Adviento en familia – Día 7 – A Belén sin billete de vuelta

Si alguien nos pregunta si nuestro viaje es por trabajo o por placer, no sabría qué responder. Por placer seguro que no. Este viaje a Belén, en busca de la Luz que nace, no se hace por placer. Este viaje es cualquier cosa menos placentero. La oscuridad no es cómoda, a mí no me gusta ni a los niños tampoco. A veces, por su culpa, nos equivocamos de camino y hacemos más kilómetros de la cuenta. Otras pesa el cansancio y esta sensación de no llegar nunca hace mella en el ánimo. Y cuando no sucede nada de eso, se pincha una rueda, se retrasa el vuelo o vete tú a saber.

Y por trabajo… tampoco. Nadie me envía a Belén a hacer algo. Adorar al Señor no es un cumplimiento sino una necesidad, una respuesta, un «dejarse llevar». Lo que parece claro es que, no siendo un viaje de trabajo, es un viaje que lleva a trabajar. Uno no llega a Belén, conoce la Luz, al Salvador, al Amor, y se vuelve a su casa tranquilamente. Como le dijo Frodo a Sam, en su camino a Mordor, «jamás volveremos a la comarca». Hay viajes que no tienen billete de vuelta.

Dad lo que habéis recibido. Curad, resucitad, limpiad, echad demonios. El encuentro con el Pequeño nos lleva a la misión, en la que Él es el Alfa y el Omega. ¿Te gusta los viajes sin vuelta? ¿Te dejas seleccionar para la misión?

Un abrazo fraterno

Adviento en familia – Día 6 – Tus ojos, Su luz

Hay una expresión que usamos a menudo para algo distinto a lo que realmente dice: «abrir los ojos». «¡Tienes que abrir los ojos!» «¡Me has abierto los ojos!» Obviamente no quiere decir que los párpados estén recogidos y los globos oculares enviando al cerebro la información de lo que tienen enfrente. Cuando usamos esta expresión, el significado que tiene está íntimamente relacionado con la luz, elemento, por cierto, imprescindible también en el significado físico original. Luz: dar luz, iluminar, esclarecer…

Es curioso que para poder ver, aún siendo nuestros los ojos, nada podemos hacer sin este elemento que viene de fuera y que no nos pertenece, la luz. La luz nos es dada. La luz nos llega. La luz nos inunda. Pero nosotros no la tenemos. Si luz, de nada sirven los ojos. Nosotros no somos suficiente, no nos bastamos a nosotros mismos.

Interesante pensar en esto durante este Adviento: ¿Vives con o sin luz? ¿Es Jesús la luz que te hace ver? ¿Será la falta de Él la que te impide salir de la oscuridad?

Un abrazo fraterno

Adviento en familia – Día 5 – Seguro de viaje

Cada vez que salimos de viaje rezamos. Un Ave María en el coche, un Padrenuestro antes de entrar al avión… nos ponemos en manos de Aquel que dirige nuestras vidas. Viajar entraña riesgos. Salir de uno mismo, partir hacia otras tierras acompañado o en soledad, afrontar retos, buscar la luz… no es algo sencillo.

Demasiadas veces ponemos nuestras seguridades y nuestra confianza en nuestras propias fuerzas, en nuestras propias intuiciones, en nuestros propios criterios o, también, cargamos las espaldas de otros que, a nuestro lado, nos ayudan, nos guían, nos acompañan. Pensamos que padres, gobernantes, obispos, empresarios, etc. harán que nuestra vida vaya mejor, que conducirán nuestros pasos a praderas más verdes… Sólo el Señor es nuestra Roca, sólo en Él debemos depositar nuestra confianza y, una vez hecho esto, podremos partir ligeros de equipaje y con el depósito de la alegría hasta los topes.

Pidamos menos a Dios y démosle más las gracias, alabémosle más, reconozcámosle Dios y Señor. ¿Cuántas veces lo hacemos? Demasiado pocas ¿a que sí?

Un abrazo fraterno

Adviento en familia – Día 4 – Un festín de postín

Para los que hemos visto la película «La bella y la fiesta» es fácil imaginarse un banquete en condiciones. Aún cuando estamos en un lugar desconocido, oscuro y poco amigable; aún cuando pensamos que nada puede ir bien, una pequeña luz es capaz de sentarnos a la mesa y darnos un festín de postín.

¿Qué hay de aquel niño al que se le salen los ojos de las órbitas al ver una mesa bien puesta, llena de cubiertos refinados, copas de fino cristal, bandejas de plata, manteles de hilo y repleta de manjares diversos y suculentos? ¿Dónde lo hemos dejado?

Dar de comer a alguien, ofrecerle un gran banquete, siempre ha sido una de las imágenes idóneas para expresar la felicidad, la fiesta, la sobreabundancia, el gozo. El banquete no es una cenita, ¡es más! ¡Desborda!

El Señor Jesús, que llega en la noche, viene para amarnos de esa manera: desproporcionadamente, desmesuradamente. ¿Preparado para sentarte a la mesa?

Un abrazo fraterno

Adviento en familia – Día 3 – Mirada de niño

Cuando uno viaja de noche no puede ver nada afuera. La oscuridad lo envuelve todo y, ya sea en coche, en avión o en tren, las luces artificiales de las que nos servimos reflejan una realidad que no es la verdadera tras los cristales. Un viaje a oscuras es, ciertamente, aburrido.

Cuando la luz comienza a aparecer, sobre todo con la encantadora timidez del amanecer, es conveniente que estemos despiertos, que nos hayamos deshecho ya de todo rastro de legañas y que, con mirada de recién nacido, nos dispongamos a maravillarnos ante el milagro del «despertar» del mundo. Esa mirada no se consigue con ejercicios, con libros, con estudios, con títulos, con dinero… No es una mirada que uno consigue sino que es algo que Dios regala.

Cuántas veces viajamos a oscuras, ¿verdad? ¿Eres capaz de asombrarte ante el milagro que llega o la luz te molesta?

Un abrazo fraterno

Adviento en familia – Día 2 – La alegría del viajero

Viajar siempre es salir de uno mismo y abrirse a la novedad, a la sorpresa, al descubrimiento. Y eso provoca en el interior del viajero una alegría profunda que motiva y sostiene la marcha. Son las ganas de encontrarse con algo que desconoce, de llegar a lugares nuevos y pasearlos, de ir al encuentro de seres queridos y algo distantes…

La alegría, como nos recuerda el salmo de hoy, es signo distintivo del Adviento. La tristeza, la apatía, el enfado, la pereza, la desesperanza… nunca nos llevan a Belén, porque nunca nos ponen en marcha hacia ninguna parte. Si hay alegría podremos subir montes y atravesar dificultades en el camino; si no la hay, no seremos capaces ni de hacer la maleta.

¿Es la alegría un catalizador de la fe o es fruto de ella? ¿Tú cómo andas de alegría? Estás a tiempo.

Un abrazo fraterno

Adviento en familia – Día 1 – Salimos de viaje

No sé si a ti te pasa pero a mí sí. La noche previa a un viaje importante duermo mal. ¿Por qué? Creo que tengo miedo de no levantarme a tiempo y que se me pase la hora, que pierda el avión, que me llamen para decirme que el taxi ya está abajo, que se me escape el tren… Tengo miedo de que el viaje no comience con buen pie.

Hoy comienza el Adviento y, con él, un viaje maravilloso llamado Año Litúrgico. Leo las lecturas antes de asistir a la Eucaristía y veo que mi sentimiento es, exactamente, el que nos pide Jesús: deseo de que no pase el Señor sin enterarnos.

¿Te imaginas que hoy pasa Jesús por tu lado y te enteras, al rato, cuando te lo dicen otros? Imagínatelo y me cuentas.

Un abrazo fraterno

Jesús, nuestro referente en comunicación #iCongreso

Leo el Evangelio de hoy y me quedo perplejo al leer «el que me envió es veraz, y yo comunico al mundo lo que he aprendido de él»… Está claro. ¿Para qué le seguimos dando tantas vueltas? Se trata de comunicar lo que hemos aprendido de Dios, como Jesús. Esto tiene muchísimo calado a la luz del reciente #iCongreso.

Comunicar lo aprendido de Dios tiene, sin duda, un matiz tremendamente personal, experiencial… Quién no se encuentre con Dios y aprenda día a día de Él, difícilmente será un buen #iMisionero. Es el testimonio de mi encuentro con el Padre lo que se me pide comunicar. Cada uno el suyo.

¿Qué llevo yo aprendido de Dios?

1. Vivir en confianza y despreocupadamente. Y se vive muy bien, sabiendo que mi vida está manos del que más me ama; sabiendo que mi guardián nunca duerme y que no permitirá que resbale mi pie.

2. Que debo amarle y descubrirle en cada persona, en cada pieza de la Iglesia. Que cuánto más conozca y ame de esta Iglesia nuestra, tan diversa, más conoceré y amaré a Dios.

3. La alegría es la sintomatología de la gracia. Cuando falta… algo falla.

4. Que soy grande y pequeño. Que el Señor espera de mí lo mejor y que, sin Él, poco puedo conseguir.

Comuniquemos lo aprendido de Dios. Sin cansarnos. Y su fuerza será grande…

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Condenamos todos… menos Jesús #alaluzdelaPalabra

Siempre que leo este Evangelio siento a identificarme con aquellos que, piedra en mano, estaban dispuestos a apedrear a la adúltera. Yo soy de los que piensan, muchas veces, que anida mayor pecado en el «otro» que en mí mismo y, tal vez, sintiendo y pensando eso me pierdo algo muy grande: el perdón sin condena de Jesús.piedra

Y es que Jesús no es que conceda el tercer grado o arresto domiciliario o dé permisos por el buen comportamiento… No, no es eso. ¡Es mucho más fuerte! Jesús ni siquiera condena. Te deja libre.

¿Experimento eso en mi vida? ¿Experimento ese perdón integral? Lo he experimentado en momentos puntuales y me siento tan afortunado y a la vez tan pequeño, tan en gracia, tan fuerte después…

Lo que no me gusta tanto es la segunda parte… «Vete y no peques más» dice Jesús. Es la segunda parte del perdón. Del perdón de cualquiera, también de Jesús. Que no vuelva a suceder… Y no me sienta bien. El perdón no se dispensa a granel. No es un caramelito que una coge cuando tiene tos… El perdón, si es asumido integralmente, debe cambiar el corazón. El Señor perdona lo que haga falta pero…

¿Hago yo lo posible para que no vuelva a repetirse? ¿Oriento mi voluntad hacia la santidad?

Creo que no hago lo suficiente. Jesús lo sabe y me sigue esperando pacientemente.

Un abrazo fraterno

Adviento 2013 – #Microrrelato día 20

– ¿Yo?

– Sí, tú.

– No creo que sea capaz.

– Él piensa que sí. Debes confiar en quién te elige.

Y tu cara de desconcierto se transformó en un rostro lleno de luz. Era tu hora. Era la hora de todos.

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