No seas cobarde (1 Tm 1,1-3.6-12)

No sé qué idea tienes de ti mismo o de ti misma. Pero Dios te ha hecho fuerte y lleno de energía, con grandes dones y capacidades. No seas cobarde. No tengas miedo. Atrévete a mirarte con la cabeza alta, a ser quién estás llamado a ser. No vueles como un gorrión cuando estás llamado a hacerlo como un águila.

La humildad nada tiene que ver con desperdiciar lo que nos ha sido dado. Ser pequeño no es mediocre. Ser cauto no es mirar con temor la realidad. Nadie te pide que hagas lo que no estás llamado a hacer. Nadie te pide que seas quién no eres. Pero sé valiente y sí, atrévete a ser lo que tu corazón lleva inscrito desde tu nacimiento.

Tal vez te han dicho que no sirves. Tal vez te han dicho que no vales. Tal vez te han dicho que no lo conseguirás. Pero yo te digo que Dios está contigo y que Él te ha dado todo lo necesario para que seas feliz. Es verdad. Me miras con descaro y me dices que entonces cuál es la razón de tu vida de mierda. Hay muchas razones y tal vez ninguna te convencerá. Pero ahora sólo importa el hoy y mirar adelante con ojos de esperanza. Porque puedes aspirar a eso. A ser otra cosa. Puedes aspirar a un trabajo digno, a casa digna, a una familia preciosa. Porque te quieren, aunque pocos te lo hayan dicho cuando más lo necesitabas.

No te preocupes ahora de tus fuerzas ni de si sabrás ir eligiendo lo que conviene. El Señor también está contigo. No vas solo. Déjate ayudar. Déjate querer. Escucha a los que Dios ha puesto en tu vida y lucha para demostrar a todos que el Reino se hace vida en tu propia historia.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Esperamos algo nuevo (Pe 3,12-15a.17-18)

Esperamos algo nuevo. Ahí radica la fuerza de nuestra fidelidad y la firmeza de nuestros compromisos. Porque cuando miramos alrededor, comprobamos que el Reino todavía no ha acontecido en plenitud. Jesús nos presentó su llegada pero todavía queda para disfrutarlo a tope.

Guerras, hambre, descuido con el planeta, personas durmiendo en los soportales, desahucios, jóvenes en riesgo de exclusión, personas perseguidas por sus creencias, políticos corruptos, atentados terroristas, economías que lo absorben todo, sexo que deshumaniza, mujeres maltratadas… Cuántas cosas… Tantas que, a veces, el nivel de esperanza baja un poquito. ¿O no? A mí me pasa. Un día te levantas y ves tanta negrura…

En mi propia vida, tantas veces lo mismo. Proyectos que salen, actitudes que no cambian, tonos que hieren, egoísmos que permanecen, gritos que brotan, malos humores, tensiones sin sentido, malos pensamientos, críticas a otros, prejuicios, miedos que no desaparecen…

Pero espero algo nuevo. «Un cielo nuevo y una tierra nueva» dice el apóstol San Pedro en su carta. Una novedad por dentro y por fuera. Una novedad que sólo podrá darse cuando Jesús reine en mi mí y en mi entorno. ¿Le dejaré? ¿Le permitiré tomar posesión de toda mi existencia? Quiero que sea así. Quiero que le dé a todo una vuelta. Que lo mejore, que lo ilumine, que lo pacifique, que lo recree.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

La base de todo (Mc 12,1-12)

¿La base de todo? El significado de las parábolas de Jesús es perfectamente captado por sus destinatarios. Es cierto que la Palabra no pasa de moda pero sin captar los detalles, el marco histórico, el estilo y las circunstancias, como que nos perdemos cosas. Pero sí podemos intentar actualizar un poquito su mensaje para entender lo que nos quieren transmitir. En la parábola de hoy, Jesús se presenta como la base de todo, una base que, aún así, no es asumida por todos.

