuya y que, en cambio, es lo mejor que tienes? ¿Cuidas tus dones o los matas de inanición? ¿Cuidas tus dones o te apropias de ellos y los usas al mejor postor? ¿Qué haces con la semilla del Reino que Dios ha plantado en tu corazón?
  • «Siempre Dios» – Más allá de tu propia soberbia, de tu orgullo, de la convicción de que eres el ombligo del mundo… más allá de todo eso, está Dios, el olvidado, el sacrificado, el humillado. Dios es el que te creó, el que lo creó todo, el que lo puso todo delante de tus narices y del que ahora te has olvidado. Tus éxitos son tuyos, dices. Los fracasos, tu pecado, culpa del Dios al que has echado de tu vida tantas veces… ¡Aclárate! ¡No te mientas a ti mismo, a ti misma! Dios te llama a ser su hijo, su hija. Dios te llama a cuidar a tus hermanos y al mundo. Dios espera que el amor y tus cuidados fructifiquen. Y, al final, espera sentarte en su mesa para disfrutar juntos del banquete… Vale la pena.

La Iglesia también es parte de esta «viña» que Dios a puesto bajo tus cuidados. No siempre la entiendes. No siempre compartes alguna de sus enseñanzas, o posiciones o actuaciones. No siempre valoras su diversidad. No siempre aceptas sus errores. Pero Dios te llama a cuidarla, no ha arrasarla, ni a machacarla, ni a dividirla… Sé cuidadoso también con ella en estos tiempos tan complejos que nos ha tocado vivir.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

 

Evangelio para jóvenes – Domingo 26º del Tiempo Ordinario Ciclo A

Los que tenemos varios hijos sabemos que cada uno es distinto y se sitúa de manera diferente en la familia. Mi madre me contaba que, cuando era pequeña, sucedía algo parecido a lo que hoy leemos en el Evangelio. Cuando mi abuela pedía algo, mi madre reaccionaba protestando, mientras uno de sus hermanos decía que sí sin rechistar. A la postre, era mi madre la que hacía lo que mi abuela pedía, aunque se llevaba la bronca también por la protesta. Episodios familiares y conocidos en cada una de nuestras casas, ¿a que sí? Leamos el Evangelio de hoy [Mt 21,28-32]:

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: «Hijo, ve hoy a trabajar en la viña.» Él le contestó: «No quiero.» Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: «Voy, señor.» Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?»
Contestaron: «El primero.»
Jesús les dijo: «Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis.»

Seguro que tú también has dicho que no muchas veces a algo que Jesús te propone, que la Iglesia te sugiere, a algo a lo que tu fe te invita. A veces habrás dicho que no por miedo, otras por no entenderlo, otras porque te supone un sacrificio, otras porque no te crees capaz… El caso es que tú también eres de los del no. ¿O eres de los del sí? Seguro que tú también has dicho sí muchas veces. Porque te dejaste enamorar, por el flechazo del momento, por la emoción de saberte elegido, por los valores recibidos y la fe heredada… Te dejo tres pistas para hoy:

  • «Vaya zasca» – «Esos» te llevan la delantera en el camino del Reino. «Esos», los que viven su sexualidad con libertad, los que votan a ese partido que odias, los drogadictos y los borrachos que echan su vida a perder cada fin de semana, los inmigrantes de otra religión, los creyentes que según tú no son fieles a lo que la Iglesia enseña, los amigos inseguros que piensas que no llegarán a nada… «Esos» van por delante de ti, que tan cerca de Dios te sientes, que tan bien hablas de Él, que tanto criticas a los que le dan la espalda, que tan puro te crees… ¿Lo has oído bien? Las putas y los perdidos entrarán antes en el Reino que tú. ¿Cómo te sientes? ¿Cómo te suena?
  • «Menos hablar y más amar» – A Jesús no le van los títulos, las etiquetas, los carnets de club, los bonitos deseos. Jesús quiere vidas concretas que hablen de Él, vidas concretas que testimonien amor, entregado y recibido, vidas concretas que, aunque malheridas, anhelan eternidad. A Cristo no le convences con tu palabrería y tu «imagen de». Cristo pasa de selfies, de filtros, de bellezas vacías, de vidas de escaparate, de «síes» sin amor, como el del hermano mayor del hijo pródigo… Así que pasa ya de aparentar. Abandona ya ese postureo de buen cristiano al que le falta tanto, tanto…
  • «Tu no puede ser un sí» – Y si te crees que ya no es posible cambiar de opinión… ¡te equivocas! Ese no que llevas tantos años diciendo, pensando que te aleja definitivamente del amor de Dios, puede ser un grito rebosante de fe si lo llenas de amor. Te revuelves por tus heridas, te asusta volver y tu orgullo, o tu culpa, te atenaza pero… mírate. Tus manos acarician, tus ojos miran con ternura, estás disponible siempre para echar una mano y tu corazón, maltrecho, está abierto a la acción de un Dios al que sientes lejos, pero que siempre te tiene a la vista. Sigue caminando. No vas mal, al revés. Sigue caminando… y amando a tientas.

Ya digas sí o no… fíjate esta semana en los hechos concretos que llenan tu día a día. Son éstos, y no las palabras, los que van dejando huellas en el camino hacia Dios. Y si un día dudas… mira la cruz. La cruz es el recuerdo permanente de que lo que te lleva a la eternidad es una vida entregada, aunque esté llena de silencios poco deslumbrantes y convincentes.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova