Duros de oído, ojos cerrados (Mateo 13, 10-17)
Nos hemos convertido en una sociedad, en un pueblo, duro de oído y ciego. Incapaz de compadecerse de los que sufren. Preocupado por sí mismo. Ansioso de poder y riquezas. Hedonista. Vacío.
Necesitamos más que nunca volver la mirada a Cristo, encontrarnos con Él, mirarle a la cara, escucharle, seguirle… fascinados, como aquellos primeros discípulos, por los milagros que cuentan los que se siguen encontrando con el Maestro.
Necesitamos a Dios. No podemos seguir arrinconándole.
Un abrazo fraterno