Testigos de la luz (Jn 1,1-18)

Eso pido hoy, Señor, para este nuevo 2021: ser testigo de la luz. Prefiero eso a perder el tiempo en batallitas vanas con las tinieblas. Es más efectivo.

Quiero ser testigo tuyo, que eres la Luz Absoluta, que ilumina nuestras vidas, les da sentido y las llena de amor.

Quiero ser testigo de la luz de mi mujer y mis hijos. Quiero hacerles brillar, sacar a la luz todo lo bueno que tienen, no afearles sus rincones oscuros.

Quiero ser testigo de la luz de mis alumnos. Quiero centrarme en sus logros, en su valentía, en su tenacidad, en su sacar fuerzas de flaqueza, en sus empeños, en la lucha contra sus propios desánimos.

Quiero ser testigo de la luz de mis compañeros, de mis amigos.

Quiero ser testigo de la luz en las redes y ser altavoz de aquellas voces que valen la pena y que hacen mejor al mundo.

No quiere perder el tiempo, Señor, enfangado en batallas inútiles, creyéndome fuerte y protagonista defendiéndote. Creo que se me pide y otra cosa y estoy dispuesto a hacerlo.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Yo no soy Dios (Jn 1,19-28)

Lo que dijo el Bautista cuando le preguntaron («yo no soy») no es algo que hoy dirían muchos, más bien al contrario. Vivimos tiempos de mesianismos de pacotilla, de influencers a los que entregamos nuestro tiempo, de políticos que nos prometen el paraíso en la tierra, de deportistas convertidos en dioses del olimpo terrenal, de hombres y mujeres sexualmente icónicos, fantasías de muchos.

Yo mismo juego a ser Dios muchas veces, sin ser influencer, político, deportista de élite o icono sexual. Juego a ser Dios cuando quiero y reclamo mi lugar en la historia de los que me rodean, cuando vivo convencido de que puedo cambiar la vida de mucha gente, cuando me sitúo como ejemplo a seguir, cuando me convenzo que la vida está en mis manos, con sus éxitos y fracasos, porque todo depende de mí.

El Bautista nos marca hoy un camino diferente, el del conocimiento de sí: somos criaturas, nombres y mujeres pequeños, sencillos, que lo han recibido todo de Dios y que, con su vida, plagada de aciertos y pecado, sólo pueden señalar al que viene detrás, al que salva de verdad, al Mesías verdadero.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

A diez minutos de terminar el 1 de enero de 2021…

Sólo quiero repetir mi acción de gracias por el año que nos dejó y esperar un 2021 lleno de gracia y bondad.

Un cántico nuevo (Sal 95)

Es hora de cerrar un ciclo y comenzar otro. ¿Mejor? ¿Peor? ¿Cómo se califican los años, en los que tantas cosas pasan? ¿Cómo valorar lo que este anciano 2020 nos ha quitado y nos ha aportado? ¿Habrá que dejar pasar el tiempo?

Lo que es claro es que Dios lo hace todo nuevo y que de las cenizas que hoy tocamos con las manos, Él nos ayudará a sacar vida de nuevo.

Es tiempo de cantar un cántico nuevo, diferente. Se asoma una nueva oportunidad. Cada día lo es. Cada año también. Celebremos la vida. Celebremos el amor.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Creciendo en familia (Lc 2,36-40)

Es de los pocos pasajes en el que se nos hablaba de un proceso en el tiempo durante la infancia y adolescencia de Jesús: iba creciendo, robusteciéndose y se llenaba de sabiduría. Y todo eso en su pueblo, junto a su familia.

Fueron años donde ese crecer, ese robustecerse y ese llenarse, fueron preparando a un niño, y luego a un joven, para la misión que Dios Padre le tenía reservada. No era el momento. Ni podía serlo. Jesús, Dios Hijo, tenía pocos años y mucho que aprender todavía.

