¿Quiénes son alimento para mí? (Mt 14,13-21)

Más allá de la Eucaristía que, evidentemente, es el mismo Cristo, creo que es bueno que, a la luz del Evangelio de hoy, pensemos quiénes son aquellos y aquellas que han sido alimento para nosotros en nuestra vida. ¿Qué personas nos han «dado de comer» en algún momento y nos han permitido crecer, seguir caminando, saciar nuestra hambre?

No siempre en mi vida me alimento bien, Señor, Tú lo sabes. A veces busco la «fast food» espiritual y me trago lo que me proporciona placer y satisfacción inmediata, aún sabiendo que, a la larga, no es bueno para mi espíritu. A la vez, Padre, reconozco en mi vida a muchas personas que son alimento bueno para mí. Tengo amistades sólidas y valiosas, que me acompañan, me conocen y me quieren en verdad. Tengo esposa, hijos, padres… una familia magnífica que me acoge con todas mis miserias, me perdona y me ama. Tengo compañeros de misión en el camino de la fe, laicos y religiosos, una comunidad, que reza conmigo, que me aportan sus testimonio, que son ejemplo para mí… Todos ellos consiguen mantener mi alma en justa tensión y compensar la comida rápida que llena mucho y aprovecha poco.

Ojalá yo, Señor, sea también proveedor de buen alimento para muchos.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Experimentar al Señor (Jn 20,24-29)

Que no, que Tomás no está dispuesto a creer si no «toca» al Señor Resucitado. Le da igual lo que los demás le digan. Él necesita «tocar».

Este Evangelio hoy me da dos pistas muy importantes tanto para mí, como creyente, como para mi labor evangelizadora. La primera es que cada uno somos distintos, también en nuestro camino de fe. Prejuzgar las necesidades de cada uno para su fe está fuera de lugar. El Señor nos conoce y sabe hacer camino propio con cada uno. La segunda es que la experiencia de Dios es más importante que las palabras. No es lo mismo oír hablar de Jesús que experimentar su presencia, su cercanía. Debemos predicar, por supuesto, pero, sobre todo, debemos ayudar a las personas a que tengan experiencia de Dios.

Y así, diremos con Tomás: «Señor mío, Dios mío».

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Una batalla épica (Mt 8,28-34)

«Buscad el bien y no el mal, y viviréis«

Qué escena la que nos presenta hoy el Evangelio. Es una escena digna del final de la saga de Harry Potter. El Mal y el Bien enfrentados. La Muerte y la Vida cara a cara.

Parece obvio pensar que todos tenemos claro que elegir el Bien es mejor que elegir el Mal. Pero no debe ser tan obvio cuando muchas veces hacemos lo contrario, como personas y como sociedad. ¿Por qué? Porque el Mal se nos disfraza de felicidad, nos regala placer temporal, se reviste de éxito y fama, de poder… Y eso sin esfuerzo… Pero uno paga un precio, evidentemente.

Buscar el Bien nos hace tener una vida plena. Vendernos al Mal nos despeña como a esa piara de cerdos poseídos, que no le aguantan la mirada a Jesús. Jesús es la Vida. Jesús es el Bien. En Él encontramos la vida que anhelamos, la felicidad verdadera para la que hemos nacido. El resto es pura ficción.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Inquietud ante una vida mediocre (Am 3,1-8;4,11-12)

El profeta Amós parece el poli malo y Jesús parece el poli bueno. Una primera lectura inquietante, donde el profeta nos advierte del enfado de Dios con nosotros. Un Evangelio esperanzador, donde Jesús calma la tempestad y nos anima a no tener miedo nunca.

«Prepárate a encararte con tu Dios» dice Amós. Y trago saliva. Porque sí me reconozco infiel, porque sí me reconozco indigno de su amor muchas veces, porque sí reconozco en mí actitudes idólatras, falsas, injustas con Aquél que me libró de la esclavitud y me ofreció la felicidad.

Y a la vez: «¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!» es la frase que me brota, como casi siempre, en la dificultad. Sin fe en Aquél que me salvó, sin ver a Aquél que viaja a mi lado, en la misma barca.

Señor, no quiero encararme a ti. Señor, no quiero decepcionarte. Señor, te necesito.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

El combate de la fidelidad (Tim 4,6-8.17-18)

Pablo afirma: «He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe«. Ojalá pueda afirmar yo lo mismo.

Le tenemos miedo a la muerte, sobre todo a irnos sin avisar y prematuramente. Pocas veces pensamos que lo importante es llegar a ese momento y poder mirar a la cara a toda una vida vivida, poder afirmar como Pablo: he hecho lo que tenía que hacer.

La vida de un cristiano es un combate cada mañana. El combate en el que se dirime si ser fiel a Jesucristo y a su mensaje. Día a día. Hoy. Y mañana. Y pasado. A veces mejor, a veces peor. A veces con más fuerza y otras veces más débil. Pero siempre sostenido por el Señor, que no nos deja solos. Llegar a la noche y preguntarnos… ¿He sido hoy fiel a lo recibido, al amor de Cristo? Ojalá la respuesta sea sí muchas veces, muchos días…

Un abrazo fraterno – @scasanovam

LLuvia, ríos, vientos… (Mt 7,21-29)

Siempre llegan. La lluvia, los vientos, los ríos desbordados… Algo estamos probando ahora, en una dosis alta. Y las casas se tambalean. Lo normal.

