Dios me habita y eso… es sagrado (Mateo 7, 6. 12-14)

¿Habéis visto «Siete novias para siete hermanos»? Pues Milly, la protagonista, reza este Evangelio en su primera noche de casada después de mandar a su marido a dormir a otro lugar que no fuera el lecho conyugal. Milly era una perla y, ciertamente, Adam era un cerdo.

«Lo santo», «las perlas»… lo mejor que uno tiene, lo mejor que uno es, la huella de Dios en uno. Eso es, sin duda, el mayor de los tesoros que poseemos. Lo mejor que tenemos nos ha sido regalado, dado, por Dios y, obviamente, es para beneficio y felicidad propio y para beneficio y felicidad ajena. Es parte de los talentos que el Señor nos pide que multipliquemos. Por lo tanto, la primera tarea a la que nos mueve la Palabra de hoy es a reconocer eso «santo» que vive en nuestro interior, esas «perlas». No podemos vivir sin reconocer aquello que nos ha sido concedido por amor, gratuitamente. No podemos. Entre otras cosas, es necesario reconocerlo para no desperdiciarlo, tirarlo a los cerdos. Hay que poner en valor nuestro ser más íntimo y más sagrado; reconocerlo como a Dios mismo que vive en mi. Es a Él a quién guardo, es a Él a quién pongo en valor, es a Él a quién protejo, a quién amo.

Existen los cerdos. A veces no son personas malas pero sí es verdad que son incapaces de RECONOCER a Dios en uno. Se ríen. Se divierten. A veces preguntan, contradicen, opinan… hablan como tertulianos de radio sobre rincones extremadamente sagrados de uno. Se atreven a dar consejos, a minusvalorar o a sobrevalorar sin realmente ESCUCHAR el latido vivo de la parte más «santa» que uno tiene. Y no nos podemos permitir ese lujo…

Nuestro tesoro, ese trocito de Dios que vive en mi, merece ser guardado bajo llave; sólo mostrado a aquellos que saben que les estás mostrando un tesoro, que están delante del mismo Dios; aquellos que se descalzan en tierra sagrada, aquellos que lo contemplan en silencio y lo abrazan.

Por último, recordar que ese cuidado, ese trato exquisito, ese descalzarse que pedimos a otros… nos lo tenemos que aplicar nosotros mismos. NO SOMOS CERDOS. No lo podemos ser. Mucho cuidado. Vivamos continuamente contemplando al Dios que vive en cada hermano. Así nunca nos equivocaremos. Miremos más allá y lo encontraremos. Siempre está, aunque no siempre se le reconoce después de pisotones por doquier. Siempre está. Siempre.

Un abrazo fraterno

PERLA

Niños y profetas (Lucas 1, 57-66. 80)

Recuerdo perfectamente la decisión de buscar a nuestro tercer hijo. Yo no quería que el «no» o el «sí» fueran una decisión «por defecto», una decisión no tomada por nosotros y sí por el tiempo que pasaba… Esther y yo queríamos decidirlo en conciencia, en oración… Y decidimos que sí. Esther se quedó embarazada a finales de enero y a finales de noviembre nacía Juan.

ScreenShot546Su nombre dice mucho de lo que para nosotros significó su nacimiento: un signo profético en unos tiempos oscuros, llenos de incertidumbre, de miedos, de inseguridades… Era una apuesta por la vida, por Dios, por la fuerza de una familia que se quiere, por el amor.

Como padre, he pensado muchas veces en la vocación de mis tres hijos y reconozco que me preocupa el no saber cómo ayudarles a descubrirla. Por otro lado, confío en que el Padre lo hará mejor que nosotros… Y es que estoy convencido, como dice la Palabra hoy, que tanto Álvaro, como Inés, como Juan, han sido concebidos y llamados a algo concreto, particular y único. Ninguno lo sabemos a día de hoy pero esa llamada debe ir cobrando forma, sólo tenemos que cuidarla.  El Señor nos conoce desde antes de ser concebidos. Como decíamos a veces en los retiros espirituales: somos soñados por Dios antes de ser concebidos. Y esa idea es preciosa. Miro a mis tres hijos y veo en ellos a tres seres distintos, unidos en su amor de hermanos y vinculados a una familia que les quiere pero… distintos. Únicos. Maravillosos en su singularidad. Y veo la clara huella de Dios en cada uno de ellos. Veo a Dios en su ternura, en su sensibilidad, en su capacidad de detectar las necesidades ajenas, en su fortaleza, en su corazón limpio.

