Pero yo os digo… (Mt 5, 20-26)

Es curioso que lo que me parece más importante de la Palabra de hoy, leyendo el Evangelio, es este «pero yo os digo». Me parece importante porque Jesús lo usa para contraponer la Ley de Moisés a la «nueva ley» que Él mismo vino a enseñar. Su doctrina es mucho más exigente que la de Moisés. Su doctrina no es prohibitiva en su base sino más bien propositiva. Jesús no se encarga tanto de decir «por aquí NO» como de decir «por aquí SÍ»; pero esto, pese a que nos parezca lo contrario, compromete más, me implica en mayor medida.

A Jesús no le sirven los cristianos cumplidores profesionales de preceptos y mandatos y ya está. Jesús no llama a no cumplir la Ley, a no cumplir los mandamientos… No. Jesús llama a ir más allá de ellos porque su mero cumplimiento no nos hace felices ni dichosos a sus ojos. Se me ocurren infinidad de situaciones y personas que, declarándose cristianas y católicas y siendo fieles cumplidoras en la misa, la oración, etc., no son testimonio del Jesús que yo veo en el Evangelio.

Cuando yo era más pequeño y me enseñaron a hacer el examen de conciencia antes de irme a confesar, me enseñaron un método que consistía en ir repasando los 10 mandamientos e ir viendo en qué no los había cumplido. Ahora he crecido, he madurado personal y espiritualmente y creo que habría mejores maneras de hacerlo. Una de las cosas que tengo claras es que suele ser peor la omisión que la acción y que la falta de acción es la gran razón que tenemos muchos para sentirnos buenos y mimados por Dios: «no he matado, no he robado, no he sido infiel a mi mujer, no falto a misa… luego… ¡soy cojonudo! (con perdón)». Pero Jesús hoy me dice: «genial que no hayas hecho todo eso pero… ¿has dado vida? ¿has dado y compartido tus bienes a los más desfavorecidos? ¿has cuidado a tu mujer, te has puesto en su lugar, la has escuchado, ayudado, mimado, acariciado, comprendido? ¿cuando te acercas al altar eres consciente de tu misión en el mundo, estás comprometido en tu parroquia, estás al servicio?…»

Señor, gracias por proponer… ¡por mucho que me exija!

Un abrazo fraterno 

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Buscad y encontraréis… (Mt 7, 7-12)

La Palabra de hoy es para mi especial. Especial porque la primera lectura es del libro de Esther. Eso trae a mi mente y a mi corazón aquellos días en la primavera del año 2000 en que yo me estaba jugando una buena parte de mi vida decidiendo si me venía a Madrid apostando por una relación con mi amiga lejana, ahora mi mujer, Esther. Recuerdo abrir la Biblia en un momento de total ofuscación y salirme la primera página del libro de Esther. Siempre lo interpreté desde el Espíritu. Y además este Evangelio tan hermoso del que más que el «pedid y se os dará» me encanta el «buscad y encontraréis». Ese «pedid y se os dará» me denota una actitud algo pasiva, como pasando la responsabilidad de lo que nos pasa a un Dios que no cumple nuestros deseos porque necesita de nuestras peticiones. El «buscad y encontraréis», por contra, me lleva a una actitud activa, propia de quien coge su vida en sus manos y se hace responsable último de su felicidad.
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Buscar no es tener certezas, Buscar no es ir allí donde estoy seguro que está el éxito, la felicidad, la luz. Buscar no siempre lleva 5 minutos ni implica frutos inmediatos. Buscar significa necesitar encontrar algo. Buscar implica riesgo. Buscar implica abandonar mi estado actual. Buscar implica asumir la posibilidad de no encontrar nunca. Cristo nos promete ÉXITO si la BÚSQUEDA  es verdadera, si nos ponemos en camino… aunque también teniendo muy presente que, tal vez, sea el caminar el que despeje las nubes negras, el hallazgo final…

 Un abrazo fraterno

Renuévame por dentro con espíritu firme (Sal 50)

Tengo que reconocer Padre que hoy me ha costado extraer de la Palabra algo para mi. La lectura de Jonás en Nínive no me ha gustado, presenta a un Dios justiciero y a un pueblo que se convierte por miedo. Así que me he ido a releer el salmo varias veces. Y siento que, inconscientemente, lo he orado muchas veces. ¡Cuántas veces habré repetido y pedido «Jesús, cámbiame, renuévame». Tal vez yo tenga que poner más de mi parte pero noto que Tú, sobre todo a través de mi mujer y de mi comunidad, has ido renovándome poco a poco, configurando una nueva manera de ser yo.

Paso a paso seguimos en camino. No quiero que andes por mi pero sí te pido que hagas palpable tu presencia siempre.

Un abrazo fraterno

… vuestro Padre sabe lo que os hace falta… (Mt 6, 7-15)

necesito.jpgMi Padre sabe lo que me hace falta. Antes de que yo se lo pida. ¡Cuántas veces nos empeñamos en hacerle saber al Señor lo que necesitamos! ¿No es ésta una manera de no creernos esta Palabra? Creo que yo intento vivir así, con esta confianza profunda de que el Señor sabrá poner en mi camino aquellas cosas y personas que mejor me ayuden a ser más feliz y cumplir mi sueño, mi misión. Creo que más que pedir lo que me hace falta, hace falta pedir por saber ver aquello que el Padre usa para «proponernos», curarnos y amarnos continuamente.

¿Qué ma hace falta hoy? Esta es otra pregunta que hoy surge en mi corazón. Posiblemente lo que más me hace falta es FE, CONVICCIÓN… creerme que mi sueño es posible, que el mundo me sigue esperando, que todavía estoy llamado a mucho más. Me hace falta perserverancia y un mayor grado de consciencia. Me hace falta seguir iluminando mis rincones oscuros. Me hace falta seguir derribando muros hacia Dios. Me hace falta un encuentro definitivo.

Gracias Padre por esta Palabra de promesa. Tú sabes lo que me hace falta. ¿Y yo?

Un abrazo fraterno

… conmigo lo hicisteis. (Mt 25, 31-46)

Puede que el Evangelio de hoy nos suene a típico y a tópico. Es de estos fragmentos de la Palabra tan peligrosos por ser tan conocido, por estar tan machacado. Da la sensación de que nada nuevo puede ya aportarnos en el tiempo. Y resulta que hoy una nueva luz ha abierto en mi vida.

Siempre me había puesto frente a esta Palabra con la sensación de estar siendo interpelado o llamado a ayudar al prójimo, a visitar enfermos y presos, a dar de comer y de vestir al pobre… porque eso era del agrado de Dios. Esta visión a veces me llevaba a pensar lo poco que estaba HACIENDO yo con los demás, lo poco que estaba AGRADANDO  a Dios. Pero hoy, al meditar esta Palabra en comunidad, ha sido otra cosa la que ha enganchado a mi corazón y a mi mente. Una visión mucho más comprometida, una manera de SER en la vida, de posicionarse frente a los demás y, por lo tanto, frente a mi mismo.

Jesús no nos dice que demos de comer al hambriento, de beber al sediento, que visitemos a enfermos y presos… porque eso le gusta a Dios. Jesús nos dice que CUANDO HAGAMOS ESO A CUALQUIERA DE NUESTRO PRÓJIMO SE LO ESTAREMOS HACIENDO A ÉL MISMO. Y mi corazón y mi mente enseguida extraen una clara conclusión: Dios es mi prójimo, Dios se manifiesta en mi prójimo, a mi Dios se llega por mi prójimo. En vez de mirar tanto al cielo estoy llamado a descubrir que Dios está y es cada persona que me rodea, que me sale al paso. Y además, y muy importante, Dios está en mi mismo y yo mismo soy Dios. Y esta visión e imagen de Dios debe configurar mi vida. Cuando descubra a Dios en mi dejaré de hacer y experimentar otro tipo de búsquedas y procuraré cuidarme, atender a mi cuerpo, ser consciente de mis necesidades, crecer en madurez, en espiritualidad y en formación, amarme más a mi mismo… Cuando descubro a Dios en mi prójimo aprendo a mirar a los ojos, a acariciar el cuerpo y el corazón, a ser bastón para sus caminos, a no tener miedo ni a hacer juicios innecesarios, a atender necesidades básicas… aprenderé que Dios me cuida y me ama a través de mi prójimo y de mi mismo y que es ahí donde debo buscarle para encontrarle.

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Un abrazo fraterno

El ayuno que yo quiero… (Is 58, 1-9a)

manos_orar1.JPG– Abrir las prisiones injustas
– Hacer saltar los cerrojos de los cepos
– Dejar libres a los oprimidos
– Romper todos los cepos
– Partir tu pan con el hambriento
– Hospedar a los pobres sin techo
– Vestir al que ves desnudo
– No cerrarte a tu propia carne

SÓLO ENTONCES BROTARÁ TU LUZ COMO LA AURORA.
CLAMARÁS AL SEÑOR Y TE DIRÁ: «AQUÍ ESTOY»

¿Cómo voy a poner palabras a esta Palabra? Sobra todo comentario. No hay interpretaciones posibles. Más claro agua. Más actual imposible. No hago casi nada Padre. ¡Cuánto me queda por llegar a ese ayuno que tanto te gusta!

Un abrazo fraterno

Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? (Mt 16, 13-19)

jesus.jpg¡Qué pregunta Maestro! ¡Qué cosas tienes! Me lo voy a pensar un poco, ¿sabes? Quiero sentir la respuesta en mi corazón. Es que creo que lo que responda a esta pregunta configura claramente mi fe, mi imagen de Dios…

– Tú eres Maestro
– Tú eres un modelo
– Tú eres un amigo
– Tú eres una persona que ama
– Tú eres un compañero de camino, de vida, de alegrías, de sufrimientos
– Tú eres mi Dios hecho hombre
– Tú eres el referente de compromiso por los más desfavorecidos
– Tú eres alguien que cuestionó a los poderes establecidos
– Tú eres alguien libre y respetuoso con la libertad ajena
– Tú eres el espejo donde mirarme
– Tú eres quien me enseñó a tratar a Dios como Padre, a confiar en Él, a dejarme perdonar y querer por Él

– Tú eres mucho más de lo que yo pueda expresar con mis palabras limitadas y mi corazón imperfecto.

Un abrazo fraterno

Devuélveme la alegría de tu salvación (Sal 50)

Hoy es Miércoles de Ceniza. Hoy comienza la Cuaresma. Esos 40 días de preparación de cara a celebrar de manera cada año más consciente la Pascua, el paso del Señor por mi vida. Las lecturas de hoy nos exhortan al ayuno, a la reconciliación, a la purificación… y en ese tono tantas veces malentendido yo me encuentro con estas palabras del salmo que creo que resumen la actitud a tomar ante la cuaresma y la Pascua.

El Señor nos llama a volvernos hacia Él. En el Evangelio nos exhorta a perfumarnos la cabeza y lavarnos la cara en nuestro ayuno. No son días ni gestos para sacrificarse, para humillarse, para sufrir… No son días para fustigarse, lamentarse, autocompadecerse o autoflagelarse. No se trata de ver «lo malo que soy» y a base de sacrificios ganarme de nuevo la confianza y el amor del Padre. Creo que no se trata de eso. Se trata de coger nuestra vida en nuestros manos. Hacer un esfuerzo por ser consciente de todo eso que me hace infeliz, de todas mis ataduras, de todas mis esclavitudes… Se trata de coger todo eso y girarme hacia el Padre tantas veces manipulado y abandonado. Se trata de caminar hacia Él y llegar a experimentar su acogida amorosa, su abrazo sincero, sus besos liberadores, su perdón infinito, su AMOR… Son cuarenta días para prepararme para ese cara a cara con el AMOR de Dios. Dios no me quiere triste y mediocre. Me quiere perfumado y alegre. Alegre por sentirme querido. Alegre por sentirme salvado… pese a todo, pese a mi. Esa es la Buena Noticia para la que nos tenemos que preparar esta cuaresma…

¡Qué fácil es dejar de comer carne los viernes! ¡Qué fácil llenarse la cabeza de ceniza! ¡Qué fácil no poner música en Viernes Santo! Se nos llama a algo más complicado: dejarnos de chorradas y enfrentarnos de una vez con lo que somos, con lo que hacemos y, con eso, caminar a Dios para, de una vez por todas, dejar que nos ame de verdad. ¡Ojala sea así!

