Echando a correr (Lucas 15,1-3.11-32) – Sábado II de Cuaresma

Cada vez estoy más convencido de que la parábola del hijo pródigo se entiende mejor cuando uno es padre y tiene hijos. A lo mejor no es más «entendimiento» lo que se necesita sino mayor capacidad para conectar con esos sentimientos y emociones de un padre que ve regresar a su hijo a casa después de tanto tiempo perdido.

En el relato de Lucas hay un detalle que siempre ha puesto mi emoción patas arriba: cuando el padre divisa a lo lejos a ese hijo que se aproxima, se conmueve Y ECHA A CORRER para echársele a los brazos y llenarlo de besos. Soy capaz de imaginarme el sufrimiento pasado por ese padre imaginando qué sería de su hijo querido, donde estaría, si le iría bien, lo solo estaría… El amor de unos padres por sus hijos no tiene parangón. Es algo absolutamente IMPOSIBLE DE ENTENDER si no se tienen hijos. No es explicable ni experimentable. Por eso Jesús lo utiliza. Por eso somos capaces de imaginarnos el amor de Dios hacia cada uno de nosotros.

No le interesa a ese padre su orgullo, su dignidad… no le interesa lo que hizo el hijo ni el porqué lo hizo. No le interesan razones ni circunstancias. No le interesa tan siquiera la petición de perdón. Simplemente, en cuanto lo ve volver a casa, decide AMARLO. AMARLO COMO SIEMPRE LO HA AMADO. Porque llevaba esperando su regreso desde el día de su marcha…

Qué maravilla ser hijo de un Dios que me ama de esta manera…

Un abrazo fraterno

Subiendo a Jerusalén (Mateo 20,17-28) – Miércoles II de Cuaresma

Tras leer el Evangelio de hoy hay varias cosas que aparecen claras. La primera es que la Cuaresma es un camino. La segunda es que es un camino no para pasear, es cuesta arriba, de subida. Y la tercera cosa clara es que nos lleva a las conclusiones del seguimiento de Jesús, a Jerusalén, al final.

Jesús nos pide andar este camino para tomar conciencia definitiva de lo que supone seguirle y, por eso, nos planta hoy delante de su final. El camino con el Maestro es para aquellos que hayan decidido servir. Que nadie espere glorias ni renombre. Que nadie espera reconocimiento ni éxito mundano. Más bien todo lo contrario: rechazo, presión, tensión…

¿Hasta qué punto soy consciente de que ser cristiano pasa ineludiblemente por este camino? ¿Hasta que punto soy consciente de que no hay otra manera? Jesús no nos vendió «brotes verdes» ni «rosas rojas». Más bien al contrario: con su vida nos mostró el grado de sufrimiento que trae consigo el Camino del Amor.

Un abrazo fraterno

Fardos pesados e insoportables (Mateo 23,1-12) – Martes II de Cuaresma

El Evangelio de este martes de Cuaresma es realmente duro y exigente. Duro, sobre todo, con aquellos que guiaban y pastoreaban al Pueblo de Dios. Fundamentalmente porque «no hacían lo que decían».

Miro a nuestra querida Iglesia, a mi madre Iglesia, a la Iglesia a la que quiero y pertenezco y veo, más de 2000 años después, que sigue siendo una «bofetada» del Maestro de lo más actual. Descubro cómo, muchas veces, juzgamos a las personas y les cargamos de normas, deberes y mandamientos que, a la postre, no son seguidos por muchos de los que los exigen. Casos como los de los sacerdotes y religiosos pederastas, curas casados o homosexuales o como Maciel, fundador de los Legionarios, son ejemplos de cómo aquellos acostumbrados a cargar «con pesados fardos» a las personas son los primeros en actuar de otra manera. También aquellos que siendo catequistas, educadores o, finalmente, simplemente católicos… somos capaces de llevar nuestras vidas por derroteros alejados de aquello que predicamos.

