Poner la vida delante de Dios (II Re 19,9b-11.14-21.31-35a.36)

Más allá de asirios y judíos, de un rey o de otro, de guerras y batallas… más allá de todo eso, la lectura de hoy nos ofrece el testimonio de un hombre que pone su vida delante del Señor, en oración.

No sé tú cómo haces para tener a Dios presente en tu vida. No sé cómo rezas, ni siquiera si lo haces con frecuencia. Pero creo que Ezequías, rey de Judá, nos ofrece hoy una manera auténtica de oración, de relación con Dios. Él sabe que su vida está en sus manos. Acude a Él con confianza, le cuenta su problema, sus preocupaciones, el cómo lo está viviendo… y pone en sus manos la vida y el devenir de él y de su pueblo.

¿Haces tú lo mismo? Nos hacen creer que todo debe pender de nuestros hombros y con nuestros codos, con nuestro esfuerzo, todo se controla. Y creo que pocas veces acudimos a Dios como a un Padre al que contarle la vida. No se trata de esperar magia ni siempre encontraremos la respuesta que nos gustaría. Pero la actitud fundamental es la del abandono en confianza. «Señor, aquí estoy, esta es mi vida, esto me preocupa, esto necesito… Estoy en tus manos. Haz lo que creas mejor para mí».

Y el Señor, que te ama, hará lo que tenga que hacer.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

El amor no se fija en el mal (Mt 7,1-5)

Yo soy de los que se fijan en la mota del ojo ajeno. Voy aprendiendo a mirar mejor. Y a ver también la viga en los míos.

El problema no está tanto en ver el defecto ajeno como en «fijarse». Fijarse es hacer que la mirada permanezca en ese punto. Y eso es falta de amor. Porque no se trata de evadir la realidad y hacer como que todo es perfecto. No se trata de no corregir fraternalmente ni decirle al otro el mal que hace. Se trata de no descansar la mirada ahí. Se trata en levantar la vista de nuevo, deseando buscar rincones mejores, la sombra del don, bajo la cual uno descansa a gusto.

Exactamente lo mismo con el pecado propio. No es cristiano fijar la mirada en tu propio pecado de manera que sea incapaz de percibir el luminoso destello de la gracia.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Si sigues a Jesús, un mandato te espera (Mt 10,7-13)

Los que seguimos a Jesús tenemos un mandato. Porque los verbos que usa el Evangelio de hoy no son una mera invitación. Por eso la comunión es tan relevante. Estar en comunión con Él, comulgar, es estar dispuesto a recibir este mandato:

«ld y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis. No llevéis en la faja oro, plata ni calderilla; ni tampoco alforja para el camino, ni túnica de repuesto, ni sandalias, ni bastón; bien merece el obrero su sustento. Cuando entréis en un pueblo o aldea, averiguad quién hay allí de confianza y quedaos en su casa hasta que os vayáis. Al entrar en una casa, saludad; si la casa se lo merece, la paz que le deseáis vendrá a ella. Si no se lo merece, la paz volverá a vosotros.»

Imperativo, imperativo, imperativo. Id, proclamad, curad, resucitad, limpiad, echad, dad, entrad, averiguad, saludad, no llevéis… Jesús no se anduvo por las ramas.

Estamos llamados a dar continuidad a su presencia entre los hombres. Llamados a salir de nosotros mismos, a anunciar que el mundo es de otra manera si lo preside el amor, a vivir unas relaciones sanadoras con los demás, a dejar buen aroma a nuestro paso, a generar vida… descansando de vez en cuando, cargando las pilas en una comunidad que nos acoja, para luego volver a los caminos. Y así siempre.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

La plenitud de lo pequeño (Mt 5,17-19)

¿Qué es dar plenitud a la Ley?

No saltarse ninguno de los preceptos menos importantes… eso por lo de pronto. Es decir, concretar el amor.

Porque AMAR en mayúsculas no es difícil. Lo difícil es amar en pequeño, hoy, aquí, ahora. Amar en casa, a tu pareja, con la que te jugaste la vida y a la que a veces no entiendes, a la que a veces haces daño y te hace daño. Amar a tus hijos. A tus hermanos. Amar en la comunidad, en la oración acostumbrada a horas y maneras. Amar en el «siempre igual» y en el «siempre diferente». Amar en el trabajo, con la tarea bien ejecutada, con el esfuerzo entregado y el sudor ofrecido. Amar en el pobre del barrio, en la anciana sola, en el silencio ante la crítica que brota, en la cabeza gacha ante la cruz del que lo dio todo.

La plenitud se alcanza en lo escondido, en los callado, en lo entregado. La plenitud de lo pequeño. La plenitud enseñada por un Dios que se hizo nada.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Luz de luz (Mt 5,13-16)

Apaga la luz de alrededor. Baja las persianas de tu vida. Permítete estar a oscuras un rato. Sin ruído. Sin flashes. Sin efectos especiales. Sólo la negrura y tú. Y mira adentro. ¿No la ves? Esa lucecita… Esa llama que nunca se apaga… Es el Espíritu que te habita. Es la huella de Dios que llevas dentro de ti. Mírala y mira todo aquello que ilumina. Observa los rincones que aparecen y que desconocías. Lleva tus ojos a lugares internos que no sabías que existían. Deléitate con los colores de esos frescos en tu corazón. Sorpréndete por todo lo bueno y bello que se esconde ahí adentro.

Y ahora que lo has descubierto, sal afuera, sin miedo. Porque llevas luz. ¡Ya la has visto! ¡Y hay tantos a oscuras que todavía no se han enterado! Al ver tu luz, querrán descubrir la suya. Al ver tu belleza, querrán ser bellos. Al sentir tu calor, querrán calor también para sus pies fríos. Al ver tu llama, inextinguible, desearán descubrir la suya.

Y la luz se propagará, y el fuego lo quemará todo, y el calor derretirá la frialdad que se hizo fuerte en el mundo. Y el Espíritu encontrará todavía más espacio para aletear…

Un abrazo fraterno – @scasanovam

El Señor está cerca, contigo. No tengas miedo. (Sal 120)

Difícil día hoy para comentar el Evangelio. Las Bienaventuranzas. Me cuestan. Me cuesta decir algo sobre lo que ya Jesús dice. Me cuesta comentar porque todo está claro. Me cuestan por la sencillez de su planteamiento. Me cuestan por la dificultad de hacerlas vida. Me cuestan porque me dejan callado.

Pero iluminadas por el salmo 120, me inspiran y me llena de paz. El salmo 120, que tantas veces canté gracias a la Hermana Glenda, es uno de mis salmos favoritos. Es un salmo que invita a la confianza en Aquel que te cuida, te guarda, te protege, te alimenta… porque te ama.

Las Bienaventuranzas son una invitación a vivir según el Reino y a abandonarse en sus consecuencias. La apuesta es de órdago y, generalmente, trae complicaciones; como cualquier apuesta de amor.

El Señor viene, está cerca contigo. Y te dice: – no tengas miedo.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Los poderes frente al espejo (Mc 12,1-12)

Jesús está en Jerusalén. Visita el Templo. Lo que ve no le gusta. Y lejos de callar y mirar a otro lado, siendo la Verdad, denuncia que el pueblo amado de Dios está falto de guías, seco de frutos, ciego y sordo.

El Evangelio de hoy es uno de tantos, en esta parte del relato de Marcos, en los que Jesús se encuentra con los poderes fácticos del «pueblo de Israel». ¿Quiénes son los los poderes que manejan las vidas y las conciencias de las personas? ¿Líderes religiosos? ¿Banqueros? ¿Medios de comunicación? ¿Políticos? ¿Futbolistas? Elige tú. E imagínatelos delante de Jesús, siendo abroncados a través de una parábola.

El caso es que si eres cristiano y, como tal, testigo, tú también debes escuchar. Yo, padre, esposo, profesor, catequista… me imagino también delante del Maestro escuchando cosas que, seguramente, no me gusten. Escuchando su corrección y, también, su reproche. Porque se me ha dado una responsabilidad, porque se me ha pedido proclamar su Palabra, porque se me ha pedido hacer crecer su Reino, porque se me ha llamado a acompañar a muchos y a anunciar a otros que Jesucristo vive y lo ama y lo salva…Y también actúo, muchas veces, como aquellos… más centrados en ellos mismos que en sus hermanos, ciegos ante las necesidades de los más débiles, sordos a las voces proféticas que me recuerdan qué quiere Dios de mí…

Hoy, te pido Señor, que me ayudes a confiar más en Ti, a abandonarme a tu Voluntad, a acallarme y dejarte hablar a través de mí. Hoy te pido no ser uno de los poderes del mundo sino un sencillo apóstol con las sandalias gastadas…

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Acércate a Jesús (Mc 9,30-37)

La fe es un don, sí, pero un don que se parece más a una historia de amor que a un regalo bien envuelto. Un regalo viene de alguien y es para alguien. Uno lo da sin esperar nada a cambio y espera que al otro le guste y lo use con cariño, sin más. Pero una historia de amor es un regalo que se construye entre dos, es una llama que crece si dos personas la cuidan. Por eso, hay muchas personas alejadas de la Iglesia y de Dios que no dejarán de ver a Dios así, lejano y fantasioso, incluso cruel, a menos de que decidan dar un paso adelante para conocerle mejor. La carta de Santiago de hoy es una joya y lo deja claro: «Acercaos a Dios, y Dios se acercará a vosotros.»

¿Cómo acercarte a Dios? A través de Jesús de Nazaret, No hay otro camino. Esta ha sido una de las causas por las que Jesús acabó en la cruz. No es que se limitara a hablar de Dios, a predicar en su nombre, a hacer buenas acciones… es que él mismo se identificó como el único camino hacia el Padre. Jesús exige aceptación personal, seguimiento personal, adhesión total. No hay más. Por eso conocerle a él, es conocer a Dios. Sin Jesucristo, uno no llega a Dios en su plenitud.

Lee el Evangelio, conoce a Jesús a través de los sacramentos, acércate a u persona a través de alguna comunidad, reza a tu manera de vez en cuando… en definitiva, alimenta vuestra historia de amor. Acércate y él se acercará. Es hora de romper los muros. Su debilidad conecta con la tuya, su fracaso con el tuyo, su humanidad con la tuya… y su resurrección con tu salvación y felicidad. Ya sabes.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

El Señor es mi pastor (Sal 22)

Hace unos días descubrí los salmos musicales de Atenas, una de las cantantes más actuales en el panorama de la música católico. Sus notas acompañan a los salmos con cierto toque monástico. Me gusta. Os lo dejo aquí para que podáis rezar hoy el salmo 22. El Señor nos acompaña, el Señor nos cuida, El Señor nos lleva, nos prepara una mesa y unge nuestra cabeza con perfume. ¿Qué más se puede pedir?

Hacerse nada (Mc 8,34–9,1)

Hac eunos días tenía una conversación con una buena amiga sobre esto de anonadarse. Hacerse nada me cuesta. Y cuando leo el Evangelio de hoy y me vuelvo a encontrar con ese «negarse a uno mismo», se me revuelve todo.

Esta amiga me recomendó rezar de vez en cuando las Letanías de la Humildad, del cardenal Rafael Merry del Val . Cuando las descubrí, y las recé por primera vez, me encantaron aunque me parecieron fuertísimas para mí. Mi ego se pone en posición de batalla y se resiste a desaparecer.

Son años de guerra interna a este respecto. El Señor no me la está evitando, así que entiendo que debe ser así para crecer como testigo. Que el Señor me ayude.

Aquí os dejo un enlace a las letanías.

Un abrazo fraterno – @scasanovam