¡Qué bien se está aquí! (Mt 17, 1-9)

Yo he tenido esa experiencia de paz espiritual haciendo un retiro, en una convivencia, apartado de mi cotidianeidad… Es la misma sensación de Pedro en el Evangelio de hoy: ¡Qué bien se está aquí!. Y uno sabe, y experimenta luego, que la vuelta a la realidad nos trae la brusquedad de las complicaciones, la insatisfacción de comprobar que volvemos a estar en lucha continua. De paz, nada de nada.

La Iglesia, nuestros grupos de jóvenes, nuestras comunidades, nuestros entornos… producen buenos frutos pero también están rodeados del peligro de la comodidad, del «hacer tres tiendas», del «estufismo», del estar muy a gustito, muy calentitos… Sin salir al mundo real, sin enfrentarnos con las injusticias, con la boquita callada, sin meternos en problemas, metiditos en nuestros templos, criticando lo de fuera, evitando riesgos, dolores, sufrimientos…

Una voz vino del cielo: «Escuchadlo». Y escuchando a Jesús, viéndole, siguiéndole… podemos concluir que el que le sigue de verdad tendrá difícil encontrar el momento para repetir la frase de Pedro. «No vine a traer la paz sino la espada…» Más claro, agua… A ver qué hacemos ahora con nuestro chiringuito personal tan razonadamente sustentado…

Un abrazo fraterno

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Lienzo extraido de ArteTotal. Pincha aquí para información sobre la autora.

No haréis trabajo alguno (Lev 23, 1.4 – 11.15-16.27.34b – 37)

diesdomini.jpgEsta Palabra del libro del Levítico de hoy me recuerda cuánto hemos «relajado» el sentido del domingo dentro de nuestra vida cristiana. A veces se oyen voces muy críticas con la supuesta rigidez islámica en cuanto a la oración, las peregrinaciones, el Ramadán… pero se echa de menos entre nosotros esa seriedad con respecto a la vivencia del domingo y de otras festividades.

Recuerdo con especial alegría mi lectura de la encíclica de Juan Pablo II «Dies Domini» en la que explicaba y profundizaba en el sentido santo del domingo. El domingo es un día para Dios. Eso no quiere decir que haya que estar en la iglesia y rezando todo el día. Lo más importante tal vez sea disfrutar de la creación y de la propia vida en toda su consciencia y profundidad para lo que es necesario cierto descanso, cierta relajación, ausencia del trabajo, etc.

Hoy hemos perdido el rumbo. No valoramos el tiempo de descando ni el tiempo de ocio. No valoramos la naturaleza ni el tiempo para disfrutarla. No disfrutamos la posibilidad de juntarnos y unirnos en una asamblea que celebra una misma fe. No sabemos poner el trabajo en el lugar que se merece.

Creo que es hora de luchar por recuperar el sentido del domingo…

Un abrazo fraterno

Los buenos en cestos, y los malos los tiran (Mt 13, 47-53)

Es posible que en la hora final haya rechinar de dientes. Reconozco que me cuesta imaginármelo dada mi profunda visión de un Dios misericordioso… Desde luego, si hay rechinar de dientes no será porque Dios quiera… Pero la lectura de hoy me ha llegado por otro sitio: esa imagen del pescador que, después de la faena, se sienta en la orilla y separa lo bueno de lo malo y mete lo bueno en cestos y tira lo malo.

Lo bueno y lo malo coexiste en mi. No hay personas buenas y personas malas. Todos tenemos bueno y malo en nuestro interior. Tal vez sea ese «sentarse en la orilla» y ese «meter en cestos y tirar» lo que marque la diferencia entre unos y otros.

Sentarse en la vida es fundamental. Pararse de vez en cuando y abandonar la rutina y el quehacer diarios para dedicarse a ver qué somos, qué puede querer Dios de nosotros y qué podemos hacer. Hay cosas que no se pueden hacer corriendo, ni siquiera andando. La pausa, la parada es necesaria.

