Discernimiento de leproso… (Mc 1, 40-45)

Jesús le había pedido que no lo divulgara pero… ¡¿Cómo le puede pedir eso al pobre leproso?! Ese hombre ha sido curado. ¡Curado! ¡Y claro que lo quiere contar! Porque cuando la Buena Noticia, cuando el Evangelio en persona, se te cruza por el camino… no es posible gritarlo a los cuatro vientos. Yo le entiendo…

Le entiendo y aprendo de él. Porque el leproso demuestra dos tres cosas que no todos somos capaces de discernir: la primera es ser consciente de su enfermedad; la segunda, saber que sólo Jesús puede curarle y la tercera, reconocer que Jesús ha sido la causa de su curación. Son tres patas, tres momentos, que no son fáciles de reproducir. A veces no nos sabemos enfermos, no somos conscientes de que nos estamos muriendo por dentro. Otras veces acudimos a tantas cosas, a tantas personas, a tantos dioses… para curarnos… a todo menos a Jesús. Y muchas otras, una vez curados, pensamos que el mérito ha sido nuestro o lo achacamos a la suerte o a las circunstancias.

Gracias amigo leproso. Gracias hermano. Gracias por la lección.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

No quiero ser esclavo, mi Jesús… (Hb 2,14-18)

Vivir la vida como esclavo. Suena terrible. Lo suficientemente terrible como para querer luchar por otra cosa. Esclavo… dejando que me lleven sin oponer resistencia, que me manden, que me ordenen, que me dirijan, que me opriman y me digan lo que debo pensar, cómo debo vestir, lo que debo creer, lo que debo aceptar o rechazar, las personas con las que me tengo que relacionar, lo que tengo que estudiar… No tengo duda de que, si me dejo, alguien tomará el mando de mi propia vida. Esclavo del bienestar, de la comodidad, de la seguridad… esclavitudes tan apetitosas…

En cambio Jesús… Jesús… Él quiso ser como yo para tenderme la mano. No para evitarme los problemas, ni las tentaciones, ni las dificultades, ni los sufrimiento… no lo hizo consigo… pero su mano tendida es oxígeno, es ventana abierta, es brisa, es caricia, es libertad incomprensible para el mundo, pero libertad, verdadera libertad…

Señor, quiero coger esa mano que me das. Quiero saltar, salir… hacia Ti.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

 

La tiniebla se revuelve ante la luz (Mc 1, 21-28)

Qué manera tan distinta tenemos de relacionarnos cuando lo hacemos desde Dios o cuando lo hacemos desde la oscuridad que también está presente en nosotros. Yo podría enumerar ahora mismo cómo yo mismo percibo en mí indicativos de cuándo me muevo desde la luz y cuándo lo hago desde la tiniebla. Seguramente, la persona que tenga delante también lo nota.

La tiniebla nos lleva a increpar, a revolvernos, a exigir, a retar, a mirar con desdén, a infravalorar, a despreciar… La luz nos lleva a empatizar, a acercarnos, a mirar, a acariciar, a comprender, a preguntar, a valorar, a agradecer…

El Evangelio nos muestra claramente esto cuando nos imaginamos esa escena de Jesús con el hombre poseído. ¡Cómo se planta delante de Jesús! ¡Qué chulería grotesca! Creo que, en el fondo, es una soberbia fundada en la cobardía, en el saberse nada ante Jesucristo. Aún así, cuántas veces nos encaramos de esa manera ante la vida cuando percibimos que alguna ficha se nos va a cambiar de sitio…

Yo quiero luz, Señor. Y quiero que se me note.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Jesús nos llama en nuestra rutina (Mc 1, 14-20)

Jesús me encuentra en mi cotidianeidad, igual que encontró en aquel momento a Pedro, a Andrés, a Santiago y a Juan. Eran pescadores y los llamó mientras ellos trabajaban, con la gente de siempre, en el lugar de siempre, el propio de un pescador, haciendo lo de siempre.

Tal vez sea lo más difícil. Sería más fácil escuchar la llamada en situaciones especiales, en condiciones especiales, con una llamada clara y genuina. Lo difícil es que el día a día, la rutina, lo que ya sabemos, el sitio donde siempre sucede lo mismo… nos permitan estar atentos a una voz diferente que nos empuja a cambiar, a caminar, a salir, a ir tras Él definitivamente.

Jesús me llama en mi casa o en mi trabajo, donde paso prácticamente la totalidad de mi día. Me llama junto a mi mujer y mis hijos, junto a mis compañeros, junto a mis alumnos… Junto a o a través de… Muchas veces no soy capaz de distinguir el tono de voz entre mi vorágine personal. Quiero afinar el oído. ¿Me ayudarás, Señor?

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Disfrutemos del amor recibido (Mt 3, 13-17)

Se acabó la Navidad. Leí hace unas horas un meme en Facebook que proponía, desde el sarcasmo, acabar con el simulacro navideño de solidaridad, paz y belleza. Todo vuelve a su curso. Y vuelve con el Bautismo, para recordarnos que es posible que ese simulacro del que hablan algunosde, deje de serlo.

Como bautizado, ya he sido tocado por la caricia del Padre; ya se me ha dicho que soy amado y que el Padre se complace en mí. Disfrutemos de esto. Gozemos. Saboreemos este amor. Si lo hacemos, sin duda, todo cambiará. Él nos cambiará.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

 

Menos yo, más Jesús (Mt 4, 12-17. 23-25)

Soy marido, padre, catequista… casi maestro… y hoy, tras leer el Evangelio, me pregunto: ¿No es verdad que muchas veces me creo yo el guía, el salvador, la luz de tantos…? ¿No es verdad que muchas veces me descubro vendiéndome a mí mismo, defendiendo mis ideas, diseñando mis planes, estableciendo mis criterios…? ¿No es verdad que muchas veces olvido a quién debo acercar a todo aquel que lo necesita?