Pensemos que nuestra vida es como un gran castillo de naipes. Todos hemos hecho alguno siendo niños. Nos hemos entretenido muchas veces intentando levantar el castillo más alto posible y hemos comprobado lo complicado que es y lo fácil que es echarlo abajo. La vida es similar. Y Jesús se presenta a sí mismo como esa carta que Dios nos da para ponerla como clave del equilibrio de todo el castillo, la carta central de la base, la que sostiene todo lo demás. Sobre Jesús es seguro ir construyendo: pareja, amigos, trabajos, compromisos, opciones…

El problema es cuando rechazamos que la base sea Jesús. Decidimos construir la vida sobre otros pilares, sobre aquellos que nos aconsejan o nos recomiendan otros, otros que rechazan a Jesús. Y nos proponen el dinero, y el éxito, y el consumismo, y el placer, y el sexo, y la belleza, y la juventud, y una libertad sin límites… Y empezamos a poner unas cartas sobre las otras sin darnos cuenta que, a la mínima, eso se viene abajo.

A veces Jesús no es la opción más atractiva pero todo el que la ha probado y la ha puesto en la base de su vida, sabe que puede sentirse seguro. Lo aguanta todo.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

María y los escolapios (Lc 1,39-56)

María actualiza el salmo de hoy en su visita a Isabel. «Mi fuerza y mi poder es el Señor», dice el salmista, y María, desde ahí, proclama la grandeza de su Salvador.

¿Puedes tú, con el salmista, con María, decir que tu fuerza y tu poder es el Señor? ¿Puedes decir que tu fuerza y tu poder no son el dinero que tienes en el banco, ni la casa en la que vives, ni el coche en el que viajas, ni los libros que has leído, ni los títulos que tienes, ni los planes futuros? ¿Puedes plantear tu vida desde la grandeza de un Dios que se hace carne en tu pequeñez y que, desde ti, pretende llegar a todos? ¿Dónde encuentras tu fuerza? ¿Dónde la pierdes?

Hoy es también el Día de Oración por las Vocaciones Escolapias. Sin duda, tiene mucho sentido, celebrar este día junto con la Visitación. Comprobar que, al final, se trata de dar un sí, de abandonarse, de reconocer que no es en uno donde reside la fuerza. Es Dios quién me llama, es el Señor quién obra en mí, es el Espíritu que me habita el que pone la palabra en mi boca, el que me lleva aquí y allá, el que libera, cura, sana, salva.

Ojalá muchos hombres y mujeres de hoy estén dispuestos a ser buenos escolapios, siendo laicos y religiosos. Escolapios que dediquen su vida por entero a los niños y jóvenes. Escolapios que vivan con pasión la educación y que encuentren en la escuela un auténtico camino a Jerusalén, un lugar donde vaciarse y dar la vida por completo.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Ser pequeño (Mc 10,32-45)

Esto va de ser pequeño.

«El que quiera ser grande, sea vuestro servidor;
y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos.
Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan,
sino para servir y dar su vida en rescate por todos.

Es el milagro de la pequeñez. La fuerza poderosa del que prefiere ponerse al servicio que ser importante.

Ser pequeño no es ser mediocre.
Ser pequeño no es ser inculto.
Ser pequeño no es ser conformista.
Ser pequeño no es ser débil.
Ser pequeño no es ser tonto.
Ser pequeño no es ser irresponsable.
Ser pequeño no es ser ingenuo.
Ser pequeño no es ser esclavo.

La pequeñez de Jesús radica en la grandeza del que, haciendo la voluntad de Dios, se despoja de todo y decide libremente gastar su vida en beneficio del prójimo.

La salvación del mundo sigue siendo de los pequeños, de aquellos que con sus heroicos actos de amor salvan a la humanidad cada día sin ser conocidos por nadie. En ellos radica el secreto de que esto siga adelante.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Jesús te invita a dejar… (Mc 10,28-31)

Dejar es un verbo que está mal visto. Hoy lo queremos todo. Primero, por ambición. No queremos ni perder ni dejar nada de todo lo que nos ofrece la vida. Segundo, por cobardía. Dejar algo implica optar, elegir, priorizar… y eso nos pone en un aprieto.

Jesús nos pide dejar y no dejar cualquier cosa: casa, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos, tierras… Alguno dirá que tenemos que vender mejor este mensaje ya que suena tan tremendo que nadie va a querer apuntarse a este club. Jesús, de todas maneras, no pone tanto el foco en lo que se deja sino en el por quién y por qué se deja: por Él y por el Evangelio.

