Quiero perder mi vida por TI (Mateo 10, 34-11,1)

Allá por el año 2000, mes de marzo, estaba yo de retiro en una casa de ejercicios espirituales frente a la playa de Bastiagueiro, en Coruña. Un lugar privilegiado al que fui a acompañar al grupo de jóvenes del que yo era su catequista de aquélla. Pero el Señor me sorprendió a mi, al que iba a acompañar, con un encuentro de gran calado. Días antes, la que había sido mi novia durante 5 años y medio, rompía conmigo sin muchas más razones que «se acabó». La vida había dado un giro y el Señor me salió al paso.2876631364_1b6bf64811

Esta canción de la Hermana Glenda que os pongo abajo fue una de las protagonistas de ese retiro. Fue palabra del Padre en aquel momento para tocarme el corazón. Hoy el Evangelio me repite y trae a mi corazón todo aquéllo. En aquel retiro me abrí a la posibilidad de ser religioso, de ser escolapio. Pensé que el Señor podía estarme pidiendo eso y yo me mostré totalmente abierto a coger ese sendero. Dije un sí a su voluntad, cualesquiera que ésta fuera. Luego la vida, la oración y mi discernimiento me llevaron por el camino del matrimonio, la paternidad, la vida laica en medio del mundo… pero Dios sabe que aquellos días puse mi «sí» encima de la mesa si eso era lo que Él quería. Sin miedo.

Seguir a Jesús exige perder. ¡Qué feo verbo! ¡Qué poco me gusta! Perder… perder la vida… Afrontar la lucha que seguir a Jesús trae a nuestra vida. Pasar por encima de padres y madres, de hermanos, de lugares nutricios que me vieron crecer, de personas concretas a las que quiero… Por encima, Él. Jesús trae la espada a la vida. A la mía, la sigue trayendo. Ser cristiano no es precisamente una actividad «antistress». La Iglesia no es un centro de ocio y descanso. Jesús sigue trayendo la espada a mi vida. Jesús sigue confrontándome y pidiéndome que cambie en verdad, que acabe de perder mi vida de una vez por todas. Jesús, el Cristo, viene a poner mi vida patas de arriba, a descolocarme, a hacerme sentir incómodo cuando yo me contento con mi mediocre y relajada versión evangélica…

Hoy me toca especialmente esta lectura. Ayer volví a pasar por el confesionario después de largo tiempo. Lo necesitaba. Ayer fue un día muy intenso. Ayer sentí a la Iglesia madre y a Dios, Padre. Señor, sigo dispuesto a perder la vida por ti. Ayúdame a encontrar las fuerzas para luchar contra las tentaciones, contra mis debilidades, contra mis incoherencias.

Un abrazo fraterno

Dios también te espera en bañador (Génesis 46, 1-7. 28-30)

No me digas que nunca lo has hecho. ¡Es genial! Te metes en el mar, bajo el sol, y te tumbas boca arriba con los ojos cerrados. Sin oponer resistencia. Sin miedo. Y dejas que las olitas, que la marea te lleve… Cuando tus pies empiezan a golpearse con la arena del fondo y la espalda empieza a rozarse, es que ya estás en la orilla de nuevo. Abres los ojos y todo es distinto. No hay nada tuyo cerca. Ni rastro de tu toalla. Sombrillas desconocidas. Caras nuevas. Señoras que no estaban cuando te metiste. Has aparecido en un lugar distinto e inimaginable cuando decidiste darte el baño.

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Hoy la Palabra nos habla de eso. Desde la primera lectura hasta el Evangelio, la propuesta del Padre hoy es veraniega y refrescante. Liberadora. Hoy el Padre viene y me pide que me dé el chapuzón, que me adentre en el mar y que no me preocupe, que deje mi vida en sus manos y que Él me irá llevando.

