No uséis muchas palabras (Mateo 6,7-15)

Creo que ya lo decía el Principito o su zorro domesticado: «La palabra es fuente de malentendidos». Yo no acabo de estar de acuerdo con esto pero sí he ido dándole valor poco a poco a otro tipo de lenguajes que creo son también muy valiosos, en concreto el lenguaje de gestos, acciones, etc. Y sirve para todo en la vida, incluido Dios.

El exceso de palabrería no lleva a ningún sitio. Es la vivencia profunda de la confianza, del descanso activo en Dios, de la coherencia vital, del radicalismo evangélico, del perdón… lo más útil. ¡Y ojo! ¡Verbalizar y narrar todo esto es muy importante! Pero no es lo que plantea la Palabra de hoy… Yo me entiendo…

Un abrazo fraterno

Nada me falta (Salmo 22)

En semanas como ésta pasada en la que todo se complica sobremanera es bueno recordar, pese a que a uno no le salga espontáneamente, que Dios nos cuida. Cuidarnos no es evitarnos complicaciones y sufrimientos sino más bien caminar junto a nosotros y susurrarnos al oído que… no pasa nada. Que sí, que hay cansancio, dolor, desgracias… pero Él está siempre.

Su amor es garantía de que nada me falta, de que hay Alguien que está pendiente de mi. Y eso, hoy, me sirve. Me sosiega. Un poquito. Gracias

Un abrazo fraterno

Elige la vida (Deuteronomio 30,15-20)

Vaya tres lecturas tenemos hoy. ¡Madre mía! Tremendamente especiales para mi, sobre todo el salmo y el Evangelio que se concentran en la frase del Deuteronomio: «Elige la vida».

Recuerdo cuando me debatía internamente allá por el año 2000, en Coruña. La duda de apostar la vida por Esther, en Madrid, era lo más importante y difícil a lo que me enfrentaba nunca. Dejar mi ciudad, mis amigos, mi familia, la carrera sin acabar… y jugármela cuando Esther y yo no éramos más que dos personas empezando a salir juntos, fue algo muy jodido (siento el término). Y recuerdo leer muchas, muchas veces este Salmo 1. Y recuerdo interpretarlo, no sé si correctamente desde el punto de vista teológico, y sentir que era Palabra de Dios para mi. El camino que yo eligiera era un camino legítimo, fuera quien fuera. Me lo estaba planteando en serio, desde Dios, con Dios en medio, y con el fin de ser más feliz. Ese «camino del justo» no iba a ser abandonado por Dios. Y con esa confianza, no en que todo me fuera a salir bien sino más bien en que pasara lo que pasara Dios iba a estar a mi lado, elegí un camino y aquí sigo, caminando.

Y el Evangelio me recuerda algo parecido. Ese «perder la vida» trae a mi corazón el tema de la Hermana Glenda que me pone los pelos de punta. «No tengáis miedo». Buen lema de vida. Difícil lema.

Hoy tomo conciencia de lo elegido. Sigo apostando vivir desde el riesgo que supone elegir y optar buscando la felicidad.

Un abrazo fraterno

Rasgad los corazones y no las vestiduras (Joel 2,12-18)

¿Qué es el corazón y qué las vestiduras?

Un cambio interior. Una mirada a Jesús y a su camino. No tanto cambios externos como purificación en el corazón: nuestras actitudes, nuestros sueños, nuestros deseos, nuestras aspiraciones, nuestros compromisos.

Lo esencial es invisible a los ojos. ¡Que la Cuaresma me disponga adecuadamente a la celebración Pascual!

Gracias al blog «Partido» de Rogelio Núñez por esta imagen. ¡Visitad su blog! ¡Vale la pena!

¿Por qué comentáis que no tenéis pan? (Marcos 8,14-21)

Este pasado fin de semana fue muy rico en muchos aspectos. Asistí al II Simposium Educativo de las Escolapi

as en Cullera y la experiencia valió la pena. Primero por el factor humano, social y relacional. Conocí a gente maravillosa y entregada a la educación con los que también pude charlar, reir y compartir las horas juntos. Y luego el factor

intelectual, pastoral… escuchando a ponentes y a comunicadores hablar de los nuevos retos que se nos estaban presentando así como las nuevas respuestas que se estaban empezando a poner en marcha en los distintos colegios. Pero tal vez lo mejor fue terminar el fin de semana con el convencimiento de que «hay pan», de que podemos dar de comer a los hambrientos si miramos a través de los ojos de Jesús y cada uno está dispuesto a poner lo que tiene, que es mucho. Ése fue el milagro de la multiplicación: generar las actitudes necesarias para que cada uno esté dispuesto a poner lo que tiene.

Y sobrará con la ayuda del Padre…

Un abrazo fraterno

¿Por qué esta generación reclama un signo? (Marcos 8,11-13)

Muchas veces, cuando más a oscuras me siento, le pido al Señor que me muestre el camino, que pase algo que me indique por dónde ir, qué hacer… El agobio de no saber qué camino tomar en el cruce me produce una sensación de tremenda inquietud. No es una inquietud que produzca desazón; es, más bien, la inquietud del que se sabe necesario y capaz para algo pero no acaba de tener claro que és aquello que se le «reclama».

La experiencia de los últimos meses me demuestra que Dios está por otro cosa y no para sacarnos las castañas del fuego, menos en esta sociedad tan descreída que aún se atreve a culpar a Dios de las desgracias como la de Haití. Sociedad pretenciosa y desafiante. La pedagogía de Dios, al menos conmigo, está siendo de otra manera. Dios me va hablando y va descorriendo el velo pero no desde grandes signos externos sino trabajando desde mi más honda intuición. Desde la escucha a mis hermanos. Desde el encuentro con otros. Desde las oportunidades que provoco y desde la que me llegan. No sé muy bien cómo explicarlo.

