Evangelio para jóvenes – Domingo 22º del Tiempo Ordinario Ciclo C

Hay personas humildes y otras que necesitamos ser humillados para aprender a serlo. Yo siempre he pensado que soy de los segundos. Demasiado protagonismo, demasiado liderazgo, demasiada voz, demasiada opinión, demasiadas cosas demasiadas veces… Me cuesta estar en segundo plano, callado, a un lado… No es muy bueno esto que digo sobre mí pero… es lo que hay. Y no he encontrado otra manera de aprender a abajarme que siendo abajado. Pero leamos el evangelio de hoy [Lc 14,1.7-14]:

En sábado, Jesús entró en casa de uno de los principales fariseos para comer y ellos lo estaban espiando.
Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les decía una parábola:
«Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y venga el que os convidó a ti y al otro, y te diga:
“Cédele el puesto a este”.
Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto.
Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga:
“Amigo, sube más arriba”.
Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales.
Porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido».
Y dijo al que lo había invitado:
«Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagarán en la resurrección de los justos».

Desde que conocí las «Letanías de la Humildad«, escritas por el cardenal Merry del Val, las utilizo muchas veces en mi oración. Me sobrecogen, me interpelan, me tocan el corazón por su dureza y su claridad. Con ellas, le he pedido a Dios muchas veces que me enseñe a ser humilde, que me ayude a saberme más pequeño. Leyendo la Palabra de hoy, me resuenan tres cositas que te comento:

  • «La falsa humildad» – Me parece muy bonito en el Evangelio cuando Jesús comenta que llegará el momento en que alguien te «lleve más arriba», te impulse hacia adelante. La humildad, que es una virtud, puede ser el disfraz perfecto para una de las tentaciones preferidas con las que el Mal suele tenderte trampas: esa convicción tuya de que eres poca cosa, de que no sirves, de que no te mereces nada, de que tu lugar siempre es el último… ¡Cuidado con eso! No vaya a ser que juegues a ser humilde y estés dejando de escuchar a Aquel que te ha llenado de dones y te anima a ponerlos en práctica.
  • «La vida a veces en activa… a veces en pasiva…» – En este mundo que nos toca vivir a ti y a mí, estamos convencidos de que somos los protagonistas absolutos de nuestras vidas, de nuestras propias historias. Tendemos a pensar que hacemos lo que queremos hacer, que somos lo que queremos ser, que vamos adonde queremos ir… y que todo lo que no sea así, es malo, dañino, nos somete y nos quita libertad. Somos un «selfie» con patas. Pero ese juego de voz activa y pasiva de Jesús es, hoy, muy rompedor y contracultural: porque a veces decidirás tú ir pero otras veces serás llevado, porque a veces decidirás tú humillarte pero otras veces serás humillado, porque unas veces tú decidirás amar pero… también tendrás que aceptar que eres amado. Piénsalo.
  • «Las invitaciones» – ¿Recuerdas cuando en el cole no dejaban repartir las invitaciones de cumpleaños en clase para que nadie se sintiera mal al no estar invitado? Jesús hoy te propone algo completamente diferente: invitar a aquellos a los que nadie invita. ¿Cómo traducir esto? Pues que lo mejor que tienes, tus dones, tu tiempo, tus capacidades, lo que te ha sido dado… lo pongas al servicio de aquellos que no tendrán la oportunidad de devolvértelo. ¿Por qué? Será una buena pista para saber si tus acciones, tus intenciones… son puras o interesadas. No es fácil eh. ¡Qué fácil es engañarse! Es un discernimiento de todos los días, de cada hora. Anímate. Sí. Anímate. Ahí afuera hay personas que nunca son invitadas a ninguna «fiesta», a las cosas buenas de la vida, a los momentos intensos que lo cambian todo, a los minutos dedicados en exclusiva, a las sonrisas sinceras, a un abrazo agradecido, a una mano para caminar juntos…

El próximo domingo ya será el primero de septiembre. Yo estaré en Madrid, intentando compartir con un puñado de hermanos en la fe, a qué puedo «invitar» y a «quiénes» en este curso que comienza. Y también a estar atento porque, de la misma manera que yo invito, seguramente también seré invitado…

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 21º del Tiempo Ordinario Ciclo C

En el Museo del Prado hay una obra que he descubierto hace poco gracias a mi amiga Marian. Se trata de una pintura de Joachim Patinir, uno de los paisajistas más reputados del siglo XVI. La obra es «El paso de la laguna Estigia» y en ella, bordeando una laguna de un azul bellísimo, descubrimos dos orillas, posibles destinos del mítico barquero Caronte. La apariencia de cada una, a los ojos del alma que va en la barca, ilustra de manera precisa el evangelio de hoy [Lc 13,22-30]:

En Jesús pasaba por ciudades y aldeas enseñando y se encaminaba hacia Jerusalén.
Uno le preguntó:
«Señor, ¿son pocos los que se salvan?».
Él les dijo:
«Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta diciendo:
Señor, ábrenos;
pero él os dirá:
“No sé quiénes sois”.
Entonces comenzaréis a decir:
“Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas”.
Pero él os dirá:
“No sé de dónde sois. Alejaos de mí todos los que obráis la iniquidad”.
Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, a Isaac y a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, pero vosotros os veáis arrojados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.
Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos».

