¡Abuela! ¿Cómo se ve todo desde el cielo?

Hoy a las 7:30 de la mañana, mi tío ha llamado a mi madre para contarnos que la «yayina» (así la llamaba yo) nos había dejado. A sus 90 años, después de 14 con alzheimer, y tras unos días con complicaciones varias, ha llegado el momento de hacer el viaje más importante de su vida: dejar el mundo que la vio nacer y volver a casa.

Mi yayina se llamaba María. No podía tener otro nombre mejor. Ni mejor apellido materno: Dulcet. Pareciera que hubiera cursado algún máster intensivo con María, la Virgen, y que hubiera captado a la perfección de qué iba eso de ser esclava del Señor. La yayina era una persona dulce, muy dulce; de gesto grácil y elegante, comedido; más bien tímida y de prudencia virtuosa. Tenía gran sentido del humor, de risa amplia y buena amante de la música. Comía muy despacio y fue una auténtica maestra en vivir la vida a fuego lento. Licenciada en lo pequeño y artista del detalle cotidiano, supo encontrar la felicidad tras los rincones que, como mujer y madre y tía y abuela y bisabuela, le ofrecía cada día. La cocina era uno de lugares de encuentro con Jesús de Nazaret. Entre fogones, sartenes y cacerolas, supo ponerse al servicio de todos los que llenaban un hogar donde siempre hubo sitio para uno más. Recuerdo verla llegar del mercado, con el carro hasta los topes, feliz de tener tanto que hacer para tantos. También en el lavadero, subiendo las escaleras camino de la terraza, pasaba mucho tiempo, mezclando detergentes y suavizantes. Disfrutaba con la colada y con ese aroma a limpio llenaba luego cada pasillo por el que pasaba. Despistada en grado máximo, sabía reírse de sí misma. No la recuerdo preocupada, y lo estaría, ni enfadada, y lo estaría. Supo vivir la vida que se le regaló. ¿Hay mayor respuesta al amor de Dios? ¿Hay amor más grande que saber acoger el amor que se te da?

Yo soy su nieto mayor. Supimos disfrutarnos mutuamente. De pequeño, ella y mi avi me llevaban algún domingo con ellos a misa de 9 a la Catedral de Barcelona. Y con ellos visitaba cada año el Parque de Atracciones de Montjuïc, cerrado desde hace unos años. Supo, con mi abuelo, disfrutar de sus nietos desde que éramos pequeños. Sin grandes alaracas. Sin ruido. A su lado aprendí a amar los trenes y soñé con ser jefe de estación, de esos de gorra, bandera roja y silbato. Uno de los recuerdos más sólidos en mi memoria es llegar a la estación de Barcelona Sants, en el antiguo Estrella, en el vagón de coche-cama, con mi madre y mi hermano, con medio cuerpo fuera en la ventanilla bajada para saludar a mis abuelos, que esperaban en un andén sin tantas medidas de seguridad como hoy pero con mucha más humana cercanía. Siempre me defendió en las refriegas familiares y supo conectar con lo mejor que llevo dentro. Sin exigencias, sin condiciones, sin normas, respetándome al máximo, supo quererme como abuela. La lección que deja es lapidaria: si quieres que te quieran, empieza por querer tú.

El Evangelio de hoy, 18 de julio de 2018, habla muy bien de su fe. Una fe reservada a los pequeños, a los sencillos. Una fe tremendamente mariana, rumiada en el corazón, disponible sin entender mucho, volcada en amor, familiar, maternal y de gran esperanza. Fue teóloga del hogar y supo conocer a Dios y verle en cada uno de los acontecimientos que fue viviendo. En estos años de alzheimer, si de algo se acordaba, si algo decía, era su confianza total en Jesús y su esperanza en un cielo que debemos anhelar y esperar.