Yo rezo por ellos. Por su vocación. Por la fidelidad a su llamada. No sé todavía quiénes van a ser mis hijos. Por lo de pronto, nos hacen mejores a su madre y a mi, a sus hermanos, a su familia, a sus compañeros. Ya es bastante.

Un abrazo fraterno

 

El tesoro de Gollum o el tesoro de Frodo (Mateo 6, 19-23)

Tesoros. Riquezas. Posesiones. Títulos. Reconocimientos. Recuerdos. Cajas y cajas de cosas. Y total… ¿para qué? Ser más que el otro. Ser más que todos. Ser el más rico, el más guapo, el mejor vestido, el que ha llegado más lejos en la universidad, el que ostenta un cargo más alto en la empresa, el que lleva un coche más grande y caro, el que tiene unos hijos más inteligentes, el más poderoso… Y total ¿para qué?

¡Qué dados somos a acumular alegrías pasajeras, méritos perecederos, títulos terrenos! Ni siquiera somos más felices aquí abajo, aunque nos queramos convencer de que sí. Ni siquiera la vida nos va mejor muchas veces. Ni siquiera disfrutamos o agradecemos lo que tenemos. Es pura competición, con otros o con uno mismo. Y tantas veces eso es a costa de lo que somos realmente, a costa de la huella de Dios en nuestro espíritu, a costa de nuestra auténtica felicidad y de la auténtica llamada…gollum-n-the-ring

Yo creo que Dios nos quiere más libres de tesoros. Quiere que descubramos que Él es el auténtico tesoro, que quien pone su vida en sus manos… tiene todo aquello que necesita para ser feliz.

Hace unos días, con mi mujer, hablábamos preocupados por al alto coste que nos va a suponer el próximo comienzo de curso. Luego, el miércoles, la carta de Pablo fue una respuesta contundente de Dios: quien da, recibe. Quien da con alegría, es cuidado por Dios. ¿Hay mayor tesoro que ese? De verdad… ¿hay mayor tesoro que ese? Creo que no. La paz, la libertad, la fuerza que sentí al leer y orar esa Palabra fueron tremendas…

Aquí estamos de paso. La vida está llena de alegrías y satisfacciones que desaparecen y de dolores y sufrimientos que, a la postre, también se van. Esto es un tránsito, un viaje, un camino, una estación. La meta es más allá. El horizonte está al lado del Padre. Ahí pongo mis ojos. Ahí pongo mi deseo. Ahí pongo el corazón. Gollum y su anillo o Frodo y su donación. Dos maneras. Dos perspectivas. Dos riquezas. Y hay que elegir.

Un abrazo fraterno

Reza como hijo y te responderá tu Padre (Mateo 6, 7-15)

Vamos a rezar.

Así terminan muchas de las noches en la habitación de los niños. Rezando. A veces con ellos, a veces ellos solos. A veces con una oración «hecha», a veces dando gracias, a veces pidiendo o acordándonos de alguien que necesita que nos acordemos de él o ella en la oración… Enseñar a rezar es parte fundamental de la educación cristiana que pretendemos, mi mujer y yo, transmitir a los niños.niños rezando1 (4)

Hoy el Evangelio nos recuerda cómo nos enseñó a rezar Jesús. Y de ese modo de rezar hemos hecho casi una oración intocable. Y está bien. Hay oraciones tradicionales que dicen tanto y tan bien. Hay oraciones que ha rezado la Iglesia desde siglos atrás, o que están dirigidas a momentos o situaciones muy concretas… y que no se pueden perder.

Y luego está la manera en la que uno se dirige al Padre de manera espontánea. Esa manera en la que uno se acurruca en sus brazos y habla con Él. A veces en el más lleno de los silencios, a veces a gritos, emocionado… A veces mirando la cruz, otras veces al sagrario, otras veces a una estampa, a una imagen… Otras veces a mi me brota la oración viendo a mis hijos, a mi esposa…

El caso es que la oración es alimento para el alma. Y Jesús nos enseñó a no mirar a Dios como si fuera una divinidad romana o griega, alejado del mundo y de los hombres. Jesús nos enseñó a mirarlo como Padre amoroso. Y esto lo cambia todo.

A mi, particularmente, me gustaría rezar más y mejor. El Señor lo sabe… y sonríe, esperando… ¡Besos Padre!

Un abrazo fraterno

¿Cryptonita? No. ¡Barro! (Corintios 4, 7-15)

Llevar un tesoro en vasijas de barro suena a chiste. Pero así es. Dios no ha querido encomendar la tarea de traer el Reino de Dios al mundo a los más sabios, a los más ricos, a los más guapos, a los de mejor CV… no. Te ha querido a ti. Me ha querido a mi. A veces me miro y reconozco en mi todas esas incoherencias e infidelidades que me daría vergüenza admitir si se hicieran públicas. A veces me imagino bajando los ojos ante Dios reconociendo que sí, que he sido muy débil, que no he estado a la altura.

vasijasdebarroY hoy me encuentro con estas palabras de Pablo y lo entiendo todo. Mi vasija de barro es la garantía de que todo viene de Dios. Dios me hace grande en mi pequeñez. Dios me hace digno en mi incoherencia. Dios inunda, como torrente, mi huerto seco. Y Él,a la par, muestra todo su Amor conmigo. Muchas veces me he encontrado con personas que se acuerdan de una palabra que les dije, de una catequesis que les di, de un gesto, de una carta, de… con personas para las que soy referente… Y no entiendo cómo sucede. Pobre de mi. Pero por otro lado, reconozco la acción de Dios a través de mi persona, de los dones regalados, de su Espíritu derramado…

La vasija de barro es la prevención ante la tentación del endiosamiento. No soy yo el que salva. No soy yo el que cambia. No soy yo el que habla, ni el que cura, ni el que abraza… Es Él.

Y luego viene un párrafo precioso que no puedo evitar copiarlo literalmente: «Nos aprietan por todos lados, pero no nos aplastan; estamos apurados, pero no desesperados; acosados, pero no abandonados; nos derriban, pero no nos rematan; en toda ocasión y por todas partes, llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.» Así somos algunos, los que reposamos nuestra vida en el Señor; al menos, los que lo intentamos. No somos personas sin problemas. Ni somos superman o batgirl… Vivimos la misma crisis. Tenemos los mismos problemas que otros. Pagamos la mismas hipotecas. Sufrimos las mismas enfermedades. Nos quedamos en el paro igual que todos… Pero experimentamos la fuerza de la Resurrección. Y esa fuerza… puede con todo.

¿Vasijas de barro? Sí. Pero misteriosamente consistentes…

Un abrazo fraterno

Hermanos lejanos… ¿Hermanos? (Mateo 5, 20-26)

Te lo digo de verdad. Este Evangelio de hoy me parece de los más exigentes. Primero porque cuando habla de hermanos no se refiere a los que hemos nacido de la misma madre, del mismo padre, bajo el mismo techo. Hoy comentaba con alguien que, en la Iglesia, nos poníamos muchas etiquetas (los del opus, los kikos, los carismáticos, las vedrunas, los escolapios…) pero que, en realidad, sólo existía una etiqueta: hijo de Dios, hermano mío. No hay más. Es algo que no se nos mete en la cabeza. Queremos a los que nos quieren, a los que no nos supone ningún esfuerzo querer. ¿Y se puede querer y amar sin buscarse problemas, sin sufrir?asis

Lo segundo que Jesús fulmina es la hipocresía, la incoherencia, la mediocridad en la vida de fe. No somos seguidores de Jesús si nos acercamos al altar con «temas pendientes», con desamores vivos, con rencillas, con enemistades. Seremos otra cosa, PERO NO SEGUIDORES DE JESÚS. Nos llamaremos cristianos pero NO LO SEREMOS. Nos creeremos dignos de la eternidad pero a lo mejor estamos al final de la cola…

Qué duro y qué claro es el Señor. No admite medias tintas, autocomplacencias. No admite predicaciones por un lado y hechos por el otro. «Nos conocerán por cómo nos amamos los unos a los otros» nos dijo… y no sé muy bien qué hemos entendido.