Muchas veces he intentando explicar que nunca fui demasiado racional en mi toma de decisiones. Eso no quiere decir que no las pensara, que no ponderara ventajas y dificultades… pero siempre, al final, me he dejado llevar por lo que yo siempre he llamado la «intuición del Espíritu». Es esa brisa que te lleva hacia un sitio. Esa voz que te dice que venga, que por aquí. Esa ilusión serena que te impulsa hacia aquello que sientes te hará inmensamente feliz. No tiene sentido para muchos. No es razonable para otros. No se comprende para algunos. Pero yo siempre decidí de esa manera. Así me vine a Madrid hace ya 13 años, sin casa, trabajo y con la carrera sin terminar. Así empezamos nuestro noviazgo Esther y yo y decidimos casarnos. Así aparecí un año en Cercedilla y comenzó un precioso camino pastoral en la Escuela Pía. Así nos embarcamos en la aventura comunitaria con Felipe y Stella. Así celebramos la llegada de Álvaro, de Inés y la decisión de querer un tercer hijo y celebrar con gozo la llegada de Juan… Intuiciones maravillosas. Y llegó iMision y las redes y el Vaticano y Roma y CONFER y charlas y ponencias… ¡y la Fraternidad!

Efectivamente hay que estar dispuesto a abandonar seguridades y asumir riesgos. Hay que estar dispuestos a conocer lugares nuevos y sentirte en casa siempre, en todo lugar, con cualquier persona. Hay que estar dispuesto a seguir la voz de Dios y dejarse llevar.

Lo que para otros es imposible, a mi siempre me ha resultado liberador. Es la libertad de aquel que intenta poner sus sustento en el que no se muda.

Un abrazo fraterno

Cristianos en la ITV (Mateo 10, 1-7)

senal-itv-definitivaIsrael era el pueblo elegido. Y es a sus «ovejas descarriadas» a donde el Señor Jesús manda a sus apóstoles en primer lugar.  ¿Sigue aplicándose esto hoy también? ¿Es este también el contexto de la nueva evangelización de la que tanto hablamos hoy en día? Yo creo que, en parte, sí.

Piensa en personas concretas. Personas que se autodenominan creyentes pero cuya vida no transpira cristianismo. Personas que han abandonado la Iglesia por discrepancias más o menos serias. Personas que se han quedado pero cuya actitud la sitúa fuera del Cuerpo de Cristo, aunque ellas se presupongan el corazón del mismo. Sacerdotes que, en lugar de acercar, alejan. Religiosos perdidos y desencantados de su comunidad, sus votos, su misión. Laicos y laicas que se piensan que nada va con ellos, que no son realmente testigos de nada y que en nada se diferencian de los «gentiles» de su entorno…

Creo que la labor del Papa Francisco está siendo importantísima en este sentido. Lejos de disertaciones teológicas y piruetas vaticanas, Francisco está trayendo a la actualidad mundial, de manera muy exigente y dura, los pilares de cualquier seguidor de Jesús, sea cuál sea su vocación y función en la Iglesia. Nos vuelve a hablar del ejemplo, del hacernos responsables unos de otros, de la fraternidad, de los más pobres y necesitados, de nuestras terribles omisiones, del amor de Dios, del perdón, de la necesidad de volver a Jesús, de lo difícil del seguimiento… Todo sabido. Todo olvidado. De nuevo en la primera plana de nuestras reflexiones.

Todos necesitamos pasar por la ITV para revisar nuestra fe y la «calidad» de nuestra fidelidad al Señor. Todos. Los primeros. Antes que los gentiles. Antes que aquellos a los que juzgamos y masacramos pensando que somos moralmente superiores.

Un abrazo fraterno

Obreros avergonzados (Mateo 9, 32-38)

Extenuadas y abandonadas. Así se encontraba Jesús a muchas personas, hombres y mujeres, con las que se cruzaba en los caminos o al entrar en pueblos y aldeas. Así nos las encontramos también hoy, a poco que abramos un poco los ojos. Ayer, el Papa Francisco, nos lo recordó en Lampedusa.

silueta-de-trabajadores-de-la-construccion-en-andamio-trabajando-bajo-un-ardiente-solEste Evangelio de los obreros y la mies ha sido casi siempre utilizado interpretándolo como una petición de vocaciones sacerdotales o religiosas y está claro que son tremendamente necesarias e insustituibles. Pero yo creo que podemos leer este Evangelio de manera más amplia: es una llamada a que, como cristianos, demos respuesta a toda esa gente, extenuada y abandonada. ¿Qué respuesta? Pues justamente lo contrario: descanso y alimento, compañía y hogar. Todo eso estamos llamados a ser.

Que el Señor me permita ser descanso. Que aquél que se encuentre conmigo pueda reposar sobre mi, dejarse caer sobre mi. Que pueda yo proporcionar alimento material y espiritual, hablarle de Dios de manera que su vida empiece a ser sostenida por Otro, que sus ojos empiecen a mirar al horizonte con esperanza.

