Experimentar la propia parálisis… (Mc 2,1-12)

Experimentar la propia parálisis. Tremendo. ¡Cómo me cuesta! Experimentar mi incapacidad, mi herida, mi enfermedad, mi corazón paralizado, mi desamor, mi límite, mi finitud, mi flaqueza, mi debilidad. Experimentar la total necesidad del otro para ser yo mismo.

Yo, que me creo fuerte, autónomo, potente, valioso. Yo… ¿Paralítico? ¡¿Yo?! ¡¿Yo necesitado?! A veces es una imagen terrible. Otras veces, gracias a Dios, voy degustando y paladeando la maravillosa experiencia de «ser llevado», de «ser cargado». Porque los míos, cargan conmigo. ¡Conmigo! ¡Yo! ¡Que me creo salvador de otros, luz para otros, sanador de otros! Yo soy carga que otros llevan.

En ese «ser cargado» y «ser presentando» ante Jesús en mi total finitud, en mi total pausa, en mi total no ser yo, voy encontrándome, por mucho que me pese. Estoy viviendo este momento vital. Descubro que no descubro a Jesús por mí mismo sino que descubro a Jesús en la relación con el otro, en la experiencia de «ser cargado», de «ser amado» en mi total limitación. Eso es amar. Y amando uno siempre acaba en Jesús.

Ojalá me siga dejando. Ojalá no oponga resistencia. Ojalá no saque del armario el disfraz de superhéroe. Porque mi poder radica en el «saberme amado», en el «saberme cargado», en el «saberme curado» por el otro, por el Otro.

Un abrazo fraterno

¿A qué has venido? (Mc 1,21-28)

Sorprende la reacción del mal espíritu cuando se encuentra con Jesús. Un espíritu que increpa a Jesús, que se pone a la defensiva, que le acusa, que se muestra manifiestamente molesto con la presencia del Nazareno. Y es que el mal se revuelve contra Cristo.

Nosotros también estamos llamados, por la misma razón, a encontrarnos con este tipo de reacciones cuanto más a Cristo nos parezcamos. No hay que buscar la incomodidad ni el rechazo ni el conflicto, porque es posible que llegue por sí solo. Porque la manera de vivir del Reino es demasiado provocadora para el mal, que suele estar presente de forma sutil y silenciosa en nuestros entornos. A veces nos encontraremos también con acusaciones, con molestias, con rechazo, con envidias, con maquinaciones, con susceptibilidades… a veces incluso con halagos insanos… y todo porque el Maligno y Jesús son incompatibles.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

¿Por qué yo? (Mc (1,14-20)

Siempre me ha gustado una frase que dice que Dios no elige a los capacitados sino que capacita a quienes elige. Me gusta porque resalta la acción de Dios sobre las propias capacidades humanas a la hora de afrontar la misión de anunciar el Reino. Pero, a la vez, y leyendo el Evangelio de hoy, me pregunto: ¿qué habrá visto Jesús en aquellos hermanos, Pedro, Andrés, Santiago y Juan, para llamarles a seguirle? ¿Estaban sólo ellos? ¿Fueron elegidos por casualidad? ¿Estaban ya destinados a ello? ¿O más bien fue algo lo que llamó la atención de Jesús?

Lo que más me gusta de la escena evangélica de hoy es la absoluta cotidianeidad. Jesús llama allí donde solemos estar. A estos hombres los encontró junto al lago, echando y tejiendo redes. Normal. Allí trabajaban. Eran pescadores. A mí, por lo tanto, debo suponer que me llama en la escuela y en casa, los dos ámbitos donde paso más tiempo. Ahí me llama el Señor. Y sí, también los retiros espirituales y momentos especiales son importantes… pero ¡cuidado! Dios llama en lo cotidiano. Se cruza en tu camino del día a día.

¿Y qué verá en mí? ¿Por qué yo, Señor? ¿Por qué me llamas a seguirte? ¿Por qué quieres que sea de los tuyos, que sea tu amigo, que te conozca de cerca? Yo me sé llamado pero, cada año que pasa, entiendo menos por qué. Cada día soy más consciente, y me cuesta, de mi pequeñez y de mi finitud. Y aún así, cada día me siento más querido por ti. ¿Es mi alegría? ¿Es mi fidelidad? ¿Es mi capacidad de trabajo? ¿Es mi confianza en ti? ¿O es justamente lo que menos me gusta de mí, aquello que te llama la atención y te parece propicia para mirar con tus ojos de amor?

Sí. Mi respuesta es sí. Quiero seguirte. Aún sin saber muy bien por qué.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Señor, limpia mi corazón (Lc 5,12-16)

Como ese leproso, yo también quiero decirle al Señor Jesús que limpie mi corazón porque a veces alberga sentimientos que no son buenos, que no me gustan. En vez de amar, desconfía. En vez de amar, reprocha. En vez de amar, justifica. En vez de amar, acusa.