El paraíso, la vida eterna, se esconde tras una entrada sinuosa, pedregosa y difícil. La condenación eterna, el infierno, se parapeta tras un atractivo acceso, hacia donde parece dirigirse Caronte con el alma que ya ha optado, que ya ha tomado partido, que ya ha decidido vivir de una determinada manera. Y te pregunto: ¿ese desenlace final no tiene relación también con la propia felicidad aquí, en esta vida? ¿Puede que la puerta a tu felicidad verdadera, a tu plenitud como persona, al éxito vital al que aspiras, sea un camino difícil que requiera esfuerzo y determinación, paciencia, resiliencia, fortaleza, confianza… y fe? Te dejo tres pistas:

  • «¿Pocos se salvan?» – No sabemos cuántos nos vamos a encontrar al lado de Dios cuando llegue el momento final pero debemos esperar que seamos todos. Nuestra esperanza y nuestra confianza en la misericordia de Dios nos hace esperar que toda alma se rinda finalmente al Amor, al encontrarse cara a cara con Él; por mucho que se haya equivocado en su vida. Pero no está garantizado. Dios invita a todos. Dios nos espera a todos. Dios te invita y te espera a ti. Pero… igual que el alma que va en la barca de Caronte, puedes optar por vivir de espaldas a Dios para siempre… Es tu decisión.
  • «La puerta estrecha» – Una puerta implica el paso de un lugar a otro y atravesarla implica una decisión. Vivir con Dios, seguir a Jesucristo, desear salvarse, implica una decisión. ¿Una? Realmente muchas pequeñas decisiones que, día a día, nos van poniendo del lado del amor o del lado del egoísmo, del lado de la entrega a los demás o del lado de la centralidad de uno mismo. Lo que parece claro es que Jesús nos pide que abramos la mirada y el corazón y que seamos capaces de vencer la eterna tentación de lo que, a priori, se nos presenta como más apetecible. Porque el pecado es apetecible, atrayente, atractivo, seductor, placentero… Cuando permanentemente dejas que el verbo APETECER gobierne tu vida, estás optando por la ancha puerta de lo fácil, de lo obvio, de lo que reporta gustito momentáneo, de lo que te hace sentir DIOS por unos instantes. Pero cuando optas por el verbo AMAR, por el verbo QUERER, por el verbo OFRECER, estás optando por la puerta estrecha, por aquella que te obliga a dejar fuera mucho «equipaje» que no necesitas, la puerta que te purifica, la que puede no ser tan apetecible en un primer momento pero que te abre a la felicidad verdadera.
  • «Los últimos» – Jesucristo te ofrece la puerta de los últimos, la puerta del «servicio», la puerta de aquellos que se esfuerzan por agradar a Dios a través de sus prójimos. Verás y escucharás muchas veces, a lo largo de tu vida, que hay personas que se escandalizarán por tu opción. «¡¿Dónde vas?! ¡Estás loco!» te dirán. Pocos entenderán tu esfuerzo en los estudios, la compañía que ofreces en casa, el voluntariado que te impide hacer otros planes los viernes, la convivencia o el retiro que te quita de las copas del sábado noche, el campo de trabajo que se lleve un buen trozo de las vacaciones del verano, el querer vivir el amor y el sexo con tu pareja poniéndola a ella en el centro y cuidando con responsabilidad vuestra intimidad mutua, el optar por un trabajo menos vistoso y remunerado pero que te permite construir la sociedad en la que crees…

La puerta estrecha es la puerta de los últimos del mundo, de aquellos que optan por salirse de los parámetros de éxito actuales, de aquellos que viven unos valores que están en cuestión por las grandes élites de hoy, de aquellos que quieren ser libres y que quieren seguir al Señor. Pero la promesa es clara: LOS ÚLTIMOS SERÁN LOS PRIMEROS. Yo creo que vale la pena, ¿no? Todo esto pasará y llegará el momento en que te darás cuenta que tu tesoro es otro, el que realmente vale. Apuesta por ello.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 20º del Tiempo Ordinario Ciclo C

Desde que nos hemos comprado la casita en Salamanca a la que vamos los fines de semana, una de las actividades que nos provoca más placer, en invierno se entiende, es encender la chimenea. Es todo un ritual que hemos ido aprendiendo y que, ahora, ya dominamos sin esfuerzo. La chimenea cumple la función de dar calor, luz, y de generar un ambiente que invite a acercarse a ella y a compartir vida sin muchas pretensiones más. ¿Hay algo más necesario y recomendable que una buena fogata en una noche de frío invierno? . Leamos el evangelio de hoy [Lc 12,49-53]:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla!
¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división. Desde ahora estarán divididos cinco en una casa: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra la suegra».

Cuesta recibir este evangelio en estas fechas. Estamos tan hasta las narices del calor, de las altas temperaturas, de los incendios forestales y de la sequía, que nos produce cierto rechazo eso de que Jesús quiera «prender fuego a la tierra». Pero si hacemos un esfuerzo, podemos entender que un corazón que vive, que late y que siente, es un corazón «caliente», «encendido», y que un corazón frío es, sencillamente, un corazón muerto. Te doy tres pistas para hoy:

  • «Fuego» – El fuego es un elemento regenerador en la naturaleza. Lo estudiamos, también, como uno de los grandes avances de la Prehistoria: aprender a prender fuego permitió a la humanidad avanzar en su desarrollo. El fuego calienta, el fuego ilumina, el fuego convierte el combustible es generador de vida y energía. Ojalá nuestro corazón, nuestra vida, sea un buen combustible. Yo quiero ayudar a Jesús a hacer de mi vida una gran antorcha. ¿Crees que tu corazón prende rápidamente con el mensaje de Jesús? ¿Te cuesta encenderlo? ¿Se habrá humedecido con tristezas, desesperanzas, deseos banales…? ¿Lo tendrás demasiado protegido con una vida llena de comodidades y apetencias?
  • «Paz» – ¿Qué entenderá Jesús por PAZ para decir que él no ha venido a traer paz a la tierra sino división? Suena raro. Pero tal vez es más real que lo que te crees. Hay que gente que afirma que Jesús, la religión, le da paz y eleva la paz como el bien supremo. «Lo importante es estar en paz, vivir con paz…» dicen muchos… ¿Y si no fuera así? ¿Y si seguir Jesús no es tan «idílico»? ¿Y si su mensaje y sus propuestas chocan de frente con algunas cosas que quieres o deseas? ¿Y si su manera de entender la vida choca con la tuya? ¿Y si te pide cosas a las que no estás dispuesto, dispuesta, a renunciar? ¿Y si seguirle y ser fiel a su mensaje te trae problemas, de separa de personas queridas, te genera tensiones, distancia e incomprensiones?
  • «División y familia» – Jesús elige un ejemplo de división bastante duro: la división en tu propia familia. Toca otro de nuestros «bienes supremos»: la familia. «La familia es intocable, la familia es lo más importante, la familia…» dicen otros tantos. ¿Y si no fuera así? Todos los discípulos que siguieron a Jesús aquellos tres años tuvieron que dejar sus casas y separarse de familias, trabajos y amigos. ¿Y si Jesús lo que te está diciendo es: YO SOY EL BIEN SUPREMO? ¿Y si Jesús quiere ser sencillamente EL NÚMERO UNO en ese corazón que tienes tan dividido y repartido?

Evangelio tenso el de hoy, inquietante, carente de dulzura y cargado de exigencia. Nos deja revueltos, a mí al menos. Nos dejan pensando y sintiendo. Nos genera emociones diversas y contrapuestas. Bienvenida sea esa intranquilidad. Ojalá más veces nos pasara eso de acudir a la Palabra y salir removidos. Jesús calma a veces y remueve otras. Siempre toca el corazón… ¿Siempre? Ojalá. Ponte delante de él y cuéntale cómo recibes esta palabra. Confianza absoluta. Nada hay que disimular.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 19º del Tiempo Ordinario Ciclo C

Desde pequeño he pasado muchos tiempos hablando con mi madre. Mi padre siempre ha sido más reservado y, además, en temas de fe y moral nunca ha metido mucha baza. Recuerdo con nitidez varias «enseñanzas» de mi madre a lo largo de mi vida que se han ido quedando y que, madurándolas, ha ido descubriendo como de gran valor. Una de ellas nos la trae el evangelio de hoy: «Santi, no a todos se nos pedirá lo mismo», decía mi madre. A quién más se ha formado, a quién está más cerca del Señor, a quién ha tenido más posibilidades… se le pedirá más. Y aunque a veces algunos entienden que la justicia es tratar a todos por igual, mi madre siempre se ha alineado con esta visión de la justicia, más evangélica, más humana. Leamos el evangelio de hoy [Lc 12,32-48]:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino.
Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos bolsas que no se estropeen, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.
Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo.
Y, si llega a la segunda vigilia o a la tercera y los encuentra así, bienaventurados ellos.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, velaría y no le dejaría abrir un boquete en casa.
Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».
Pedro le dijo:
«Señor, ¿dices esta parábola por nosotros o por todos?».
Y el Señor dijo:
«¿Quién es el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para que reparta la ración de alimento a sus horas?
Bienaventurado aquel criado a quien su señor, al llegar, lo encuentre portándose así. En verdad os digo que lo pondrá al frente de todos sus bienes.
Pero si aquel criado dijere para sus adentros: “Mi señor tarda en llegar”, y empieza a pegarles a los criados y criadas, a comer y beber y emborracharse, vendrá el señor de ese criado el día que no espera y a la hora que no sabe y lo castigará con rigor, y le hará compartir la suerte de los que no son fieles.
El criado que, conociendo la voluntad de su señor, no se prepara ni obra de acuerdo con su voluntad, recibirá muchos azotes; pero el que, sin conocerla, ha hecho algo digno de azotes, recibirá menos.
Al que mucho se le dio, mucho se le reclamará; al que mucho se le confió, más aún se le pedirá».

Estar en alerta… estar listos… estar preparados… ¡Qué tono más apocalíptico! Pareciera que esto habla del fin del mundo, del juicio final, de que una guillotina está sobre nuestra cabeza y que nos la cortará de cuajo como nos pille a pie cambiado. Bueno, es una manera de verlo un tanto «dramática». Yo te propongo una lectura más cotidiana: Dios llega a tu vida cada día y si no estás «al loro», te lo pierdes. Dios te pregunta cada día qué estás haciendo con lo que él te ha dado y si no estás haciendo nada, te lo pierdes. Tres pistas te dejo para hoy:

  • «El tesoro» – Es la clave de todo este evangelio, del evangelio: el Reino que Jesucristo viene a ofrecerte es un tesoro. Encaminar tu vida tras sus pasos es un tesoro. Poner tu vida al servicio, como Él hizo, es un tesoro. Responder a tu vocación es un tesoro. Amar como Él te ama a ti, es un tesoro. Los mandamientos, la doctrina, «las normas»… no son más que guías para que no dejes escapar el gran tesoro. No se trata de vivir así o asá porque lo dicen los libros, porque lo manda la Iglesia, porque me mandan mis padres… Se trata de descubrir que puedes vivir la vida como un tesoro o como un castigo. Dios vale la pena.
  • «El castigo» – Dios no es un castigador. Dios es amor y sólo sabe amar. Pero Dios permite que tu vida pueda ser un castigo, porque la vida puede ser un auténtico castigo, un infierno… si así lo decides. A veces ponemos demasiado el foco en un castigo, en un infierno, eterno, que vendrá al fin de los tiempos… sin darnos cuenta de que vivir sin amor es vivir de espaldas al tesoro de Dios, al regalo de Dios. ¿Hay mayor castigo que ese? Seguro que ya has experimentado algunas dosis de esta «vida en llamas»: el rechazo, el dolor, la culpa, las heridas… Por eso hoy Jesús te recuerda que, como administrador de tu vida, tienes que decidir qué tipo de vida quieres tener.
  • «Lámparas encendidas» – Buscar el tesoro de Dios en tu vida requiere estar atento, encender «tus luces», adaptar la mirada, tener el oído atento. Porque Dios te habla, Dios te escucha, Dios te busca, Dios se acerca, Dios te llama. Muchas veces te equivocarás. Muchas veces elegirás mal. Muchas veces tendrás que volver al camino. Muchas veces tendrás que pedir perdón. Pero todo eso es estar preparado. Porque estar preparado con Jesús es estar embarrado en el amor, en la búsqueda, en la misión, en la vida. Así que no tengas miedo y vive, vive con pasión, acepta tus flaquezas, ¡busca!, habla con Él, confía en Él y sigue caminando. Siempre «ON FIRE».

Que el calor de agosto no nos haga olvidarnos de aquel que realmente es fuego en nuestra vida, aquel que viene a encender nuestro corazón para que arda y dé luz y calor al que lo necesite.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 18º del Tiempo Ordinario Ciclo C

Al menos una vez al año, algún diario (y la famosa revista Forbes) publica la lista de las personas más ricas del planeta o de las más influyentes en tal o cual ámbito. La leemos, nos sorprendemos, nos escandalizamos o caemos en la tentación de mirarla con cierta envidia. «¡Ay si yo tuviera…!» nos decimos y, por momentos, soñamos con un futuro donde el dinero nos salga por las orejas. Está también el mito de casarse con alguien rico y, así, solucionar de un plumazo nuestra vida aunque fuera a costa del amor. El dinero… ¡qué poderoso es! Y aún así, no es garantía de felicidad. Mira lo que trae el evangelio de hoy [Lc 12,13-21]:

En aquel tiempo, dijo uno de entre la gente a Jesús:
«Maestro, dije a mi hermano que reparta conmigo la herencia».
Él le dijo:
«Hombre, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre vosotros?».
Y les dijo:
«Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes».
Y les propuso una parábola:
«Las tierras de un hombre rico produjeron una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos, diciéndose:
“¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha”. Y se dijo:
“Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el trigo y mis bienes. Y entonces me diré a mí mismo: alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe, banquetea alegremente”.
Pero Dios le dijo:
“Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de quién será lo que has preparado?”.
Así es el que atesora para SÍ y no es rico ante Dios».

Un tema de herencias, eso es lo que le plantean a Jesús hoy. ¡A cuántas familias han dividido los asuntos de herencias! ¡Cómo nos dejamos llevar cuando se trata de asuntos económicos! ¡¿Qué tendrá el dinero que somos capaces de romper con nuestro hermano, con nuestra hermana, por una supuesta justicia dineraria?! Jesús, como siempre, coge un asunto humano y lo lleva más allá. No entra al problema concreto de la persona que le pregunta sino que aprovecha para meterse dentro y tocar el corazón. Tres pistas:

  • «La cosecha» – ¿Qué produce tu «tierra»? Tu «tierra» es lo mejor que tienes, tus dones, tus capacidades, tus virtudes… tu corazón. ¿Cuál es tu «cosecha»? ¿Has pensado alguna vez qué es aquello que dejas a tu paso? ¿A qué huele tu vida? ¿Qué se llevan los que se cruzan contigo, los que te conocen, tu familia, tus amigos? ¿Produces algo o, tal vez, tienes la «tierra» abandonada al sol, sin sembrar, sin trabajar? También puedes entender la siembra como lo que te esfuerzas, lo que trabajas, lo que estudias… aquello que un día te llevará a tener resultados: un trabajo, una oportunidad, un dinero, un modo de ganarte la vida… ¿Estás sembrando? ¡Estás llamado a ello! ¡Estás llamada a ello!
  • «Los tesoros» – Si tuvieras que hacer una lista de lo más valioso que tienes en la vida… ¿qué saldría? Estoy seguro de que saldrían personas, nombres, experiencias, momentos vividos, lugares… Seguramente saldrán pocas cosas materiales. Y esos son los tesoros que vienen de fuera. ¿Y los de dentro? ¿Qué es lo más valioso que tienes? ¿Sabes mirar? ¿Eres sensible? ¿Estás pendiente de los demás? ¿Sabes escuchar? ¿Eres bueno? ¿Eres comprometida? Tesoro es todo aquello que tiene valor, que vale la pena «atesorar»: cuánto más mejor, siempre a buen recaudo…
  • «Los graneros» – Seguro que recuerdas alguna escena de película donde un pirata, un aventurero, un buscador de tesoros… encontraban la fortuna codiciada y se bañaban entre monedas de oro, riendo felices por un hallazgo que les convertía en poderosos. Y es que hay personas que encuentran el tesoro, lo guardan, lo protegen… y nada más. Y cuánto más tesoros tienen, más quieren; cuánto más ricos son, más ricos quieren ser. Guardar los tesoros en los «graneros» de la vida no es lo que nos propone Jesús. Jesús nos recuerda que la vida es efímera y que todos, algún día, moriremos y que lo que hayamos guardado en vida… habrá sido inútil. La propuesta es «atesorar» para «regalar», «atesorar» para «gastar». ¿Para quién? ¿Cuándo gastar tus tesoros? ¿Cómo hacerlo? Esas son preguntas que tú tienes que responder. Ponlo en oración y déjate interpelar. Dios te traerá personas, momentos, lugares… que van a necesitar lo mejor que tienes. Ojalá estés listo, lista, para darlo todo.

