Todos los que sufrían se le echaban encima (Mc 3, 7-12)

Llevo ya 4 días alejado de mi casa, de mi mujer y de mis hijos. Y he aprendido a saborear también esta soledad. Ya no hago tonterías y he elegido el cine como la mejor manera de aprovechar el tiempo. Creo que es una medida inteligente.

Ver solo una película cuando estás lejos de casa te hace sentir y pensar, a mi me conecta con mi centro. Hace años, al salir de ver una película yo quería ser como el protagonista y que me pasar lo que a él le pasaba y hacer lo que él hacía. Hoy es distinto. Hoy salgo de ver una película y quiero ser yo. Me reconozco en mis emociones. Me gusto y me pregunto ¿qué me hace ser distinto tantas veces? Me reconozco tremendamente sensible. Y dulce. Y cariñoso. Y soñador. ¿Por qué me cuesta tanto luego ser eso? ¿Por qué me pierdo Señor en intentar demostrar que sé más, que puedo más, que tengo más razón, que soy más fuerte? ¿Por qué discuto de cosas que nada importan? ¿Por qué estropeo lo que tengo más valioso en cada momento: el momento?australia

Esta guerra me hace sufrir a veces. Cuando me dejo sentir, como ahora. Me hace sufrir porque no sé si es que soy incapaz de ser y mostrar lo que soy o qué pasa. Y hoy quiero echarme encima de Jesús y contarle todo esto y llorar en sus brazos. Necesito que me acaricie el cabello y me mire a los ojos. Necesito sentir su mirada confiada que me hable y me diga que sí puedo, que Él sabe quién soy, que sea fuerte y me dé tiempo.

Mientras tengo a mis hijos acostados a mi lado. Y a mi mujer. Y les digo como el niño aborigen de «Australia» a Nicole Kidman: «Señora patrona, yo canto para que tú vienes». Amén.

Un abrazo fraterno

australia

Dolido de su obstinación (Mc 3, 1-6)

¡Qué indignado parece sentirse Jesús en este pasaje evangélico! Ese torpe y obstinado silencio, cerrado a la verdad, enfada a Jesús. Le enfada porque sabe que detrás no hay desconocimiento, ni inconsciencia, ni duda sino más bien la decisión clara de no dar el brazo a torcer, de no perder posición.

A mi tampoco me gusta la gente que actúa así. No me gustan los fanáticos. No me gustan los que deciden libremente enrocarse continuamente en SUS ideas. Son débiles. Negarse a reconocer que uno puede estar equivocado es muestra de debilidad. Agarrarse a algo (ideas políticas, ideas religiosas,…) de esa manera sólo es muestra de pobreza y no es fruto de las convicciones sino de una total inseguridad.hooligan

Yo no me considero fanático u obstinado. Algo cabezón a veces pero siempre abierto a la correción, al debate, a la alternancia, al descubrimiento, a la verdad que otros puedan mostrarme. Creo que con todos se puede hablar y de todo. Y he aprendido a dar la razón sin forzar nada. Y he aprendido a ceder. Y he aprendido a acoger opiniones y críticas. Y así veo la política. Y el deporte. Y la religión. Y todo ámbito vital. Y para mi es importante saber transmitir esto a mis hijos. Es algo de lo que más orgulloso estoy personalmente.

Un abrazo fraterno

Oye, ¿por qué…? (Mc 2, 23-28)

Me da la sensación de que a veces somos tan picajosos como estos fariseos del Evangelio de hoy. Leo la lectura y me imagino la escena con unos fariseos aburridos y descentrados de su labor principal, pasando su tiempo atentos a Jesús. ¡Pero no atentos a su Palabra y con una actitud abierta al diálogo y al encuentro! ¡No! ¡Atentos a los detallitos absurdos, buscando deslices, matices… a la que salta! ¿Qué coño hacían en aquel sembrado? ¿Lo seguían a todas partes?

