Dignos de vuestra vocación (2Ts 1, 1-5.11b-12)

Hoy celebramos la festividad de José de Calasanz. Hoy es día de fiesta para todos aquellos que pertenecemos a las Escuelas Pías y que sentimos que Dios nos llama a construir Reino educando a niños y jóvenes.

Y me ha llamado poderosísimamente la atención la frase que aparece en la primera lectura de hoy. Me parece fuerte. Ser digno de la vocación recibida. La vocación en una llamada de Dios. Dios, que ha dejado la creación inacabada. Es una llamada personal, un SMS convocándote y movilizándote. Dios invierte dones, amor, medios, personas y signos para que uno llegue a responder a esa vocación de manera adecuada y se consigan los frutos deseados. Así que el tema es serio.

Tal vez la dignidad consiste en ESTAR DISPONIBLE, SER CONOCEDOR DE LA LLAMADA, APROVECHAR LOS DONES RECIBIDOS Y ORIENTAR LA VIDA EN CONSECUENCIA.

En un día como el de hoy se remueve mi vocación como educador y se me remueve ese «ser digno» que expresa la Palabra. Sin duda a veces la vida es más complicada pero lo que tampoco tiene duda es que debo valorar más esa dignidad, fortalecer mi voluntad y, de una vez por todas, poder decidir mi vida orientada a la educación.

Que el Señor me ayude y Calasanz me ilumine.

Un abrazo fraterno

Tu vara y tu cayado me sosiegan (Sal 22)

Hoy han muerto muchas personas en un accidente aéreo en el aeropuerto de Madrid-Barajas. Estoy encogido. Mi oración no puede ser más que tener presente a toda esa gente que murió sin esperarlo y a sus familiares, amigos y conocidos cuyas vidas acaban de ser golpeadas de manera brutal.

No hay consuelo posible. Pero sé que, de alguna manera u otra, Dios acompaña a todos ellos en su dolor aunque ellos no lo sepan. Y para muchos este salmo de hoy será un necesario soplo de valor y paz.

Un abrazo fraterno

Tu fortuna te llenó de presunción (Ez 28, 1-10)

Es verdad que normalmente uno le pide a Dios que las cosas le vayan bien, que la enfermedad no le visite, que no haya fantasmas económicos,  etc. Pensamos que «una vida próspera» es lo mejor que nos puede pasar. Sin embargo, leyendo esta Palabra de Ezequiel de hoy, caigo en la cuenta de que la fortuna tiene un peligro: la presunción, creerse que uno lo ha conseguido todo por sus méritos, pensarse invencible y poderoso, confundir el don…

No es que a partir de hoy vaya a pedir que me vengan desgracias pero sí voy a intentar descubrir en las dificultades, en la debilidad, en el contratiempo… una oportunidad magnífica para conocer a Dios, para amarlo más, para necesitarlo más, para conocerme más…

A veces la fortuna y la perfección es magnífica pero puede ser una losa. Mejor que la vida transcurra sin pedir nada y, lo que venga, intentarlo vivir desde Dios y con Dios.

Un abrazo fraterno

Vende lo que tienes (Mt 19, 16-22)

Hoy estoy cansado. Y la oración se resiente. No somos máquinas ni en el ámbito espiritual. Lo que ocurre en el cuerpo no sólo afecta a la mente sino también al espíritu. Cuando vi que el Evangelio del día era el del joven rico me dije a mi mismo: «¡Uf! No doy yo tanto para hoy…» El joven rico era demasiado para un día como el que está terminando. Pero al final he conseguido sacarle alguna puntilla y escuchar un poquito… Y aunque alguien que vive en una clase media acomodada, en un país occidental, sin demasiadas dificultades, etc. no puede decir que este Evangelio no sea un acicate en su vida… hoy estoy contento porque sí descubro mi familia como un lugar en el que nos preocupamos de vivir la vida desde Dios, desde nuestros valores cristianos, desde nuestro ansia de ser y vivir al estilo de Jesús. Muchas veces hemos aparcado determinadas seguridades y hemos apostado por decisiones claves pero poco comunes en los tiempos que corren. La manera en la que vivimos nuestras carreras profesionales, la manera de educar y relacionarnos con nuestros hijos, el hecho de vivir la fe en una comunidad, etc. hacen que piense que estamos en camino, que luchamos por ser cada día más verdaderos y más libres. Y esto, en un día cansado como hoy, me llena de alegría.

Un abrazo fraterno

Se alegra mi espíritu en Dios (Lc 1, 39-56)

Es una frase que lo llena todo.

ALEGRÍA. ESPÍRITU. DIOS.

Es la alegría de saberse elegida, acogida y amada.

Es la alegría que nunca se acaba.

Un abrazo fraterno

Hasta setenta veces siete… (Mt 18, 21-29)

Mi mujer Bridie y yo estábamos en nuestras vacaciones anuales en Warrenpoint donde tenemos una caravana. Disfrutábamos del descanso cuando el lunes 8 de julio de 1996 oí que habían matado a un taxista de Lurgan. Bridie y yo nos miramos. Nuestro hijo Michael había cogido un trabajo a tiempo parcial como taxista en Lurgan, mientras estudiaba en la universidad. «Si fuera alguien relacionado con nosotros seguro que ya lo sabríamos», dijo Bridie.
Más tarde esa mañana llegaron más noticias. «Unos treinta años, casado con un niño, la mujer esperando otro, recién graduado en la Universidad de Queen», decía la radio.
Era Michael. No podía ser nadie más. Nuestro hijo, nuestro único hijo. Estábamos tan impactados que empezamos a gritar y llorar. Salí corriendo de la caravana, y caí de rodillas. Golpeé el suelo con mis puños.
Miré al Cielo y le grité a Dios. «Lo de colgar en la cruz no fue nada comparado con lo que estoy pasando», le dije. Sentí que nunca volveríamos a reir o a sonreir. Yo quería tanto a mi hijo, ¡y ahora nos lo habían quitado! La idea de no volver a verlo era más de lo que podía soportar.
Al día siguiente, Bridie y yo decidimos suicidarnos, porque Michael era todo lo que teníamos.
Bridie sufre de artritis, así que tiene mucha pastillas. Pero al ir a la cocina, de repente una imagen de Cristo crucificado apareció en mi mente. Me golpeó una idea: el Hijo de Dios también había sido asesinado… murió por nosotros.
Supe que lo que planeábamos hacer estaba mal. Aún me asombra que Dios interviniese de una forma tan milagrosa para hacernos cambiar de idea.
En el velatorio, y antes de tapar el ataúd, me acerqué al cuerpo de Michael, y poniendo mis manos sobre las suyas le dije: «adiós, hijos, te veré en el Cielo».
Al decir esto, sentí como si un gran poder fluyese a través de mí. No tenía ni idea de lo que podía ser. No era algo terrenal, eso seguro. Es como si me llenase de una gran sensación de gozo y confianza en Dios. Me sentía capaz de enfrentarme al mismísimo Goliath, nunca me había sentido tan fuerte en toda mi vida.
Desde ese momento, mi vida entera cambió. Me di cuenta de cuánta maldad había en Irlanda del Norte y quise dedicar mi vida a algo bueno y positivo.
Vivencia de perdón
Después del funeral vi un equipo de televisión filmando. Había mucha actividad debido a la marcha por el barrio de Drumcree. Supe que tenía que acercarme a ellos. Esa mañana yo había escrito en un sobre unas palabras que habían venido a mí con calma y claridad: «entierra tu orgullo con tu hijo». Al final escribí: «perdónales». Sentí que a pesar del dolor que sufríamos, Dios me había dado un mensaje de paz, perdón y reconciliación.
Yo no quería que la gente que había asesinado a Michael devastase otra familia. Bridie y yo recibimos la gracia y el poder de perdonar públicamente a los asesinos de Michael. Supe que era el Espíritu Santo quien nos hablaba a través de las palabras de Jesús: «Perdónalos, porque no saben lo que hacen». Las palabras del Padrenuestro también resonaban en mis oídos: «perdona nuestras ofensas como perdonamos a los que nos ofenden».
Dije a los reporteros de la TV que perdonaba a quien hubiese quitado la vida a Michael.
Cada mañana pido a Dios que continue dándome la gracia de perdonar a los que asesinaron a mi hijo. El poder y la gracia que experimenté al perdonar desde el corazón fue de una gran libertad, de liberación.  Sé qie el resentimiento y la amargura me habrían matado.
Después de la muerte de mi hijo, Dios me dio una visión clara de lo horrible del pecado, y recuerdo decirle a Dios: «estas manos nunca volverán a hacer ningún mal». Me di cuenta que de la misma forma en que yo perdoné a los que mataron a mi hijo, así Dios había perdonado mi pecado.
Vida cambiada, vivir para otros
A veces es imposible para nosotros llevar solos el fardo del pesar. Tenemos que rendirnos, entregarlo, y he descubierto que la mejor persona para entregarlo es Dios. Él lo quita completamente de tus hombros y te encamina en una nueva dirección.
Desde la muerte de Michael, soy un hombre cambiado. Con Bridie hemos empezado un servicio de ayuda a huérfanos de Rumanía. Siento como si Cristo hubiese tomado mi vida y ahora quiero dar mi vida amando a Dios y sirviendo a la gente. En este proceso de trabajo y caridad se han construido amistades duraderas, a través de las barreras de distintas denominaciones religiosas. La gente se ha unido en su deseo de responder a las necesidades desesperadas de los demás.
Testimonio aparecido en inglés en el libro Adventures in Reconciliation, de Eugene Boyle y Paddy Monaghan, y recogido también en la revista inglesa GoodNews.

Entre los dos (Mt 18, 15-20)

Eso de corregir a solas es algo que tengo que mejorar. Me cuesta un montón frenar el impulso cargado de razón y rabia que me lleva a corregir a quién sea en el mismo momento. No es el estilo de Jesús. Por lo de pronto, Él no corrije cargado de razón, ni lleno de rabia. Y además… lo hace a solas.

Esa es la manera.

Un abrazo fraterno

Ése es el más grande (Mt 18, 1-5.10.12-14)

El niño…

Ése es el más grande…

¿Por qué no intentamos hacernos más como niños en lugar de intentar convertirlos a ellos en adultos? Cuando voy a una Eucaristía con mis hijos todo es novedad. Por lo de pronto, quieren ver lo que pasa en el altar, donde habla el cura. Les llama la atención la cruz y las imágenes y preguntan quiénes son. Te señalan las velas encendidas en las que pocas veces nos percatamos los mayores y comentan con desparpajo lo que va pasando en la celebración. Viven la iglesia y la misa como un «estar en casa» y no se sienten encorsetados ni cohibidos. Quieren acompañarme a la comunión porque saben que es un momento especial.

Cuando en el Adviento pasado experimentamos por vez primera la corona de adviento en familia todos quedamos encantados. Mi hijo quería tocar la guitarra al comienzo y al final de la oración porque eso es lo que más le gustaba y lo que mejor podía ofrecer. No importaba tanto el canto en sí como la actitud de poner en juego aquello que soy y tengo. Era un momento que vivía con especial emoción y, como cada uno, compartía con sencillez lo que más le había gustado del día. Hablaba con Jesús sin verlo pero no recuerdo nunca haberle oído preguntar «¿dónde está?».

Los niños son auténticos y, aunque luchan por valerse por sí mismos, necesitan a sus padres y los buscan con ahínco. Se saben pequeños pero son valientes. Tienen miedos pero se fían y los vencen. expresan su amor sin reparo y también sus emociones. Y ven la vida como un regalo y cada segundo como una oportunidad.

Un abrazo fraterno

Págales por ti y por mi (Mt 17,22-27)

Tal como me ha llegado esta Palabra de Jesús hoy es, sin duda, una lección a mi afán de polemizar que muestro de manera tan usual en mi día a día.

Jesús, sabiamente, sabe elegir las batallas en las que vale la pena luchar. Hoy no quiere escandalizar. En otras ocasiones escandaliza sin pudor. ¿Qué diferencia hay pues? Pues tal vez lo que se juega en cada ocasión. No todas las batallas merecen la misma cantidad de sudor y energía; es más, muchas batallas no merecen ni ser afrontadas. Jesús suele dejarse la piel en aquellas batallas en las que está en juego la persona: su dignidad, su libertad, su ser… Lucha contra la opresión, la injusticia, la manipulación… Pero en estas batallitas de impuestos, de «chorraditas» oficiales no parece gastar ni un ápice de su fuerza.

Elegir bien aquello en lo que merece la pena escandalizar, gritar, sublevarse, etc. es algo importante que yo no acabo de descubrir. Me meto en mil charcos y en mil discusiones inútiles que no ganan metros para el Reino. A ver si poco a poco y con la ayuda de Dios voy ganando en sabiduría.

Un abrazo fraterno

¿No es el hijo del carpintero? (Mt 13, 54-58)

Que mala es alguna gente. Sí, hay gente mala. Ha conseguido tapar por completo la imagen de Dios y ha conseguido que el veneno sea el fruto de su corazón. Esa pregunta malvada, hiriente, llena de desprecio… Clasista e impregnada de enorme desconfianza, envidia y orgullo.

Jesús no sólo era el hijo del carpintero. Era carpintero. Y de pueblo. No era universitario ni tenía demasiados estudios. No era poderoso ni de familia cultísima y adinerada. No tenía mundo ni había recorrido el país. La familia, el trabajo y la fe eran suficientes para llenar su vida y su espíritu.

A Jesús le tuvo que doler escuchar esto de sus convecinos. Le tuvo que doler no poder poner los dones al servicio de aquellos que le habían visto crecer. Pero muchas veces éstos son los más cargados de prejuicios, planes, ideas, chismes… Te conocen de toda la vida y no te conocen lo más mínimo. Es duro darse cuenta de esto. Te conocen de niño y te encasillan para el resto de tus días.

Jesús coge su dolor y se marcha. El tiempo del Reino no puede pararse. Otros están esperando. Y no vale la pena tirar las perlas a los cerdos…

Un abrazo fraterno