Zasca de San Pablo (1 Cor 1,17-25)

«No me envió Cristo a bautizar, sino a anunciar el Evangelio,
y no con sabiduría de palabras, para no hacer ineficaz la cruz de Cristo.»

 

Vaya frase de San Pablo, para ser la primera de la lectura que hoy nos propone la Iglesia. Vaya zasca para algunos, a los que parece sólo preocuparles cuántos se bautizan, cuántos hacen la Primera Comunión, cuántos se confirman, cuántos se casan… y que convierten parroquias, capillas, colegios… en máquinas sacramentales sin que haya habido un gran trabajo para que la semilla evangélica pueda ir creciendo de otra manera.

La Iglesia necesita buscar la manera de ANUNCIAR al CRISTO CRUCIFICADO Y RESUCITADO en la España de hoy, en la Europa de hoy, en la América de hoy, etc. Necesitamos comunidades vivas, reales, donde las personas descubran la fraternidad, la comunión de sus vidas, la acción de Jesús entre nosotros, la fuerza de una oración sincera y conectada con la vida. Necesitamos preparar terrenos que ahora mismo están áridos o llenos de vegetación salvaje y en los que es difícil que entre la luz o que germine la semilla. Empeñarse en seguir funcionando como siempre, cambiando sólo un poco los materiales y los tonos… es insuficiente.

Hemos convertido los sacramentos en sacraMIENTOs porque, al contrario de S. Pablo, por bautizar nos hemos olvidado de anunciar.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

 

Y si te estuvieran mirando (Mt 24,42-51)

El Evangelio de hoy me recuerda a la situación de muchas mañanas en casa. Nuestros niños ya son lo suficientemente mayores para despertarse sin venir a despertarnos a nosotros. Normalmente van al salón y desayunan y ven la tele un rato. Saben que no me gusta que la vean por la mañana. Así es que normalmente, cuando me despierto y voy hacia el salón, compruebo que hay una serie de movimientos rápidos como para hacer ver que la tele lleva poco encendida y que ellos como que se acaban de levantar. También me recuerda a lo que muchos padres hacen las semanas previas a los Reyes Magos o a Nochebuena, en las que, cuando alguno de sus hijos se comporta de manera inadecuada, les espetan eso de «no te portes mal que los Reyes o Santa Claus te están viendo».

En el fondo, da la sensación de que la imagen de un Dios vigilante jurado o policía o juez está metida en nuestras venas. Es como si por naturaleza nos apetecieran unas cosas que no podemos hacer porque estamos siendo observados por Aquél que, un día, decidirá si nos sube a las alturas o nos envía a las llamas eternas. Tremendo. Claro, coges el Evangelio de hoy y la interpretación es parecida. ¡Cuidado con lo que haces no vaya a ser que te llegue la hora de morirte y lo hagas en pecado y zas, al hoyo!

No me imagino a Dios funcionando de tal guisa. Sería muy desalentador. Yo creo que el Evangelio lo que propone es sencillamente vivir en verdad, ser honesto con uno mismo y también con el Dios al que dices seguir. No por el castigo sino porque no se puede vivir dividido, no se puede vivir aparentando, no se puede vivir en la mentira. La propuesta es llevar el amor de Jesús tan adentro que siempre se le vea a Él. Claro que somos pecadores, que cometemos errores, que nos equivocamos… pero nuestra vida en conjunto, nuestro corazón, deben estar al servicio de los demás, al servicio de Jesucristo. Y no es por el castigo sino por el premio. ¿Por qué no lo pensamos así? El Señor pasa, sí, durante la vida, y quién no está atento, se lo pierde y, en esa pérdida, se escapa la posibilidad de ser plenamente feliz.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Selfies fariseos (Mt 23,27-32)

Vivimos en tiempos de selfies. Un ponerse en el centro para contarle al mundo que eres genial, que estás feliz, que viajas un montón, que tu vida es fantástica, que conoces a mucha gente, que haces muchas cosas… Podríamos seguir. Yo creo que se puede resumir en una súplica desesperada por un «like», por un «me gusta», por un «te quiero» de las redes del siglo XXI.

¿Por qué aparentas? ¿Tal vez necesitas demostrar que sí, que vales la pena? ¿No te ha dicho nadie nunca que no hace falta? Eres querido, sí. Valorado, también. No hace falta que viajes tanto, ni que hagas tanto, ni que enseñes tanto… No hace falta que sumes puntos.

Dios no necesita de filtros para mirarte y ver a alguien bello, maravilloso, único, única, hermosa. No te hacen falta con él. Ni te hace falta ponerte siempre en el centro para llamar la atención. Él ya sabe que estás ahí. Eres su hijo, su hija, predilecto. Te ama. Sueña contigo. Camina contigo. Sufre contigo. Él quiere que cambies la mirada. Mientras te miras a ti mismo, por miedo, por inseguridad, por necesidad, te pierdes lo que hay a tu alrededor. Gira la vista y mira al frente. Dale la vuelta a la cámara y fotografía las maravillas de Dios. Olvida tu selfies fariseos que te hacen aparentar algo que no eres en realidad. Tú eres más.

Decídete a vivir con la certeza de que eres mirado con amor. ¡Verás qué sensación!

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Mosquitos, camellos y cómo desvirtuar el sentido de la Ley (Mt 23,23-26)

Siempre me ha interpelado mucho eso de «colar un mosquito y tragarse un camello». Una expresión muy adecuada para expresar lo terrible de perder el foco de la Ley, de desdibujar el sentido de la norma, de estropear y amargar la vida de las personas por poner el acento en aspectos poco relevantes.

Ser padre es un continuo aprendizaje de estas palabras de Jesús. A veces me doy cuenta de que cuelo mosquitos y trago camellos con mis hijos. También como esposo, con mi mujer. Exigencias, discusiones, tensiones… por detalles absolutamente insignificantes que yo doto de importancia desproporcionada porque, tal vez, en ellas, siento que se juega mi autoridad, mi poder, mi influencia, mi autoestima…

También como educador, como catequista, como pastoralista… me deshago tantas veces con los jóvenes por aspectos que no son los más relevantes… y no me gusto.

No quiero ser un guía ciego. Ni como padre, ni como maestro, ni como pastor, ni como testigo… Quiero parecerme más a Jesús, ser más justo, más misericordioso, menos intransigente, más comprensivo; sin perder de vista la exigencia de transitar el camino de la Verdad. ¡Ayúdame Señor! ¡Con tu ayuda lo conseguiré!

Un abrazo fraterno – @scasanovam

El veneno de la hipocresía (Mt 23,13-22)

Duro evangelio el de hoy, en el que Jesús carga contra los hipócritas, sobre todo contra aquellos que van de santos, de perfectos, de modelos a seguir. La hipocresía es un terrible veneno que se nos cuela fácilmente. Hoy en día es sencillo desdoblarse y mostrar de nosotros mismos caras diversas que den imágenes idílicas de nuestro propio ser. Nos hacemos selfies que inundan las redes para garantizar que los otros se enteren de lo maravillosa que es nuestra vida y, sobre todo, de que es más maravillosa que la suya.

Me surge la inquietud, en este ratito de oración, de si yo soy también hipócrita. Creo que los hipócritas nunca se reconocen como tales porque su doblez siempre tiene sentido, buenas razones y acaban creyéndose su propio engaño. Yo a veces también me engaño a mí mismo. Exijo mucho a los otros pensando que mi listón está alto y luego descubro que soy frágil, pequeño y ciertamente necesitado de amor y generosidad y paciencia como todos. Pero esto no sale mucho a la luz, ni siquiera me lo muestro a mí mismo.

Señor, me reconforta la letra pequeña del Evangelio de hoy. En el fondo, nos recomiendas que nos alejemos de nuestro afán de perfección y control. A ti te interesa poco eso. No quieres seguidores perfectos sino fieles, apasionados, enamorados de ti. Tú cargas con nuestra miseria. No tenemos de qué preocuparnos. Sabes que cuánto más cerca estemos de Ti, más felices y perfectos seremos en el Amor. Y eso es lo que te importa de verdad.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Devuélveme la alegría (Sal 50)

Tanto la primera lectura de hoy como el salmo son dos palabras preciosas que me vienen estupendamente para irme recuperando del dolor y del enfado de estas últimas horas. El Señor es capaz de hacerlo todo nuevo y la esperanza debe seguir firme e inquebrantable. Así como el pecado y la oscuridad nos destruyen y nos cercan, así somos restaurados para volver a comenzar. En lo personal y en lo eclesial.

Pero dos cosas que hoy me dice el Señor que creo que son muy importantes. La primera es que me juzgará según mi proceder. Lo dice el profeta y lo dice así después de haberse extendido explicando cómo vive y actúa un hombre justo. Es lo que hago en la vida lo que marca la diferencia. No es lo que pienso, ni lo que deseo, ni de lo que me arrepiento… es lo que hago. Lo que hago con mi tiempo, lo que hago con los pobres, lo que hago en mi familia, lo que hago en la Iglesia. Son las decisiones que tomo, las opciones que elijo, los caminos que recorro. Con el riesgo de equivocarme, el Señor me pide acción.

La segunda cosa habla más de Dios que de mí. «No quiero la muerte de nadie» dice el Señor. El quiere que todos seamos felices, que todos hagamos el bien, que todos descubramos la verdad, que todos obremos con justicia. Dios quiere que todos nos salvemos. ¡TODOS! Dios siempre alienta al cambio, a la reparación, al arrepentimiento. Siempre hay tiempo. ¡Qué deseo tan bonito del Padre!

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Denuncia a Jerusalén (Ez 16,1-15.60.63)

Leyendo la lectura del profeta Ezequiel, me viene a la mente, impactada en estas últimas horas, el reciente informe del Gran Tribunal del estado de Pensylvania, en EEUU, en el que se documentan más de 300 casos de abominables abusos sexuales llevados a cabo, durante muchos años, por sacerdotes, religiosos, etc. y encubiertos por las autoridades eclesiásticas en cada momento.

Sí, «Jerusalén», la Iglesia, puede corromperse, puede caer en el peor de los pecados. Y no hay excusa. Me resulta inimaginable el dolor de las víctimas. Como padre creyente que soy, me es imposible imaginar el infierno vivido en el seno de tantas familias, de tantas comunidades cristianas. ¿Que no existe el infierno? Pues aquí lo tenemos.

Nada hay suficiente que se pueda decir. Tal vez sólo PERDÓN y aún así de poco servirá. Ya ha pasado el tiempo de las palabras, de los lamentos, de los silencios, de arropar a criminales que han violado su carácter sagrado de la peor manera posible y que han sido portadores de sufrimiento en lugar de portadores de paz y amor. Te pido Señor fuerzas para que la Iglesia limpie su casa, tu casa, sin descanso, sin miedo, con enérgica contundencia. Y fuerzas para el Santo Padre para llevar a cabo esta labor.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

El día de Sta. María (Lc 1,39-56)

El día de Santa María siempre me ha pillado de vacaciones en Badalona y siempre fue día grande, no sólo porque es Fiesta Mayor en la ciudad sino también porque es el santo de mi yaya María. Esa mañana, la casa se llenaba de gente. Tíos, primos, amigos y conocidos que se acercaban a casa a felicitarla. Horchata, patatas fritas… los aperitivos preparados para invitar a los que viniesen. Gran ambiente. Y luego a misa. Una misa que nunca me ha gustado mucho, con calor, humedad y ropa buena y nueva, con la que mis padres nos vestían para la ocasión.

Todas las fiestas tienen un origen. Lamentablemente, en los tiempos que corren, nos gusta celebrar sin saber por qué lo hacemos. Tenemos fiestas, vacaciones, fuegos artificiales, orquestas, tradiciones y costumbres… que repetimos año tras año sin importarle a nadie el por qué, la razón de que eso llegue a nuestros días.

Hoy celebramos a María. Celebramos su sí. Celebramos su valentía, su coraje, su determinación, su generosidad, su fidelidad, su compromiso, su apuesta clara, su honestidad, su dignidad, su firmeza, su maternidad. María, hoy, es una mujer modelo. Hoy tal vez la llamaran feminista. Y tal vez lo fue. Y con certeza que marca el camino de cuál debe ser el auténtico feminismo. Una mujer que afrontar su particularidad en una familia, en un pueblo, en una sociedad, que gira la cara a la mujer y que la considera de segunda. Y allí está ella. Mirada por Dios. Con una alegría con la que arrampla con toda la dificultad que tiene que afrontar. Porque sabe que con Dios a su lado, nada tiene que temer. No entendió muchas cosas aunque de amor entendía un rato. Y se supo sometida solamente a la voluntad de Dios. Vacía de todo. Llena de Dios. Madre de todos por su Hijo.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

No se da lo que no se tiene (Ez 2,8–3,4)

Cuántas veces nos habrán oído los jóvenes catequistas de nuestros grupos Calasanz eso de «no se da lo que no se tiene». ¿Por qué nos lo oyen tanto? La respuesta la da hoy el profeta Ezequiel.

Es difícil ser testigo de algo que no se produce día. Es difícil hablar de Dios sino se habla con Dios. Es difícil generar comunidad si no es parte de la misma. Es difícil evangelizar si uno no es evangelizado continuamente. Es difícil acompañar si no se es acompañado… Y así hasta el infinito. Esto de ser francotirador de la fe y lanzarse a hacer apostolado (en las mil vertientes posibles) sin tener detrás una comunidad cristiana, sin tener una vida de oración intensa, si formarse continuamente, sin buscar ratos para Dios, sin revisar la propia vida de vez en cuando… como que no sirve mucho. Porque tarde o temprano serás tú el que está en el centro de tu propio mensaje, y no Dios. Tarde o temprano generarás afectividades insanas. Tarde o temprano caerás en incoherencias curiosas. Tarde o temprano, abandonarás. No sirve.

Todos tenemos alma de profeta. A todos se nos envía a hablar, a evangelizar, a comunicar la buena nueva maravillosa de que Jesucristo está vivo entre nosotros, de que te quiere con locura y de a su lado, tu vida, cambia para siempre. No podemos afrontar esa misión desde la insolencia, desde la soberbia, desde la soledad. Antes hay que «tragar» y alimentarse con todo aquello que luego dará sus frutos. Si ese alimento, sin el alimento de la Palabra, de los sacramentos, de la comunidad, de la oración… somos malos profetas, mediocres seguidores, enviados incapaces.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Alabar, verbo olvidado (Sal 148)

De todas las acepciones que tiene el verbo «alabar» en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la segunda es la que se aplica más directamente a Dios pero a mí me gusta más la primera. Porque también aplica a Dios y porque me ayuda a concretar qué es eso de alabar.

Alabar
Del lat. tardío alapāri ‘jactarse’.

1. tr. Manifestar el aprecio o la admiración por algo o por alguienponiendo de relieve sus cualidades o méritos.
2. tr. Venerar y celebrar con oraciones.
3. prnl. Jactarse o presumir de algo.

Es bueno expresar lo bueno que es Dios conmigo. Es bueno que reconozca en mi vida sus caricias, sus detalles, sus cuidados. Es bueno que le dé gracias por todo lo que hace conmigo. Es bueno que reconozca su grandeza y mi pequeñez, su inabarcable amor y mi limitada capacidad para conocerle. Es bueno que lo cuente, que lo cante, que lo diga, que lo grite, que mi vida sea un auténtico canto de alabanza.

Son muchos los salmos de alabanza y es algo que hemos olvidado. La carne de Jesús y su humanidad nos ha acercado a Dios, nos ha hecho tocarle con nuestras propias manos y verlo con nuestros propios ojos pero no debemos dejar de postrarnos ante su divinidad, ante su magnificencia, ante su realeza.

Un abrazo fraterno – @scasanovam