Y luego viene el descubrir qué hay de bueno y de malo en cada uno y decidir qué hacer con ello. Y aquí me voy a remitir a una cita de la última película de Harry Potter. Sirius le dice a Potter: «Todos tenemos luz y sombras en nuestro interior. Lo que decidamos potenciar… ¡eso es lo que somos!»…

Un abrazo fraterno

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… con la piel de la cara radiante (Ex 34, 29-35)

moises10mand.jpgEn cada encuentro con el Señor, Moisés cambia. Él no lo sabe pero a los ojos de los demás algo grande ha sucedido. Nada puede ser igual después de haber experimentado un encuentro real con el Padre. Nada puede ser igual. Ni uno mismo. Es lo que dice el Evangelio: «cuando uno descubre el Reino… va y vende todo lo que tiene…». Descubrir al Padre, conocer el Reino es algo tan grande que uno no puede hacer como si nada hubiera pasado. La mirada no puede ser la misma, ni el habla, ni los gestos, ni las relaciones… Es algo que no se puede ocultar.

Un abrazo fraterno

Tienda del encuentro (Ex 33, 7-11; 34, 5b-9.28)

Me gusta esto de «la tienda del encuentro». Y más en una época tan convulsa para la humanidad donde parece que las diferencias entre nosotros prevalecenmás que las semejanzas. Moisés y Dios están por entenderse, hacen por encontrarse. Y eso nos interpela hoy de manera clara en la manera de entender nuestras relaciones, en la manera de entender el diálogo interreligioso, en la manera de entender el diálogo intercultural, en la manera de entender la integración racial y la inmigración…
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Pienso que poco más puedo decir hoy. Que me encantaría seguir colaborando en esta tarea de levantar este «tienda del encuentro». Que me encantaría seguirme encontrando con personas y con Dios.

Un abrazo fraterno

Es la más pequeña de las semillas (Mt 13, 31-35)

Plantar es un arte. La horticultura no es para todos. No todo el mundo tiene claro qué hay que plantar, cuándo hacerlo y dónde hacerlo. Tres palabras importantísimas: qué, cuándo y dónde. Porque no todo es semilla. Porque no siempre es el tiempo idóneo. Y porque no todo terreno es óptimo para ello. A veces no le damos la suficiente importancia a estos tres importantes vocablos en la tarea del apostolado. Ilusionados con la tarea encomendada salimos alegres a anunciar lo que uno ha descubierto, a proponer lo que le ha sido propuesto. Y, muchas veces, nos llevamos palos. Muchas veces nos decepcionamos. Muchas veces nos desanimamos.
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No todo es semilla. Porque no todo es «de Dios para alguien». Porque mucho de lo que plantamos tiene más de nosotros que de Dios. A veces nos gusta hablar, catequizar, ponernos como ejemplo, hablar sobre nosotros, aconsejar a los demás, arreglar y opinar sobre sus vidas… y no todo es semilla.

No siempre es el momento propicio. No todo el mundo tiene los mismos tiempos. Unos dan pasos pequeños y otros largos. Hay quienes han decidido pararse. Muchas veces las personas se bloquean, otras veces se entusiasman en exceso. No es lo mismo «en caliente» que «en frío». Un guerrero debe saber abandonar la batalla a tiempo. Eso le permitirá no combatir en vano y regresar en el instante oportuno.

No todos los terrenos están preparados. ¡Cuánto nos preocupamos de sembrar y qué poco de preparar antes los terrenos! ¡Cuántas veces queremos hablar de Dios y de compromiso sin ni siquiera valorar si el receptor es capaz de «sintonizar» nuestra emisora! No tengamos tanta prisa. Invirtamos en futuro. Preparemos los terrenos. Así será más fácil que las pequeñas semillas germinen…

¡Cuánto por aprender!