Los frutos en el camino llegan después. A veces queremos verlos pronto pero el tiempo juega su papel. Jesús no pasó 30 años «esperando», escondido, su momento. Su momento llegó tras una infancia y una juventud vivida en plenitud, tras una vida familiar rica, tras una preparación seria.

Dios se encarnó y vivió todo aquello que nos es plenamente humano y sacralizó, por tanto, todo para nosotros. Dejemos que la vida siga su curso. Crezcamos, robustezcámonos, llenémonos de sabiduría. No tengas prisa en encontrar lugares en el mundo, en responder a vocaciones tempranas. Poco a poco. Todo llega. Y cuando llegue, debemos estar preparados.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Sólo ve quién espera ver (Lc 2,22-35)

Simeón vio a Jesús y así se cumplió la promesa que había recibido de Dios. Ningún ángel fue a anunciarle que aquel día, Jesús, José y María estarían en el Templo. El Evangelio nos dice que acudió impulsado por el Espíritu. Pero antes de eso dice algo que hoy se me ha quedado grabado: «Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel«.

Simeón vio porque esperaba ver. Simeón se encontró a Jesús porque anhelaba encontrárselo. Simeón reconoció al Mesías porque creyó la promesa de Dios.

Me considero una persona optimista pero muchas veces me descubro habiendo aceptado ciertas realidades. Miro el mundo, miro mi vida, miro a las personas que me rodean, a mis alumnos, a sus familias, a mi comunidad… y pienso que lo único que puedo es aceptar la realidad y no pretender cambiarla. Ciertamente Simeón no peléo por ver al Mesías, pero seguramente se acostó cada día esperando verle al día siguiente. Su deseo sostuvo su fe y su fe sostuvo su vida. Y al final vio.

Hoy te pido Señor que me ayudes a no apagar el deseo de verte en los demás, de encontrarme contigo cada día, de ver un mundo más humano, de ver familias más felices, de ver a mis alumnos creciendo y madurando y abandonando el colegio con valores y principios… Lo deseo… ¡quiero verlo Señor! ¿Cómo lo ves?

Un abrazo fraterno – @scasanovam

No tengamos miedo de ser pequeños y frágiles (Mt 2,13-18)

La luz convive con el pecado. Lo hace dentro de mí y lo hace en el mundo en el que vivo. El Reino se va abriendo paso, si le dejamos. A veces no lo percibimos. Estamos acostumbrados a la sombra, a la derrota, a la miseria y a la pobreza.

Por eso le molestó a Herodes aquel pequeño que acababa de nacer. Porque no hay nada más peligroso para la oscuridad que la semilla de la esperanza.

Me siento pequeño muchas veces, huyendo de aquello que me da miedo, como José y María. Me siento frágil y pecador, fallón, fracasado en muchos intentos. Y, a la vez, Tú siembras en mí la esperanza, Señor. Te haces fuerte en mí y me haces fuerte por Ti. Esa es mi fuerza, aunque duela muchas veces.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

¿Cómo te podré pagar? (Sal 115)

Ayer recibí la encomiendo del ministerio laico de pastoral, un servicio eclesial para acompañar a los ministros ordenados en su labor de cuidar, acompañar, formar y evangelizar a la comunidad que les es encomendad. Un nuevo paso en mi compromiso con las Escuelas Pías. Un nuevo paso como respuesta a mi vocación.

Os dejo aquí la acción de gracias con la que cerré la Eucaristía de ayer. El Señor me ha hecho mucho bien en mi historia. ¿Cómo podré pagarle?

El Señor es grande. Y por eso quiero darle gracias.

Miro atrás y veo todo lo bueno que ha hecho conmigo. Gracias por mis padres y por mi familia que, desde pequeño, me educaron en la fe y me enseñaron que contigo todo es más bonito y más verdadero, aunque no siempre sea más fácil. Gracias también hoy por Esther, la que más me quiere, por Álvaro, por Inés y por Juan. Gracias por ellos, que me sostienen y que construyen a mi lado una familia auténtica y genial, por lo imperfecta.