A veces nosotros, como Iglesia, también nos comportamos un poco así. Vivimos descentrados de nuestra esencia y de nuestra misión y nos dedicamos a estar a la que salta en la sociedad para montar un pollo a quién corresponda haciéndonos los indignadísimos. Porque lo de Gaza, lo de África, lo de los vagabundos en la calle, lo de los ancianos solos o en residencias, lo de los abusos sexistas, lo del terrorismo… sí, nos da pena, nos entristece un poco… Pero pollo, ¡lo que se dice montar un pollo y gritar nuestra indignación…!… eso lo hacemos por los carteles de «Probablemente Dios no existe…» de los autobuses urbanos. Tema central. Desde luego, de todo lo que pasa en el mundo, eso en concreto es lo menos evangélico de todo. Decimos que «incitan al ateísmo» y que nos molestan como creyentes. Lo mejor es que luego queremos que lo nuestro sea respetado, entendido… y se nos llena la boca preguntando que a quién molesta un crucifijo. Pues molesta, desde luego, a picajosos como nosotros.

A mi el cartel no me molesta. Ni me parece que incite al ateísmo. Creo que es expresión de lo que hoy viven muchas personas. Es donde se sitúan muchos hermanos nuestros. No me molesta, me interpela y, también, me hace reir. ¡Hay que tener sentido del humor en esta vida! Nuestra pataleta colectiva creo que sólo alienta el mensaje contra el que queremos luchar. ¿De verdad veis a Cristo montando un pollo por esto? No olvidemos que su mayor enfado fue comprobar cómo el Templo se había convertido en objeto de compra-venta. De eso, no decimos ni pío…

Un abrazo fraterno

diosnoexiste

Con perdón…

Hoy no he leído las lecturas del día pero quiero poner delante de Dios la emoción sentida tras ver la película «Siete almas». Siento tristeza. No es la película idela para ver de noche, solo y alejado de tu familia. Yo lo he hecho. Pero estoy contento por sentir esta tristeza, por tener ganas de llorar, por haberme clavado al asiento tras finalizar el film.

Acoge todo esto Padre. También soy yo.

Un abrazo fraterno

Lo contaremos a la futura generación (Sal 77)

¿Qué contaré yo a la siguiente generación, a mi siguiente generación?

– Les contaré que Dios, ante todo, les ama.
– Les contaré que yo me sentí profundamente amado por Dios.relevo
– Les contaré que Dios camina a su lado, que siempre acompaña aunque no siempre habla.
– Les contaré que Jesús nos ha enseñado el único Camino pero que hay muchos que llevan a ése.
– Les contaré que Dios ha confiado en ellos para que el mundo que dejen sea mejor que el mundo al que llegaron.
– Les contaré que en comunidad es más fácil y más auténtico ser cristiano.
– Les contaré que siendo fieles a su vocación serán felices, que la busquen, que la escuchen, que la sientan.
– Les contaré que yo amé a mi Iglesia pese a sus defectos y que luché desde dentro por hacerla mejor y más fiel.
– Les contaré que llevar una cruz al cuello debe ser algo más que pura estética.
– Les contaré que la religión no se vende a ningún partido político pero que un cristiano debe estar comprometido con aquello que le rodea, debe ser un buen ciudadano.
– Les contaré que Dios camina por la calle y viaja por sus arterias; que no lo busquen en el cielo.
– Y les diré que todo lo que yo les he contado… lo pongan patas arriba y sólo hagan suyo aquello que llegue a serlo de verdad.

