Una historia de Adviento: Capítulo 6
Era una de sus facetas poco conocidas. La música clásica era una de sus pasiones. No entendía demasiado pero tenía una sensibilidad especial para captarlo todo de aquellas notas. Hoy fue uno de esos días en los que le apeteció meterse en la cama con el reproductor MP3 enchufado a sus orejas. «Es mi dama de compañía» decía Carlos a veces a quién le preguntaba. El «Vals de la suite de jazz, nº2» de Shostakovich sonaba. Y Carlos recobró la vista. «Y se les abrieron los ojos«.
Todo lo que llevaba adormecido años y que llevaba ya días bullendo en su interior acaba de estallar. Y Carlos rompe a llorar. Y cuánto más llora más se deja llevar por la música. Y cuánta más música, más lágrimas. Y cuando acaba… vuelve a retroceder para escucharla de nuevo y así se pasa Carlos más de media hora.
Dios habla el lenguaje de lo discreto y de lo sorprendente. Dios se cuela por los rincones, por las rendijas. Y entra despacio. El tacto y el olfato son quienes primero perciben a Dios. Y hoy Dios se le ha colado a Carlos por Shostakovich. Y Carlos, desconcertado, siente como si le hubieran enchufado con una linterna y hubieran descubierto hasta la última de sus arrugas. Se siente desnudo ante sí mismo y aunque sabe que es él a quién ve, casi no se reconoce. Mira con amor las heridas que le atormentan y descansa sobre sus fortalezas. Se dice que espera de él otra cosa, algo más. «Aquel día, oirán los sordos las palabras del libro; sin tinieblas ni oscuridad verán los ojos de los ciegos. Los oprimidos volverán a alegrarse con el Señor, y los más pobres gozarán con el Santo de Israel; porque se acabó el opresor, terminó el cínico«.
Y el Adviento sigue llenando sus vidas y los día siguen pasando. Y Carlos, desde luego, va disponiendo el corazón, que de eso se trata. Y Dios va disponiendo a Carlos. Hoy fue el fogonazo de una estrella. Carlos está dispuesto a seguirla y no dar marcha atrás… pese a que sabe que Shostakovich un día callará.
Continuará…