Es tan brutal esta primera lectura que me cuesta hasta articular palabras. Me he quedado absolutamente sobrecogido. Este sí que es un lenguaje agresivo… y no el que practico yo a veces… madre mía… La Palabra de Isaías me traspasa y pone patas arriba tantas cosas…
Dones vacíos… Dones vacíos… ¿Ofrezco yo dones vacíos? ¿Me doy sin ofrecer nada? Me recuerda a un fragmento del libro de Chesterton «El amor o la fuerza del sino» en el que explica que una de las bases del amor es que uno no puede puede repartir el pastel y quedarse con los trozos, no puede dar el corazón y a la vez quedarse con él. Es un darse vacío, un darse de palabras, de puertas para afuera. No es eso lo que quiere Dios. Dios no quiere de mi que juegue a comprometerme, que juegue a Tom Cruise en Misión Imposible… Dios quiere de mi que me dé, que comprometa la vida en ese darme.
Todos sabéis la de vueltas que ha supuesto eso de la misión. Después de este fin de semana y de esta Palabra tal vez vea más claro, un poquito. Fue un fin de semana junto a mis hermanos de comunidad tremendamente lleno. Lo del domingo no tiene nombre. Me ha traspasado. Primero por la información recibida, después por los que me la proporcionaban (empezando por mi mujer y siguiendo por mis hermanos que tanto quiero) y, por último, por las consecuencias. Ya descubrí hace mucho tiempo que quien ama, daña también; que quien se relaciona con otro, daña. Creo que es inevitable. Pero es inmoral resignarse ante ello. Tal vez Dios me exige que me deje de florituras y me centre en aquello que ya conozco de hace tiempo y que sigo aceptando alegremente: acabar mi carrera, controlar mis discusiones, estar pendiente del otro, cuidar mi cuerpo y luchar por conectarme más a mis emociones de manera que pueda reducir el daño causado a mi y a los que me rodean. ¿Puede ser esa mi misión actual? ¡Qué poca lucida! Con lo poco que me gustan las cosas poco lucidas… Se me pide ser pilar cuando lo que me gusta es ser vidriera gótica. A lo mejor estoy equivocado pero estoy empezando a intuir que no.
Nunca podré borrar de mi corazón las lágrimas de Pili y las de Esther. Bendito domingo.
Un abrazo fraterno