El veneno de la hipocresía (Mt 23,13-22)

Duro evangelio el de hoy, en el que Jesús carga contra los hipócritas, sobre todo contra aquellos que van de santos, de perfectos, de modelos a seguir. La hipocresía es un terrible veneno que se nos cuela fácilmente. Hoy en día es sencillo desdoblarse y mostrar de nosotros mismos caras diversas que den imágenes idílicas de nuestro propio ser. Nos hacemos selfies que inundan las redes para garantizar que los otros se enteren de lo maravillosa que es nuestra vida y, sobre todo, de que es más maravillosa que la suya.

Me surge la inquietud, en este ratito de oración, de si yo soy también hipócrita. Creo que los hipócritas nunca se reconocen como tales porque su doblez siempre tiene sentido, buenas razones y acaban creyéndose su propio engaño. Yo a veces también me engaño a mí mismo. Exijo mucho a los otros pensando que mi listón está alto y luego descubro que soy frágil, pequeño y ciertamente necesitado de amor y generosidad y paciencia como todos. Pero esto no sale mucho a la luz, ni siquiera me lo muestro a mí mismo.

Señor, me reconforta la letra pequeña del Evangelio de hoy. En el fondo, nos recomiendas que nos alejemos de nuestro afán de perfección y control. A ti te interesa poco eso. No quieres seguidores perfectos sino fieles, apasionados, enamorados de ti. Tú cargas con nuestra miseria. No tenemos de qué preocuparnos. Sabes que cuánto más cerca estemos de Ti, más felices y perfectos seremos en el Amor. Y eso es lo que te importa de verdad.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Devuélveme la alegría (Sal 50)

Tanto la primera lectura de hoy como el salmo son dos palabras preciosas que me vienen estupendamente para irme recuperando del dolor y del enfado de estas últimas horas. El Señor es capaz de hacerlo todo nuevo y la esperanza debe seguir firme e inquebrantable. Así como el pecado y la oscuridad nos destruyen y nos cercan, así somos restaurados para volver a comenzar. En lo personal y en lo eclesial.

Pero dos cosas que hoy me dice el Señor que creo que son muy importantes. La primera es que me juzgará según mi proceder. Lo dice el profeta y lo dice así después de haberse extendido explicando cómo vive y actúa un hombre justo. Es lo que hago en la vida lo que marca la diferencia. No es lo que pienso, ni lo que deseo, ni de lo que me arrepiento… es lo que hago. Lo que hago con mi tiempo, lo que hago con los pobres, lo que hago en mi familia, lo que hago en la Iglesia. Son las decisiones que tomo, las opciones que elijo, los caminos que recorro. Con el riesgo de equivocarme, el Señor me pide acción.

La segunda cosa habla más de Dios que de mí. «No quiero la muerte de nadie» dice el Señor. El quiere que todos seamos felices, que todos hagamos el bien, que todos descubramos la verdad, que todos obremos con justicia. Dios quiere que todos nos salvemos. ¡TODOS! Dios siempre alienta al cambio, a la reparación, al arrepentimiento. Siempre hay tiempo. ¡Qué deseo tan bonito del Padre!

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Denuncia a Jerusalén (Ez 16,1-15.60.63)

Leyendo la lectura del profeta Ezequiel, me viene a la mente, impactada en estas últimas horas, el reciente informe del Gran Tribunal del estado de Pensylvania, en EEUU, en el que se documentan más de 300 casos de abominables abusos sexuales llevados a cabo, durante muchos años, por sacerdotes, religiosos, etc. y encubiertos por las autoridades eclesiásticas en cada momento.

Sí, «Jerusalén», la Iglesia, puede corromperse, puede caer en el peor de los pecados. Y no hay excusa. Me resulta inimaginable el dolor de las víctimas. Como padre creyente que soy, me es imposible imaginar el infierno vivido en el seno de tantas familias, de tantas comunidades cristianas. ¿Que no existe el infierno? Pues aquí lo tenemos.