Señor, yo también quiero limpiarme. Límpiame.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Más difícil en casa que fuera (Lc 4,14-22a)

Jesús vuelve a casa, a Nazaret. Me ha llamado hoy muchísimo la atención este detalle. Cuando su misión ya había comenzado, cuando se había ya instalado en Cafarnaum, cuando había comenzado ya a predicar por aquí y por allá, cuando su fama comenzaba a extenderse… vuelve a casa. ¿Por qué? Ni idea. El caso es que vuelve y es capaz de proclamar la llegada del Reino también entre los suyos.

En Nazaret le conocían bien. Allí sabían que era hijo de María y José, que era carpintero. Lo habían visto crecer. Sabían de él. Y su familia más. ¡Qué difícil ir ahí a decir lo mismo que ya había dicho ante multitudes! En Nazaret, con los suyos, el aura desaparece.

¡Cuántas veces yo siento lo fácil que es predicar y actuar fuera y lo difícil que es actuar y predicar y evangelizar en casa! Precisamente porque nos conocemos, porque nos tratamos con confianza inusitada, porque nos hemos visto meter la pata, porque sabemos de nuestros defectos y virtudes, de nuestras manías, de nuestros dones y nuestras incongruencias… Pero es ahí, también en nuestras «Nazaret» donde hay que volver y proclamar también la Buena Noticia.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Solos en medio del lago (Mc 6,45-52)

He leído el Evangelio de hoy varias veces, para intentar captar algo más allá de lo de siempre. Cosas que le dan a uno de vez en cuando… Y me fijé en un detalle que, hasta ahora, me había pasado desapercibido.

Venimos de la multiplicación de los panes y los peces. Los discípulos tienen que estar extrañadísimos. Como diríamos hoy, «lo tienen que estar flipando». De cinco panes y dos peces, de una situación de aparente precariedad, acaban recogiéndose canastos con las sobras. Impacto total. Jesús, que conoce muy bien (porque lo ha aprendido de su madre) que las cosas de Dios deben ser pasadas por el corazón, apremia a los discípulos a adelantarse en la barca. O sea, el propio Jesús, de alguna manera, les invita a vivir una experiencia de silencio, de rumiar lo vivido, de encontrar sentido a lo que había pasado,, de situar su propia figura en sus vidas… Dios nos procura también experiencias de soledad, de desierto, de dificultad…

¿Y qué sucede en ese tiempo? Que sobreviene la tempestad y que es sólo la presencia de Jesús la que, sin intervenir directamente, nos llena el corazón de ánimo, de esperanza, de fe. Con Jesús en medio, todo es posible. Jesús calma, multiplica, sostiene, fortalece, nos lanza a la comunidad y, en ella, nos invita a asumir riesgos, sabiendo que Él siempre está ahí, aunque a veces no lo reconozcamos y lo confundamos.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Seamos comunidad que alimente (Mc 6,34-44)

La comunidad cristiana ha sido una de las grandes olvidadas en los últimos tiempos y parece que, poco a poco, unos y otros intentamos recuperarla. Sin comunidad cristiana, todo lo demás se queda cojo. Y es que seguir a Jesús no es asunto de francotiradores, de artistas, de gestores, de estrellas espirituales… No se trata de lo que puedo hacer yo sino de lo que podemos hacer juntos, los que seguimos al Señor.

«Dadles vosotros de comer»

Ese vosotros en labios de Jesús va cargado de una intencionalidad manifiesta del Señor. Los milagros, obviamente, queda claro que no son lucimientos personales por su parte. Y con ello nos transmite que tampoco lo son para ninguno de nosotros. No quiere «salvadores». Jesús quiere comunidades vivas donde el poner al servicio de todos, el compartir, el entregarse… sea el corazón de la fe compartida.

Yo vivo en comunidad, junto a mi familia y a cuatro religiosos escolapios. Comemos juntos. Rezamos juntos. Celebramos juntos. Nos divertimos juntos. Y somos testimonio juntos. Es verdad que cada uno tiene sus tareas propias y personales pero si alguna encomienda tenemos como comunidad es la de ser imagen del mismo Jesús, que cuando otros nos vean se interpelen y busquen al Señor.

Cuando la comunidad parroquial, religiosa, laica, de vida… está viva, sus miembros experimentan el amor de Dios encarnado y son, a su vez, manos de Jesús para sus hermanos. De eso se trata.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Tres actitudes ante Dios que María nos enseña – III Jueves Adviento 2018 – (Lc 1,26-38)

Miedo, incapacidad y disponibilidad. Tres palabras sencillas que encierran todo un universo de sentimientos, pensamientos e historias que nos hablan de Dios. Tres palabras que conoció María y que uno puede extraer del Evangelio de hoy, el de la tan conocida Anunciación.

Atemorizada

María siente miedo ante el Misterio. Ese es el comienzo de su camino, cuando escucha el saludo del ángel y, de repente, siente que algo desconocido entra en su cotidianeidad, en lo íntimo de su corazón. María, judía y creyente, escucha y lo que escucha la turba. Presiente que algo distinto, nuevo, grande… está pasando. Algo que se escapa a su control, a lo conocido. María toca con sus sentidos a Dios, tiene experiencia de Él. Y se asusta, se descoloca, se remueve, se inquieta. ¿Por qué tendemos siempre a identificar a Dios con la paz? Eso, tal vez, vendrá luego. Cuando Dios llega a tu vida, de repente, sin avisar, con ganas de tocarte el corazón… descoloca.