 Un abrazo fraterno

Está embotado el corazón de este pueblo (Mt 13, 10-17)

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(De en- y boto).

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1. tr. Hacer romos filos y puntas de las armas y otros instrumentos cortantes. U. m. c. prnl.

2. tr. Enervar, debilitar, hacer menos activo y eficaz algo. U. t. c. prnl.

 El mundo desactiva su corazón. El corazón del mundo está debilitado. Ha dejado de ser eficaz. Calculamos todos. Medimos riesgos. Planificamos bodas, nacimientos y, casi, muertes. Nos ha calado el mensaje de que el mundo es así, competitivo. Nos están enseñando a rodear el corazón de cosas, a taponar las arterias del amor con posesiones, tecnología, lujos. Los políticos hacen encuestas y planifican sus propuestas en clave de victoria electoral, nos usan, nos manipulan, nos engañan. Dios no está de moda. Ni las normas, ni la autoridad, ni la disciplina. Las familias están rotas y el panorama es desolador. El sexo también está embotado. A corazón embotado, sexo embotado. La gente dice que es feliz pero no lo es realmente. Nadie se conoce ni quiere hacerlo. Somos profesionales de la huida, de taparnos los oidos y no girar la mirada.

Por eso el Padre hoy, con mganífica pedagogía, prefiere hablar en parábolas. Tal vez sea tiempo de hacer lo mismo.

Un abrazo fraterno

… en vasijas de barro (2Cor 4, 7-15)

Cuánto me cuesta aceptar que soy vasija de barro. Y sí, lo soy. Lo descubrí ya hace algún tiempo. Y es en los momentos en los que más vasija de barro me siento en los que más cerca me siento de Dios. Cuánto más débil, más amado. Cuánto más débil, más confiado. Cuánto más débil, más protegido. Cuánto más débil, más valorado. Cuánto más débil, más comprensivo. Cuánto más débil, más fuerte.
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Hoy es día de mi santo, hoy es Santiago Apóstol. Aquí en España se representa guerrero y valeroso, subido en su caballo blanco. Adalid del cristianismo frente al Islam invasor de entonces. ¡Qué poca vasija barro se percibe en esas imágenes populares con las que hemos querido representar a aquellos que más descubrieron su pobreza y pequeñez y por eso llegaron a ser admirables! ¡Cuánto nos equivocamos!

A mi me costó descubrirme pequeño, vasija, barro. Pero mi Padre sabe cómo hacer de su vasija un tesoro. ¡En tus manos estoy Padre!

Un abrazo fraterno

Estos son mi madre y mis hermanos (Mt 12, 46-50)

Recuerdo con cierta diversión la opinión que yo tenía acerca de la «comunidad» hace unos 8 años. Llegaban a mi abrumadores mensajes acerca de que una persona que quisiera crecer en la fe tenía que formar parte de una comunidad. Un catequista como yo tenía que estar dentro de una comunidad. Y recuerdo el rechazo que me producía la simple sensación de «obligatoriedad» de esa manera de vivir mi fe. A la vez, y viendo desde fuera, percibía cosas de las comunidades que tenía alrededor que no me gustaban nada: era como si uno pusiera su vida en manos de otros, como si otros pudieran disponer de la vida de uno y decirle qué podía y qué no podía hacer, dónde tenía que ir… De todas maneras mi rechazo no me llevaba al desinterés y viendo que en verdad había mucha gente querida y valorada que así opinaba yo no dejaba de preguntar a uno y a otro. Tal vez cuánto más preguntaba menos entendía y con más argumentos racionales en contra me cargaba. ¿Por qué una familia, si en esta se vivía la fe, no era ya una comunidad, por qué tenía que buscar algo más? ¿No era mi pertenencia a la Iglesia una manera de vivir ya la fe en comunidad?