Que el Señor me permita ser refugio, mano tendida, compañero y hermano de todo aquel que ha sido abandonado por todos los demás. Hermano del anciano, del niño, del pobre, del enfermo, del molesto, del distinto, del que no sabe lo que es ser amado por alguien. Que mi presencia le acerque a Cristo y que, en mi abrazo, encuentre el abrazo del Dios que lo ama más.

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Yo quiero ser obrero, curtir mi piel al aire, abrasarme bajo el sol implacable, ser parte de la construcción del Reino de Dios y del Cuerpo de Cristo.

Un abrazo fraterno

Señor… ¡ya te vale! (Génesis 22, 1-19)

Abrahán estaba dispuesto a sacrificar a su hijo. Y por eso, el Señor lo bendice. Lo dice muy claro el ángel del Señor: «por no haberte reservado tu hijo único»… Reservar… El Señor bendice a Abrahán porque está dispuesto a darlo todo, a no quedarse con nada, a vaciarse, a estar disponible para Dios en su totalidad. ¡Qué libertad!

¿Cómo ando yo de libertad? ¿Y tú? Podría hacer una lista de lo más valioso de mi vida y de aquello que, por qué no, me aporta seguridad para seguir viviendo. No sé si sería una lista enorme o moderada, nunca me he puesto a ello… pero creo que no me sería complicado confeccionarla. Te propongo que hagamos juntos ese ejercicio. Por un lado nos ayudará a saber cuáles son nuestros tesoros y por otro, en un segundo momento, nos pondrá delante de nuestra libertad. ¿Estaría dispuesto a quedarme sin todo eso? Recordemos la historia de Abrahán: Isaac es fruto de la promesa del Señor, ya en su vejez. Hijo único, el futuro de la casta de Abrahán. Es, sin duda, lo más valioso que tiene. Pues ahora vamos a nuestra lista y elijamos… ¿Soy capaz de quedarme sin ello por el Señor?

Pero no es lo único que sacamos de la Palabra de hoy. Porque ¿cómo es posible que Dios le pida a Abrahán que reniegue de lo que Él mismo le había concedido? ¿Es que Dios cambia? ¿Es un Dios caprichoso? ¿Es posible que su voluntad para mi sea volátil, como el IBEX? ¿Qué pasa aquí? Si yo fuera Abrahán estaría completamente desconcertado… He leído varias catequesis e interpretaciones de esta Palabra y no todas dicen lo mismo. Yo prefiero quedarme con las preguntas, con el misterio. Somos hombres y no todo es tan claro a veces. A veces atribuimos a Dios la causa de nuestros propias confusiones, de nuestros propios enredos… Otras veces, el Señor nos exige dar pasos… Tengo que rezarlo más, abrir el corazón y que el Señor me ilumine en todo momento.

Un abrazo fraterno

El paso del temporal… con fe (Mateo 8, 23-27)

Ayer escuché una historia dolorosísima de boca de una de las personas que más quiero. Era su historia. Una de estas historias en las que uno piensa si hacía falta tanto, tanto dolor… y de esa forma. Los temporales llegan. Antes o después. Y un temporal hace que todo se tambalee y que uno se paralice por el miedo…

Yo he tenido la suerte, por la educación religiosa recibida y también por los dones regalados por el Padre, de poder afrontar los pequeñísimos temporales que han azotado mi vida con Jesús en mi barca. Igual que a los apóstoles, la presencia de Jesús en mi barca me supuso siempre ser capaz de «aguantar» el temporal hasta el final. ¡Cuántas veces el 15380Señor parece que duerme! Su silencio nos aterroriza, nuestra fe flaquea…

En realidad es fácil creer cuando todo me va de cara. Es fácil dar gracias por todo lo maravilloso que me sucede en la vida. Es fácil agradecer el regalo de mis hijos, el amor de mi mujer, la familia que tengo, el trabajo… Es fácil ver en Jesús a aquel que me cuida, me protege, no deja que nada malo me pase… Así pienso y pensamos a veces… Incluso a veces es tan fácil que acabamos apartándonos del Señor, tomando otros caminos dejándolo de lado, olvidando el agradecimiento por tanto…