Nada hay suficiente que se pueda decir. Tal vez sólo PERDÓN y aún así de poco servirá. Ya ha pasado el tiempo de las palabras, de los lamentos, de los silencios, de arropar a criminales que han violado su carácter sagrado de la peor manera posible y que han sido portadores de sufrimiento en lugar de portadores de paz y amor. Te pido Señor fuerzas para que la Iglesia limpie su casa, tu casa, sin descanso, sin miedo, con enérgica contundencia. Y fuerzas para el Santo Padre para llevar a cabo esta labor.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

El día de Sta. María (Lc 1,39-56)

El día de Santa María siempre me ha pillado de vacaciones en Badalona y siempre fue día grande, no sólo porque es Fiesta Mayor en la ciudad sino también porque es el santo de mi yaya María. Esa mañana, la casa se llenaba de gente. Tíos, primos, amigos y conocidos que se acercaban a casa a felicitarla. Horchata, patatas fritas… los aperitivos preparados para invitar a los que viniesen. Gran ambiente. Y luego a misa. Una misa que nunca me ha gustado mucho, con calor, humedad y ropa buena y nueva, con la que mis padres nos vestían para la ocasión.

Todas las fiestas tienen un origen. Lamentablemente, en los tiempos que corren, nos gusta celebrar sin saber por qué lo hacemos. Tenemos fiestas, vacaciones, fuegos artificiales, orquestas, tradiciones y costumbres… que repetimos año tras año sin importarle a nadie el por qué, la razón de que eso llegue a nuestros días.

Hoy celebramos a María. Celebramos su sí. Celebramos su valentía, su coraje, su determinación, su generosidad, su fidelidad, su compromiso, su apuesta clara, su honestidad, su dignidad, su firmeza, su maternidad. María, hoy, es una mujer modelo. Hoy tal vez la llamaran feminista. Y tal vez lo fue. Y con certeza que marca el camino de cuál debe ser el auténtico feminismo. Una mujer que afrontar su particularidad en una familia, en un pueblo, en una sociedad, que gira la cara a la mujer y que la considera de segunda. Y allí está ella. Mirada por Dios. Con una alegría con la que arrampla con toda la dificultad que tiene que afrontar. Porque sabe que con Dios a su lado, nada tiene que temer. No entendió muchas cosas aunque de amor entendía un rato. Y se supo sometida solamente a la voluntad de Dios. Vacía de todo. Llena de Dios. Madre de todos por su Hijo.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

No se da lo que no se tiene (Ez 2,8–3,4)

Cuántas veces nos habrán oído los jóvenes catequistas de nuestros grupos Calasanz eso de «no se da lo que no se tiene». ¿Por qué nos lo oyen tanto? La respuesta la da hoy el profeta Ezequiel.

Es difícil ser testigo de algo que no se produce día. Es difícil hablar de Dios sino se habla con Dios. Es difícil generar comunidad si no es parte de la misma. Es difícil evangelizar si uno no es evangelizado continuamente. Es difícil acompañar si no se es acompañado… Y así hasta el infinito. Esto de ser francotirador de la fe y lanzarse a hacer apostolado (en las mil vertientes posibles) sin tener detrás una comunidad cristiana, sin tener una vida de oración intensa, si formarse continuamente, sin buscar ratos para Dios, sin revisar la propia vida de vez en cuando… como que no sirve mucho. Porque tarde o temprano serás tú el que está en el centro de tu propio mensaje, y no Dios. Tarde o temprano generarás afectividades insanas. Tarde o temprano caerás en incoherencias curiosas. Tarde o temprano, abandonarás. No sirve.

Todos tenemos alma de profeta. A todos se nos envía a hablar, a evangelizar, a comunicar la buena nueva maravillosa de que Jesucristo está vivo entre nosotros, de que te quiere con locura y de a su lado, tu vida, cambia para siempre. No podemos afrontar esa misión desde la insolencia, desde la soberbia, desde la soledad. Antes hay que «tragar» y alimentarse con todo aquello que luego dará sus frutos. Si ese alimento, sin el alimento de la Palabra, de los sacramentos, de la comunidad, de la oración… somos malos profetas, mediocres seguidores, enviados incapaces.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Alabar, verbo olvidado (Sal 148)

De todas las acepciones que tiene el verbo «alabar» en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la segunda es la que se aplica más directamente a Dios pero a mí me gusta más la primera. Porque también aplica a Dios y porque me ayuda a concretar qué es eso de alabar.

