No te comportes como un chiquillo (Mt 24,42-51)

Sigue habiendo personas que se comportan como chiquillos ante Dios. Y, es verdad, hay que hacerse como niños para entrar en el Reino de los Cielos pero, en este caso, esto va de otra cosa.

Jugar al escondite, a hacer como si, al engaño, a portarme bien para que me vean, a… ¡eso es de chiquillos! Es como estos jóvenes que se crean varias cuentas de Instagram o de otra red… una para que la vea todo el mundo y otra sólo para los íntimos. En la primera dan su mejor imagen y en la segunda, sienten, que pueden decir y subir lo que quieran, porque nadie les ve. Y la pregunta es ¿por qué?

Jesús no te llama a la conversión porque Él lo necesite. Te llama a la conversión porque tú lo necesitas. Jesús sabe que está en juego tu felicidad y no la suya. Así que deja de posturear y vive en verdad. Si hay cosas que mejorar, ponte delante del Señor, muéstrale lo que hay y pídele que te ayude. Pero no hagas ver que eres don perfecto o doña perfecta… a ver si le engañas.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Necesito paz ( 2 Tes 3,6-10.16-18)

El deseo de San Pablo de hoy a los Tesalonicenses, lo hago mío.

Que el Señor de la paz os dé la paz siempre y en todo lugar

Este comienzo de curso tan incierto, tan imprevisto, tan precario; en una situación de pandemia y de segunda ola en España, agita mi corazón y, muchas veces, me arrebata la paz. Me adelanto a los acontecimientos, me dejo llevar por el miedo, por las dudas… y la paz se desvanece.

Dame tu paz, Señor, e inunda mi corazón con ella para afrontar lo que nos viene por delante. Tú estás a mi lado. Tú cuidas de tus hijos.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Abierto a las sorpresas de Dios (Jn 1,45-51)

Los prejuicios impiden la sorpresa de Dios. El encuentro con Él siempre es sorprendente. Nos saca de nuestros esquemas. Rompe nuestras ideas preconcebidas. Nos lleva por caminos que,a veces, habíamos descartado.

No es compatible la experiencia de Dios con la necesidad de control y seguridad. Jesús de Nazaret no trae seguridad a nuestras vidas. Trae plenitud. No es lo mismo. Trae felicidad. Pero los caminos son arriesgados y te sentirás muchas veces desamparado. Pero vale la pena.

Ojalá, Señor, me ayudes hoy a bajarme de mis ideas y a seguirte, abierto a todo aquello que me traes.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Desprenderse de lo amado (Mt 19,16-22)

Yo también soy rico. Como aquel joven que se acercó a Jesús.

Tengo una vida relativamente cómoda y privilegiada.
Tengo un buen trabajo, que me apasiona.
Tengo una casa, un hogar, comida a mi mesa y todas las necesidades básicas cubiertas.
Tengo una familia maravillosa, una esposa y unos hijos que son una fortuna.
Tengo formación y posibilidades de seguirme formando.
Tengo una comunidad de fe, con la que seguir a Jesús.
Tengo una vocación, una claridad que me ayuda a caminar y encontrar mi sitio.
Tengo salud.
Tengo amigos sin los que la vida sería más triste y sombría.
Tengo… mucho, mucho… de lo que no me gustaría desprenderme.

¿Y si se me arrebata algo de todo esto? ¿Y si para ser fiel al Señor debo renunciar a parte de ello? ¿Y si llega la prueba, el dolor, la pérdida?

¿Seré capaz de seguir adelante, confiando en Dios?

Un abrazo fraterno – @scasanovam

El don del matrimonio (Mt 19,3-12)

Parece que descubrir la vocación sacerdotal o de vida religiosa requiere de un fino discernimiento por parte de cualquier hombre o mujer que atisbe la posibilidad de ser llamado o llamada. Parece, en cambio, que el matrimonio es la vocación por defecto, lo que sucede si todo sigue su curso. Incluso parece que quién no toma ninguno de los dos caminos… está estropeado, ha tenido mala suerte o, sencillamente, es un rebelde sin causa.

Es muy hermosa la palabra de Jesús de hoy sobre el matrimonio: «No todos pueden con eso, sólo los que han recibido ese don.» Un don, el del matrimonio, que requiere estar disponible para acogerlo, discernir para descubrirlo y amor para alimentarlo y hacerlo crecer. Y no, no es un don para todos.

El matrimonio es una llamada de Dios a dos personas, una llamada que implica construir una vida común, ser uno amando y respetando la alteridad del otro, testimoniar que es posible vivir con amor y en comunidad la vida regalada, crear un hogar y ofrecerlo a todo el que lo necesite y tener hijos, con responsabilidad, que encarnen el fruto de una vida mutua entregada. Fino discernimiento requiere esta llamada. Antes, durante y después de pasar por el altar.

Como Iglesia, queda mucho por hacer todavía, antes, durante y después. Le pedimos hoy al Señor fuerza para todos los matrimonios, especialmente para aquellos que están atravesando momentos de oscuridad.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

La fuerza de la comunidad (Mt 18,15-20)

Jesús nos propone la comunidad como lugar privilegiado para seguirle. No hay más que leer los Evangelios para darse cuenta que la Iglesia brota del deseo de Jesús de vernos juntos en su seguimiento.