Paradójicamente, todo lo que estés dispuesto a entregar en esta vida te hará rico en felicidad, en dicha, en sentido y eso es lo más parecido al cielo que te puedas imaginar. La eternidad nos espera a la vuelta de la esquina pero puedes ya tocar un poquito con tus dedos. Todo depende de cómo estés dispuesto a vivir. ¿Qué? ¿Cómo lo ves? Mírate. Tu vida está llena de valor. ¿Qué vas a hacer con ello?

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 13º del Tiempo Ordinario Ciclo C

Están siendo días de mucho trabajo. Estoy cansado y todavía falta mucho por hacer hasta las auténticas vacaciones. Son días, además, de gran tentación. ¿Por qué? Porque me surge el juicio fácil ante una situación de escasez de catequistas-monitores en el campamento de chicos de 1º de Bachillerato que me toca coordinar en unos días. He llamado a mucha gente y en todos los casos he recibido un NO por respuesta. Cada uno tiene sus razones y algunas son muy sensatas pero… yo me siento solo e , incluso, un poco tonto al responder de una manera diferente a la del resto. Y juzgo su compromiso, su entrega, su lealtad… su manera de desentenderse a la hora de atender una necesidad. Y en ese juicio desaparece todo rastro de Dios en mí. Este es el evangelio de hoy [Lc 9,51-62]:

Cuando se completaron los días en que iba a ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros delante de él.
Puestos en camino, entraron en una aldea de samaritanos para hacer los preparativos. Pero no lo recibieron, porque su aspecto era el de uno que caminaba hacia Jerusalén.
Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le dijeron:
«Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que acabe con ellos?».
Él se volvió y los regañó. Y se encaminaron hacia otra aldea. Mientras iban de camino, le dijo uno:
«Te seguiré adondequiera que vayas».
Jesús le respondió:
«Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza».
A otro le dijo:
«Sígueme».
El respondió:
«Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre».
Le contestó:
«Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios».
Otro le dijo:
«Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de los de mi casa».
Jesús le contestó:
«Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios».

Seguir a Jesús exige gran disponibilidad y un nivel de libertad muy alto. Todo aquello que te tenga enganchado, por muy bueno que sea, te dificulta ante la tarea de seguir al Maestro. Yo lo veo en mí mismo y también en los hermanos que me rodean. Porque es muy difícil renunciar a aquello que gusta, que hace sentir bien, que uno necesita. Llegan las excusas razonables, las justificaciones, las explicaciones bien argumentadas… Llega todo eso y la realidad es que es a Jesús a quién le toca esperar sentado. Te dejo tres pistas para hoy:

  • «Dios, lo primero» – Es difícil afirmar esto cuando eres joven. ¿Es Dios lo primero en mi vida? Sin duda que si pensamos en abstracto, conceptualmente, seguramente digamos que no. Pero puedo traducirlo: ¿Cómo vivo mis amistades? ¿Cómo vivo mis relaciones de pareja? ¿Cómo me acerco al dolor y las necesidades de aquellos que se me cruzan en el camino? ¿Soy de los que miran a otro lado o de los que se ofrecen a echar una mano, aún sin saber bien qué pueden aportar? ¿Soy de los que sólo piensan en ellos o de aquellos que intentan salir de sí mismos y atender y cuidar a conocidos y desconocidos que comparten mi vida? ¿Es Dios-prójimo lo primero?
  • «Seguimientos vacíos» – Ese «te seguiré adondequiera que vayas» del evangelio suena fenomenal. Jesús sabe que detrás de las palabras, importan los hechos. Es bonito decir que somos cristianos. Es bonito decir que seguimos a Jesús. Es bonito decir que tenemos valores, que cuidamos a nuestros amigos, que queremos un mundo mejor y más justo… Pero ¿se corresponde mi vida con mis palabras? Desde que comienzo el día hasta que se acaba, ¿soy honesto con lo que predico? Los caminos de Jesús le llevaron a Jerusalén, a la persecución, al compromiso, a la cruz… ¿Ahí también Señor tenemos que seguirte? ¿Estás en disposición de afirmar eso? Tal vez sea mejor expresar dudas, hablar de tu pequeñez, de tus inseguridades y en tu oración decirle claramente al Señor que… ¡buf! ¡A veces se te hace difícil! Tal vez eso sea más honesto…
  • «¿Y los enganches afectivos?» – ¿Cómo es eso de que Jesús no permite enterrar a un padre o despedirse de una familia? ¡Debe de ser una manera de hablar, una metáfora! ¿Y si no es así? ¿Y si Jesús dice exactamente lo que quiere decir? ¿Y si realmente Jesús nos pide estar por delante de amores humanos buenos y razonables? ¿Debo querer más a Dios que a mis padres? ¿Debo querer más a Dios que a mis hijos? ¿Debo querer más a Dios que a mis amigos, que a mi pareja, que a mis proyectos, que a mi bienestar? ¿Tú qué crees?