Por eso, yayina, hoy es un día triste pero lleno de esperanza y alegría. Ahí arriba vuelves a estar a tope. El alzheimer es cosa del pasado, tu viudedad terrena ha terminado y, junto al avi, a tus padres, a tus hermanos, a tus amigos, disfrutas ya de una merecida jubilación en el amor. ¿Cómo ha sido ese primer beso con el avi después de tantos años? ¿Hay también droguería Boter ahí arriba? ¡Conociendo a los Boter, no lo dudo! Seguro que el cielo ya huele a canelones y que te has hecho a tu nuevo hogar, lleno de gente. Seguro que vuelves a reír como antes y que ya habrás hecho migas con la Madre, tan parecida a ti. ¿Le has pasado ya tu receta del pollo asado? Y recuerda, en este Banquete te toca sentarte la primera, ¡qué cocine otro! ¿Es bonita la mesa del Banquete del Reino? Yo me la imagino como la nuestra… qué imaginación tengo… ¿Cómo se ve todo desde el cielo? ¡Ni una suite del Ritz tiene vistas mejores! La perspectiva es única. ¿Están las cosas tan mal como nos parece a los de aquí abajo? ¿A qué no? Yo creo que desde ahí es más fácil ver la luz… Aquí abajo a veces nos da la sombra y nos desorientamos. Ahora te toca cuidarnos y protegernos y guiarnos y seguir queriéndonos como hasta ahora.

Bueno yayina, me voy despidiendo. Lo hago en mi nombre y en nombre de los que están aquí conmigo. Para tus bisnietos también serás siempre la yayina. ¡Les he contado tantas cosas! Tu alzheimer te hizo perder mucha memoria pero no te preocupes. Tarea nuestra es transmitir, generación tras generación, quiénes somos, de dónde venimos y cuánto os debemos a los que nos habéis precedido. En eso, yo cumplo.

Gracias por habernos hecho mejores a todos. Molts petons yayi. Fins que ens tornem a veure.

El teu nét

Santi

 

Imagen de Dani Sigalat

Los milagros del día a día (Mt 11,20-24)

Leo en el fragmento de Isaías de hoy: «Si no creéis, no subsistiréis» y luego leo el Evangelio, con un Jesús intentando explicar por qué en algunos sitios se percibe el milagro y el milagro les lleva a la conversión y por qué en otros no hay conversión porque no se percibe el milagro. Jesús, desde luego, no hacía un sorteo al estilo FIFA para ver en qué lugares hacía milagros y en cuáles no. Él simplemente iba, estaba, acompañaba, predicaba, quería, curaba… y las circunstancias cambiaban a su alrededor.

La fe es un presupuesto para los milagros. El que no quiere ver, no ve. El que no quiere oír, no oye. Jesús no es un mago que viene, hace cinco truquitos y se va. Para eso ya tenemos al Mago pop o a Harry Potter. Esto no se trata de truquitos que nos forzarían a creer sin más remedio. Se trata de agudizar los sentidos y el corazón y de ser capaces de comprobar que allí donde Jesús está en medio, se genera una corriente que transforma la realidad.

Los milagros suceden día a día a nuestro alrededor. Compruebo como cuando me levanto y pongo mi día en manos de Jesús, las cosas parecen salirme mejor. Compruebo como cuando en las familias alguien pone a Jesús en medio, las situaciones enquistadas se deshacen. Compruebo como cuando uno es capaz de pedir perdón y de perdonar, se abre una puerta cerrada hasta entonces. Compruebo como cuando uno confía en el Señor y apuesta su vida, no cae en el abismo. Compruebo como cuando la enfermedad acecha, con Jesús en medio, la paz y la serenidad son capaces de guiar a los enfermos en sus familias. Compruebo como cuando miro a la naturaleza y me dejo sorprender por el sol, por el mar, por las estrellas, por el viento, por los animales… me siento parte de un todo que nos ha sido regalado y llego a sentirme pleno aunque sea por unos instantes.

Vete al baño. Lávate la cara. Reza un poco. Pide ver. Pide oír. Y celebra los milagros que suceden a tu alrededor. Y que ellos te lleven a transformar tu vida.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Si miras adelante, no hay lugar para el miedo (Mt 10,24-33)

No es lo mismo afrontar el presente confiando en un futuro de salvación y plenitud que afrontarlo viendo sólo un precipicio que nos espera, altanero, al final de nuestros días. No es lo mismo. Y es que es la esperanza en que la victoria es segura y en que Cristo nos espera con los brazos abiertos para llevarnos a una felicidad plena, lo que nos da una fuerza que vence todo miedo.

La esperanza en que esta vida no es el final nos anima a vivir nuestros días sin la pesada carga de lo definitivo. Sin miedo. Nos anima a aprovechar cada instante y a afrontar el dolor, el sufrimiento y la muerte con la certeza de que algo mejor nos espera, de que estas realidades son pasajeras.