La fe no es tanto un acto personal como comunitario. Por supuesto que cada uno recibimos ese don. Por supuesto que la relación con Dios es personal en buena parte. Por supuesto que cada uno orienta su vida, o no, tras los pasos del Cristo… Pero siempre acompañado.

La comunidad es depositaria de la sabiduría, del perdón de Dios, de su palabra, de su presencia viva, de su bendición. La comunidad es la que reza, la que celebra, la que envía, la que acoge, la que se salva finalmente. Esta Iglesia nuestra, perfecta en la imperfección de sus miembros con la gracia de Dios, es imprescindible para conocer y seguir al Maestro. No lo olvides nunca.

Como en cualquier familia, a veces cuesta vivir juntos. Pero como cualquier familia, se salva por el amor, no por la perfección.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Ganar el mundo, arruinar la vida (Mt 16,24-28)

Negarse, cargar, perder, arruinar…

Venir, seguir, salvar, encontrar, ganar…

Qué evangelio el de hoy. Cuántos vernos, ¿verdad? Y manteniendo una dura pugna entre el bando de la derrota y el bando de la victoria. Un ejemplo perfecto de la tensión que se nos propone y de la paradoja de una vida que se gana cuando se entrega.

Tal vez sea uno de los evangelios más duros. Tal vez uno de los más importantes. Con Cristo, se gana perdiendo. Con Cristo, se salva uno, cargando cruz. Y los que no seamos capaces de interiorizar, orar y asumir esto… nunca seguiremos a Jesús en verdad y, posiblemente, nunca encontraremos el sentido de nuestra existencia.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Tocar el cielo (Mt 17,1-9)

La transfiguración antes de la Pasión. Porque era necesario contemplar el cielo antes de pasar por la más terrible prueba de dolor y sufrimiento que se podían imaginar.

Jesús nos permite ya tocar un poquito el cielo aquí en la tierra, contemplar toda su grandeza y sentir el aroma de la felicidad más grande. Nos lo permite. Es como un trailer, como un adelanto de lo que nos encontraremos a su lado. Y eso nos debe animar y sostener en este «valle de lágrimas». La victoria es segura, aún cuando la oscuridad a veces se torne insoportable.

Ojalá sepamos mirar, sepamos escuchar y sepamos experimentar la fuerza de Dios en nuestras vidas. No para quedarnos a gusto sino para preparar al corazón y educarlo en los anhelos más maravillosos y dignos.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Andando sobre las aguas (Mt 14,22-36)

Lo hacemos más a menudo de lo que creemos. Sí, eso de andar sobre las aguas. Es como un «andar descalzos por el parque» o un «bailar desnudos bajo la lluvia». Permíteme estas comparaciones, salvando las diferencias.

La vida nos trae tempestades que nos tambalean y nos llenan de desasosiego. Nos zarandean, sacuden nuestras seguridades, nos descentran y nos hacen sentir que todo se viene abajo. Esa es la imagen del Evangelio de hoy. Un puñado de hombres siendo zarandeados por una gran tempestad que cambia sus vidas.

¿Qué te dice Dios ante esto?

  1. Él está cerca. No ha huído. No ha desaparecido. No te ha dejado solo. Las tormentas vienen y se van. Las turbulencias están ahí. Son parte de nuestra vida. Algo natural. Y Dios no te deja solo.
  2. No centres tu oración ni tus deseos ni tus fuerzas en hacer que la tempestad se calme. Tal vez sea batalla perdida. La enfermedad, los disgustos, la muerte, el dolor, los cambios, la pérdida de trabajo, las crisis, el coronavirus… todo eso llega y Dios lo permite. Centra tu oración en poder «andar sobre las aguas». Que el Señor te dé fuerza para caminar aún cuando las cosas están feas. Esperanza, fortaleza, valentía, fe, confianza… eso es andar sobre las aguas.
  3. Da miedo. Casi más que la propia tempestad. Da miedo sentir la fuerza de Dios sobre la propia vida. Entran dudas sobre uno mismo. Todo tiembla. Es normal. Y aún así, ahí está Jesús sosteniéndote y diciéndote que no tengas miedo.

Así que ya sabes. Puedes. Es posible. Con el Maestro. Anda, anda sobre las aguas y no tengas miedo.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

¿Qué pasa con los peces? (Mt 14,13-21)

Sólo ve el milagro aquel que cree. La fe es condición indispensable para ser testigo de un milagro del Señor. Porque los milagros no son juegos de magia, ni demostraciones poderosas de Jesús. Cuando leamos un milagro en los Evangelios, vayamos más allá y no nos dejemos enredar en los detalles de la moderna racionalidad.

Cuando leo el milagro de la multiplicación de los panes y los peces para aquellos 5000 hombres y mujeres, el mensaje que recibo es: Jesús sigue alimentando hoy también a su comunidad, a quién le sigue. Y se sirve de otros y de lo bueno de cada uno para obrar el milagro.

Llama la atención que habiendo cinco panes y dos peces, Mateo, de repente, deja de hablar de los peces y habla sólo del «partir y repartir» de los panes. ¡Pero si los peces era lo más jugoso del menú! ¿Qué ha pasado? Sencillamente que el evangelista ha querido dejar la imagen de la Eucaristía, de ese pan partido y compartido que hoy sigue siendo alimento para todos nosotros en la comunidad eclesial.

No pasemos hambre. Sigamos al Señor y busquemos su alimento. Vayamos a la Eucaristía y comamos. Y nuestra vida será saciada.

Un abrazo fraterno – @scasanovam