Evangelio para jóvenes – Domingo 6º del Tiempo Ordinario Ciclo A

El verbo «obedecer» está pasado de moda. Y el verbo «cumplir» también. Suenan feo. Suenan a hipocresía, a que estás siendo infiel a ti mismo, a ti misma. Ahora se lleva el amor a uno mismo, el quererse a uno mismo. Ya lo ha dicho Shakira en su canción y nos lo ha recordado Miley Cirus en la suya. Ciertamente, el trasfondo es irreprochable: soy valioso, valiosa, y no debo permitir que nadie me trate como una piltrafa, me hiera, me falte el respeto, juegue conmigo. Pero cuidado con la conclusión: vivir como si sólo existiera yo, como si no necesitara a nadie, como si no hubiera un Otro al que amar y al que dejar que me ame… puede llevarme a una perdición igual de dolorosa. Escuchemos el Evangelio de hoy [Mt 5, 17-37]:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.
En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley.
El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.
Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos.
Porque os digo que si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio.
Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “necio”, merece la condena de la “gehenna” del fuego.
Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Con el que te pone pleito procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo.
Habéis oído que se dijo: “No cometerás adulterio”.
Pero yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.
Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en la “gehenna”.
Si tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero a la “gehenna”.
Se dijo: “El que repudie a su mujer, que le dé acta de repudio”. Pero yo os digo que si uno repudia a su mujer —no hablo de unión ilegítima— la induce a cometer adulterio, y el que se casa con la repudiada comete adulterio.
También habéis oído que se dijo a los antiguos: “No jurarás en falso” y “Cumplirás tus juramentos al Señor”.
Pero yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo cabello. Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno».

Jesús nos remite a la Ley. Porque hay Ley. Hay principios. Hay mandamientos. Son normas que, como en toda sociedad, regulan lo necesario para estar a buenas con Dios, con el prójimo y conmigo mismo. La norma no es un invento para esclavos sino un camino de libertad para aquellos que aspiramos a ser felices. ¿Tú cómo lo ves? ¿Sientes los mandamientos, las normas… como una losa? ¿Tienes una percepción negativa sobre ellos? Entonces… ¿de qué se trata? ¿De que tú seas el que marca la frontera entre el bien y el mal, de qué nadie te marque el camino? No sé si es la mejor opción. Piénsalo. Te dejo tres pistas más:

  • «Pero yo os digo…» – ¡Qué frontera tan fina entre ser escrupuloso con la «letra» de la ley, olvidando su espíritu, y aligerar demasiado su sentido para acabar adaptándola a lo que nos conviene! ¡Qué importante es discernir! El Evangelio de de hoy está lleno de ejemplos de Jesús acerca de normas concretas y de la plenitud del amor que debe garantizar cada una de ellas. La plenitud de toda norma es el amor pero… ¡qué fácil es que tú y yo nos equivoquemos en esto! Solemos «amar» a nuestra manera y con eso nos quedamos tranquilos. Equilibrio. La norma también está para ayudarte a amar mejor. Piénsalo. No es cumplir por cumplir, por miedo; es cumplir por amar.
  • «Reconcíliate con tu hermano» – Déjate de rollos. Difícil amar a Dios estando a malas con tu hermano, con tu vecino, con tu madre, con tu amigo, con tu pareja, con tu jefe, con tu hermano de comunidad… ¡Tienes un sacramento que es maravilla a tu disposición! Vete, busca un sacerdote, ponte de rodillas y pide perdón. El perdón es de justicia y, también, repara tu herida, sana tu corazón, ilumina con la gracia aquello que has dejado pudrir. No esperes ni un minuto más. ¡Y que la penitencia sea buscar a aquellos a los que has dañado para abrazarlos, volverlos a sentir hermanos, volver a tender puentes con ellos!
  • «Si te induce a pecar…» – Tentaciones. Siempre están ahí. Eres débil, frágil, lleno de agujeros y de fugas. Y tiran de ti, te hacen propicia para volver a apostar por aquello que te hace mal, que hace mal a otros, que ofende al Señor. Situaciones, personas, lugares… que te ponen en bandeja un placer momentáneo, un calmante instantáneo a tu sed de amor, pero que luego… te dejan vacío, vacía. Ponles nombre, conócelas, reconócelas… e intenta evitarlas, gírales tu rostro. Y si flaqueas, pide ayuda a Tu Madre, a tu Padre, al Espíritu que te acompaña siempre. Y si caes, levántate, vuelve a casa y a seguir intentándolo. El amor siempre vence.

Ojalá la semana que comienza traiga a tu vida una buena dosis de perdón, de amor, de plenitud. Tienes ganas de ser mejor, lo sé. Tienes ganas de ser feliz, lo sé. Tienes ganas de Dios, aunque a veces no lo sientas, no lo veas, no lo entiendas. Ama y déjate amar. Y la paz irá llegando. Y la luz.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 5º del Tiempo Ordinario Ciclo A

Esta semana la terminé con una conversación reparadora. Fue uno de estos momentos en los que estás a gusto y puedes charlar con otra persona, compartiendo desde lo profundo y poniendo el foco en aspectos que, normalmente, dejas pasar. Hablamos de la historia de cada uno, de los gustos, de cómo gastamos la vida y, también, de las heridas que el camino va dejando. Heridas… ¡todos salimos heridos del combate, por muy bueno que este sea! Aún así, no nos gusta sabernos débiles y diezmados y nos revolvemos con tal de que nadie vea nuestras cicatrices. Hoy la Palabra tiene algo que decirnos [Mt 5, 13-16]:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?
No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.
Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.
Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos».

Siempre he creído que el Señor me había elegido. Y esta lectura siempre ha sido fuente de inspiración, llamada vocacional, base de una sana autoestima y faro que da sentido a un horizonte vital que he intentado mantener: hay mucha oscuridad en el mundo y yo estoy llamado a poner un poquito de luz. Cuando compartía esta lectura con los niños, en el oratorio infantil del cole, hablábamos de para qué sirve la luz y llegábamos siempre a tres conclusiones: espanta los miedos, ilumina el camino para no perdernos y nos permite reconocernos. ¡Qué bonita vocación, ¿no?! Espantar los miedos del otro, iluminar su camino y reconocerlo. ¿Y la sal? Conserva las mejores propiedades, aporta sabor y cicatriza heridas. ¡Buf! Tremendo. Pero te dejo alguna pista más:

  • «¿Por qué soy luz? ¿Por qué sal?» – Una conversación con un amigo ateo, hace años, me dejó mosca: «Santi, dejad ya de decir que sois la luz del mundo como si los demás, por no creer, fuéramos la oscuridad. Eso no es así. Qué clase de prepotencia es esa…«. Me dio que pensar. Y hoy, leyendo el evangelio y la primera lectura de Isaías, lo tengo más claro: La luz es una manera de vivir. La sal es una manera de relacionarnos. Somos sal y luz en la medida en que le damos al prójimo el centro, en la medida en que entregamos la vida al otro, en la medida en la que vivimos al estilo de Jesús. No son galones ni méritos. Y la prueba está en que Jesús deja claro que la sal puede volverse sosa y la luz puede estar escondida. Nos ha sido dada toda la potencialidad para serlo pero de nosotros depende encender el interruptor, esparcir la sal por donde pasamos. Y eso es una vocación universal, aunque no poseas el don de la fe todavía.
  • «Jesús es la luz» – Jesús es el Amor hecho hombre. Él fue capaz de dar todo, su vida, por sus hermanos, por todos los hombres. Por eso es la LUZ y la SAL por antonomasia. De Él sí podemos decir todo lo que hemos dicho. Por eso, fijarnos en Él, seguirle, imitarle, quererle… nos hace parecernos más a Él. No es que la fe me conceda un privilegio sin más, ser luz o sal, sino que, si es fe verdadera que me lleva a seguir a Cristo, inevitablemente me asemejará a su persona. Sin Él todo es más confuso, todo se vuelve oscuro, el mundo es más frío, estoy más perdido, me siento más solo, afloran los miedos, nada parece valer la pena…
  • «Se curarán tus heridas» – Esto es lo que dice Isaías en la primera lectura de hoy. Deja de buscar remedios que no funcionan. Deja de medicar tu corazón con calmantes que simplemente adormecen los síntomas. Estás herido, herida, y muchas veces no sabes qué hacer con eso. ¡Entrega tu vida! ¡Pon al otro en el centro! ¡Sé fiel a tu vocación! ¡No escatimes en generosidad, en amor, en donación! Si lo haces, esa luz y esa sal que brotarán de tu corazón servirán también para sanarte. El camino te ha dejado heridas y es el amor el que las va a sanar. ¡Mira Cristo! ¿Caben más heridas en ese cuerpo flagelado y destrozado pendiendo de una cruz, en esa alma rota, traicionada, burlada y decepcionada? Pero Él sabía que la única manera era llegar hasta el final, seguir confiando en su Padre. La luz de la Resurrección lo convirtió en un hombre nuevo, en el Hombre para siempre.

Empieza otra semana y puedes hacer de ella un tiempo apasionante. Dios te ha dado la materia prima necesaria para ser luz y sal en el mundo. Estás cansado, cansada, herido, herida, y, aún así, se te invita a seguir entregando tu corazón. Mira a Jesús en la cruz y adelante. Ojalá brille tu luz delante de todos esta semana porque eso querrá decir que estás amando y mucho.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 3º del Tiempo Ordinario Ciclo A

Me he pasado un día metido en un cuarto de baño que vamos a reformar mi mujer y yo con nuestras propias manitas. Estas cosas me dan miedo porque no sé mucho de tornillos, herramientas, técnicas y chapucillas. Es algo que no está dentro de mi esfera de seguridad, al contrario. Dicho de otra manera: reformar el baño me obliga a salir de mí mismo, a dejar atrás miedos y creencias y a poner en juego lo mejor de mí para que lo viejo, lo sucio y lo gastado… sea renovado, reformado y embellecido . Escuchemos el Evangelio de hoy [Mt 4, 12-23]:

Al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan se retiró a Galilea. Dejando Nazaret se estableció en Cafarnaún, junto al mar, en el territorio de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías:
«Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí,
camino del mar, al otro lado del Jordán,
Galilea de los gentiles.
El pueblo que habitaba en tinieblas
vio una luz grande;
a los que habitaban en tierra y sombras de muerte,
una luz les brilló».
Desde entonces comenzó Jesús a predicar diciendo:
«Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos».
Paseando junto al mar de Galilea vio a dos hermanos, a Simón, llamado Pedro, y a Andrés, que estaban echando la red en el mar, pues eran pescadores.
Les dijo:
«Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres».
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Y pasando adelante vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, su hermano, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre, y los llamó.
Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.
Jesús recorría toda Galilea enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.

Un Jesús al que le ha llegado su momento, coge el testigo de Juan el Bautista y comienza a predicar el Reino por toda Galilea. Ya no es un reino que está por venir sino que es un Reino que ya se hace presente con Él. Es la hora del amor. Es la hora de la promesa. Es la hora de cambiarlo todo. ¿Cómo responder a ese amor que llega a la vida de forma desmesurada, como torrente? Te dejo tres pistas del evangelio de hoy:

  • «Convertirse» – No es una palabra muy usada actualmente: convertirse suena a saga de magos. Lo cierto es que esto no va de convertirse en algo diferente, en otra criatura, en un ser fantasmagórico o en superhéroe. Esto va de convertirse y ser justamente quién eres. Y no va tanto de apariencias, outfits, makeups y demás. Va de corazón, concretamente del tuyo. Va de hacer reformas en él y volverlo a dejar como nuevo. Va de quitarle las telarañas de la pereza, que tantas veces te lleva a no hacer muchas cosas; va de quitarle las manchas del egoísmo, que tantas veces hacen daño a los que te rodean; va de quitar la capa de polvo a todo aquello que Dios te ha dado para que vuelva a brillar… «¡Conviértete!» te dice Jesús. No hay nada más urgente.
  • «Ser llamado» – El que se convierte, de repente, se abre a nuevas historias, a nuevas aventuras, reconoce rostros que tenía olvidados y es capaz de escuchar voces que estaban acalladas por el ruido ensordecedor de esa vida que llevas, tan llena de prisas y de apariencias. Cuando tienes el corazón a punto… oyes la voz de un amor que te llama. Es Jesucristo, que llega a tu vida y te llama por tu nombre; que irrumpe en tu día a día, en tus tareas, trabajos, estudios, planes… y te propone seguirle. Lo hizo con Pedro, con Andrés, con Juan, con Santiago… que eran como tú, o peores. No eres llamado por ser bueno o perfecta o interesante o comprometida o cumplidora en las cosas de Dios… No. Eres llamada simplemente porque sí, porque te quiere a su lado, porque te quiere… sin más.
  • «Dejar» – Convertirse es estar listo para escuchar esa llamada. Y también es estar dispuesto, dispuesta, a responderla. Es una llamada exigente, acorde a lo que eres. El amor sólo acepta el amor como respuesta. Y amar exige dejar, abandonar planes, seguridades, ideas, personas, lugares… Ya lo has hecho más veces y lo seguirás haciendo. El amor exige una decisión. No admite caminos intermedios, respuestas temblorosas, opciones tibias y mediocres. No puede ser un «sí pero…» ¿Cómo lo ves? Tienes toda una vida para responder. Cuanto más amado, amada, te sientas… más fácil te será. Ya lo verás.

No lo dudes. Jesucristo viene a tu encuentro. No es sólo un amigo. Es el Señor, y te llama. Te llama porque te ama. Si te quedas indiferente es porque todavía no has escuchado bien. Afina el oído. Es el momento.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

 

 

Evangelio para jóvenes – Domingo 2º del Tiempo Ordinario Ciclo A

Amanezco hoy con un hermano escolapio menos en la comunidad. Se nos ha ido Juan. Ya nos venía avisando en los últimos tiempos que su marcha podía estar próxima y… ha consumado la amenaza. Sus pulmones no han dado para más y está ya con Dios, su Padre, y con Calasanz, cuidando al pueblo desde un lugar mejor. Juan nos deja su testimonio de religioso entregado, comprometido, disponible. Su «ser como Jesucristo» ha dejado en los que le conocimos un fuerte impacto. Juan, que no era dócil como un cordero, supo, sin embargo, sacrificar su vida y darla a los demás, especialmente a los que más lo necesitaron. Escuchemos el Evangelio de hoy [Jn 1, 29-34]:

En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó:
«Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: “Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo”. Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel».
Y Juan dio testimonio diciendo:
«He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él.
Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo:
“Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo”.
Y yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios».

Un testigo, Juan Bautista. Tres personas en un solo Dios: Padre, Hijo y Espíritu. Un señalamiento: «ESTE ES». Juan nos presenta a Jesucristo como el Cordero, como aquel que iba a cargar con todos los pecados del mundo e iba a dar su vida para salvarnos a todos. Jesucristo, un cordero dócil, obediente, valiente, humilde, sencillo… que un día sería llevado a la muerte sin levantar la voz para consumar tu salvación y la mía. Te dejo tres pistas:

  • «Este es» – Ni Shakira. Ni Piqué. Ni Messi, ni Cristiano. Ni Elon Musk. Ni Amancio Ortega. Ni Joe Biden, ni Putin, ni Xi Ping. Ni tu padre, ni tu madre, ni tu esposa o esposa. Ni tu mejor amigo. Ni el cura de tu parroquia. Ni el Papa. Este es: JESUCRISTO. No te despistes. No busques más. No des vueltas. Él es quién ha nacido para estar a tu lado, para caminar contigo, para escucharte, para curar tu dolor, para gozar en tus alegrías, para darte la mano cuando te cueste levantarte, para sostenerte cuando te fallen las fuerzas, para mirar contigo el horizonte de una felicidad para siempre. Este es. No le tengas miedo. Ven a conocerlo. Háblale, Cuéntale lo que te angustia. Pídele lo que necesitas. Llora con él.
  • «Testigos que me han hablado de Él» – ¡Cuántas personas me han ayudado a conocer a Jesús en mi historia! Tal vez es un buen momento de hacer un pequeño repaso de todos aquellos y aquellas que un día me contaron algo sobre Jesús, me hicieron propuestas para encontrarme con Él, me animaron a acercarme a un grupo, a la Iglesia, me enseñaron con su propia vida de qué iba eso del Evangelio… Todos ellos fueron servidores de Dios, profetas, testigos… instrumentos de Dios para que tú estés hoy aquí.
  • «Te toca a ti» – ¿Y tú qué? Hay personas ahí afuera que sólo van a oír hablar de Jesús si el que les hablas eres tú. Hay personas que van a preguntarse en su corazón por el Evangelio, viéndote a ti, observando cómo vives, valorando las decisiones que tomas. Hay personas que pueden sanar su dolor, que pueden saberse perdonadas, que pueden alcanzar la paz… si tú transmites lo que un día recibiste. ¿A qué estás esperando?

Hazme Señor cada día más parecido a Ti: más sencillo, más radical, más auténtico, más esencial en mi fe. Que quién me vea, te vea. Que quién me escuche, te escuche. Que quién necesite tu mano, tenga la mía cerca para agarrarla.

Buen domingo a todos.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo del Bautismo del Señor Ciclo A

Termina el tiempo de Navidad. Atrás han quedado las ilusiones con las primeras luces de la ciudad, las cartas de los Reyes, los planes para Nochebuena con la familia, el viajecito a ver los amigos, las lentejuelas de Fin de Año y el concierto de Viena para inaugurar el 2023. Los Reyes Magos cierran prácticamente el curso navideño pero realmente todo esto termina hoy. Da pereza recoger, porque nunca gusta terminar una etapa bonita. Sin embargo, con este evangelio realmente se nos recuerda que TODO EMPIEZA AHORA. Escuchad lo que cuenta hoy el evangelista [Mt 3, 13-17]:

En aquel tiempo, vino Jesús desde Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara.
Pero Juan intentaba disuadirlo diciéndole:
«Soy yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?».
Jesús le contestó:
«Déjalo ahora. Conviene que así cumplamos toda justicia».
Entonces Juan se lo permitió. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrieron los cielos y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él.
Y vino una voz de los cielos que decía:
«Este es mi Hijo amado, en quien me complazco».

Hasta ese momento, Jesús había crecido en Nazaret junto a su familia. Fue educado por María y José, formó parte de la comunidad judía de su pueblo, trabajó en la carpintería y suponemos que llevó una vida «del montón». Fue una vida oculta en la que Dios lo acompañó y lo preparó para llegar a hoy, el día del comienzo de su «nueva vida», el día en el que los planes de Dios para Él comienzan a tener lugar, el día en el que su respuesta a la llamada de Dios comienza a tomar hondura. Por eso Marcos, el evangelista, comienza aquí su evangelio. Porque TODO EMPIEZA AHORA. Te dejo dos pistas:

  • «Vino desde Galilea al Jordán» – Fue una decisión. Había llegado el momento. No sabemos si lo vio claro ni qué fue exactamente lo que le impulsó en esa hora. A ti te llegará también, si no te ha llegado ya. El momento, digo. El momento de dejar «tu casa» y emprender el viaje hacia aquello que Dios te ha encomendado. Y la decisión la tendrás que tomar tú. Llegará el momento de comenzar unos estudios determinados, o de comenzar a trabajar en un determinado lugar, o de casarte y formar una familia, o de meterte en el noviciado o en el convento, o de decir sí, sencillamente, a aquello que tanto tiempo lleva pidiéndote el corazón… Llegará el momento en que te darás cuenta que es TU MOMENTO, que Dios te espera allí, en tu Jordán particular. Cuando llegue, adelante. Es Dios quién llama. Es a Dios a quién sigues. Toca dejar algo para seguirle a Él.
  •  «Vio al Espíritu que bajaba sobre él» – Como dice mi amiga Ana, este un evangelio conocido y, sin embargo, hoy me he percatado que la experiencia espiritual que Jesús tiene en ese momento es absolutamente personal. Apenas se bautizó, Jesús vio al Espíritu que bajaba sobre Él y escuchó una voz en los cielos que decía… No parece, por tanto, que fuera una «presentación en sociedad». No es que en ese momento se desvelara el misterio sino… ¡qué fácil para los testigos que allí estuvieran! Qué fácil y qué miedo… Es Jesús el que experimenta los efectos de su bautismo: la compañía del Espíritu y la palabra de Dios sobre él mismo, una palabra de amor. Todo eso lo hemos experimentado ya todos los bautizados pero, tal vez, siendo pequeños no hemos visto ni escuchado nada. Quizás comienzas ahora a pensar, a sentir, a descubrir que algo se espera de ti. Tal vez cuando realmente empiezas a tomar las decisiones oportunas para seguir a Dios en tu vida, empiezas a experimentar que no estás solo, que no estás sola. El Espíritu está sobre ti, para acompañarte, para guiarte, para aconsejarte y sostenerte. Y sí, eres amado de Dios, eres amada de Dios. No necesitas más que eso. Dios se complace en ti. ¡Qué fuerte! Sí, en ti, tan frágil, tan lleno de heridas, tan rota, tan… poca cosa. Y a través de ti, a través de la corriente de amor que se genere entre vosotros, Dios cambiará el mundo.

Hoy he dejado las pistas en dos porque… ¡cuánta miga! Ojalá comiences este 2023 con este Evangelio bien metido en el corazón. Tal vez sea este el año en el que tú también debas abandonar Nazaret para dirigirte al Jordán. Tal vez tengas que tomar decisiones, pequeñas o grandes. Tal vez Dios esté esperándote. O tal vez no. Puede que todavía sea tiempo de preparación en el hogar, de escucha a tus mayores, de mirar, observar y meditar todo en tu corazón… hasta que llegue la hora. Sólo Dios sabe.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo de Año Nuevo (Sta. María Madre de Dios)

Esta entrada de hoy llega tarde. Es de noche y prácticamente el día ha terminado. El 1 de enero, día de Año Nuevo, siempre es un día extraño, resacoso. La mayoría de vosotros habréis celebrado la noche por todo lo alto y la mayoría habréis amanecido tarde. Yo he dejado también la misa para la tarde porque la mañana necesitó de sosiego, reposo, valses y palmas para empezar el 2023 con esperanza. Porque esperanza es algo que siempre se necesita, ¿o no? Escuchad lo que cuenta hoy el evangelista [Lc 2, 16-21]:

En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo hacia Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño.
Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.
Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

Estamos en tiempo de Navidad y hoy celebramos a María, Madre de Dios. María es presentada hoy como la mujer que conserva todo lo que vive y lo «medita en su corazón». María, una joven que, de manera sencilla, te enseña hoy el bonito arte de discernir, de escudriñar tu realidad, de profundizar y dar hondura a todo lo que vives y experimentas, de buscar la huella de Dios en cada giro inesperado de tu día a día. Te dejo tres pistas, las primeras del año:

  • «Correr… para encontrar» – Te urge encontrar la felicidad. Te urge encontrar paz para tu espíritu lastimado. Te urge sanar las heridas pasadas. Te urge llenar tu corazón de nuevo de esperanza. Te urge volver a quererte, a creer en ti. Te urge rodearte de personas nutricias. Te urge mirar la vida con optimismo y abandonar ya ese tono trágico con el que te veo a menudo. Te urge recuperar a Dios. Te urge volver a casa, adentro de ti y volverte a mirar con ternura. Corre, como los pastores. Corre, con prisa, sí, hacia donde vas intuyendo que puedes encontrar esto. Ya lo has buscado. Ya lo has intentado. Ya has corrido. Pero muchas veces no has encontrado. ¿Será Dios la respuesta? ¿Será este niño, pequeño y frágil como tú, el que tiene la llave que necesitas? Ve a buscarle. Corriendo. No hay tiempo que perder.
  • «Escuchar, encontrar, alabar» – ¡Qué bonita rutina para tu vida! Tres pasos. No te puedes saltar ninguno. Ya lo dijimos antes: anhelas encontrar… ¡pues escucha a los que ya han encontrado! ¡Pon la oreja! ¡Afina el oído! ¡Y confía! Confía en aquellos que te hablan de Dios, desde la fe, desde la paz, desde la felicidad que sólo tiene quién lo ha encontrado. ¿Por qué crees mierdas que escuchas en todas partes y, en cambio, dudas de esta gente que te rodea? Y tras escuchar, apuesta, arriésgate… y encontrarás. Lo verás si eres capaz de reconocerle en lo pequeño… Y cuando lo hayas hecho y hayas comprobado que ¡era verdad!… da gracias, alaba a Dios por su amor contigo, por su generosidad, por no olvidarse de ti… y sal a los caminos a continuar la rueda… para que otros la empiecen.
  • «Meditar en el corazón» – A veces usas demasiado la cabeza, la razón o la sinrazón. Demasiada cabeza. Demasiados cálculos. Demasiadas balanzas y equilibrios, argumentos, justificaciones y excusas. Demasiadas quejas. Demasiada cordura o demasiada locura. ¿Y el corazón? ¿Qué haces con él? El corazón es eso que te habita, que guarda lo mejor de ti, el ADN de tu yo auténtico, los sueños que esperan hacerse realidad, la vocación adormecida, la energía necesaria para cambiarlo todo… ¿Por qué no das más juego a tu corazón? Deja que la decisión la tome el amor, de vez en cuando. Sólo el que ama y confía sabe que detrás de muchas intuiciones están la respuestas a muchas preguntas.

Te deseo lo mejor para este 2023. Te deseo un año lleno de Dios, de corazón, de riesgo, de libertad y justicia. Te deseo un año 2023 lleno de alegrías y dolores, de heridas forjadas en el caminar, de horizontes bellos dispuestos a ser alcanzados. Te deseo que seas tú.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 3º de Adviento Ciclo A

El viernes por la mañana cayó «la mundial» en #Sevilla. Hacía tiempo que las gentes de esa ciudad no veían, oían, sentían y se mojaban con una tormenta de tales dimensiones. Sentimientos entremezclados: alegría por el agua que llegaba, necesaria a todas luces en una región castigada por la sequía y las altas temperaturas; y desasosiego por una realidad casi desconocida, desconcertante, y excesivamente contundente. Curiosamente, Juan el Bautista sintió algo parecido con la llegada de Jesús. Escuchemos el Evangelio de hoy [Mt 11,2-11]:

En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, le mandó a preguntar por medio de sus discípulos: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?»
Jesús les respondió: «Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!»
Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: «¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta? Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está escrito: «Yo envío mi mensajero delante de ti, para que prepare el camino ante ti.» Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.»

Que sí, que era Jesús y sí, había que seguirlo. Pero las noticias que le llegaban al Bautista, ya preso, le desconcertaban. No sabía qué pensar. ¿Podía ser que el Mesías, el Enviado, el Hijo del Hombre, el Hijo de Dios esperado por Israel durante tantos siglos… fuera «ese», que hacía «esas» cosas? A ti y a mí, muchas veces nos sucede lo mismo con Dios: nuestra idea de Él y de cómo debería hacer las cosas, no siempre coinciden con su realidad, con su manera de hacer las cosas. Y algo inquietante nos asalta. Pero te dejo tres pistas para hoy:

  • «Ver y oír» – El Reino de Dios es perceptible por nuestros sentidos. Sólo tienes que mirar y ver, que escuchar y oír. Sólo tienes que tocar y gustar y oler. Sólo tienes que vivir con todo tu potencial desplegado para darte cuenta de que, efectivamente, Dios está entre nosotros, está presente en tu vida, a tu alrededor, en el mundo. ¿No será tal vez que tienes los sentidos algo atrofiados de tanta tablet, tanta Play, tanto tabaco, tanto alcohol, tanto ruído, tanto móvil, tanto sexo, tanto trabajo? Estas horas de #Adviento y #Navidad son horas, días, privilegiadas para «sentir» tu vida y a Dios en ella. ¿Qué sentido debes desplegar mejor? ¿Qué sentido tienes más necesitado? ¿Qué percibes de vida, de Dios, a través de ellos?
  • «Las señales del Reino» – Ya lo decían los profetas. Son los signos de que el Reino ya está aquí, de que Dios vive entre nosotros: «los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio». También hay milagros en ti. También Dios deja huella en tu vida. ¿Qué vendas se te han caído, vendas que te impedían ver con claridad? ¿Qué «muletas», qué «cojeras», qué «complejos» has ido superando? ¿Qué heridas llenas de dolor y sufrimiento, que te ahogaban y te impedían ser feliz, se van superando y sanando? ¿Qué parte de ti estaba muerta y, poco a poco, gracias a Dios, va volviendo a la vida? ¿No hay señales del Reino en ti mismo?
  • «Los profetas» – Son mensajeros. Son personas que nos devuelven verdad, cuya Palabra es terremoto. Son aquellos que nos hacen de espejo, que nos acompañan, que denuncian nuestro mal y, a la vez, nos recuerdan la misericordia de un Dios que perdona y ama. Son necesarios, pese a ser molestos. Son grandes, y pequeños a la vez. Son elegidos, pero no por voluntad propia. Son aquellos que se desapropian de su propia historia y hacen suya la historia de salvación de Dios para los hombres. Son profetas. ¿Lo eres? ¿Conoces a alguno?

Bueno, un domingo menos para Navidad. Nos vamos acercando. Nos queda una semanita para purificar nuestra espera, para hacernos pequeños, para prepararnos para celebrar una Buena Noticia despojada de luces de artificio pero rebosante de amor y ternura. Sigamos.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 2º de Adviento Ciclo A

Han sido días de exámenes. Mucho esfuerzo, mucha tensión, mucho cansancio en mis alumnos… De algunos de ellos brota el sentimiento de rechazo ante una vida aparentemente absorbida por los estudios. Un desierto que pasa, sí, pero un desierto al fin y al cabo. Muchos no ven el momento en el que puedan «refrescar» su existencia y sucumben ante el «sol» de justicia que no afloja ni un instante. Son momentos vitales en los que de poco sirve lo que te digan. Uno se siente solo, incomprendido, incomprendida, y sin saber bien qué rumbo tomar. Leamos, en este contexto, el Evangelio de hoy [Mt 3,1-12]:

Por aquel tiempo, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea, predicando: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.»
Éste es el que anunció el profeta Isaías, diciendo: «Una voz grita en el desierto: «Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.»»
Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán; confesaban sus pecados; y él los bautizaba en el Jordán.
Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizará, les dijo: «¡Camada de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? Dad el fruto que pide la conversión. Y no os hagáis ilusiones, pensando: «Abrahán es nuestro padre», pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras. Ya toca el hacha la base de los árboles, y el árbol que no da buen fruto será talado y echado al fuego. Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí puede más que yo, y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga.»

El desierto no es sólo un paisaje sino que es también un estado vital que, probablemente, todos transitamos en algún momento. A veces llega antes, a veces después. Es una etapa árida, sufrida, agotadora, anodina, desesperadamente rutinaria, con pocas emociones, con pocos frutos, con poca compañía. A veces lo atravesamos por una exigencia máxima en los estudios o el trabajo, otras veces porque está en crisis la vida que estamos viviendo pero no sabemos qué debemos hacer, otras veces por una pérdida cercana, una crisis afectiva o amorosa o una enfermedad, otras veces porque todo aquello que un día pensamos que era lo correcto, que venía de Dios para nosotros, desaparece, empequeñece, deja de aportar felicidad. Te dejo tres pistas para hoy:

  • «Un anuncio» – Dios hoy llega a tu vida para anunciarte algo. «Prepárate» te dice el Señor. Dispón tu corazón, tu mente, tu cuerpo… para acoger al Dios que se hace presente en tu vida. Prepárate porque Dios llega para cambiarlo todo, para sacarte del desierto en el que estás metido, para poner luz en este momento de oscuridad, para darte vida y hacerte feliz. ¿Qué tienes que preparar? Te tienes que preparar tú. El grito del Bautista «¡convertíos!» es un despertador para tu corazón embotado, anestesiado, adormilado. Conviértete, cambia, deja de mirar donde estás mirando y fija tu mirada en Dios. Dedícale algo más de tiempo, vuelve a rezar un poquito, lee de vez en cuando el Evangelio del día, céntrate en los que te necesitan y descéntrate de ti mismo. Olvida tus sueños de éxito y pon tus pasos en dirección a un humilde pesebre… a lo más pobre de tu corazón.
  • «Dad fruto» – ¿Quiere Dios que seas agricultor, campesina? ¿Está hablando de manzanas, peras, cerezas? Ni mucho menos. Está hablando de que tengas una vida fructífera. Para que un árbol dé fruto, el árbol tiene que ser podado a tiempo, tiene que tener buen sustrato del que alimentarse, tiene que recibir luz y agua. La primera parte es un «poner los medios para dar fruto». Traduzcamos: saca de tu vida «las ramas secas» que te quitan fuerza y te impiden crecer; busca espacios de fe en los que puedas crecer y alimentarte por dentro; ponte a tiro de la luz de Dios con la oración y participa de los sacramentos: vete a misa, comulga, pide perdón… Luego, cuando llegue el momento, brotará el fruto, lo mejor de ti hecho alimento para otros. Cuando llegue el momento, todo lo bueno que tienes dentro servirá para que otros se alimenten. Eso es una vida fructífera.
  • «Espíritu y fuego» – El Espíritu conduce tu vida, lo envuelve todo, te lleva, te empuja, te susurra al oído: «vuelve a Dios». Es un fuego que se va haciendo fuerte en tu interior. ¿No notas todo eso que te quema por dentro? Déjale salir, déjale que haga, que te haga. Dile hoy, conmigo: «Espíritu que eres el fuego de Dios, enséñame a ser un brasa de amor».

Disfruta de este domingo. Seguimos con el Mundial en marcha. Unos se van y otros se quedan. Y mientras el mundo gira con sus pequeñeces, nosotros recibimos una buena noticia. No es momento de hacerse los sordos.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 1º de Adviento Ciclo A

Son varios los amigos que están esperando un bebé ahora mismo y varios los que acaban de ser papás no hace mucho. Yo todavía recuerdo las tres ocasiones en las que me tocó esperar la llegada de cada uno de mis hijos. La naturaleza humana nos obliga a esperar unos meses desde que te enteras de que el embarazo es real hasta que llega el momento del parto. Son meses de concienciación, de toma de realidad, de ilusión, de preparación y de cambio. Porque desear algo y esperarlo… te transforma. Escuchemos el Evangelio de hoy, el primero del tiempo de #Adviento que acaba de comenzar [Mt 24,37-44]:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé.
En los días antes del diluvio, la gente comía y bebía, se casaban los hombres y las mujeres tomaban esposo, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: dos hombres estarán en el campo, a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo, a una se la llevarán y a otra la dejarán.
Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría que abrieran un boquete en su casa.
Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».

Ya se han encendido las luces de muchas ciudades y, aunque las bombas siguen matando en Ucrania, parece que vamos camino de la #Navidad. La pregunta, sin duda, es: «¿Y tú, qué esperas de la Navidad? ¿A quién esperas?». La intensidad con la que vives algo depende, en buena medida, del deseo previo que le pongas al asunto, de tu capacidad para esperar con ganas que acontezca el milagro. Te dejo tres pistas:

