Venid a mi todos los que estáis cansados (Mt 11, 28-30)
De todas las películas que se han hecho sobre Jesús he de confesar que la que más me gusta y a la que más cariño le tengo es a «Jesús de Nazaret» de Franco Zeffirelli. La imagen de Jesús que proyecta Robert Powell está grabada en mi corazón por las veces que vimos la película en familia y por los pelos de punta que pone Powell en determinados momentos de su interpretación. Una de las escenas que recuerdo, por como se aceleraba mi corazón, es la de Jesús sentado en unas escaleras dentro del Templo, rodeado de gente humilde y necesitada, diciendo las palabras que hoy nos trae el Evangelio de Mateo. Y recuerdo con meridiana claridad mi deseo por ir a cubrirme por sus brazos, por querer sentir el calor de su abrazo, su ternura, su comprensión… Suscitaba en mi la imagen de un Jesús tremendamente cercano, escuchando todo aquello que yo quería contarle sobre mis agobios, mis preocupaciones, mis arrepentimientos, mis incoherencias, mis fracasos… Un Jesús que escuchaba, que sufría a mi lado, que enjugaba mis lágrimas, que me comprendía, que padecía a mi lado, que me amaba, sin un ápice de juicio en sus ojos…
Yo estoy cansado de toparme día tras día con las mismas piedras, estoy cansado de verme sin fuerzas y sin voluntad en mis estudios, cansado de mis torpezas, cansado de mis miedos. Y siento tu abrazo Jesús. Y me siento amado. Y todo cansancio desaparece…
Un abrazo fraterno