Cuando Esther y yo empezamos a salir ella pertenecía a una comunidad, la Comunidad S. Pablo, cuyos miembros conocía por haber surgido todos de los procesos de grupos de fe de la Escuela Pía. Sin discernimiento previo y por la simple razón de compartir la fe en un mismo ámbito con la persona a la que quería decidí meterme. La experiencia no fue buena. La comunidad, por diversas razones, se rompería al poco tiempo. Pero las catequesis matrimoniales que recibimos en casa de F y S, acompañados por ellos (que ya eran matrimonio) me llevarían a jugármela y hacerles saber a todos ellos de mi disposición a mantener esos encuentros de oración semanales después de la boda. Mis razonamientos no fueron freno para mi capacidad de apostar por algo que podía ser realmente hermoso y fructífero. El «venid y veréis» de Jesús se estaba haciendo vida en mi.
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Meses después, en Cercedilla, los 4 decidimos darle forma y oficialidad a una experiencia de vida comunitaria que ya se estaba dando. Betania nacía así con un germen importante, sin grandes pretenciones organizativas ni programativas sino con el claro propósito de hacer vida juntos centrándonos en la escucha de la Palabra y en la puesta en práctica de lo escuchado.

Cuando la Palabra de hoy llega a mis oidos y a mi corazón no puedo más que mirar a mi comunidad y afirmar, con Jesús, «éstos son mi madre y mis hermanos». Es algo que sobrepasa todo razonamiento. Ya lo dice Carlos G. Vallés en uno de sus libros: «Comienzo a caminar y todas las preguntas del camino desaparecerán». Ninguna de mis preguntas fueron respondidas. Ninguno de mis miedos fueron mitigados. Nadie me convenció al respecto. Es el camino y la vida compartida junto a mis hermanos la que hace que ya no me importen esas preguntas, que ya no me inquieten esos miedos, que ya no necesité ninguna explicación bien argumentada. En Betania, mi comunidad, me siento amado y aceptado, escuchado y confrontado. Es, pues, concretar el amor de Dios en mi vida. En Betania ésto sucede. ¡Éste es el milagro!

No voy a convencer a nadie con mi experiencia pues era eso mismo lo que a mi me echaba para atrás. Pero sí tengo claro, ahora y tras parte del camino andado, que el «jugarse la vida» que propone Jesús no es posible sin hacerlo concreto, con gente concreta, con compromisos concretos y con la vida de uno, transparente y auténtica, encima de la mesa dispuesta a ser compartida y gastada por y para otros.

Un abrazo fraterno

Vosotros esperad en silencio (Ex 14, 5-18)

freedom2.gifCuando llegó el momento de peligro y desconcierto toda la fiesta y la esperanza de la liberación se tornó en miedo dentro del seno de los israelitas y el miedo derivó en reproches al Dios que les había sacado de Egipto. Ellos preferían un mal conocido y asumido que la aventura misteriosa de la libertad.

¿Y yo? Pues a veces soy también un poco israelita cuando decido que al fin y al cabo tampoco estoy tan mal. Tengo mis heridas, mis problemas… pero no me dan mucha guerra, no me generan demasiado dolor o, al menos, yo genero mayor cantidad de anestesia. Adentrarse en el camino de la libertad es adentrarse, por lo de pronto, en un camino que exije dejar atrás seguridades. Es un camino incierto cuyo final prometido es maravilloso pero cuya senda no está exenta de dificultades, pruebas y sufrimiento. Porque la libertad me exige mucho más que la esclavitud, porque cuando yo soy responsable de mi vida y no tengo a quien culpar de mis pobrezas el tema se complica. No es fácil adentrarse en serio en uno mismo. No es fácil plantearse retos. No es fácil abandonar sendas conocidas.

Cuando llega la tentación de volver atrás, del desánimo, del pensar que el camino de la libertad no me compensa, cuando no entiendo el bienque me reporta, cuando no soporto el sufrimiento que me genera… la Palabra de hoy llega a mi corazón y me dice: ESPERA EN SILENCIO. Eso haré.

Un abrazo fraterno