  • «Un antes y un después» – El evangelista compara el acontecimiento de la llegada del Hijo de Dios al diluvio de la época de Noé. Cambia la vida. Vives de una manera antes y vives de otra después. No puede seguir todo igual. Cuando esto realmente sucede es cuando de verdad lo que acontece llega al corazón, lo transforma y lo vivifica. La #Navidad llega cada año con la idea de que nos transforme, de que haga mella. ¿Cómo puedes vivir igual con Cristo que sin él? ¿Cómo puedes vivir igual habiéndose hecho Dios hombre que si no hubiera pasado? ¿Lo han pensado? ¿Qué implica que Dios sea carne como nosotros, uno de los nuestros?
  • «Estad en vela» – No pierdas tiempo en cosas absurdas, no te quedes en lo superficial, en los detalles que no llevan a ningún sitio, en los momentos vacíos. No te pases la vida «adormilado», con ganas de echarte a «descansar» como si ya lo hubiera conseguido todo. Desea, desea, desea… El deseo impide que te duermas. No permitas que pase. ¡Despierta! ¡Los sentidos al 100%! Para mirar con profundidad, para reconocer la voz del Otro, para sentir la caricia de Dios, para percibir el aroma de tu vocación, de tu felicidad, para tocar el cielo.
  • «Preparado» – ¿Estás preparado, preparada, para la Navidad? ¿Por qué no miras un poquito menos el móvil estos días? ¿Por qué no sacrificar algún partidito del Mundial? ¿Por qué no entrar 5 minutos a una iglesia y rezar delante del sagrario? ¿Por qué no leer algo sobre el Adviento estos días, que te ayude a trascender?¿Por qué no pasar rato de calidad con tus amigos, tu familia, con las personas que te queremos?

El tiempo de Adviento es mi tiempo favorito del calendario litúrgico. Quiero aprovecharlo. No me gustaría que se me escapara entre los dedos la oportunidad, un año más, de tomar conciencia de lo que sucedió en Belén hace 2022 años y que cambió la vida de todos para siempre. El que allí nació, me salvó. El que allí nació, pequeño y frágil, tiritando de frío, murió por mí. ¿Cómo no va a ser importante?

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 34º del Tiempo Ordinario Ciclo C

No es buen tiempo para las monarquías. Los tiempos han cambiado y hay vientos de renovación en la mayoría de las sociedades. Nos cuesta entender que haya alguien que atesore poder y riquezas por el simple hecho de haber nacido, de ser «hijo de». Nos cuesta entender que no podamos elegirle y echarle libremente, que no podamos exigirle resultados o trabajo. Y aún así, la figura de reyes y reinas sigue ahí, sólo hay que recordar los pasados días tras el fallecimiento de Isabel II en Inglaterra. Pero, ¿qué celebramos exactamente hoy, fiesta de Cristo Rey? Leamos el Evangelio [Lc 23,35-43]:

En aquel tiempo, los magistrados hacían muecas a Jesús diciendo:
«A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido».
Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo:
«Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo».
Había también por encima de él un letrero:
«Este es el rey de los judíos».
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo:
«¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros».
Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía:
«¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha hecho nada malo».
Y decía:
«Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino».
Jesús le dijo:
«En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso».

Vaya rey. Crucificado. Vilipendiado. Roto. Fracasado. Un trono de cruz para el rey de los olvidados, de los descartados, de los rechazados. Insultado. Burlado. Provocado. Exhausto. Vacío. Te dejo tres pistas:

  • «Sálvate a ti mismo» – Ese es el concepto de aquellos que esperaban un Mesías político, lleno de poder, triunfador e influyente. Esperaban un enviado de Dios rodeado de gloria, imponente, capaz de cambiar el curso político de la historia, capaz de exterminar a los enemigos, capaz de adaptar el mundo a sus criterios. Pero Cristo es un rey sorprendente, inesperado. Cristo reina porque se da, porque no se salva a sí mismo sino a todos, a ti y a mí. Cristo reina porque se vacía, porque lo entrega todo. Su poder descansa en la donación de sí mismo y no en el reconocimiento de sus súbditos. Cristo reina en tu vida si acoges todo lo que viene a regalarte, si le dejas entregarlo todo por ti, si le permites amarte. Cristo es el Rey de tu vida porque coge la cruz de tu vida y la convierte en trono de salvación.
  • «Se encuentra contigo en tu miseria» – La salvación del buen ladrón se produce en el lugar de mayor miseria, en el corazón de la tragedia. Con tu salvación se produce lo mismo. Escapas de todo lo feo que hay en tu vida. Reniegas de tu pecado, de tu infelicidad, de tus imperfecciones, de tus miedos y dudas… pero es ahí, en ese escenario lleno de desesperanza, donde Jesús obra el milagro y transforma tu propia oscuridad en luz. Mira a Jesús. No apartes la mirada de su rostro entregado. En la cruz es donde ha decidido ejecutar tu redención. Déjate mirar por su rostro vapuleado, como el tuyo. Repítele: «Señor Jesús, aquí estoy, como tú, hecho polvo, hecha polvo. Sálvame.»
  • «Hoy estarás en el paraíso» – Sí es Rey. Sí tiene poder. Es el poder del perdón, el poder del amor, el poder de la justicia y el de la misericordia. Sí tiene poder. Él puede rescatarte y darte una vida mejor. ¿A qué estás esperando? ¿Por qué dejar para mañana lo que el mismo Jesús ha dicho que puede ser HOY mismo?

Estamos a la puertas del Adviento. Dios, principio y fin de todo. Te llama, te invita, quiere ponerse a tu servicio, amarte. ¿Por qué darle un portazo? ¿Por qué no responderle? ¿Por qué no confiar en Él? ¿Por qué dudar de sus intenciones? Cambia la mirada y el corazón y celebra a ese rey pobre, pequeño y entregado que tienes por Dios.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova