Tú no quieres sacrificios ni ofrendas (Hb 10, 1-10)
Es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados». Una cita que seguro que nos pone de acuerdo a muchos en la teoría pero que, según creo, sigue encontrando realidades eclesiales contradictorias con las que toparse. El último ejemplo para mi es muy cercano: el año 2007 se cumplen 450 años del nacimiento de S. José de Calasanz, fundador de la Orden de los Escolapios. Se ha decretado Año Jubilar en la localidad de Peralta de la Sal (Huesca), donde nació. Es decir, que todo el que peregrine a Peralta durante este año y haga una serie de cosas conseguirá ciertas gracias concedidas por la Iglesia entre las que se incluye la absolución de los pecados… ¿En qué quedamos? Algo no me cuadra Padre. ¿Por qué nos seguimos empeñando en estas cosas?»
Lo que me pides hoy, como nos recuerda la Palabra, es que te «espere con ansia» (¡qué hermosa expresión!), que me ponga delante de ti y te diga a viva voz: «Aquí estoy, para hacer tu voluntad». Eso es lo que me pides Padre. Eso es a lo que me llamas. Lo demás son sofoca-conciencias, es confusión. Es cierto que no te espero con ansia cada día, que a veces sucumbo, que a veces te olvido. Pero Tú me amas así, me acoges y me animas a intentarlo de nuevo.
Y el Evangelio Señor me trae al corazón a mis hermanos de comunidad, a aquellos que no son padre ni madre, ni hermano ni prima, ni tío ni abuelo pero que son hijos de un mismo Dios y que trabajan y dan su vida junto a mi esperando y deseando cumplir tu voluntad. Sabía que eran mis hermanos desde la cabeza. Desde hace un tiempo también lo tiene claro mi corazón, mis sentimientos. Son las caras concretas de mi prójimo, de mi Iglesia. Dános fuerzas para seguir creciendo en fraternidad y sabiduría para discernir aquello que vas queriendo de nosotros y de cada uno.
Un abrazo fraterno