La Palabra de hoy es provocadora, nos remueve, nos inquieta y nos incomoda. ¡Maravilloso! En el momento en que eso no suceda, estaremos sencillamente no escuchando nada, estaremos sordos, insensibles y fríos a la acción de Dios en nuestra vida. Déjate hoy inquietar. Rézalo. Dale una vuelta. Y poco a poco, sigue caminando.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo de la Solemnidad de la Santísima Trinidad

.Este pasado viernes, mi hijo mayor se graduó en Bachillerato. Fue un acto emotivo donde celebrar el camino recorrido y lo que está por venir. Se acaba una etapa y comienza otra preciosa. Y ahí estuvimos la familia entera apoyándole, celebrando a su lado y sintiéndonos orgullosos de él. La familia es el lugar privilegiado para aprender que lo de uno nos afecta a todos y que la vida es más bonita si es compartida. La familia es un circuito abierto donde el amor viaja de manera circular entre todos sus miembros y donde lo que uno necesita hoy, puede darlo a otro mañana. Dios también es familia. Leamos el evangelio de hoy [Jn 16,12-15]:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir.
Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando.
Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará.

Hoy celebramos la Santísima Trinidad. Eso que nos enseñaron de pequeños de que Dios es uno y tres a la vez no deja de ser un misterio. Pero no nos han enseñado a creer en la Trinidad. Creemos muchos en Jesucristo, en la Virgen, tenemos piedad por los santos o vete tú a saber… pero a la Trinidad la tenemos abandonada. ¡Y es un misterio precioso y un tesoro de nuestra fe, de tu fe! ¡Crees en un Dios-familia, en un Dios-comunidad, en un Dios-amor, en un Dios-comunicación!

  • «Mucha verdad por descubrir» – Jesús es un buen maestro y sabe de que nos cuesta entender algunas cosas. Va poco a poco. Y con cada uno, al ritmo que necesita. Jesús, como buen pedagogo y educador, ofrece atención personalizada. Contigo va a tu ritmo, así que no te apures si hoy todavía no entiendes muchas cosas. Las irás descubriendo. Es importante que te des cuenta de esto: la fe, el descubrimiento de la verdad, es también algo progresivo. Así que modera tu impaciencia, esa que tantas veces te traiciona y te hace sufrir queriendo saberlo todo ya. Pausa. Dios sabe más que tú. Déjale hacer a su manera.
  • «Padre, Hijo y Espíritu» – Lee bien el fragmento del evangelio de hoy. Es muy bonito descubrir la comunicación íntima de las tres personas. Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu están comunicados, son familia, comunidad y entre ellos circula la verdad, el amor, la paz. Entre las tres personas nos conducen, nos cuidan, nos guían. Hoy vives en el tiempo del Espíritu. Habla con él, con el Espíritu. Es tal vez lo que muchos de tus amigos pueden entender mejor de nuestro Dios. Cuando muchos hablan de una fuerza, de una energía, de un «algo» en lo que creen… tú puedes hablarles de ese Espíritu que te sostiene a ti, que procede del Padre y del Hijo y que actúa de ancho de banda entre los ellos y entre nosotros.
  • «Si Dios es comunidad…» – ¿Qué haces tú entonces intentando creer solo? ¿Qué haces tú intentando ser cristiano, cristiana, sin una comunidad de fe, sin una comunidad en la que celebrar, sin personas junto a las que crecer, a las que escuchar, a las que mirar, a las que ofrecerte… Si Dios es participación en sí mismo, ¿qué hacen estos cristianos intentando ser islotes en el océano? Piénsalo.

Hace mucho calor. La temperatura sube por momentos. Ojalá tu fe y la mía suban también sus grados, ojalá no nos conformemos con un clima suave y templado. Ojalá participemos del amor trinitario hasta que nuestro corazón arda y dé luz a los que lo necesitan.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo de Pentecostés

El martes pasado recibí un whatsapp inesperado. Era de una de mis grandes amigas, a la que hace tiempo que ni veía ni escuchaba. La distancia que nos separa nos impide estar más cerca y, ciertamente, podríamos estar más en contacto pero… el caso es que no es así. Y pese a todo nos seguimos queriendo mucho. Me llamaba para ponerme al día. Le habían diagnosticado un cáncer de mama y la operan este próximo viernes. Otro cáncer más golpeando en una persona querida. Fue una conversación preciosa. Al colgar, sentí cómo su valentía me llenaba de esperanza. Una valentía difícil de explicar. El evangelio de hoy tiene algo que ver… [Jn 20,19-23]:

AL anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

¡Cuántas cosas tiene este relato y qué parecido más grande con cualquiera de las vidas de los que lo leemos! Vidas llenas de miedos, vidas escondidas, que escapan al dolor… vidas necesitadas de un Jesús que venga y traiga la paz necesaria para afrontar lo que venga. Te dejo tres pistas:

  • «El miedo te consume» – Las puertas estaban cerradas por miedo a… ¡Cuántas puertas cierras tú también por miedo a…! Miedo al rechazo. Miedo al fracaso. Miedo al ridículo. Miedo a defraudar. Miedo a perderte. Miedo a que te hagan daño. Miedo a morir. Incluso, a veces, miedo al amor. Cuando uno se acostumbra a las puertas cerradas, no tiene la sensación de vivir encerrado. Se hace a su vida de interior, la llena de costumbres y seguridades y cada día que pasa, es un día de vida perdido. Pero mejor eso que salir ahí afuera, ¿verdad? Piénsalo. ¿Qué miedo tienes y que estás sacrificando por ellos? El miedo lo siembra el diablo porque quiere que no respondas, que mires a otro lado, que no te permitas ser feliz. Y te lo vende bien, lleno de seguridad.
  • «La paz es condición, no consecuencia» – Muchas veces seguro que has escuchado a personas que expresan que quieren vivir una vida en paz. También, religiosamente hablando, parece que uno alcanza la paz cuando es capaz de encontrarse con Jesús Resucitado y éste es el cúlmen de la vida. Pero ¡qué equivocados estamos! El evangelio nos lo deja muy claro: uno no sale ahí afuera para encontrar la paz. La paz no es una consecuencia, sino una condición sin la cual es difícil salir ahí afuera. Para responder a tu vocación, para encontrar tu lugar en el mundo, para ser cristiano y testigo y llevar una vida tras Jesús… ¡hay que llenarse de paz ANTES! Por eso Jesús les ofrece la paz estando todavía encerrados. La necesitan para salir. ¿Y cómo les ofrece la paz? A través de sus heridas. Jesús no ofrece una paz romántica, hippie, adormecida e infantil. Jesús ofrece la paz del Resucitado, aquella que se consigue al descubrir que Dios siempre vence y que pese a la dureza del camino, al dolor, a la dificultad, a la muerte… el amor y la luz prevalecen. Cuando uno es capaz de vivir en paz esto… pierde el miedo. Porque ya no hay nada que temer. Ya es posible vivir ligero, libre. Ya se puede salir.
  • «Un Espíritu para el envío» – El Espíritu llega para dotarte de fuerza, de sabiduría, de fe, de valentía, de bondad, de tenacidad, de luz… porque lo vas a necesitar. Te espera una misión. Sí, a ti también. Puedes pensar hoy en ello: ¿qué me estará pidiendo Dios a mí? No tengas miedo a responder. Llénate del Espíritu que se te ofrece y sal al mundo. Es un Espíritu que se nutre de la comunidad, de los sacramentos, de la fe y que, además, anima todo ello. Es el CEO de la economía circular.

Termina el tiempo de Pascua y llega la normalidad, la rutina del tiempo ordinario, del maravilloso tiempo ordinario. Lejos de las fiestas, de los momentos clave, de los lugares especiales y las palabras importantes… nos jugamos la vida en el día a día cotidiano. No te olvides de ello. Mañana empieza la batalla. Mañana empieza el paraíso. Mañana ya debes dar respuesta. Y así, cada día.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo de la Ascensión del Señor

Ayer el Real Madrid ganó su 14ª Copa de Europa-Champions League. Aunque no soy madridista, reconozco el hito y el mérito de un club que es admirado y envidiado en todo el planeta. Viendo la trayectoria del Real Madrid en esta temporada de Champions, no debe pasar desapercibido el sufrimiento por el que ha tenido que transitar. Se ha enfrentado contra los mejores equipos, ha sido inferior a ellos en muchos momentos, ha estado contra las cuerdas en todas las eliminatorias y sólo ha conocido el sabor de la victoria al final. Así se construye una historia, una leyenda. En este día de la Ascensión de Jesús, que también huele a victoria definitiva, así nos lo cuenta el evangelista [Lc 24,46-53]:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto.»
Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.

Ya no vivimos con Jesús al lado. Hace mucho de eso. Aquellos que comieron y bebieron a su lado también tuvieron que experimentar la orfandad de quedarse sin Él, el vacío y la dureza al tener que seguir sin su presencia. Tú también te sientes solo muchas veces. ¡Cuánto pagarías, como yo, por saber qué opina Jesús de esto o de aquello, qué haría Él o, sencillamente, qué pretende de ti! Pero que no le tengamos a Él no implica que estemos solos. Te dejo tres pistas:

  • «Testigos» – ¡Estás rodeado de testigos! ¡Eres testigo de aquello que viviste y descubriste! ¡El Espíritu consigue hacer a Jesucristo presente a través de las personas! ¡Y de los sacramentos! ¡Y de la oración! Fíjate bien: conocer a Jesús no deja a nadie indiferente. Todos aquellos que han sido tocados en su corazón, están llamados a hablar y a vivir desde ese enamoramiento arrebatador. ¡Tú también estás llamado a eso! ¿Quién mejor que tú para que otros jóvenes descubran quién es ese Dios del que tú hablas, al que tú sigues, que te llena la vida y te empuja a hacer locuras! Jesús ya no está pero estás tú. Acércate a esos compañeros que no le conocen, acércate a aquellos que se burlan de Él, acércate a los que han perdido la esperanza, a los que viven con miedo, a los que están perdidos, a los que no saben qué hacer con su vida… acércate y vive desde el amor. Y nada más.
  • «Hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto» – El paso de ser «seguidor» a ser «testigo» no es ni puede ser automático. Aunque muchas veces tengas ganas de comerte el mundo y de salir a convencer a todos, me gusta mucho este detalle de Jesús de hoy. Entre su Resurrección y Pentecostés, cuando los apóstoles reciben al Espíritu, pasa un tiempo. Porque se necesita hacer proceso también de la victoria. Porque en todo lo humano, y también en lo espiritual, hay que hacer camino. Nada es magia. Casi nada es instantáneo, pese a los que a muchos les gustaría. En ti tampoco. Necesitas acoger la fuerza que te será dada y hay momentos en los que toca «esperar». Esa es una espera activa, una espera basada en la escucha, una espera acompañada: tiempo de comunidad, tiempo de grupo, tiempo de oración, tiempo de Iglesia. Ser testigo de Jesús es difícil y, tantas veces, doloroso. Hay que estar preparados. Y no hay que fiarse sólo de las fuerzas de uno.
  • «Dios te bendice» – Siempre nos explican que bendecir es «hablar bien de» y es algo precioso. Pero los hebreros entendían el «ser bendecidos», también, de otra manera que me parece, hoy, más rica, plástica y cautivadora. ¿Qué significa que Dios te bendice a ti, hoy, aquí? Significa que Dios te hace capaz, te capacita, te hace fecundo, fecunda, te otorga la capacidad de dar vida, de conseguir frutos, de multiplicar dones. Dios te llena de vida para que des vida. Dios te colma de bienes para que hagas el bien a todos. ¡Qué maravilla! «No soy capaz» nos decimos muchas veces. Hoy Dios te dice lo contrario: «Eres capaz porque yo te hago capaz, porque veo en ti todas las posibilidades para colaborar conmigo en la preciosa labor de seguir creando, de seguir amando».