Son incompatibles con ser cristiano ciertas actitudes ante los demás. Es incompatible cierto lenguaje a la hora de hablar de otros. Es incompatible destruir y aniquilar vidas y dignidades, sea quien sea el de enfrente. Es incompatible difamar a nadie en las redes sociales. Es incompatible «creerse de los buenos» y ponernos a parir entre hermanos a los ojos del mundo. Es incompatible tener una familia con la que no me hablo. Es incompatible despreciar al pobre, al borracho, al drogata… Es incompatible tener, tener, tener… Es incompatible no estar abierto a la vida y a la generosidad con los hijos.

No nos van a medir ni por el dinero que damos a Manos Unidas, ni por las misas a las que he asistido, ni por los rosarios que he rezado. Cuántos más mejor, claro, pero Jesús nos pide otra cosa. Nos pide lo más difícil.

Merece la pena orar esta Palabra de hoy y dejarnos cambiar el corazón. Yo tengo mucho que cambiar y hoy me presento ante el Señor, con mi debilidad. Que Él haga de mi un auténtico instrumento de hermandad entre los hombres.

Un abrazo fraterno

Sal de Peralta, luz de Roma (Mateo 5, 13-16)

Nos reunimos en comunidad todos los miércoles a las 21:00, en Getafe, en casa de unos de nuestros hermanos. Desde que creamos la comunidad, allá por el 2002, hay un símbolo que nunca falta en la mesa alrededor de la cual nos reunimos y oramos: la sal y la luz. La sal recogida en las salinas de Peralta de la Sal (lugar de nacimiento de S. José de Calasanz) y la luz, prendida en alguna vela, candelero, etc. de la vida que se ha ido dando entre nosotros. Actualmente luce en un pequeño candelero comprado en el Vaticano, en mi viaje del pasado octubre. Sal y luz. Siempre. A eso estamos llamados, como cristianos, como comunidad, como Iglesia.salyluz

El Señor no nos pidió ser sal y luz sino que AFIRMÓ QUE LO SOMOS: Vosotros sois la sal de la tierra, vosotros sois la luz del mundo. Y uno tiene que llevar ese «ser» con responsabilidad. Igual que llevo mi nombre, igual que llevo mi nacionalidad o mis apellidos, igual que llevo mi título universitario o mis estudios, igual que llevo mi carácter, mis dones… Lo que soy se puede llevar bien, con la cabeza alta y dignidad, o mal, siendo infiel a la herencia recibida, al don regalado, a la esencia derramada. Dios se la juega con nosotros. A través de nosotros le conocerán, llegarán a él. Si llevamos mal ese «ser»… lo hemos vendido…

Hoy ha sido un día muy complicado y no doy para mucho más. Señor, acoge mi cansancio y mi debilidad. Dame fuerzas para ser un cristiano «salado» que ilumine el camino oscuro de otros, que aporte calor a su corazón, para que de esa manera lleguen a Ti.

Un abrazo fraterno

¡Uno para todos y todos para uno! (Corintios 1, 1-7)

Hoy tocan las bienaventuranzas pero a mi me ha encantado la primera lectura, la carta de Pablo a los Corintios. Me ha encantado porque resalta un aspecto nada sencillo en nuestra de vida de fe, cuando llegan el sufrimiento y las dificultades.

Es difícil alentar a quien sufre si uno no ha sufrido nunca. Es complejo alentar al pobre si uno vive en la suficiencia. Es arduo alentar al que está solo si uno nunca se ha sentido así. El sufrimiento y la lucha nos hermanan, nos conectan con otros hermanos y hermanas, nos unen inseparablemente a Jesús. Y la manera en la q

cancer-infantil-nina-lienzoGHace ya muchos años, recuerdo el día en el que acompañé a mi madre al médico y éste me sacó de la sala de espera para comunicarme que el diagnóstico era cáncer de colon. Mi madre ahora está fenomenal después de ser operada y tener su tratamiento de quimio. De esto hace ya casi 15 años. Esa experiencia, difícil, dura y que, de aquella, vivimos con cierta angustia por momentos… fue llevada por mi madre y, por el resto de los que la rodeábamos, con esperanza y con confianza en el Señor. Ahora mi madre es una privilegiada: es idónea para poder hablar, escuchar, animar, alentar, dar fuerzas… a todos los que pasan por una enfermedad parecida. Puede hablarles de lo que supuso para ella la oración, de cómo se sintió en manos de la Virgen al entrar en quirófano, de cómo ha ido viviendo sus días uno a uno junto al Señor… Al final, como dice Pablo,

Dios siempre da lo necesario para sobrellevar el dolor y la cruz. Nunca te abandona a tu suerte.ue tengamos de llevar y sobrellevar estas realidades dolorosas, servirá o no a otros en su sufrida «carga».