Por eso vivir la vida siendo fiel a nosotros mismos y a nuestros principios y a nuestra fe, se convierte en algo irrenunciable. ¡Que el miedo no nos haga flaquear y vendernos al mejor postor o a aquellos que nos agobian, nos cercan, nos presionan y, a la postre, nos destruyen! El Señor nos da la energía suficiente y necesaria. No nos abandona nunca ni en la prueba ni en la dificultad. No nos deja. Seamos valientes. Practiquemos el maravilloso y placentero de vivir caminando ligero de equipaje. Libres. Ágiles. Sencillos.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Ovejas, lobos, serpientes y palomas (Mt 10,16-23)

¡Cuánto animal sale en el Evangelio de hoy! Ovejas, lobos, serpientes y palomas. Qué diversidad. Un fragmento el de hoy que parece casi más un capítulo de National Geografic que de la historia de Jesús de Nazaret. El caso es que todo entendemos muy bien lo que Jesús nos quiere decir. Lo entendemos… aunque no lo aceptamos.

Primero, porque sólo nos gusta ser oveja en los episodios idílicos de encuentro con el pastor. Pero una oveja es, evidentemente, un animal sencillo, frágil, cobarde, presa fácil, dócil. Es todo eso. A mí no es una imagen que me apasione. Mi carácter me pide ser otra cosa: un águila, un caballo, un elefante… A veces soy como un elefante, tal cual. Tanta fragilidad me molesta.

Segundo, porque nos gustaría que no hubiera lobos. Aceptar que hay seres que se rebelan ante nuestro ser oveja cuesta entender. ¿Qué mal hacemos? piensan continuamente las ovejas. Sólo hacemos caso al pastor. El caso es que molestas y quieren destruirte, comerte, hacerte servir de víctima. Los lobos son inteligentes, actúan en manada, osados. Vienen a por nosotros.

Tercero,eso de ser como serpientes lo llevamos mal. Hay personas que se lo toman al pie de la letra y piensan que se puede seguir a Cristo siendo auténticos sembradores de discordia y odio. Pues no se trata de eso, oigan. Se trata de ser flexible, silencioso a veces, potenciando al máximo nuestras cualidades, reptando para movernos con sigilo, adaptándonos en lo que se necesite a las circunstancias cambiantes. Tampoco lo entienden los que sueñan con ser mártires por decreto ley. Esos se han perdido esta parte del Evangelio.

Y cuarto, ¿palomas? Es uno de los animales más controvertido que conozco. Amado y odiado a la vez. Pero Jesús destaca su sencillez. Yo no soy nada sencillo. Ya digo, prefiero ser un águila, la reina de los cielos.

Mucho que aprender tengo: aceptar los conflictos y las persecuciones, someterme al pastor, ser dócil y sencillo y, a la vez, utilizar bien mis capacidades. Tarea siempre en marcha.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Aligera equipaje, que vas muy sobrado (Mt 10,7-15)

Pero ¿qué te crees? ¿Crees que sirve para algo esa altanería tuya, esa soberbia disfrazada de autoestima, esa falsa humildad con la que te vistes para no aparecer más alto que el mismo Cristo? ¿Crees que sirven para algo tus ideas, tan bien pensadas y matizadas? ¿Crees que sirven para algo tus músculos, tu forma, tu fuerza física? ¿Crees que sirve para algo la seguridad con la que juzgas, ejecutas y menosprecies a aquellos que, para ti, hacen mal casi todo? Vas muy sobrado. Y en este camino, en mi camino, todo eso es un peso que lo complica todo.

Yo te pido que te eches andar sin sandalias. Que estés dispuesto a abandonar tus proyectos. Te pido que te hagas pobre entre los pobres y que no busques mérito en ti. Te pido que te deshagas de seguridades, de ataduras, de puntos de retorno. Te pido que vacíes tus manos y que sueltes lastre. Te pido que vacíes tu cabeza y que abras de par en par tu corazón. En este camino, en mi camino, nada es lo que necesitas porque Yo te proveo de todo.