Alabar
Del lat. tardío alapāri ‘jactarse’.

1. tr. Manifestar el aprecio o la admiración por algo o por alguienponiendo de relieve sus cualidades o méritos.
2. tr. Venerar y celebrar con oraciones.
3. prnl. Jactarse o presumir de algo.

Es bueno expresar lo bueno que es Dios conmigo. Es bueno que reconozca en mi vida sus caricias, sus detalles, sus cuidados. Es bueno que le dé gracias por todo lo que hace conmigo. Es bueno que reconozca su grandeza y mi pequeñez, su inabarcable amor y mi limitada capacidad para conocerle. Es bueno que lo cuente, que lo cante, que lo diga, que lo grite, que mi vida sea un auténtico canto de alabanza.

Son muchos los salmos de alabanza y es algo que hemos olvidado. La carne de Jesús y su humanidad nos ha acercado a Dios, nos ha hecho tocarle con nuestras propias manos y verlo con nuestros propios ojos pero no debemos dejar de postrarnos ante su divinidad, ante su magnificencia, ante su realeza.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Que tu vida sea una donación (Jn 12,24-26)

Donación de sangre. Donación de dinero. Donación de obras de arte. ¿Y donación de vida? Toda donación consiste en desprendernos de algo propio con el objetivo de que otros puedan servirse de ello y, además, sin que esto suponga un coste para los receptores. Es un gesto, una acción de desprendimiento, de generosidad.

Donar implica tener, primero, algo que ofrecer. Donar implica encontrar, segundo, alguien a quién donar. Y donar implica, tercero, perder. Si no tenemos nada, no tenemos a nadie y no queremos perder nada… como que no estamos en la onda.

Jesús nos pide donar la propia vida. No hay mayor donación. No se puede pedir más. No nos lo pide como quién nos ordena algo desde el centro de operaciones. Nos lo pide como aquel que, en la cruz, ha dado el primer paso, el paso definitivo. Nos lo pide sabiendo de qué habla. Nos lo pide porque quiere mostrarnos el camino hacia Dios. Y toca preguntarse: ¿Qué tengo que pueda ofrecer? ¿A quién en cada momento? ¿Estoy dispuesto a perder por amor?

Donar está de moda. Perder, desde luego, no. Donar al menos nos reporta la satisfacción de estar haciendo algo bueno. Pero entregar, dar, morir… perder… eso es demasiado. Y, sin embargo, no hay donación de vida si no se pierde la vida. No hay donación de tiempo si no se deja de dedicar a algo para dedicarlo a otra cosa. No hay donación de energía, ni de dinero, ni de proyectos, ni de sueños… si queremos seguir manteniendo los nuestros propios.

Y en esa pérdida, en esa semilla que cae y muere, está el germen de la vida, del premio, de la recompensa más gratificante.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Todavía… (Jr 31,1-7)

«Todavía te construiré y serás reconstruida, Doncella de Israel;
todavía te adornarás y saldrás con panderos a bailar en corros;
todavía plantarás viñas en los montes de Samaría, y los que plantan cosecharán.»

Qué fuerza tiene la palabra TODAVÍA en la boca del profeta. Qué fuerza tiene el AMOR de Dios para quién siempre estamos a tiempo. El que nunca se cansa. el que nunca desfallece. El que nunca cierra. El que nunca desespera. El que nunca rechaza. El que todavía…

Todavía hay tiempo de vivir mejor, de apostar por lo que eres y por lo que sueñas. Todavía hay tiempo para darle un giro a la vida y no vivir por defecto lo que te toca. Todavía puedes llevar mejor la realidad y ser paciente con ella y contigo. Todavía puedes dejar eso que te hace daño y buscar aquello que es bueno para ti. Todavía hay tiempo para no rendirse y darle la vuelta a la tortilla. Todavía pueden volver las sonrisas de la mañana y de la noche. Todavía los abrazos vuelan esperando que los agarres. Todavía la humanidad puede entenderse y construir un mundo más fraterno. Todavía podemos darle la vuelta al daño realizado y repararlo. Todavía se puede pedir perdón y ser perdonado. Todavía puedes decir te quiero a quien se lo has negado tanto tiempo. Todavía…