El signo debo ser yo.

Un abrazo fraterno

Le llevaban los enfermos (Marcos 6, 53-56)

Hay algo evidentemente distinto en sociedades anteriores y en la que nos ha tocado vivir. La necesidad, el deseo, las ganas… de algo que llenara sus vidas, de las palabras de Jesús, de la caricia de Dios que tocara los corazones. Hoy estamos demasiado llenos de cosas, de ruidos, de dinero… El llamado «estado del bienestar» ha traído mucha prosperidad pero tiene sus desventajas y es que se nos ha ido colando «la pachorra espiritual». Creo que hay la misma necesidad y la misma sed de siempre, porque los hombres y las mujeres somos seres trascendentes, pero desde luego hay mucha menos consciencia sobre ello. Vivimos de cara a la galería, desconectados de quiénes somos, de aquello que nos hace felices realmente… Estamos demasiado gordos, tenemos demasiadas vacaciones, muchos móviles, TDT’s, pantallas planas, iPod’s, músicas, cines, fútbol y cristianos ronaldos… Demasiado sordos y un tanto orgullosos de estarlos…

Ojalá sepamos más de nuestras «enfermedades» y seamos capaces de llegar o de ser llevados delante de Jesús.

Un abrazo fraterno

Vuestra tradición (Marcos 7,1-13)

Son ciertamente duras las palabras de Jesús en este pasaje. Y tremendamente actuales. Pienso que hay muchas cosas que hemos vaciado de contenido pero antes las que nos mantenemos firmes porque «son tradición». ¿Tiene la tradición sentido por si misma? ¿Tiene sentido hacer las cosas SÓLO porque así se han venido haciendo desde antiguo? Tengo mis dudas.

Jesús me invita a luchar por la Verdad. Me invita a ser valiente y a ser capaz de romper con lo vacío para vivir plenamente, aunque sea a través de algo novedoso. Creo que es una reflexión que los católicos debemos tomarnos en serio. Para ser mejores. Para ser más verdaderos. Sin miedo. Para ser más de Cristo.

Un abrazo fraterno

Ánimo (Marcos 6, 53-56)

Como la lectura de hoy del Evangelio se me quedaba un poco descontextualizada, nos leimos en la comunidad todo el pasaje de Jesús andando sobre las aguas. Da para mucho. ¡Uf! Para demasiado. Y no estaba yo para mucha profundización porque el cansancio del fin de semana me impedía ir muy allá. Pero es claro que Jesús permitió a sus amigos vivir la experiencia de «remar en el mar» sin Él, perdiendo de vista lo que había sucedido en la multiplicación de los panes, dice Marcos. En el fono no habían entendido nada dice el evangelista. Y cuando los vientos empiezan a soplar en contra, el miedo, las dudas, los cansancios… afloran poniendo en riesgo la travesía.

Sólo cuando Jesús vuelve a estar en medio, los mismos, recuperan la calma. Saben que no están solos. Y la presencia de Jesús a su lado aplaca sus vaivenes.

Muy en la línea de estos pasados días, vemos que las seguridades humanas, nuestros cálculos y razones, poco pueden en la travesía. Remar solos es complicado porque las fuerzas que soplan en contra son demasiado fuertes. En cambio, cuando nos planteamos la vida desde el «dar», desde «lo mejor de uno», desde Jesús, con Él en medio… todo es más fácil y el resultado más óptimo. Vuelve a renacer en mi ese sentimiento de confianza…

Un abrazo fraterno

No pudo hacer allí ningún milagro (Marcos 6,1-6)

¿Cómo es que Jesús no pudo hacer allí, en su tierra, ningún milagro? ¿No es el Señor todopoderoso? ¿No era Jesús capaz de hacerlo? ¿No os resulta curioso que el Evangelio use la palabras «no pudo» en lugar de «no quiso»? A mi me ha llamado la atención y me ha hecho reflexionar un poco acerca de Dios y los milagros de la vida.

Yo sí creo en los milagros. Yo sí creo que, cada día, suceden cosas en nuestras vidas que no tienen demasiada explicación. Nuestras vidas mismas, a veces, son un auténtico milagro. Miro la de piruetas que hay que hacer con los niños, las enfermedades, los trabajos, las familias, los horarios, los compromisos, los estudios, los imprevistos, etc. y me parece auténtica magia lo que hacemos. Y otros mucho más que nosotros. Veo el milagro de muchas familias para llegar a fin de mes. El milagro del amor que mantiene a una familia feliz pese a todas las dificultades. Veo el milagro de los que siguen caminando pese a la cantidad de palos que les ha dado la vida… Los milagros existen sin duda… Y no son sólo méritos humanos. Dios, silencioso, nos ayuda y nos sostiene para que sus proyectos sigan adelante, para que sus sueños se cumplan poco a poco.

El secreto está sin duda en que para que el milagro suceda hay que darle espacio, hay que estar dispuesto a poner parte de la vida, del día a día, en terreno pantanoso, inseguro bajo nuestros pies. No hay milagro donde la seguridad abarca el 100%. Querer, conscientemente, afrontar batallas, retos, sueños… sin la total certeza de que vayamos a salir victoriosos pero con la esperanza de que podemos estar jugándonos parte de nuestra felicidad… es dejar a Dios que obre el milagro. Efectivamente, allí Jesús NO PUDO. Nadie estaba dispuesto a aceptar tal cosa.

Un abrazo fraterno