Misericorida (Mateo 12, 1-8)

misericordia. (Del lat. misericordĭa).

1. f. Virtud que inclina el ánimo a compadecerse de los trabajos y miserias ajenos.
2. f. Pieza en los asientos de los coros de las iglesias para descansar disimuladamente, medio sentado sobre ella, cuando se debe estar en pie.
3. f. Puñal con que solían ir armados los caballeros de la Edad Media para dar el golpe de gracia al enemigo.
4. f. Rel. Atributo de Dios, en cuya virtud perdona los pecados y miserias de sus criaturas.
5. f. p. us. Porción pequeña de alguna cosa, como la que suele darse de caridad o limosna.

MISERICORDIA QUIERO Y NO SACRIFICIOS
COMPADECERSE CON EL PRÓJIMO, CON EL HERMANO. PADECER CON ÉL.
A ESO ESTOY LLAMADO HOY. NO SÉ CÓMO CONCRETARLO PERO HAY UN FUEGO QUE ARDE. ORAD.

Un abrazo fraterno

Los milagros en ti (Mateo 11, 20-24)

Jesús recrimina a dos ciudades, donde hizo milagros, que no se hubieran convertido.

¿Y yo? ¿Qué milagros hace el Señor en mi? Cada día. ¿Los veo? ¿Soy capaz de descubrir su mano poderosa y salvadora en mi vida?

Mi historia de amor con Esther; mis hijos, sus sonrisas, sus abrazos, sus necesidades, sus progresos; personas que se han cruzado en mi vida de manera misteriosa y milagrosa; la fraternidad que vivo en mi comunidad; pasear con sol ayer a la vera del Danubio; mis pelos de punto con El Lago de los Cisnes; la fortaleza que me ha sido regalada; mis aprobados y mis esfuerzos y capacidades; el color de los ojos; el perfume de las flores; las historias que crean escritores y que me tranportan; el trabajo que tengo; la comida que llega cada día a mi mesa; la ciudad y el país en el que vivo y su cultura, su historia… una lata de Pepsi Light o CocaZero bien fría; un baño en el Mediterráneo; la fiesta coruñesa de S. Juan; el grito de las gaviotas; el viento en la cara; una ducha tras una jornada agotadora; una cama sobre la que descansar…

Cada día es un auténtico milagro… Gracias Padre por lo que me das y me concedes.

Un abrazo fraterno

Ovejas entre lobos (Mateo 10, 16-23)

Jesús conocía la realidad. No era alguien que vive entre algodones rosas y margaritas blancas. No era un soñador alejado de su mundo. Ni siquiera era tan ingenuo como para pensar que, haciendo el bien, nadría habría que se metería con él.

Jesús sabe, y así nos lo dice, que la Buena Noticia genera problemas. Jesús sabe que los «lobos» nos esperan ahí afuera y que el Reino se contruye con bondad y justicia, no con «buenismo» e ingenuidad.

Es duro encontrarse con este Evangelio. Duro porque tomo conciencia de que es verdad: uno se juega la vida en ésto. Y no es nada fácil. Al contrario. Por eso me sorprende cuando denunciamos a los «lobos» que hay ahí afuera. Los hubo, los hay y los habrá. Y tenemos quecontar con ello. No hay otra.

Un abrazo fraterno

El envío de Jesús (Mateo 10, 7-15)

No llevéis en la faja oro, plata ni calderilla;
ni tampoco alforja para el camino, ni túnica de repuesto,
ni sandalias, ni bastón;
bien merece el obrero su sustento.
Cuando entréis en un pueblo o aldea,
averiguad quién hay allí de confianza
y quedaos en su casa hasta que os vayáis.
Al entrar en una casa, saludad;
si la casa se lo merece, la paz que le deseáis vendrá a ella.
Si no se lo merece, la paz volverá a vosotros.

El borde del manto (Mateo 9, 18-26)

El Evangelio de hoy mezcla dos historias muy impactantes. Me quedo dándole vueltas al párrafo de la hemorroísa que, al tocar el manto de Jesús, llama la atención del Maestro y queda curada.