Jesús es el que cura. A Jesús es a quién hay que acercarse y acercar a todos. Yo, como mucho, estoy llamado a ser «transporte», «puente», «instrumento», «herramienta», «ayuda»… Saber que es Jesús el que salva ya es mucho. Otros ni lo huelen. Pero la tentación de saberme cerca del Señor y ponerme galones por ello, acabando sustituyéndolo, es enorme, al menos para mí.

Así que este nuevo año debo intentarlo de nuevo. Abajarme. Hablar menos. Hablar más de Él y menos de mí.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Día de Reyes, día de adorarLE (Mt 2, 1-12)

Los Reyes Magos, por muy Reyes, muy magos y muy sabios que sean, no hacen otra cosa más que postrarse ante ante El Salvador hecho niño. Preciosa actitud la de estos hombres. Ese debe ser el verdadero sentido del día de hoy. Alegrarnos con los regalos no debe hacernos olvidar que todo lo recibido debe ser puesto a los pies del Regalo en mayúsculas, del único capaz de ser la Alegría verdadera.

Hoy iremos toda la familia a misa, pese a la protesta de los niños, porque es la mejor manera de ir adquiriendo desde pequeños esa actitud de los Magos, esa convicción de saber dónde está El Centro de la vida.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Excusas sin entrañas ante el otro (1Jn 3, 11-21)

En el día en el que todos esperamos con ilusión que llegue la noche mágica de Reyes, previa a la mañana de los regalos, las sorpresas, la ilusión y la alegría… esta Palabra de hoy, a través de S. Juan, me cuestiona absolutamente y me deja ciertamente tocado:

Pero si uno tiene bienes del mundo y, viendo a su hermano en necesidad, le cierra sus entrañas, ¿cómo va a estar en él el amor de Dios?

¡Cuántas excusas me pongo y nos ponemos para justificar mirar a nuestro hermano, ver su necesidad y no hacer casi nada al respecto! ¡Cuántas excusas… para cerrar nuestras entrañas! Sólo dejamos, como mucho, que nos raspe en la epidermis de nuestra alma.

Hoy le pido a los Magos de Oriente, más entraña abierta, más entraña entregada, más entraña al servicio del otro.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Jesús toma el centro. Testimonio y seguimiento, hoy

Contemplo la escena evangélica de hoy y recibo una Palabra sobre dos experiencias importantísimas en la vida de fe: testimonio y seguimiento.

Andrés recibe de Juan el anuncio de quién es Jesús y el empujón para que lo elija como Maestro. Andrés hará luego lo mismo con su hermano Pedro. El testimonio es una cadena donde uno recibe y donde uno da. Si miro a mi vida me doy cuenta de que muchos personas han sido para mí anuncio de Jesús: mis padres, mis profesores, varios religiosos escolapios, sacerdotes, familiares, amigos que ha conocido… ¡Gracias Señor por todos ellos! Y también miro mi vida y compruebo que he intentado no dejar de dar testimonio de lo que yo he recibido, visto y oído: en el cole, a través de las redes, en mis blogs, como catequista de jóvenes, en mi anterior trabajo, en los whtasapps…

La experiencia de seguimiento me cuestiona más, sin duda. Cuando Jesús aparece en la vida de uno, te mueve de donde estás irremediablemente. Seguir a Jesús implica abandonar «un lugar vital» para que sea Él «el lugar» donde vivir a partir de ahora. ¡Cómo cuesta esto! A veces quiero seguir imponiendo mis seguridades, mis aficiones, mis lugares, mis maneras, mis personas, mi estilo… Debo abandonarme mucho más. ¡Ayúdame, Señor, a darte el centro de mi vida, a no seguir a otro!

Un abrazo fraterno – @scasanovam


Evangelio según San Juan 1,35-42

Reconocer a Jesús en mi vida

Carta del apóstol San Juan 2, 29-3, 6
Evangelio según San Juan 1,29-34


Comienzo el año 2017 con el propósito de retomar este blog, el decano de mi actividad bloguera. El parón sufrido en el mismo ha sido también un parón en mi oración diaria… ¡Para que luego digan que las redes no pueden servir de ayuda a la vida cotidiana!

Hoy leo las lecturas y se me queda resonando con fuerza un verbo que aparece, de una u otra manera, en la primera lectura y en el Evangelio: RECONOCER. En el fondo, de lo que me habla hoy la Palabra es de la capacidad, o el don, de poder o saber reconocer a Cristo en mi día a día. Me habla de tener una mirada lo suficientemente limpia como para percatarme de que Jesús vive a mi lado a cada instante. Está en las personas que me rodean, en su bondad, en su simpatía, en su amabilidad, en su ternura, en sus caricias, en su mano tendida, en los whatsapp que me mandan y se interesan por mí, en su compromiso, en su fortaleza… Está en la madre amiga divorciada que lucha por sacar a sus hija adelante, en el familiar que lo deja todo por cuidar a su madre enferma, en el religioso que se desvive por los jóvenes y su futura felicidad, en los esposos que siguen peleando y construyendo familia pese a sus dificultades…

Esa mirada es, en sí misma, un don del Espíritu. Cuánto más abierto esté yo a Dios, más fácil me será mirar de esa manera. Cuanto más desordenada esté mi alma… más me costará encontrar a Jesús en los rincones de mi vida. Ordena mi vida, Señor. Toma el centro.

Un abrazo fraterno