Incapaz

El siguiente sentimiento que embarga a María es el de la incapacidad personal. Tras conocer el plan de Dios, María, como todos, se lo lleva a lo personal: Yo no puedo, yo no sé, yo nos soy capaz, cómo puede ser posible si… María siente lo mismo que sentimos tú y yo tantas veces, cuando pensamos que depende de nosotros que Dios haga lo que tiene que hacer. Sí y no. Dios hace más allá de nosotros, de nuestras capacidades, de nuestras posibilidades, de nuestros títulos, de nuestros conocimientos… Dios es el que lo hace todo.

Disponible

Esta es la respuesta de María. El Espíritu que la habita encuentra espacio para responder, para mitigar el desconcierto y descubrir que no es ella la que obrará el milagro. Dios no le pide el milagro sino la disponibilidad para que el milagro acontezca. Finura de matices que, a la vez, son tan importantes… El milagro es de Dios, la acción es de Dios… pero la posibilidad la ponemos nosotros. Esa es la actitud final de María. Esa es la respuesta. Esa es también la respuesta de Jesús en Getsemaní. Un Fiat que lo cambia todo.

Fiat. Yo también.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

¿Y tú de quién eres? – III Lunes Adviento 2018 – (Mt 1,1-17)

Mateo escribía fundamentalmente para los judíos y por eso esa necesidad de comenzar vinculando a Jesús de Nazaret con la saga del Rey David y, previamente, con el patriarca Abrahán. No es baladí este comienzo del evangelio de Mateo. Había que ser claro ante los destinatarios: Jesús era un judío, uno de los más grandes, el que cumplía la profecía mesiánica.

El árbol genealógico es una ejercicio o actividad típica en algún momento de la Primaria, en la escuela. La profesora o el profesor nos pidieron a todos, en algún momento, que dibujáramos o construyéramos nuestra genealogía, sin ir muy lejos. Y nosotros, orgullosos, así lo hacíamos. Porque la historia familiar es la historia de uno. Porque importa de dónde vienes. Porque importa quién eres, cómo te llamas y cómo te apellidas. A veces para bien, y uno lo lleva con orgullo. A veces para mal, y uno lo lleva como carga. El caso en que mi historia no comienza conmigo. La historia de Dios conmigo es como un árbol frondoso, lleno de ramas, hojas y brotes. Y es que en el fondo, y en esto lo tuvieron muy claro los judíos, la historia de mi familia, la historia de un pueblo, la historia comunitaria… es más importante que la mía propia. Desvincular mi historia de los otros es, sencillamente, imposible.

El individualismo de hoy, también se ha hecho notar en nuestros ámbitos religiosos y espirituales. Mucha gente ha abandonado la Iglesia, mucha gente afirma creer solo, mucha gente confirma que no necesita ser perdonado por nadie para saberse perdonado, mucha gente cree que su vida nada tiene que ver con la de los vecinos, los amigos, los pobres… que le rodean. 

Llega Navidad. Y no es tanto tiempo de la familia como tiempo de sentirme parte de una historia común; una historia que se vio atravesada por la llegada de un Niño que lo cambiaría todo; un Niño que necesitó de otros para nacer, para crecer, para creer, para aprender. Piénsalo.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Alégrate – I Sábado Adviento 2018 – (Lc 1.26-38)

Saberte amado, elegido, mimado y enviado por Dios y responder SÍ sólo puede producir alegría. Y cuando no hay alegría es porque ese cordón umbilical se ha roto. Esto, que nada tiene que ver con la vivencia sana de las diferentes emociones humanas, es exactamente la vivencia de María. María también conoció el dolor, la tristeza, la incomprensión, la soledad. No creo que sea un ejemplo de mujer inconsciente y frívola, aupada en la nube de su anunciación. No. Más bien creo que la alegría profunda del «Hágase» la acompañó toda su vida.

Muchas personas siguen percibiendo en la Iglesia y en la misma experiencia de fe, más una carga que una auténtica liberación. Mucho tiene que ver la percepción que tienen de cómo lo llevamos aquellos que nos decimos creyentes. Debería cuestionarnos. Porque Dios nunca es una carga y si lo es, malo. Más bien es al revés: Dios es quién lleva la carga con nosotros.

La alegría, en la que tanto insiste el Papa Francisco, es signo distintivo de que miramos la realidad con los ojos de Dios, porque ya le hemos hecho sitio en nuestras entrañas, como María. La alegría es el más claro mensaje de que el Reino ya está aquí y sólo tenemos que abrir los brazos para aceptarlo. La alegría es acoger lo que soy, acoger al otro, acoger al mundo… y quererlo, quererme, querer a todos.

Ojalá que en este día de la Inmaculada Concepción, María, la Madre, nos ayude a decir sí, a apostar por una felicidad que comienza aceptando que Dios es el mayor interesado en que la encontremos.

Un abrazo fraterno – @scasanovam