¿Por qué tocarle el manto? ¿Es que no hubiera llegado con desear la curación? ¿Es que no hubiera llegado con la mirada del Maestro, con una palabra, con un gesto? ¿Por qué esta mujer se empeña en tocarle el manto?

Además de todo el significado que tiene el «manto» en el mundo judío, hoy en la oración, Dios me cuenta lo importante que es estar en contacto con Jesús. Tocarle, comerle… A veces no llega sólo con mirarle, con hablarle, con verle… Hay que ir hasta el final con Él

Y entonces el milagro se produce…

Un abrazo fraterno

Miedo a Jesús (Mateo 8, 28-34)

Cualquier pasaje de endemoniados está lleno de misterio. Lo que queda claro en éste desde el principio es que el mal aisla a la persona: «nadie se atrevía a transistar por aquel camino». Allí por donde pasa el mal, nadie se atreve a transitar. El efecto del mal da miedo y genera miedo a su alrededor y ésto hace que la persona afectada esté cada vez más sola.

Jesús no le tiene miedo al mal y éste se ve interpelado por la figura del Maestro. El mal no puede quedar indiferente ante Jesús. Se revuelve. Y se va. La figura del Maestro es demasiado potente.

Visto desde fuera, esta batalla entre Jesús y el mal da miedo. El misterio. El poder del Padre. La gente le pide a Jesús que se vaya. No quiere problemas. No son conscientes que, con Jesús, nada tienen que temer. Se habían acostumbrado a la presencia del mal y el poder de Dios los ha removido…

Un abrazo fraterno

Ir primero a… (Mateo 8, 18-22)

Cuántas veces me pasa eso… Postponer aquello que debiera ser lo primero: studiar, leer un buen libro, jugar con los niños, rezar… Siempre pienso que luego llegaré y me quedo con el detalle, con lo que no me hace crecer, con lo que me aporta satisfacción inmediata…

Jesús me conoce y sabe que es una trampa, un motivo de enredo que dificulta el seguimiento. Por eso es tan duro con el discípulo. Sabe que si va a enterrar a su padre, posiblemente no volverá

Un abrazo fraterno

Él tomó nuestras dolencias (Mateo 8, 5-17)

Leer la primera lectura de hoy, del libro de las Lamentaciones, y el salmo… es duro, muy duro. Es el relato desde la más absoluta desesperación, desde el dolor profundo de la destrucción personal, de la destrucción de aquello que te rodea, de aquellos que te quieren… Es un relato dolorosísimo y dramático.

Y luego llega el Evangelio. Llega Jesús, el Amor de Dios hecho carne, hecho hombre para amarnos hasta el infinito. Y aparece un centurión, un soldado de la odiada y prostituida Roma. Un hombre sensible a la acción y las palabras del Maestro. Un hombre que es capaz de reconocer en Él a aquel capaz de curar su herida, su dolor, su desgracia. Los ojos del centurión son capaces de reconocer en Jesús aquello que muchos judíos no había ni reconocido de lejos; cegados por sus leyes, su tradición, su cultura, sus prejuicios, sus miedos… El centurión es capaz de saberse necesitado y vacío de solución y ello le impulsa a poner toda su confianza en Jesús. Nada puede él con toda su autoridad, todos sus galones, todo su reconocimiento…

Jesús es capaz de actuar y curar en esta situación. Cuando uno no tiene más. Cuando uno se ha vaciado y nada ha cambiado. Él ha venido a tomar nuestras dolencias y cargar con nuestras enfermedades. ¿Hay algo mejor? Sólo necesita que le dejemos… Y yo le dejo. Me cuesta muchas veces pero cada vez vivo más desprendido de esa herida, ese dolor, esa inacapacidad muchas veces de ser lo que quiero ser sin conseguirlo… y le pido que lo haga Él, que me haga Él… que donde yo no llego, llegue Él. Amén.

Un abrazo fraterno