Puede que se caiga alguna teja, que alguna ventana quiebre o que algún muro se agriete… porque en la construcción se nos ha quedado alguna zona débil… A la vista no nos habíamos dado cuenta pero ahora, es evidente. Pero la casa no se cae. Resiste. Porque los cimientos aguantan.

Dios está ahí. Sosteniéndolo todo. Hasta que la tormenta pase y sea tiempo de reparar brechas.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

El amor no se fija en el mal (Mt 7,1-5)

Yo soy de los que se fijan en la mota del ojo ajeno. Voy aprendiendo a mirar mejor. Y a ver también la viga en los míos.

El problema no está tanto en ver el defecto ajeno como en «fijarse». Fijarse es hacer que la mirada permanezca en ese punto. Y eso es falta de amor. Porque no se trata de evadir la realidad y hacer como que todo es perfecto. No se trata de no corregir fraternalmente ni decirle al otro el mal que hace. Se trata de no descansar la mirada ahí. Se trata en levantar la vista de nuevo, deseando buscar rincones mejores, la sombra del don, bajo la cual uno descansa a gusto.

Exactamente lo mismo con el pecado propio. No es cristiano fijar la mirada en tu propio pecado de manera que sea incapaz de percibir el luminoso destello de la gracia.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Si sigues a Jesús, un mandato te espera (Mt 10,7-13)

Los que seguimos a Jesús tenemos un mandato. Porque los verbos que usa el Evangelio de hoy no son una mera invitación. Por eso la comunión es tan relevante. Estar en comunión con Él, comulgar, es estar dispuesto a recibir este mandato:

«ld y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis. No llevéis en la faja oro, plata ni calderilla; ni tampoco alforja para el camino, ni túnica de repuesto, ni sandalias, ni bastón; bien merece el obrero su sustento. Cuando entréis en un pueblo o aldea, averiguad quién hay allí de confianza y quedaos en su casa hasta que os vayáis. Al entrar en una casa, saludad; si la casa se lo merece, la paz que le deseáis vendrá a ella. Si no se lo merece, la paz volverá a vosotros.»

Imperativo, imperativo, imperativo. Id, proclamad, curad, resucitad, limpiad, echad, dad, entrad, averiguad, saludad, no llevéis… Jesús no se anduvo por las ramas.

Estamos llamados a dar continuidad a su presencia entre los hombres. Llamados a salir de nosotros mismos, a anunciar que el mundo es de otra manera si lo preside el amor, a vivir unas relaciones sanadoras con los demás, a dejar buen aroma a nuestro paso, a generar vida… descansando de vez en cuando, cargando las pilas en una comunidad que nos acoja, para luego volver a los caminos. Y así siempre.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

La plenitud de lo pequeño (Mt 5,17-19)

¿Qué es dar plenitud a la Ley?

No saltarse ninguno de los preceptos menos importantes… eso por lo de pronto. Es decir, concretar el amor.

Porque AMAR en mayúsculas no es difícil. Lo difícil es amar en pequeño, hoy, aquí, ahora. Amar en casa, a tu pareja, con la que te jugaste la vida y a la que a veces no entiendes, a la que a veces haces daño y te hace daño. Amar a tus hijos. A tus hermanos. Amar en la comunidad, en la oración acostumbrada a horas y maneras. Amar en el «siempre igual» y en el «siempre diferente». Amar en el trabajo, con la tarea bien ejecutada, con el esfuerzo entregado y el sudor ofrecido. Amar en el pobre del barrio, en la anciana sola, en el silencio ante la crítica que brota, en la cabeza gacha ante la cruz del que lo dio todo.

La plenitud se alcanza en lo escondido, en los callado, en lo entregado. La plenitud de lo pequeño. La plenitud enseñada por un Dios que se hizo nada.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Luz de luz (Mt 5,13-16)

Apaga la luz de alrededor. Baja las persianas de tu vida. Permítete estar a oscuras un rato. Sin ruído. Sin flashes. Sin efectos especiales. Sólo la negrura y tú. Y mira adentro. ¿No la ves? Esa lucecita… Esa llama que nunca se apaga… Es el Espíritu que te habita. Es la huella de Dios que llevas dentro de ti. Mírala y mira todo aquello que ilumina. Observa los rincones que aparecen y que desconocías. Lleva tus ojos a lugares internos que no sabías que existían. Deléitate con los colores de esos frescos en tu corazón. Sorpréndete por todo lo bueno y bello que se esconde ahí adentro.

Y ahora que lo has descubierto, sal afuera, sin miedo. Porque llevas luz. ¡Ya la has visto! ¡Y hay tantos a oscuras que todavía no se han enterado! Al ver tu luz, querrán descubrir la suya. Al ver tu belleza, querrán ser bellos. Al sentir tu calor, querrán calor también para sus pies fríos. Al ver tu llama, inextinguible, desearán descubrir la suya.

Y la luz se propagará, y el fuego lo quemará todo, y el calor derretirá la frialdad que se hizo fuerte en el mundo. Y el Espíritu encontrará todavía más espacio para aletear…

Un abrazo fraterno – @scasanovam