 Un abrazo fraterno

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Prepárate para la prueba (Si 2, 1-13)

Para mi ésta es una de las lecturas más hermosas de la Biblia. Puede ser que su aparición en momentos claves en mi vida, ante decisiones importantes, sea parte de la causa de que me guste tanto. Es una lectura para saborear, palabra a palabra. Saboréala. Te lo recomiendo. Degústala. Es reconfortante, esperanzadora, curativa, sanadora, refrescante.

 Sus palabras cargadas de realismo nos incomodan, al menos a mi… No nos gustan «las pruebas». No nos gustan «las vacas flacas». No me gusta sufrir. El Señor, hoy, nos lo deja claro: prepárate. La prueba siempre llega, antes o después. La prueba es inherente al caminar. No hay camino sin dificultad. No hay búsqueda sin desánimo. Yo no entiendo aquí que sea Dios quien me lanza la prueba, quien viene a auditarme como seguidor suyo, quien quiere probar mi fe. Estoy convencido de que de lo que el Padre me avisa hoy es de que, en el mundo (el de antes y el de ahora), seguirle a Él tiene sus consecuencias, la propia vida sin más trae sus acontecimientos…

Hay veces que la prueba viene en forma de fracaso personal, de miedo paralizante, de oscuridad vital, de pesimismo crónico, de melancolía insana, de impaciencia, de dolor físico, de soledad… La prueba es siempre personal y, posiblemente, sólo la identifica como prueba aquel que la sufre. Por eso cada uno tiene que prepararse, sabiendo que esto va a suceder: mantener el corazón firme, ser valiente pese a mis miedos… seguir aquello que el corazón me dicta, ir allí donde el alma me grita. Estar en sintonía con el Padre, cerca de Él, en contacto total… Corazón, Padre… Corazón, Padre… Estas son las dos palabras claves para prepararse ante la prueba.

Y aún así, ¡qué difícil! Ayúdame Señor… que la prueba es dura y yo débil y pobre… ¡En tus manos me encomiendo!

Un abrazo fraterno 

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Nada hay más seguro que tus palabras (Sal 92)

Como en mi comunidad tenemos la costumbre, buena costumbre, de leer el salmo del día entero (independientemente de los versículos que proponga el calendario litúrgico) hoy me he encontrado con este regalo: «Nada hay más seguro que tus palabras». No está así traducido en todas las biblias. Lo cierto es que la traducción de mi biblia, la Latinoamericana, me entusiasma. ¿Por qué? Porque me refuerza.
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He intentado hacer de la confianza en el Padre uno de los pilares de mi vida, ahora uno de los pilares de mi familia. Estoy convencido de que tengo ese don, el don de confiar. Muchas de las decisiones más importantes de mi vida han sido tomadas después de un buen discernimiento. Una vez descubierto aquello que creo que es de Dios para mi… ¡hasta el final! Estas decisiones a veces van cargadas o traen consigo un sinfín de inseguridades «mundanas». Pérdida de seguridad emocional, afectiva, económica… sé lo que es vivir con esas inseguridades… La Palabra de hoy viene a reforzarme en el convencimiento, en el sentimiento, de que pese a todas esas inseguridades… ¡nada hay más seguro que aquello que es de Dios para mi, que aquello que es Palabra de Dios para mi vida! «Cumple mi voluntad, busca el Reino, y lo demás se te dará por añadidura». ¡Lo creo Señor! ¡Lo creo!

Gracias Padre por este abrazo en forma de palabras, por este empujón, por este soplo de aliento fresco. Gracias por recordármelo por si me había olvidado…

Un abrazo fraterno