¿Quieres ser mi apóstol? ¿Quieres llevar la Buena Noticia a jóvenes, familias, niños…? ¿Quieres ser un buen escolapio? Pues hazte pequeño, necesitado, frágil. Y yo lo pondré todo en ti. Yo te haré rico de mí. Yo te protegeré, te daré las fuerzas, de guiaré en la ruta, sanaré tus heridas y actuaré a través de ti. Aligera equipaje y camina libre, en paz y lleno de amor.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Dejar, verbo difícil de conjugar (Mt 19,27-29)

No se puede seguir a Jesús sin dejar otras cosas. Dejar personas, dejar proyectos, dejar aspiraciones, dejar beneficios y comodidades, dejar tiempo… va todo incluido en el pack de seguidor de Cristo. Y todavía hay gente que no lo entiende. Yo el primero muchas veces. Porque pensamos que amar y seguir a Jesús puede ser compatible con amar y seguir a otras muchas cosillas del día a día. Pero no es así.

Cuando tengo que explicar esto a los niños pequeños, me asusta un poco. A veces pienso si alguno permanecerá al lado de Jesús sabiendo que tiene tantos «inconvenientes». Otras veces pienso que justamente este aspecto es lo que más atrae a los jóvenes: la locura y la radicalidad de dejarlo todo por Él. Pero me cuesta no vestir esto con cierta dulzura y suavidad. Y así vamos. Llevamos siglos intentando suavizar ciertas cosas del mensaje del Señor. Allí donde más se manipula, peor van las cosas. Allí donde se intenta ofrecer la radical oferta evangélica, mejor van.

Y es que nos pasa como con las dietas. Aunque sepamos que es por salud, eso de dejar de comer ciertas cosas o en determinados momentos, lo llevamos mal. Entre otras cosas porque lo vivimos como pérdida sin ningún sentimiento de ganancia. Pocos piensan en la salud que ganan y muchos piensan en lo que pierden. Con Jesús pasa igual. Pocos piensan en lo que ganan y casi todos medimos lo que perdemos. Que si amigos, que si libertad, que si posibilidades, que si comodidades, que si placer… ¿Y qué ganamos? Ni idea…

Yo hoy le pido al Señor que me ayude a conjugar el verbo dejar este verano; que varias veces al día no me importe ni me asuste repetir «Señor, esto lo dejo por ti»: Y a ver qué pasa.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Los fariseos y la mies (Mt 9,32-38)

Sigue habiendo mucho fariseo por el mundo. Yo soy el primero, a veces, sin darme cuenta. El caso es que se confunde lo que viene de Dios y se enreda para hacer parecer que es obra del diablo.

Algunas veces me he sentido así, como víctima. Siendo consciente de que intentaba hacer las cosas bien, comprobaba cómo a mi alrededor se percibía con reparo, suspicacia y rechazo. Meterse en determinados jardines siempre da problemas. ¿Mejor calladitos? No creo que sea esa mi misión en el mundo… no creo que esa ese el Evangelio del Reino que Jesús ha traído.

Pero a mí me falta también compasión. Jesús trataba a las personas con cariño y cuidado. Yo a veces ahí no me reconozco.e veo exigente, pragmático, juez. Una de cal y una de arena.

Seguir a Jesús es una confrontación continua con mis propias limitaciones. Así que lo pongo a sus pies con mi propósito de crecer. Amén.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

En mi debilidad, me haces fuerte (II Cor 12,7b-10)

En mi debilidad me haces fuerte. Inmediatamente me viene la canción de Brtoes de Olivo a la mente y, con ella, muchos momentos en los que encontré fortaleza al cantarla y orarla.

Tenemos muy infravalorada nuestra propia debilidad. Es más, la escondemos. En el mundo de hoy, hay que ser fuerte y, si no lo eres, al menos tienes que parecerlo. Avergüenza confesar las propias debilidades. Da mal rollo reconocer los propios fracasos. Se mira mal al que descubre que las fuerzas le fallan y que no puede solo. Y así vamos viviendo día tras día, en una esquizofrenia colectiva que nos destroza por dentro. La imagen que damos se va distanciando de lo que somos realmente y la herida y el miedo a que descubran lo que soy en realidad… se hacen cada vez más grandes.

Y es que nos hemos olvidado de Dios. En una sociedad donde Dios no existe, evidentemente cae sobre los hombros de cada uno el resultado y el sentido de una vida. Si triunfas, bien. Si fracasas, es mejor morirse. Sin Dios, nos hemos quedado solos, huérfanos, en medio de un lago helado a punto de quebrarse.