Gracias también por los profesores que tuve y que me ayudaron a sacar de mí lo mejor. Me quisieron e hicieron de mí una persona apasionada por la educación. Gracias por el cole de Coruña, donde comenzó a fraguarse mi vocación, donde conocí a Calasanz y comencé a enamorarme de él.

Gracias por las experiencias vividas. Gracias por Cercedilla y por todo lo discernido en sus rincones, por las Pascuas, con sus silencios y sus vigilias, por los retiros, por Caminando y por el Movimiento Calasanz. Gracias por no permitirme abandonar, ni alejarme, ni desfallecer. Gracias por tantos que me animaron a vivir mi fe en comunidad, por los hermanos con los que aprendí a entretejer vida y misión. Gracias por mi comunidad Belén y por mi comunidad actual. Gracias por corregirme, Señor, a través de ellos, por su cariño incondicional.

Gracias por las Escuelas Pías y por nuestra Provincia Betania, en la que sigo dando pasos. Gracias por su generosidad conmigo, por permitirme formar parte de esta maravillosa tarea de acompañar a niños, a jóvenes, a familias. Gracias por toda la confianza que siempre he sentido por su parte. Gracias por la vocación de mis hermanos religiosos y la de tantos laicos que caminan a mi lado. Su ejemplo me cuestiona y me exhorta a ser mejor persona, mejor educador y mejor escolapio.

Gracias Señor por darme la fuerza y la confianza para acoger esta encomienda ministerial. Gracias porque, pese a mis errores, mis fragilidades y mis miserias, sigues creyendo en mí. Gracias por contar con los pequeños, con los imperfectos, con los que fallamos. Gracias por haber depositado en mi corazón la determinación para insistir a tiempo y a destiempo y para creer que vale la pena entregar la vida, arriesgar, y apostar fuerte con los talentos que me has regalado. Y gracias finalmente por esta Presencia. Gracias por Salamanca y por todos los compañeros que cada día me recuerdan que Tú nos quieres juntos, en la misma barca. Gracias por tantos alumnos que me alegran cada día la vida y que me hacen sentir que he encontrado mi lugar en el mundo. Gracias por habernos traído a un lugar magnífico donde seguir creciendo como personas y como escolapios al lado de tantos que son referentes de entrega al estilo de Calasanz. A su lado quiero seguir Padre, tejiendo vida, restaurando senderos, recuperando ternura. Y gracias por todos los que hoy habéis querido estar aquí. Amén.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Lepra moderna (Lc 5,12-16)

Una de las razones por las que las personas, sobre todo en Occidente, se han ido alejando de Jesucristo, de la Iglesia y de Dios es que piensan que no necesitan ser salvadas. En este mundo tan aparentemente bueno, donde nos gobierna el bienestar y la seguridad, ¿qué pinta un tal Jesús rescatándonos de no se qué sitio?

Esta tal vez sea la lepra moderna: la soberbia existencial, la creencia de que yo controlo mi vida, de que no soy criatura sino casi Dios, de que todo es relativo, de que la verdad no existe y de que yo sólo me valgo, gracias además a la ciencia y la tecnología actuales.

Pues necesitamos ser limpiados, como el leproso, de esa enfermedad que, al final, nos hace tan vulnerables y tan infelices y nos sume en una profunda soledad e insatisfacción. Límpiame Señor, si quieres. Sí, lo necesito.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Programa electoral de Jesús de Nazaret (Lc 4,14-22a)

PUNTO 1
Anunciar el Evangelio a los pobres
PUNTO 2
Anunciar a los cautivos la libertad
PUNTO 3
Anunciar a los ciegos la vista
PUNTO 4
Dar libertad a los oprimidos
PUNTO 5
Anunciar el año de gracia del Señor

De esto se trata.

Un abrazo fraterno – @scasanovam