La primera lectura de hoy me parece de lo más actual: un pueblo que «se relaja», que empieza a relativizar todo lo que hasta aquel momento sustentaba su identidad. Pierde la referencia de sus valores, de sus instituciones, de sus costumbres, de su fe… y empieza a dejarse llevar por una corriente de «todo vale» que viene impulsada desde las más altas instancias del Estado.
¿No os suena a conocido ésto? A una semana vista de las elecciones generales en nuestro país no puedo evitar hacer una relación directa de esta Palabra con la crisis que estamos afrontando: crisis de valores, crisis ética, crisis de fe…
Yo creo que vale la pena ser de ese grupo de resistencia que lucha por mantener su vida bajo ciertos parámetros, guiada por una escala de valores interiorizada y acorde con la fe que profesa. No es rancio ni transnochado. No es conservador. No es inmovilista. No se trata tampoco de convencer a nadie ni de pensar que poseo la verdad más absoluta. No se trata de ir contra nadie. Por mucho que nos digan, no se trata de nada de eso. Creo que hoy en día, lo más progresista es luchar por no ser un borrego, defender todo aquello que proteja la vida y a las personas, clamar por la justicia social y trabajar mucho para que el mundo de todos sea mejor.
Un abrazo fraterno