¡Qué útiles son los temporales a veces! Qué útiles para sentirse pequeños, débiles, frágiles… qué útiles para devolvernos a la realidad, qué útiles para recordarnos que, al final, en la vida existe el dolor y que, sin Jesús, puede acabar con nosotros.  Sólo hay que ver y oír los testimonios de personas creyentes a las que les ha pasado de todo… y ahí están, alegres, serenas, agradecidas…

Llegará otro temporal y a mi me pillará con el Señor en la barca, lleno de pánico pero junto a Él. Y eso me una paz tremenda…

Un abrazo fraterno

Los followers de Cristo (Mateo 8, 18-22)

La red social de Jesús es distinta de las que manejamos ahora. Es red, la forman personas, hay seguidores, amigos… y transforma la sociedad y la manera de entender el mundo y la vida en la misma medida en la que lo puede hacer twitter o facebook. Pero algo es distinto…

Cuando en twitter yo aprieto el botón de «seguir», el «follow» de una persona o entidad concreta, empiezo a ser su seguidor pero nada debo cambiar en mi vida para que eso se posibilite, se dé. Puedo ser follower de 600 personas y no haber leído ni un solo tweet de muchas de ellas. Puedo ser follower de 600 personas y no conocerlas, no haber hablado nunca con ellas ni siquiera a través de mensajes privados. Puedo ser follower de 600 personas y comprobar que ese seguimiento no se traduce en nada, no me implica nada, no me supone nada… Es fácil.

Apretar el «follow» de Jesús tiene implicaciones aunque algunas veces pensemos que es lo mismo que en twitter:

1. Ser follower de Jesús implica el compromiso de crecer en relación con Él, conocerlo cada vez más, darme a conocer…follow

2. Ser follower de Jesús implica que mis tweets favoritos son los suyos

3. Ser follower de Jesús implica que no puedo ser follower a la vez de otros que me alejan de Él

4. Ser follower de Jesús implica saberme y sentirme hermano del resto de sus followers y de aquellos que no lo son

5. Ser follower de Jesús implica acoger con amor y perdón a los trolls que vengan a por nosotros; rezar por ellos…

6. Ser follower de Jesús implica entrar a formar parte del grupo de administradores de su cuenta y asumir la responsabilidad de ser Él también, de decir a veces lo que Él, de compartir lo que Él compartiría…

7. Ser follower de Jesús implica estar, estar, estar… implica la vida. No es una participación ocasional…

Y así podríamos seguir… El Maestro me anima a apretar el botón. ¿Estoy dispuesto a ser uno de sus followers? Yo respondo hoy que sí. Y que me ayude a ser fiel a los compromisos que vienen detrás…

Un abrazo fraterno

Dios, yo y las cuatro estaciones (Génesis 17, 1. 9-10. 15-22)

Dios te cambia el nombre. Dios te transforma. El amor de Dios hace que no puedas ser ya el mismo. Mientras lo siga siendo, mientras siga ensimismado en mi ombligo, con mis temas de siempre, mis miedos de siempre, mis problemas de siempre, mis debilidades de siempre, mis bajezas de siempre… es que todavía Dios me queda algo lejos. No por Él sino por mi.

El Señor le pide a Abrán lo mismo que me pide a mi: «CAMINA EN MI PRESENCIA CON LEALTAD». Y me viene ahora la mente el sistema solar y las estaciones… Cuando la Tierra se aleja del sol, en su movimiento de traslación, estamos en invierno. Cuando la Tierra se acerca al sol, llegan la primavera, el calor, la floración… Dios es mi SOL. Dios debe ser el centro de mi sistema. Cuanto más cerquita de Él me mueva… más flores, más largo es el día, más luz, más calor… El sol no es quien viene ni va. Dios no se mueve. Dios me ama y no se mueve de su amor. Soy yo el que voy y vengo. Por eso Dios me lo deja claro. No es una orden para su propia satisfacción. Es una orden para mi felicidad, para mi plenitud. Es un mandato de amor. «Camina cerca de mi y mi calor, mi luz, mi amor… te cambiará, te transformará y las bendición llegará a tu vida, la felicidad, la paz…»

Traslación

¿Dónde pongo yo mi centro? ¿Qué hago con este mandato de Dios?

