Que todas las criaturas te den gracias, Señor (Salmo 114)

Hay vídeos que contagian alegría. Al menos a mi. Soy una persona entusiasta, alegre, optimista y vital. Me gustan las personas y el mundo que me rodea. Veo que hay mucho de mal y de injusto y no cierro los ojos a ello pero también descubro innumerables motivos de vivir dando gracias al Padre.

Para cambiar el mundo hace falta fuerza, dones, fe, y muchas cosas más… Los caballeros que luchamos del lado del Padre somos caballeros de luz, de esa luz que ilumina lo oscuro, que quema, que enciende, que destella…

Por eso el salmo de hoy me llega y lo quiero ilustrar con esta magnífica interpretación. Me encantan estos vídeos de un montón de gente desconocida bailando y divirtiéndose juntas pese a la vida que cada uno lleva. Somos capaces de unirnos, de sentir juntos, de salir a la calle, de sonreir a la vez, de contagiarnos y de hacer maravillas juntos. ¿Por qué no?

Yo me apunto.

¡Necios y ciegos! (Mateo 23, 13-22)

Este pasaje me pone los pelos de punta. Tal vez porque descubro a un Jesús tremendamente enfadado, ofendido, valiente, sincero, denunciando el abuso de aquellos que tenían el encargo de pastorear… Yo soy incapaz… y le pido a Dios fuerza para ello…

El que por mí deja… (Mateo 19, 23-30)

En mi vida he ido comprobando que cada elección en realidad engloba mucho más allá de lo que uno para decidir. Y es que cuando uno decide tomar un camino, elige al mismo tiempo NO tomar cualquier otro. Y esto es así en cualquier ámbito de la vida. Para que nuestras decisiones se tomen bien, inevitablemente, hay que DEJAR. No se pueden mantener las puertas abiertas de todo toda la vida.

Hay que dejar sin melancolías, sin el peso ese de la renuncia «porque hay que mortificarse para llegar al cielo». Siendo libre. Hay que dejar con la alegría puesta en lo que uno ha elegido y no tanto con la vista puesta en lo que sacrifica. Porque eso de mirar atrás… nos convierte en estatuas de sal…

Un abrazo fraterno

Era rico (Mateo 19, 16-22)

Muchas veces hemos leído lo del camello y lo del ojo de aguja y lo de los ricos bla bla bla… y me he cansado de oir en mi vida que ser rico no es malo que Jesús no condena a los ricos y que lo que quiere decir es bla bla bla… Pero el Evangelio de hoy nos da una pista muy grande: Jesús no condena a los ricos pero constata con este joven que siendo rico, uno lo tiene muy difícil para entrar y participar del Reino. Cuando uno es rico y vive en la abundancia, cuando no tiene necesidades ni sed, cuando todo lo tiene cubierto y está acostumbrado a conseguirlo todo o casi todo con su dinero… es difícil que pueda llevar a cabo la voluntad del Padre y tener una experiencia de Dios como Salvador.

Muchas veces pienso en lo mucho que me gustaría vivir en determinadas casas, tener determinados lujos… lo que me gustaría poder tener dinero para ir a todo el teatro que quisiera, viajar lo que quisiera, vestir de marca… pero luego sacudo mi cabeza y sé que mi Carabanchel es un barrio ideal, con el dinero que tenemos en cuenta, en el colegio donde llevamos a los niños y en el piso que, hasta ahora, nos proporciona un cobijo. Gracias a todo esto practicamos, o al menos lo intentamos, la confianza en el Padre.

Yo no quiero ser y vivir triste como el joven rico. Por eso creo que por ahora vamos eligiendo bien…

Un abrazo fraterno

Donde dos o tres están reunidos en mi nombre (Mateo 18, 15-20)

Yo creo que no acabamos de tomar conciencia real de esto. Nos sabemos la frase de memoria y la repetimos cual cantinela aprendida pero si nos creyéramos esto de verdad no estaríamos perdiendo tanto tiempo buscando a Dios donde no lo vamos a encontrar y desperdiciando momentos y lugares donde explícitamente Él ha dicho que estaría. No será porque no lo ha dicho…

Esto implica más cosas: Dios se hace presente a través de otros en mi vida. No se trata de dejar una silla vacía en medio la reunión para que un Señor invisible se siente sino más bien de reconocer a Dios en el prójimo que tengo enfrente. Las implicaciones vitales de esto son tremendas y yo las he vivido en mi vivencia comunitaria. Cuando aquello que oran tus hermanos, cuando la escucha que te ofrecen… no es suya sino de Dios… todo cambia. Cuando la manera de cuidarte, besarte, quererte, protegerte, sostenerte… no es suya sino la manera que Dios tiene de hacerlo… todo cambia. Cuando la mirada de Dios es la suya… todo cambia.

Un abrazo fraterno

El que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará (Juan 12, 24-26)

Para mi esta Palabra es un momento: Retiro de tercera etapa en la casa de ejercicios de Bastiagueiro, Coruña. Año 2000, casi primavera. Descubría a la hermana Glenda en un momento de mi vida crucial que, finalmente, sería definitivo. El vídeo no me gusta pero la canción me pone los pelos de punta. En el retiro solía escucharla a los pies de un crucificado precioso que había en una pared del oratorio.

Caí rostro en tierra (Ezequiel 1, 2-5. 24-28c)

Leyendo las lecturas de hoy tengo una sensación de insatisfacción ante ellas. Creo que es porque son lecturas algo densas. Un Evangelio misterioso y una primera lectura de visiones y resplandores. Cuando uno no tiene más que 5-10 minutos para hacer la oración del día es complicado sacarle partido a estas lecturas no tan «fáciles», ya me entendéis…

Y entonces me viene al corazón y a la cabeza la sensación y la certeza de que no todo es conocido, entendido y digerido. En la vida, y mucho más referido al Señor, hay cosas que nos dejan perplejos, sin reacción. Hay sucesos o palabras que sólo podemos contemplar y orar desde nuestra pequeñez. Echar el rostro a tierra, postrarse ante el Padre y ofrecerle lo que somos y poco más. Sin más teologías, razonamientos, sentimientos, emociones… Eso también es orar. Es similar a, una vez acostado junto a tu esposa, mirarla sin decirle nada, sin hacer nada más. Mirar, contemplar y estar. Sin nada más y sin nada menos.

Un abrazo fraterno

El Señor reina, la tierra goza (Salmo 96)

Hoy es el día de la transfiguración del Señor y lo cierto es que es un pasaje que me cuesta orar. Tal vez sea el salmo el que me dé la pista hoy: EL SEÑOR REINA.

Es más: CUANDO EL SEÑOR REINA, LA TIERRA GOZA.

Qué hermosa consecuencia que compruebo cada día. Cuando vivo desde Dios, con Jesús en medio, desde lo mejor de mí… todo es hermoso, yo soy feliz y los demás felices conmigo. Cuando no es así, algo me pesa en el alma.

Gracias por recordármelo hoy, Señor. YO QUIERO QUE REINES EN MI VIDA.

Un abrazo fraterno

¡No lo permita Dios, Señor! (Mateo 16, 13-23)

Pedro, fiel a su carácter apasionado, se rebela ante la posibilidad de que Jesús sea prendido y sufra hasta la muerte. Seguro que lo hace con la mejor intención pero la respuesta de Jesús es firme y no deja lugar a contemplaciones. Jesús sabe cuál va a ser la consecuencia de su misión y sabe también que la única manera de quitarse problemas de encima sería abandonar su misión, no serle fiel, terjiversarla, edulcorarla… decir lo que otros quieren oír, no hacer lo que no quieren que se haga, condenar lo que quieren que se condene… Y por eso las palabras de alguien cercano y querido como Pedro las toma Jesús como una auténtica tentación. – «Pedro, tú que me quieres, no me tientes a no ser fiel a mi mismo…»

A veces las personas que más nos quieren pueden ser tentadores como Pedro precisamente por querer evitarnos sufrimientos. Somos muy dados a querer ser solucionadores de problemas ajenos y evitadores de todo rastro de sufrimiento. Lo que estamos llamados a ser es compasivos, misericordiosos, empáticos y acompañantes…

Esto se ve muy claro en la película de La Misión de Roland Joffé. Uno de los padres que sube con P. Gabriel y el asesino Mendoza hacia la misión, viendo el sufrimiento que Mendoza soporta cargando espadas, cascos, armaduras…, le corta la cuerda que lo ata y le libera de su peso. Mendoza vuelve a por ello y vuelve a cargar con él y Gabriel le deja muy claro también que no podemos atribuirnos ese derecho… Da que pensar sin duda…

Un abrazo fraterno