Un abrazo fraterno

No endurezcáis el corazón (Sal 94)

Creo que uno de los mayores pecados de hoy es la ceguera, la sordera, la fría indiferencia, la terrible anestesia… La gente ve sólo aquello que le interesa, escucha sólo a quien quiere oír y se estresa y preocupa por absurdas memeces. Mientras, el mundo sigue siendo un escenario teatral donde sigue saliendo cada noche el gran drama de la injusticia, la muerte, el dolor, el hambre, el paro…

No quiero tener el corazón duro. Quiero seguir encogiéndome viendo la barbarie de Gaza o de cualquier otro lugar. Me la pela Israel y Al fatah y Hamas. Absurdas manifestaciones de apoyo a unos y a otros como si todo fuera un partido de fútbol, una guerra de fans y apoyos. Y después de la manifa unos al botellón, los otros al partido, los otros  al trabajo, las otras a la peluquería o de compras… Mucho griterío y poco corazón.

No quiero tener el corazón duro. Quiero seguir encogiéndome viendo la infancia de muchos niños. Y el sufrimiento soportado por muchos de ellos. Y mientras seguimos hablando y regalando a mansalva.

Quiero seguir haciendo mías las lágrimas de mis hermanos y mis seres más queridos. Quiero sentir el frío de quién duerme en la calle. Quiero seguir viendo a quién duerme en la calle. Quiero seguir preocupándome con los datos del paro y con las familias que lo están empezando a pasar muy mal. Quiero sentir el dolor de aquellos que padecen la tragedia, el accidente, el atentado. Quiero que mis ojos se me sigan nublando.

Quiero un corazón blandito, de lágrima fácil.

Un abrazo fraterno

… a las aldeas cercanas (Mc 1, 29-39)

Jesús tenía muy claro que ésto no podía convertirse en un «club» acomodado y ombliguista. Él tenía claro que no podía predicar para aquellos que lo seguían entusiasmados, para aquellos que lo buscaban. Jesús tenía claro que debía salir a las aldeas cercanas, allí donde todavía no había estado, allí donde todavía no le conocían o no le habían visto, allí donde no sabía cómo le recibirían.aldea

Creo que esto dice mucho hoy, en el momento que nos ha tocado vivir, el mundo y la sociedad que nos ha tocado evangelizar. Esto no puede ser algo para unos pocos. No podemos hablar y proponer para aquellos que nos siguen el rollo. Hay aldeas cercanas. Hay otros. Hay lugares adonde ir, personas con las que encontrarse fuera de lo conocido, de lo cómodo, de lo afectivamente agradable. Ahí hay que ir.

Claro que antes ya podemos todos «levantarnos de madrugada y salir a orar». Nosotros solos no podremos. Yo solo no podré. Toca ponerme de rodillas  y vestirme de Espíritu.

Un abrazo fraterno

¿Qué quieres de nosotros, Jesús? (Mc 1, 21-28)

Es la reacción de alguien que lo oyó en la sinagoga y se revolvió. Y tuvo que gritárselo seguramente enojado, contrariado, inquieto.

A mi me surje el mismo grito y la misma inquietud cuando «le oigo» en la Palabra de muchos días, cuando «le oigo» en el testimonio de testigos del siglo XXI, cuando «le oigo» en la comunidad y en las necesidades que percibo en el mundo que me rodea. ¡¡¿QUÉ QUIERES DE MI, JESÚS NAZARENO?!!

Me cuesta un montón saberme en búsqueda. A la vez, miro atrás y descubro muchos pasos de compromiso: mi matrimonio, mis hijos, mi comunidad, mi compromiso con los jóvenes en la escuela Pía… Pero falta algo. Y muchas veces pienso que tal vez nadie me quite nunca esta sensación y que, tal vez, el secreto está en dar pasos pero quedándose siempre con  la certeza de que no es el último y de que Jesús nos espera para algo más. ¿Es ese el secreto Padre?