Hay, incluso dentro de la Iglesia, personas que no se creen esto; que no creen en que la vida les irá mejor si ponen a Dios en su centro y se despreocupan. Yo sí me lo creo y asisto a los milagros diariamente. También es verdad que a lo que yo llamo milagro, otro, tal vez, le llame… «casualidad». No me importa. Al contrario, doy gracias por tanta milagrosa casualidad…

Un abrazo fraterno

La buena voluntad no cambia el mundo (Mateo 7, 21-29)

En mi comunidad tenemos una costumbre muy buena: cada seis meses, revisamos lo que ha ido saliendo en las oraciones de cada semana y que, en su momento, alguien se encargó de apuntar en un cuaderno. ¿Por qué? Porque de nada vale escuchar si luego no se pone en práctica. De nada vale descubrir un miércoles en una oración que el Señor me dice, que el Señor me llama a, que el Señor me interpela… y luego, seis meses después, estar en el mismo sitio, haciendo las mismas cosas de siempre, con los mismos parámetros  y sin haber movido un ápice mi corazón, mi pensamiento, mi actitud, mis compromisos, mi dedicación, mi dinero… ¡Lo que sea!

No se trata de escuchar sino de poner en prácticacasa

También pienso esto cuando leo y oigo algunos hablando del Papa Francisco… Que si es muy majo, que si es muy cercano, que si mira cómo se ríe, que si mira cuánta gente va a escucharlo… O en las JMJ… ¡Cuántos jóvenes van a la JMJ! Sí, perfecto. Pero HAY QUE PONER EN PRÁCTICA. ¿Estamos dispuestos a cambiar nuestra vida tras escuchar la Palabra de Jesús, la palabra del Papa, la homilía de mi párroco…? Si no es así, nada hacemos. Y tener voluntad no llega. Hay que ejecutar el cambio. ¡Acción! No sirve la buena voluntad, ni el deseo, ni las intenciones.

Hay muchas cosas y muchos aspectos que yo todavía no he puesto en práctica. Pido fuerza para ello, valentía. Pero también reconozco en mi vida mucha acción, mucho camino realizado, mucho precipicio saltado, mucho puente cruzado… Y doy gracias a Dios por ello.

Más vale poner en práctica lo que nos enseña el Maestro porque sino, el día menos pensado, soplarán los vientos y la casa se vendrá abajo.

Un abrazo fraterno

Nuestro amigo Abrán, el atribulado (Génesis 15, 1-12. 17-18)

El Evangelio de hoy tiene miga: los falsos profetas. Podría orar con ello si no fuera porque la primera lectura me ha llamado poderosísimamente la atención. No será por no haberla leído antes pero hoy… cobra un cariz especial.

Abrán tenía miedo y estaba preso de enormes preocupaciones sobre su descendencia, sus tierras, etc. Abrán vivía atribulado igual que estoy yo en algunos momentos. Igual que lo estás tú. Abrán es hoy alguien muy cercano a cualquiera de nosotros en su preocupación, en su tribulación.

corazon nuevoY Dios sale al paso. Y le promete a Abrán algo que, en ese momento, es inconcebible. Abrán responde desde la fe. No hay muchas más posibilidades. Abrán no encuentra respuesta a sus problemas, no los ve solucionados; simplemente cree que la Palabra del Señor sobre él se cumplirá. Y lo que hace es responder poniendo a los pies del Señor lo que tiene, abriendo su corazón a la omnipotencia del Padre Creador. ¡Cuántas veces nosotros NO CREEMOS sino que pedimos que las dificultades, los problemas, las preocupaciones… desaparezcan! ¿Soy consciente de la promesa del Señor para mi? ¿La he escuchado alguna vez? ¿Me creo esa Palabra? 

Abrán, humano él, pregunta también algo muy de humano: ¿Cómo me voy a dar cuenta de que tu promesa se hace realidad? El Señor no responde a esa pregunta y sólo le pide confianza, entrega, fe, respuesta. El Señor sabe que Abrán se dará cuenta cuando llegue el momento. El Señor sabe que la clave no está en el resultado sino en la transformación del corazón de Abrán. Cuando yo me convierta, aumente mi fe, ponga toda mi confianza en la promesa de mi Padre, lo ponga todo a sus pies… posiblemente la Palabra sobre mi se cumpla.

Y el final de la lectura es curiosísimo: la alianza se fragua en la tiniebla, en la oscuridad, en medio de un Abrán aterrorizado. Da que pensar y que orar, mucho.

Señor, cambia mi corazón, concédeme más fe, más confianza… que pueda decir: «CREO».

Un abrazo fraterno