Un abrazo fraterno – @scasanovam

 

 

La barca y el mar. La oración y el miedo. (Mt 14,22-36)

El agua en la Biblia, para los judíos, no significaba lo mismo que para nosotros hoy. Lejos de ver en el agua del mar un lugar de reposo, de baño, de vacaciones, de playa y relax, de diversión… los judíos llenaban al mar con malos augurios, peligros, muerte. Por eso la escena de la barca y de Jesús tiene mucha más enjundia que contemplar un milagrito de un Jesús mago que camina sobre las olas.

Si nos fijamos en Jesús, la conclusión es clara: Él es aquel que es capaz de vencer a la muerte, de no caer en sus terribles y definitivos tentáculos. Él es quien vence al mal y a la oscuridad. Él es el Hijo de Dios, el Mesías esperado. Si nos fijamos en los apóstoles, pues vemos en ellos a todos nosotros. Vivimos en medio del mal y somos tentados por ella. El mal y el sufrimiento está presente en nuestras vidas y hacen temblar nuestros principios, nuestra fe y nuestra esperanza. Sólo cuando somos capaces de acudir a Jesús, encontramos la victoria definitiva sobre esa realidad oscura.

Me quedo con dos palabras, con dos detalles: ORACIÓN y MIEDO.

Jesús reza solo un buen rato. Él es Hijo de Dios y ese ser Hijo está sustentado por la relación estrecha, íntima y especial que Él tiene con su Padre. ¿Cómo vamos en la oración? ¿Tenemos esos 10-15 minutos diarios para crecer en nuestra relación de hijos con el Padre? ¿No hemos descubierto todavía que la oración es lo que nos da la fuerza de lanzarnos ahí afuera y no sucumbir a la fuerza de «vientos y mares»?

Y el miedo de Pedro, que es nuestro miedo. El miedo propio de aquel que, aún sabiendo quién es Jesús, le da demasiado poder al mal, como si hubiera alguna posibilidad de que ganara la partida. El miedo de perderlo todo. El miedo a arriesgarse por ir donde Jesús. Eso lo vivimos todos los miedos. ¿Cuántas cosas nos paraliza el miedo? ¿Cuántas cosas dejamos de hacer, en cuántos proyectos dejamos de implicarnos, cuántos riesgos dejamos de asumir por miedo a que, pese a ser de Dios, salgamos vencidos del envite?

Escena sugerente la de hoy. No la desperdicies.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Un trocito de cielo (Mc 9,2-10)

De un trocito de cielo. De eso nos habla el Evangelio de hoy. De un trocito de cielo y de la posibilidad de tocarlo con la punta de los dedos. Jesús no pretendía hacer un espectáculo de ilusionismo. Jesús pretendía dejar dos cosas claras: Él era el Hijo de Dios y Dios nos promete la vida eterna, un trocito de cielo a su lado.

El cielo no es para mí algo reservado a la hora final. Podemos acceder a él, en parte, ya en nuestra vida terrena. También al infierno. Dependiendo de las apuestas que hagamos en vida, de nuestras opciones o decisiones y del dios ante el que nos postremos, estamos habilitados para empezar a saborear las mieles del cielo o el calor del infierno.

Mi familia, sus abrazos, su amor incondicional, mi vocación, mi trabajo en la escuela, los rincones de la naturaleza, la felicidad de estar con los jóvenes, etc. son pequeños grandes aperitivos de una eternidad llena de amor de Dios. Los muertos en el Mediterráneo, las guerras, la hambruna, la indiferencia ante el sufrimiento, el egoísmo, etc. son píldoras de infierno.

Yo quiero subir al Tabor contigo, Señor. Un camino cuesta arriba, de seguimiento fiel, de dificultades y, también, de muchas bondades, de profunda felicidad. Déjame ir a tu lado.

Un abrazo fraterno – @scasanovam