La pregunta hoy es: ¿Cuánto dejo yo por Jesús? ¿Qué dejo de lado para elegirlo a él? Y, por el contrario, ¿qué pongo por delante?

No sé si el mensaje es una explosión de burbujas y es potente para esta era del marketing. Suena a que seguir a Jesús exige renuncias y algunas de ellas muy importantes. Pero no hay que asustarse. Lo que hay detrás sí que es muy potente: es una invitación a jugarse la vida apasionadamente, sin miedo, con la garantía del amor, con la certeza de estar respaldado por Él, con la alegría de ser feliz haciéndolo. Es una apuesta fuerte, contundente, arriesgada. Es una aventura que va más de ganancias que de pérdidas. Pero sí, hay que dejar.

¿Estamos dispuestos?

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Los ricos que cumplen los mandamientos (Mt 10,17-27)

Conozco unas cuantas. Personas que cumplen los mandamientos. No matan, no roban, creen en Dios, van a misa, rezan, no engañan a sus cónyuges, ni mienten (al menos no mucho)… Algunos, colaboran económicamente con algún proyectillo, o en el cole de sus hijos o con alguna ONG. Muchos no se consideran ricos aunque viven bien. Y piensan que a nivel de fe hacen lo suficiente. Los pecadores son los otros.

Yo también me descubro a veces un poco de estos, aunque intento ir entendiendo poco a poco lo que me pide Jesús. Parece que a Jesús no le interesa tanto el cumplimiento de la Ley, aunque no le quita valor, como la adhesión a su persona y al Reino que se hace realidad en él. Jesús no viene a comprobar que hemos pasado el examen, sino que viene para que le sigamos. Por eso no se trata de cumplir o no sino de vivir de una determinada manera. Y no porque lo ponga la Ley sino porque es lo que Dios quiere para sus criaturas y porque sabe que en ese proyecto nos encontramos con una felicidad plena.

El problema no es ser rico sino no ser pobre entre los pobres. La pega es que cuanto más tengo, más difícil me es saberme necesitado de algo. Lo difícil es tener mucho y ser suficientemente libre para dejarlo todo. Jesús lo sabe. No es tonto. No es un asunto sobre el dinero que tengo en cuenta bancaria sino sobre mi libertad para adherirme a lo que Él me propone. Y no sólo es dinero. A veces son planes, reconocimientos, aspiraciones, personas incluso, afectos… cosas que no son malas pero que mal asumidas, pueden hacernos menos libres para Dios.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Dios está muy cerca (Mt 28,16-20)

Tal vez hemos despegado demasiado a Dios de la tierra. Lo hemos subido tan arriba… Más allá de las nubes. Todopoderoso. Omnipotente. Misericordioso. Todo cierto pero demasiado… demasiado… Y Dios es más de barrio. Digo de barrio, porque al final, como Él nos dijo, vive aquí al lado o, mejor dicho, aquí adentro. Dios está muy cerca.

Con Dios nos pasa a veces como con ese libro que, en medio del trajín en casa, lo cogemos para leer y, de camino al salón, lo dejamos en algún sitio mientras pongo la lavadora y, de paso, voy al baño y, de paso, me paso por la habitación del niño a ver si estudia y, de paso, llamo a mi mujer para que se acuerde de coger el pan. Y llego al salón sin libro y, lo que es peor, no lo encuentro y no me acuerdo dónde se me fue de las manos. Y la única manera de encontrarlo es volver atrás y deleitarme en el recorrido hecho y revivir gestos, momentos y palabras. Y, al final, aparece. No es que el libro se hubiera escondido… Estaba, ni más ni menos, que donde yo lo había dejado, distraído. Lo mismo pasa con Dios.

Dios está dentro de mí y de ti. Él es en la medida que yo soy. Y está en mi historia. Y está en los demás. Y está en las circunstancias, y en los caminos y en las fuentes. Y en los sueños. Y en las lágrimas de pena. Y en la enfermedad que llega. Y la pesadilla que ahoga. Y en el champán descorchado. Y en la comunidad que celebra. Y en el voluntario fiel. Y en la niña que ríe. Y en el maestro que enseña. Y en el que vuelve a caer en la droga tras decir tantas veces que no volvería a suceder. Y en el que da toda su vida. Y en la abuela que cuida a sus nietos. Y en la viuda que vive. Y en el político honrado. Y en la Eucaristía. Y en el río que fluye. Y en la montaña. Y en la abeja. Y en el mar que nos baña.