Buen domingo de la Ascensión. Ojalá sepas vivir la paradoja de que justamente el Cristo que se va es el Cristo que se ha quedado entre nosotros para siempre; de que el Cristo que sube el cielo es justamente el Cristo que se hace el encontradizo en cada rincón de esta tierra.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 6º de Pascua

Mi hijo está a punto de terminar 2º de Bachillerato. Esta semana ha terminado los exámenes, está esperando las notas y en dos semanas se enfrentará a la EBAU. Llega el final de una etapa colegial que empezó con tres años o, incluso, con los años de escuela infantil donde aprendió destrezas básicas y comenzó a experimentar con el mundo que le rodeaba. La semana pasada estuve revisando con él fotos antiguas, ya que tiene que enviar una foto de pequeño para una presentación que van a hacer en la graduación. Y revisando, fotos y vídeos, me encontré con momentos, personas, experiencias… que me hicieron recordar muchas cosas vividas, muchos ratos compartidos, muchas personas queridas que forman parte de mi historia. Recordar es volver a pasar por el corazón aquello que queremos. Así nos lo cuenta el Evangelio de hoy [Jn14,23-29]:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió. Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho. La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: «Me voy y vuelvo a vuestro lado.» Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo.»

A veces dudas de que Jesús camine a tu lado y, sin embargo, Él nos ha dicho cuáles son las maneras en las que iba a hacerse presente tras su Resurrección y que, hoy, siguen vigentes. Son maneras que, a los ojos del mundo, sin duda son poco «determinantes». ¡Por eso te toca afinar los ojos de la fe! Tú eres especialista en creer, ¿o no es cierto? Estás lleno, llena, de creencias. De otra manera, no podrías vivir. Y aún así, ¡cuánto te cuesta hacer presente a Jesucristo aquí y ahora, a tu lado! Te dejo tres pistas:

  • «Jesús se hace presente en tu corazón» – Pero, ¿cómo descubrir lo que habita tu corazón? ¿Cómo saber que está ahí y que te sigue hablando? RECORDANDO. Recordar no es otra cosa que volver a pasar por el corazón. Es querer mantener vivo ese «amor» que un día descubrí, que un día acaricié y me acarició, que un día me hizo vibrar y me cambió la vida. Mira atrás y vuelve a aquellas experiencias clave en tu existencia. Vuelve atrás y visualiza el rostros de las personas  que fueron testigos de Dios en tu vida. Vuelve atrás y escucha aquellas palabras que un día Dios te dirigió a ti y sólo a ti, y que cambiaron el rumbo de tu vida. Gírate y redescubre todo el camino recorrido. Mientras lo andabas, ¡tantas cosas no entendías! Sin embargo, ahora, muchas de ellas cobran sentido y seguro que eres capaz de ver cómo Dios va guiando tu vida de manera misteriosa, porque te habita, porque vive en ti, porque está a tu lado.
  • «Jesús se hace presente a través del Espíritu» – ¡El Defensor lo llama Él! ¡Toma ya! ¿Sabías que tenías un Defensor? ¡Pero si vives todo el rato como si estuvieras sola y abandonada, solo y desatendido! Jesucristo nació, vivió, padeció, murió, resucitó y se fue junto al Padre, ciertamente. Pero tras Él vino el Espíritu. ¡Vives en tiempos del Espíritu! Es un Espíritu que se mueve y te mueve, que impulsa, que sugiere, que marca tendencias y senderos, que te conduce y te sostiene. Es la voz que te aconseja y te ayuda a tomar decisiones, que te recuerda quién eres, que despierta tu conciencia y te anima a optar por lo mejor. Es la brisa que te permite combatir el calor asfixiante de tu vida y es la hoguera que te da calor cuando ahí afuera sientes frío y soledad. ¡No lo ves, pero está! Es la corriente que mantiene tu corazón alimentado permanentemente para que puedas acudir a Él y recordar quién eres y quién te ha creado.
  • «Jesús se hace presente en la paz» – Pero, ¿qué es la paz? ¿De qué paz estamos hablando? ¿Ausencia de guerra, de violencia, de abusos, de insultos? ¿Ausencia de dolor, de disgustos, de dificultades, de contrariedades? ¿Qué pasa entonces con aquellos que dicen vivir en paz aún en medio del dolor, la guerra, la enfermedad…? ¿Qué tipo de paz nos regala Jesús? ¿Cómo saber que es Él mismo cuando llega? Yo te diría dos cosas: Primero, la paz de Jesucristo es un regalo y, como tal, no tiene sentido, es sorprendente y no responde a la lógica. Todo regalo sólo se explica desde el amor. Todo regalo es inmerecido e inexplicable. Esta paz es así: llega y no la puedes explicar, se percibe regalada y sobrenatural. Y segundo, es una paz «Pikolín«, te procura descanso, te permite vivir desde la confianza de saber que tu vida está en manos de Dios y que, por tanto, nada hay que temer. Y ahí, aún cuando sea grande la fragilidad que te rodea, es cuando te sentirás más fuerte.

Te deseo una semana provechosa. Sé dócil al Espíritu. Y nada más. Déjate hacer.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova