Echando a correr (Lucas 15,1-3.11-32) – Sábado II de Cuaresma

Cada vez estoy más convencido de que la parábola del hijo pródigo se entiende mejor cuando uno es padre y tiene hijos. A lo mejor no es más «entendimiento» lo que se necesita sino mayor capacidad para conectar con esos sentimientos y emociones de un padre que ve regresar a su hijo a casa después de tanto tiempo perdido.

En el relato de Lucas hay un detalle que siempre ha puesto mi emoción patas arriba: cuando el padre divisa a lo lejos a ese hijo que se aproxima, se conmueve Y ECHA A CORRER para echársele a los brazos y llenarlo de besos. Soy capaz de imaginarme el sufrimiento pasado por ese padre imaginando qué sería de su hijo querido, donde estaría, si le iría bien, lo solo estaría… El amor de unos padres por sus hijos no tiene parangón. Es algo absolutamente IMPOSIBLE DE ENTENDER si no se tienen hijos. No es explicable ni experimentable. Por eso Jesús lo utiliza. Por eso somos capaces de imaginarnos el amor de Dios hacia cada uno de nosotros.

No le interesa a ese padre su orgullo, su dignidad… no le interesa lo que hizo el hijo ni el porqué lo hizo. No le interesan razones ni circunstancias. No le interesa tan siquiera la petición de perdón. Simplemente, en cuanto lo ve volver a casa, decide AMARLO. AMARLO COMO SIEMPRE LO HA AMADO. Porque llevaba esperando su regreso desde el día de su marcha…

Qué maravilla ser hijo de un Dios que me ama de esta manera…

Un abrazo fraterno

Viernes II de Cuaresma

Hoy os comparto esta pieza de Cuaresma que me viene acompañando toda la Cuaresma. Poco a poco me voy llenando de ganas de celebrar la Pascua.

En año de sequía no se inquieta (Jeremías 17,5-10) – Jueves II de Cuaresma

No sé si es casualidad o fruto de un simbolismo especial el que precisamente con la que nos está cayendo en España nos asome por la puerta una sequía profunda. Después de este invierno sin lluvias, el aire está sucio, los campos secos, las pieles irritadas y los ánimos sombríos.

Es, sin duda, un tiempo de prueba; como una Cuaresma a lo bestia. Familiarmente las dificultades son varias pero, gracias a Dios, las raíces de las que habla Jeremías están echadas y creo que nuestro amor, nuestra confianza en el Padre y nuestra esperanza van a sostenernos en este tiempo incierto y complejo.

Esto que aquí escribo me emociona fuertemente. Me siento amado y cuidado por el Padre. Me siento protegido. Me siento sostenido.

Un abrazo fraterno

Subiendo a Jerusalén (Mateo 20,17-28) – Miércoles II de Cuaresma

Tras leer el Evangelio de hoy hay varias cosas que aparecen claras. La primera es que la Cuaresma es un camino. La segunda es que es un camino no para pasear, es cuesta arriba, de subida. Y la tercera cosa clara es que nos lleva a las conclusiones del seguimiento de Jesús, a Jerusalén, al final.

Jesús nos pide andar este camino para tomar conciencia definitiva de lo que supone seguirle y, por eso, nos planta hoy delante de su final. El camino con el Maestro es para aquellos que hayan decidido servir. Que nadie espere glorias ni renombre. Que nadie espera reconocimiento ni éxito mundano. Más bien todo lo contrario: rechazo, presión, tensión…

¿Hasta qué punto soy consciente de que ser cristiano pasa ineludiblemente por este camino? ¿Hasta que punto soy consciente de que no hay otra manera? Jesús no nos vendió «brotes verdes» ni «rosas rojas». Más bien al contrario: con su vida nos mostró el grado de sufrimiento que trae consigo el Camino del Amor.

Un abrazo fraterno

Fardos pesados e insoportables (Mateo 23,1-12) – Martes II de Cuaresma

El Evangelio de este martes de Cuaresma es realmente duro y exigente. Duro, sobre todo, con aquellos que guiaban y pastoreaban al Pueblo de Dios. Fundamentalmente porque «no hacían lo que decían».

Miro a nuestra querida Iglesia, a mi madre Iglesia, a la Iglesia a la que quiero y pertenezco y veo, más de 2000 años después, que sigue siendo una «bofetada» del Maestro de lo más actual. Descubro cómo, muchas veces, juzgamos a las personas y les cargamos de normas, deberes y mandamientos que, a la postre, no son seguidos por muchos de los que los exigen. Casos como los de los sacerdotes y religiosos pederastas, curas casados o homosexuales o como Maciel, fundador de los Legionarios, son ejemplos de cómo aquellos acostumbrados a cargar «con pesados fardos» a las personas son los primeros en actuar de otra manera. También aquellos que siendo catequistas, educadores o, finalmente, simplemente católicos… somos capaces de llevar nuestras vidas por derroteros alejados de aquello que predicamos.

Creo que esta Cuaresma debe servirnos a todos como purificación en este aspecto. Releyendo el Evangelio, creo que Jesús nos invita a ponerlo como centro, a mirarlo a Él y a no pretender ser más que Él: a no hacer lo que Él no hizo, a no condenar a aquellos a los que Él no condenó… Nos invita a no seguir colando mosquitos y tragándonos camellos. Nos invita a ser los primeros en reconocer nuestras faltas y a ayudar a los demás a vivir sencillamente, libremente, desde el amor de Jesús… Desde luego nos exhorta a quitar de las espaldas de las personas esos fardos pesados e insoportables…

Un abrazo fraterno

No obedecimos al Señor (Daniel 9,4b-10)- Lunes II de Cuaresma

Las lecturas de este pasado domingo nos mostraron a un Abrahán que obedecía a Dios. Luego mi hijo Álvaro me comentó que en catequesis trabajaron la obediencia: que hay que obedecer a los papás y estas cosas. Hoy vuelvo a encontrarme con un pasaje que trae la obediencia como centro. Y un Evangelio con una serie de «recomendaciones» de Jesús para la vida…

Es claro que OBEDECER es un verbo en desuso. Aún cuando la acción sea parecida… la intentamos vestir de algo que suene como más suave. Vivimos en un momento de flojeza, de bajo calado de todo, de flexibilidad… y eso se nota hasta en la manera de hablar. Le hemos quitado toda la profundidad a la acción de obedecer y la hemos vestido de negatividad.

Obedecer es, a la postre, reconocer una autoridad. Pero creo que va más allá: es también reconocer que aquel o aquellos que quieren lo mejor para mi tienen una palabra para mi vida y esperan que confíe en ella. Es aceptar que yo no puedo todo, que yo no lo sé todo, que yo me puedo desviar, que yo me puedo perder, que yo puedo hacerlo mal. Es aceptar que otro me diga lo que tengo que hacer, que otro sabe más que yo, que otro puede enderezar mi camino, que otro puede ayudarme a encontrarme, que otro sabe lo que es bueno. Nada tiene que ver con perder libertad. Nada tiene que ver con una sumisión insana.

La Cuaresma es un tiempo privilegiado para descubrir la voz de Dios y obedecerla, para reconocer en otros esa voz de Dios y obedecer. Abandonarse en Aquel que me conoce y me ama por encima de todo y todos.

Un abrazo fraterno

Desgarren su corazón (Ester 14,1.3-5.12-14) – Jueves I de Cuaresma

Hoy, jueves, me enteré de la muerte de una persona. Era una persona más bien desconocida. Conozco más a su cónyuge. Joven. Enferma. Ya está con el Padre.

Su historia, la suya personal y de la de su matrimonio, me ha desgarrado el corazón. No hay palabras para expresarlo pero sentí la presencia de Dios fuertemente al saber de su muerte.

Mi oración de hoy es una acción de gracias profunda por sus vidas, por sus testimonio silencioso pero brutalmente eficaz.

Un abrazo fraterno

Renuévame por dentro con espíritu firme (Salmo 50) – Miércoles I de Cuaresma

Estoy escuchando la BSO de «Historia de un beso» de J.L. garci. Magnífica pieza que viene al pelo para orar este precioso salmo de cuaresma.

Siento que hay cosas de mi que necesitan ser tocadas por el dedo de Dios, que gritan para ser renovadas, recreadas, redibujadas. Uno solo no puede con todo, ni con todo lo de fuera ni con todo lo de dentro. Hay aspectos que parece que pesan tanto… que llevan ahí tanto tiempo… pero siempre es tiempo de oportunidad.

Hoy elevo esta oración: renueva mi Espíritu.

Un abrazo fraterno

No uséis muchas palabras (Mateo 6,7-15) – Martes I de Cuaresma

Para los que hablamos mucho como yo, no es fácil esto de orar con pocas palabras. Recuerdo oraciones compartidas o peticiones en Eucaristías en las que intentaba condensar como una especie de compendio de magníficas palabras con las que llegar a Dios y que, además, fueran gratas y entenibles para los que están alrededor.

El Padre ya sabe… dice el Evangelio. El Señor escucha, dice el Salmo. Dios sabe ya…

Lo mejor es hacer un ejercicio de sinceridad y honestidad esta Cuaresma y, simpleente, ponernos frente a Él y decirle que lo amamos. ¿Hay oración mejor?

Un abrazo fraterno

Fui forastero y me hospedasteis (Mateo 25,31-46) – Lunes I de Cuaresma

Cierto es que por mucho que tengas leído un pasaje del evangelio, cada vez es nueva, cada momento es distinto, cada Cuaresma es la primera. Este pasaje de Mateo es archiconocido pero hoy, en la oración de la comunidad, me resonaba de manera especial.

Tenemos cerca casos ya de serios problemas económicos. Una familia cercana está esperando ya la ejecución de deshaucio por parte del banco y tiene necesidades económicas concretas para, al menos, que le banco le acepte la dación en pago y, tras eso, la circunstancia de buscar un nuevo sitio donde vivir y cuidar a las dos hijas que forman parte del matrimonio. La situación es realmente dramática.

¿Qué se supone que debemos hacer? ¿Mirar a otro lado? ¿Contentarnos con ayudarles a buscar, a salir del paso, a ponerlos en contacto con otros organismos y entidades? Seguramente haya que hacer eso pero… ¿y mientras no hay solución qué? No me sirven los argumentarios de las cosas o acciones que hayan podido hacer mal, de las decisiones equivocadas, de que yo ahora lo haría de otra manera… Todo puede ser verdad pero al final ¿qué?

El Evangelio toca de lleno hoy mi corazón y siento que hay un mandato de Jesús de auxiliar a mi prójimo en lo que haga falta. Por Él. En estos duros momentos no valen las medias tintas. Yo no quiero vivir con mi conciencia anestesiada. Que el Señor nos ilumine y nos dé luz para tomar las decisiones adecuadas.

Un abrazo fraterno