A veces, en nuestro trajín, nos lo olvidamos en algún sitio, camino del salón. Y pensamos que ha desaparecido. Pero no. Él está con nosotros, todos los días, hasta el fin del mundo. ¡Vaya promesa!

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Un sacerdocio para todos (Mt 26, 36-42)

El vídeo del Papa Francisco para este mes de mayo gira en torno a la misión de los laicos en la Iglesia. Y la fiesta de hoy, Jesucristo sumo y eterno sacerdote, no es sólo una fiesta para recordar y rezar por la misión de los sacerdotes ordenados. Es también un momento propicio para hablar del sacerdocio común, el compartido por todos, el recibido por nuestro Bautismo.

Todos estamos llamados a vivir nuestra vida como una ofrenda a Dios y, con nuestros actos, darle culto. De eso va el ser sacerdote: darse a los demás y, por ellos, hacer realidad la voluntad de Dios para nuestra vida y para toda la humanidad. Por eso este es un día para mirar con ojos de misericordia nuestra existencia y preguntarnos cómo va nuestro «ser sacerdotes».

La voluntad de Dios para cada uno de nosotros no siempre se nos presenta con claridad. Hace falta la oración frecuente. Y el trato cotidiano con el Padre. Y, por supuesto, la gracia que ilumine los rincones de nuestro espíritu, donde somos habitados por Él. Pero una vez la comenzamos a intuir debemos responder. No podemos mirar a otro lado. La voluntad de Dios tiende a complicarnos la vida. Se nos promete la felicidad y la eternidad, pero no el bienestar y la comodidad. La misión que nos llega suele sacarnos de nuestra zona de confort. Suele invitarnos a salir al encuentro de aquellos que necesitan de nosotros, de Dios. Dios nos pide la vida entera y nosotros debemos decidir si estamos dispuestos a ofrecerla.

Con nuestro Bautismo, con la Eucaristía, con la Confirmación y luego con el Orden o el Matrimonio y con la asistencia constante en el Perdón, somos capacitados para llevar a buen término un propósito tan grande para personas tan limitaditas como tú y como yo. No minusvaloremos el poder de Dios y la fuerza de sus dones. Ejerzamos nuestro sacerdocio, un sacerdocio para todos.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Menos planes de futuro y más acciones para hoy (St 4,13-17)

Soy un planificador nato pero me voy dando cuenta de que es más importante vivir la bendición de cada día que hacer planes de futuro como si tuviera bajo mi control lo que va a venir. A veces me descubro planificando viajes, salidas, eventos familiares… y me deleito pensando cómo podría ser mi vida si esto o lo otro tuviera lugar. La palabra «presente» se me escapa muchas veces de las manos.

Este mensaje que puede parecer más propio del coaching personal que de la fe, nos lo lanza hoy la Palabra de mano del apóstol Santiago. Durísimo. Sí, me parece muy contudente la palabra que me llega. Me hace bajar de las nubes y por eso recojo el guante. Sobre todo porque no me lleva tanto a dejar de pensar en el futuro por mi propio beneficio o para aprovechar mi día a día familiar, laboral o afectivo; sino más bien porque lo que me confronta es acerca del bien que hoy puedo hacer y, pese a todo, se queda en la cola de pendientes esperando a un momento propicio.

¡Cuánto tiempo pierdo pensando en lo que yo haría si tuviera esta responsabilidad o este cargo o esta función! ¡Cuánto tiempo pierdo hablando, cuestionando o criticando lo que unos y otros hacen y no me parece bien! ¡Cuánto tiempo pierdo programando, planificando, en reuniones inútiles! ¡Cuánto tiempo perdemos en lugar de salir y ponernos a hacer el bien que HOY podemos hacer! Escuchar al que HOY lo necesita, solucionar lo que HOY puedo solucionar, servir donde HOY esté!

Señor, bájame a la tierra y centra mi espíritu y mi capacidad. Y que el bien que hoy puedo hacer, se haga.

Un abrazo fraterno