Los milagros en ti (Mateo 11, 20-24)

Jesús recrimina a dos ciudades, donde hizo milagros, que no se hubieran convertido.

¿Y yo? ¿Qué milagros hace el Señor en mi? Cada día. ¿Los veo? ¿Soy capaz de descubrir su mano poderosa y salvadora en mi vida?

Mi historia de amor con Esther; mis hijos, sus sonrisas, sus abrazos, sus necesidades, sus progresos; personas que se han cruzado en mi vida de manera misteriosa y milagrosa; la fraternidad que vivo en mi comunidad; pasear con sol ayer a la vera del Danubio; mis pelos de punto con El Lago de los Cisnes; la fortaleza que me ha sido regalada; mis aprobados y mis esfuerzos y capacidades; el color de los ojos; el perfume de las flores; las historias que crean escritores y que me tranportan; el trabajo que tengo; la comida que llega cada día a mi mesa; la ciudad y el país en el que vivo y su cultura, su historia… una lata de Pepsi Light o CocaZero bien fría; un baño en el Mediterráneo; la fiesta coruñesa de S. Juan; el grito de las gaviotas; el viento en la cara; una ducha tras una jornada agotadora; una cama sobre la que descansar…

Cada día es un auténtico milagro… Gracias Padre por lo que me das y me concedes.

Un abrazo fraterno

ESTOY HARTO, dice el Señor (Isaías 1, 10-17)

Reproduzco entera la primera lectura porque me parece de una dureza extrema por parte del Señor. De una claridad meriadiana para su Iglesia. Y más en los tiempos que corren.

«Oíd la palabra del Señor, príncipes de Sodoma; escucha la enseñanza de nuestro Dios, pueblo de Gomorra:
«¿Qué me importa el número de vuestros sacrificios? -dice el Señor-.

Estoy harto de holocaustos de carneros, de grasa de cebones; la sangre de toros, corderos y chivos no me agrada.
¿Por qué entráis a visitarme?
¿Quién pide algo de vuestras manos cuando pisáis mis atrios?

No me traigáis más dones vacíos, más incienso execrable.
Novilunios, sábados, asambleas, no los aguanto.

Vuestras solemnidades y fiestas las detesto; se me han vuelto una carga que no soporto más.
Cuando extendéis las manos, cierro los ojos; aunque multipliquéis las plegarias, no os escucharé.
Vuestras manos están llenas de sangre.

Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones. Cesad de obrar mal, APRENDED A OBRAR BIEN; BUSCAD EL DERECHO, ENDEREZAD AL OPRIMIDO; DEFENDED AL HUÉRFANO, PROTEGED A LA VIUDA.»»

El Señor nos dará lluvia (Salmo 84)

El Señor nos dará lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos.

Precioso el salmo de hoy. Lleno de esperanza. Es un momento de crecer en esperanza. Cuando miro el país y las dificultades de la gente de la calle, llena de preocupaciones y sinsabores, me agarro a la esperanza. Creo en un Dios que ama a sus hijos, que es justo y misericordioso. Creo en un Dios que camina al lado del pobre y del enfermo. Creo en un Dios que tiene a los más necesitados como sus favoritos. Llegará la lluvia y refrescará el calor asfixiante de la gente

En lo personal, algo parecido. Siento que estoy preparando la tierra desde hace tiempo y que ha habido conatos de misión, de entrega, de Reino. Siento que como persona, como matrimonio, como familia, como comunidad, como Fraternidad… estamos construyéndonos, abonando, segando, arando… para cuando llegue la lluvia del Señor. Entonces todo germinará, la tierra dará fruto y habremos consumado la obra del Señor. Mientras, caminamos llenos de esperanza.

Un abrazo fraterno desde tierras germanas

Ovejas entre lobos (Mateo 10, 16-23)

Jesús conocía la realidad. No era alguien que vive entre algodones rosas y margaritas blancas. No era un soñador alejado de su mundo. Ni siquiera era tan ingenuo como para pensar que, haciendo el bien, nadría habría que se metería con él.

Jesús sabe, y así nos lo dice, que la Buena Noticia genera problemas. Jesús sabe que los «lobos» nos esperan ahí afuera y que el Reino se contruye con bondad y justicia, no con «buenismo» e ingenuidad.

Es duro encontrarse con este Evangelio. Duro porque tomo conciencia de que es verdad: uno se juega la vida en ésto. Y no es nada fácil. Al contrario. Por eso me sorprende cuando denunciamos a los «lobos» que hay ahí afuera. Los hubo, los hay y los habrá. Y tenemos quecontar con ello. No hay otra.

Un abrazo fraterno

El envío de Jesús (Mateo 10, 7-15)

No llevéis en la faja oro, plata ni calderilla;
ni tampoco alforja para el camino, ni túnica de repuesto,
ni sandalias, ni bastón;
bien merece el obrero su sustento.
Cuando entréis en un pueblo o aldea,
averiguad quién hay allí de confianza
y quedaos en su casa hasta que os vayáis.
Al entrar en una casa, saludad;
si la casa se lo merece, la paz que le deseáis vendrá a ella.
Si no se lo merece, la paz volverá a vosotros.

Comprenderás la justicia y el derecho (Proverbios 2, 1-9)

Hace muchos años leí un pensamiento que me impresionó. Decía algo así como «si nuestros gobernantes pasaran más tiempo de rodillas, orando, mejor nos iría«. Y la lectura de Proverbios de hoy va por este camino. Hoy me acuerdo de todos los gobernantes que tenemos y le pido al Señor por su fe, su vida interior, su celda interior, su oración… En la historia ha habido políticos, reyes, hombres y mujeres de estado, profundamente religiosos y creyentes que consiguieron luchar por la justicia y el bienestar de sus pueblos, alejados de las corruptelas y los intereses políticos. Es posible. Es posible otra clase política.

También nos sirve para nosotros. Qué bien nos haría postrarnos más de rodillas, vivir continuamente en clave de oración… antes de decidir, aconsejar, tomar opciones… o sencillamente, vivir la cotidianeidad de nuestras vidas. Teresa de Calcuta decía que nada podría hacer sin la Eucaristía de primera hora de la mañana. Ella le daba la fuerza para afrontar el resto de la jornada… Yo tengo mucho que aprender todavía pero creo que voy dando pasitos hacia ello.

Un abrazo fraterno

Mi Dios y los ídolos (Salmo 113)

Precioso Salmo para distinguir esos ídolos que pueblan nuestro mundo y nuestra sociedad. Me sorprende ver la cantidad de lugares, cosas, personas, aspiraciones, sueños… que ansiamos, adoramos, deseamos… y luego, cuando las conseguimos, comprobamos que no nos dan la felicidad, que no nos hacen mejores, que no nos aportan absolutamente nada, que no sacian más que los instantes fugaces y la sed superficial. No llegan a lo profundo.

Yo tengo identificados unos cuantos en mi vida. Ídolos que me hacen perder el tiempo, que me descentran, que me sacan de lo mejor de mí y que sólo me dejan un poso de insatisfacción.

El Señor nos llama a Él, el único capaz de llegar a lo profundo y de habitarlo; el Camino, la Verdad y la Vida.

Un abrazo fraterno

El borde del manto (Mateo 9, 18-26)

El Evangelio de hoy mezcla dos historias muy impactantes. Me quedo dándole vueltas al párrafo de la hemorroísa que, al tocar el manto de Jesús, llama la atención del Maestro y queda curada.

¿Por qué tocarle el manto? ¿Es que no hubiera llegado con desear la curación? ¿Es que no hubiera llegado con la mirada del Maestro, con una palabra, con un gesto? ¿Por qué esta mujer se empeña en tocarle el manto?

Además de todo el significado que tiene el «manto» en el mundo judío, hoy en la oración, Dios me cuenta lo importante que es estar en contacto con Jesús. Tocarle, comerle… A veces no llega sólo con mirarle, con hablarle, con verle… Hay que ir hasta el final con Él

Y entonces el milagro se produce…

Un abrazo fraterno

Los que exprimís al pobre (Amós 8, 4-6. 9-12)

El profeta Amós habla hoy al mundo. Al mío. AL tuyo.

El profeta advierte con dureza a todos aquellos que especulan, que hacen más pobre al pobre, que dejan a la gente sin casa, que acaban con el trabajo de otros por su irresponsabilidad, por su ansia desmedida de riqueza… A los que manejan la prima de riesgo y tasan el precio y el valor de las cosas… A los que juegan con los números como si jugaran a muñecas, enriqueciendo a los poderosos y empobreciendo a los humildes…

A esos les habla hoy el profeta. Yo no me siento interpelado ni acusado. Más bien al contrario: Dios sigue levantando la voz contra aquellos que atentan contra sus hijos más queridos.

Un abrazo fraterno

Eternamente estable (Salmo 18)

La voluntad del Señor no cambia como el viento. No dice un día ésto y otro día aquello. No está sometida a las circunstancias ligeras del día a día celestial. No depende de cómo se levanta ese día o de si hemos hecho algo mal o bien. Dios quiere para cada uno su felicidad y quiere para el mundo, el Reino.

¿Y en lo concreto? Pues más o menos lo mismo. Cuando somos capaces de, desde la oración y nuestra alma, encontrarnos con Él e identificar que ciertas cosas, personas, caminos… son de Dios para uno… pues eso no suele cambiar. Otra cosa es que las personas, como libres que somos, decidamos escoger otra cosa, otra persona, otro camino… o intervengamos en los caminos de otros, aunque sea de mala manera. Ahí Dios, por mucha voluntad que tenga, no suele entrometerse; sabe que nuestra libertad es uno de sus más valiosos regalos

Un abrazo fraterno