Mientras, intento vivir cada día mejor y más auténtico. Mañana he quedado con dos personas para plantearles algo nuevo. ¿Se abrirán nuevas puertas? Dejemos entrar al viento…

Un abrazo fraterno

velero

Eran pescadores (Mc 1, 14-20)

Se han terminado las fiestas y aquí estoy de nuevo tras un largo descanso celebrativo. En vacaciones no me veo capaz de escribir. Desconecto hasta de ésto, que no de Dios. El tiempo con mis hijos, mi mujer, mi familia… los villancicos cantados, el pesebre preparado, los paseos dados, las caricias, los gestos, las miradas… son oración, son palabras de Dios también. Pero hoy ya he vuelto a trabajar y en la comunidad estábamos todos. Y, para empezar, este texto de Marcos.

Eran pescadores. Por eso estaban liados con sus redes y sus aparejos de hombres de mar. Por eso estaban a la orilla del lago y no en otro lugar. Tenían clara su tarea, tenían claro lo que eran, tenían claro qué se esperaba de ellos en aquel momento. Y Jesús los fue a buscar allí. Los encontró en su trabajo. En su quehacer. En donde «eran». Y los llamó a ser otra cosa, lo que no invalida lo que ya eran.

Posiblemente estoy llamado a algo más. Pero parece que hoy la Palabra me recuerda que Jesús va a venir a llamarme en el lugar donde «soy» hoy: hoy soy trabajador, estudiante, marido, padre y hermano. Y tengo que estar en mi casa y en mi oficina. Y en mi comunidad. Esos son mis lagos. Y tengo que estar entre apuntes, ordenadores y juguetes. Esos son mis aparejos. No hay otra puerta hoy. Yo sé lo que soy HOY. No tengo ni idea a lo que se me puede llamar más. Vamos a centrarnos pues en el lago, en nuestras cositas… y así Jesús sabrá dónde encontrarme.

Un abrazo fraterno

Una historia de Adviento: Capítulo 17

Sofía se mira al espejo y sonríe. Con suavidad, su palma de la mano acaricia sus mejillas, sus ojos, su frente, sus labios. Ya no hay rastro de los golpes desde hace semanas pero hoy es el primer día que se da cuenta. Hoy es la primera mañana en la que se ha buscado tras salir de la ducha. Su cuerpo está desnudo. «Contempladlo, y quedaréis radiantes, / vuestro rostro no se avergonzará«. La edad y la vida no pasan en balde y aunque no se ve «guapa» se contempla digna, hermosa en su dignidad de mujer que está ganando una batalla más.

– Pasa – responde Sofía tras oír que llamaban a la puerta.
– Soy yo. – dijo Fatima asomando su cabeza. – ¿Puedo pasar?
– Sí, claro.
– ¿Qué haces? – preguntó Fátima arrugando las cejas.
– Mirándome. Con-tem-plán-do-me. – respondió Sofía sin girar la cabeza y mirando a su acompañante a través del espejo. – Deberíamos mirarnos más, ¿sabes? Mirarnos con más amor. ¿No dicen que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios? ¿Qué coño hacemos buscándolo en tantos sitios? Aquí está. Lo tengo delante. Este es su pesebre, su portal, su establo. No es el mejor alojamiento. Ni el más cómodo. Ni el más hermoso… Pero es el mío. Lo único que tengo.  – Sofía comenzó a llorar y la voz empezó a quebrarse sin que ella tuviera la menor intención de parar. – He sufrido mucho y también he hecho mucho daño. No soy la persona más buena del mundo. Él lo sabe. No tengo ni idea de qué va a ser de mi vida cuando salga de aquí. Pero deseo con todas mis fuerzas que Jesús venga a nacer aquí, en mi. Y que no se vaya nunca más.

«Aquel día no te avergonzarás de las obras con que me ofendiste, porque arrancaré de tu interior tus soberbias bravatas, y no volverás a gloriarte sobre mi monte santo. Dejaré en medio de ti un pueblo pobre y humilde, que confiará en el nombre del Señor»

Fátima la abrazó por detrás. Y la miró a través del espejo. Y en sus ojos contempló la fe. Y entendió. «Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios.»

Continuará…

espejo