Creo que esta Cuaresma debe servirnos a todos como purificación en este aspecto. Releyendo el Evangelio, creo que Jesús nos invita a ponerlo como centro, a mirarlo a Él y a no pretender ser más que Él: a no hacer lo que Él no hizo, a no condenar a aquellos a los que Él no condenó… Nos invita a no seguir colando mosquitos y tragándonos camellos. Nos invita a ser los primeros en reconocer nuestras faltas y a ayudar a los demás a vivir sencillamente, libremente, desde el amor de Jesús… Desde luego nos exhorta a quitar de las espaldas de las personas esos fardos pesados e insoportables…

Un abrazo fraterno

No uséis muchas palabras (Mateo 6,7-15) – Martes I de Cuaresma

Para los que hablamos mucho como yo, no es fácil esto de orar con pocas palabras. Recuerdo oraciones compartidas o peticiones en Eucaristías en las que intentaba condensar como una especie de compendio de magníficas palabras con las que llegar a Dios y que, además, fueran gratas y entenibles para los que están alrededor.

El Padre ya sabe… dice el Evangelio. El Señor escucha, dice el Salmo. Dios sabe ya…

Lo mejor es hacer un ejercicio de sinceridad y honestidad esta Cuaresma y, simpleente, ponernos frente a Él y decirle que lo amamos. ¿Hay oración mejor?

Un abrazo fraterno

Fui forastero y me hospedasteis (Mateo 25,31-46) – Lunes I de Cuaresma

Cierto es que por mucho que tengas leído un pasaje del evangelio, cada vez es nueva, cada momento es distinto, cada Cuaresma es la primera. Este pasaje de Mateo es archiconocido pero hoy, en la oración de la comunidad, me resonaba de manera especial.

Tenemos cerca casos ya de serios problemas económicos. Una familia cercana está esperando ya la ejecución de deshaucio por parte del banco y tiene necesidades económicas concretas para, al menos, que le banco le acepte la dación en pago y, tras eso, la circunstancia de buscar un nuevo sitio donde vivir y cuidar a las dos hijas que forman parte del matrimonio. La situación es realmente dramática.

¿Qué se supone que debemos hacer? ¿Mirar a otro lado? ¿Contentarnos con ayudarles a buscar, a salir del paso, a ponerlos en contacto con otros organismos y entidades? Seguramente haya que hacer eso pero… ¿y mientras no hay solución qué? No me sirven los argumentarios de las cosas o acciones que hayan podido hacer mal, de las decisiones equivocadas, de que yo ahora lo haría de otra manera… Todo puede ser verdad pero al final ¿qué?

El Evangelio toca de lleno hoy mi corazón y siento que hay un mandato de Jesús de auxiliar a mi prójimo en lo que haga falta. Por Él. En estos duros momentos no valen las medias tintas. Yo no quiero vivir con mi conciencia anestesiada. Que el Señor nos ilumine y nos dé luz para tomar las decisiones adecuadas.

Un abrazo fraterno

Publicanos y otros (Lucas 5,27-32) – Sábado después de Ceniza

Leví (Mateo) estaba a sus cosas. Era un día cualquiera. Su cotidianeidad era, posiblemente, sacar lo peor de sí y exprimir a impuestos al pueblo judío con tal de sacarse él algún beneficio de Roma. Me imagino que sería un hombre olvidado hacía ya mucho tiempo de quién era, un hombre perdido, vendido y despreciado por sí mismo. Insatisfecho y terriblemente inplacable con aquellos que acudían a él. Era con ellos con los que pagaba toda la mierda que llevaba dentro.

Un día una voz se alza sobre la otras. Una voz distinta, una voz que va directa a su corazón, que conecta privilegiadamente con aquello que Leví era en verdad. Era una voz llena de autoridad y llena de amor. ¡Alguien había sido capaz de ver lo mejor de Leví! ¡Alguien había sido capaz de devolverle a Leví toda la dignidad queél había decidido dilapidar durante tantos años!

Leví vuelve a nacer con Jesús. Se redescubre, se levanta de su letargo, se mira con ojos nuevos. Leví siente que ha sido llamado por alguien que pasa por encima de toda su mierda, alguien a quien poco le importa ya lo que él ha hecho sino que lo mira con ojos novedosos, que lo impulsa hacia adelante. Alguien que cree en él.

Para los que no son capaces de descubrir en Leví a un hijo de Dios, para los que no son capaces de mirar a Leví con amor, de perdonar, de ir a lo mejor de él… esto se convierte en un acto sin sentido del Maestro, en una locura, en un sacrilegio. No entienden absolutamente nada. No entienden la lógica de Jesús. No entienden que vaya a casa de Leví y se junte con toda «aquella gente despreciable» que tanto daño les había hecho. Se llenan de indignación, de rabia. Un calor insano les invade por dentro y gritan alocados al Maestro pidiéndole que no lo haga.

Jesús no tuerce su mirada. Sabe lo que tiene que hacer. Y lo hace. ¡Leví ha resucitado!

Un abrazo fraterno

Cargar con mi cruz (Lucas 9,22-25) – Jueves después de Ceniza

En este primer día de Cuaresma tras la Ceniza me encuentro con esta lectura del Evangelio que me transporta inevitablemente a un retiro hecho hace muchos años en Bastiagueiro (Coruña) en el que me di de frente con la música de Glenda y con la posibilidad de hacerme escolapio.

Una relación de 5 años y medio había terminado hacía poco y mi vida estaba patas arriba. Y en el retiro se abrió una posibilidad siempre presente en mi: ¿querría Dios que me hiciera escolapio? ¿Era ese el camino que Dios soñaba para mi? ¿Era mi felicidad? Fueron ´días muy llenos y muy plenos. Fueron días, los del retiro y los posteriores, de gran discernimiento personal y de gran paz. Cuando uno está dispuesto a dar su vida allí donde es llamado… el corazón reposa. Tuve claro, y lo sigo teniendo, esto que dice Jesús y que canta Glenda de manera tan conmovedora: ¿para qué me sirve el mundo si pierdo la paz, si me pierdo a mi mismo?

Doce años después creo haber respondido adecuadamente y creo estar donde se me pide. Esther y yo hemos ido tomando decisiones que nos han ido complicando la vida. La hemos ido dando entendiendo que esa manera de entregarla era construir el Reino. Las consecuencias siempre llegan. Seguir a Jesús es cargar con una cruz, con la pesada carga de ir contracorriente, de luchar por la justicia, por la educación, por la paz, por el amor.

Pero hoy creo que todavía estamos llamados a más y en este momento de tremenda oscuridad en una sociedad acomodada y autocomplaciente, me arde el corazón pensando que estamos ante una cruz dolorosa que tenemos que agarrar y llevar.

Con Él llegaremos.

Un abrazo fraterno

Tengo fe, pero dudo; ayúdame (Marcos 9,14-29)

Hoy hago mías las palabras del padre del muchacho del Evangelio: Teengo fe, pero dudo. Te pido Señor que me ayudes. Porque a veces no es fácil creer. Porque a veces nos fácil quererse ni querer. Porque a veces desconfío de tus designios. Porque a veces creo más en mi que en Ti. Porque a veces quiero coger atajos. Porque a veces pienso que no necesito ayuda.

Señor, ayúdame.

Un abrazo fraterno

Procurando pasar desapercibido (Marcos 7,24-30)

Hay actitudes de Jesús que me llaman mucho la atención porque me confrontan con mi propio estilo y me indican el mejor camino. La de hoy es una de ellas. Yo no soy de los que le gusta pasar desapercibido. He aprendido mucho en estos últimos años al respecto pero todavía me cuesta permanecer en la oscuridad, no buscar cierto protagonismo… y Jesús viene y me enseña.

Hace algún tiempo descubrí que posiblemente tras mi vestido de hombre seguro y satisfecho algo se esconde en forma de necesidad de estima y sé que necesito refuerzos positivos. Desde que lo descubrí he procurado crecer e irme despegando de esa necesidad por ir descubriéndome valioso y por sentirme querido y amado por Dios y por muchas personas.

Lo de pasar desapercibido sigue estando pendiente. Por eso hoy fijo mis ojos en el Señor…

Un abrazo fraterno

El culto que me dan está vacío (Marcos 7,1-13)

El rapapolvo de Jesús hoy es duro y muy clarito. Más claro no se puede ser. Es un gran test para nuestros encuentros, celebraciones, etc., etc., etc…

¿Dónde está nuestro corazón? ¿Por qué nos encontramos? ¿Qué celebramos? ¿Qué es tradición de hombres y qué de mandamiento de Dios?

¿Qué hay de vacío en nuestra vida cristiana de hoy?

Un abrazo fraterno