Pablo, en cambio, ha conseguido experimentar en su vida lo contrario. Da gracias por su debilidad porque sabe que es ahí donde la gracia de Dios sobreabunda y donde ya no depende todo de uno. ¡Y cómo descarga de peso experimentar eso! ¡Y cómo cura! ¡Y cómo sana! ¡Y cómo descansa!

Tú y yo también lo podemos empezar a hacer. Mirando al Cristo de la cruz y diciéndole que no, que no puedes, que no consigues todo, que fracasas, que tienes miedo, dudas, frío. Y ahí, en esa intimidad del desamparo, Dios obra su mayor milagro, el milagro de un amor encarnado y abajado, el amor del Dios de Jesús que arropa a todo crucificado desde su propia cruz para luego resucitarlo en Él.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

 

Experiencia de mal y perdón (Mt 9,1-8)

El mal está ahí. Los creyentes le llamamos pecado. Otros le llaman de otra manera. El caso es que todos tenemos experiencia de dolor, de enfermedad, de infelicidad, de frustración, de herida, de daño producido a otros. Las consecuencias las conocemos también.

Si vivimos heridos la vida se pasa regular. El Evangelio nos lo muestra con claridad. Es como vivir tumbado. Nos fallan las fuerzas y las ganas. La mirada baja. Los horizontes se oscurecen. Una alta dependencia de muchas cosas. El mal nos tumba. Nos tira. Nos hunde. Nos hace funcionar limitados. Y nos vivimos bloqueados, prisioneros, coartados. Es como vivir rodeado de tabiques, ajenos a nuestros sueños, desconectados de nuestros deseos más profundos. Es un querer y no poder.

Jesús de Nazaret, al que muchas veces tenemos asociado con lo religioso, lo eclesial, la losa de la Ley, etc.; rechazado por la ideología de muchos que no le conocen, viene, fundamentalmente, a LIBERARNOS, a CURARNOS. El perdón sana. El perdón cura. El perdón restaura. El perdón restituye. El perdón te vuelve a poner de pie. Te devuelve las fuerzas y las ganas. Alza tu mirada y te presenta de nuevo horizontes alcanzables. Libre y autónomo. Te saca de la fosa y te saca ahí afuera de nuevo, para que respires y tomes oxígeno. Jesús viene a desbloquearte, a devolverte la alegría. Te hace sintonizar con tus sueños de nuevo y te devuelve las aspiraciones de plenitud.

Venga. Experimentemos eso. Eso es lo que trae Jesús a nuestras vidas. Esa experiencia de liberación. Yo la necesito. ¿Y tú?

Un abrazo fraterno – @scasanovam

¿Es posible la relación personal con Dios sin la comunidad? (Jn 20,24-29)

Es difícil tener experiencia de Jesús Resucitado apartado de la comunidad creyente. Eso es lo que le pasó a Tomás y lo que, hoy, le pasa a tantos que, alejados de la Iglesia, pretenden mantener su fe firme y sus convicciones inquebrantables. Pues no es posible. Cuanto más te alejas de la Iglesia, más fácil es que dejes de tener al Señor en tu vida, más difícil sostener una relación.

En una época como la que vivimos, caracterizada por la dictadura del individualismo y del «yo puedo» por encima de todo, conviene recalcar la idea de que detrás de todo ello hay una trampa ciertamente sutil. Claro que Dios establece una relación personal con cada uno de nosotros. En el Evangelio de hoy también se ve: Jesús hace proceso con Tomás y la manera en la que se tratan es diferente al resto, porque Jesús sabe que Tomás es único y que necesita de una relación diferente a la que tiene con Pedro o con Santiago o con Juan. Pero esa relación personal no debe llevarnos a pensar que es posible vivir al Resucitado al margen de la comunidad.

Es en la comunidad donde somos capaces de «ver» y «oír» al Maestro. Es en la comunidad donde le reconocemos en medio de nuestra vida. Es en la comunidad donde encontramos respuestas que calman nuestra sed, donde encontramos la paz que nos regala Cristo.

No son tiempos para francotiradores creyentes. Son tiempos de Iglesia, con sus defectos y sus carencias. Construyamos auténticas comunidades eclesiales de fe y el Señor iluminará nuestra existencia.

Un abrazo fraterno – @scasanovam