El Señor llama hoy a cada uno a tomar su cruz también como tarea. El testimonio en la persecución, en la enfermedad, en la dificultad, en el dolor… es tabla de salvación para otros. No podemos privar a otros de eso. No podemos hacer que sea sólo mi enfermedad, mi persecución, mi dificultad… Otros necesitan saber, creer, esperar…

Un abrazo fraterno

Un pastor, un rebaño… ¡sólo faltas tú! (Ezequiel 34, 11-16)

Soy oveja, como decía mi amiga Susana hace poco en su blog, y leo la primera lectura y me produce tal sosiego que creo que ser oveja es lo mejor que me ha podido suceder jamás. ¡Ojo! Porque tengo el pastor que tengo…

Tú también eres oveja y también tienes el mismo pastor. Él te está buscando y el rebaño no es lo mismo sin ti. Todas vemos en él la preocupación en su rostro pensando qué será de ti en ese mundo lleno de lobos. ¡Cuántas veces nos ha dejado solas para adentrarse en el bosque gritando tu nombre! ¡Cuántas veces hemos bajado la cabeza viendo que volvía solo, una vez más, sin ti!pastores y ovejas

Cuando llegué al rebaño, yo no conocía a muchas de mis compañeras pero enseguida descubrí que todas teníamos algo en común: habíamos sido elegidas por él, por el pastor. No porque fuéramos mejores que otras o diéramos mejor lana. Nos elegía sin razón, por amor tal vez. Quería que su rebaño fuera grande y nos iba agrupando poco a poco. Ahora somos muchas pero todavía no estamos todas. Él lo sabe y no descansa a gusto cuando llega la noche.

Mi vida antes era distinta. Era oveja, por supuesto, pero mis condiciones eran terribles. No tenía rebaño ni pastor. Me sentía sola y ni siquiera sabía que esa lana que yo llevaba puesta, podía servirle a alguien de abrigo. Ni siquiera sabía que llevaba leche en mis ubres con la que alimentar al hambriento. No sabía casi nada de mi misma. A veces encontraba comida y a veces no y muchas veces me tiraba en el camino, agotada de dar vueltas buscando pastos en los sitios donde nunca los había. Pero él me encontró y me trajo aquí. Los peligros son los mismos y la vida es parecida pero él nos conduce, nos cuida, nos cura cuando nos herimos, nos canta, nos acaricia… Nos protege cuando se acercan los lobos y nosotras confiamos tanto en él que hasta confiamos más en nosotras mismas…

Pero faltas tú. No sé tu nombre ni por qué caminos andas. Pero él te encontrará si tú no te escondes. Déjate encontrar. Te necesitamos en nuestro rebaño. Queremos quererte. Y cuidarte. Y arroparte. Y que nos cuentes qué ha sido de tu vida hasta hoy… No corras si le ves venir. Él cambiará tu vida de oveja.

Un abrazo fraterno

Tobías y Sara: unidos en la dificultad (Tobías 6, 10-11; 7, 1. 9-17; 8, 4-9a)

Hay momentos en la vida en los que parece realmente que alguien te está gastando una broma muy pesada. Ese alguien, incluso, puede llegar a ser Dios. Miramos arriba, sin entender nada, y con la sensación de que se está jugando con uno porque la vida no puede ser tan cruel. Eso mismo le estaba pasando a Sara, en la primera lectura, que ya había enterrado siete  maridos. Y lo que parece una historietilla del Antiguo Testamento, a mi me parece una historia que tiene mucho que decirme hoy.

familia unida1. Lo primero es lo ya comentado. Una familia en desgracia que no entiende nada de nada, que vive sumida en una tristeza profunda, fruto de una desgracia tras otra. Unos padres que sufren. Una hija que parece tocada por la mala suerte, o por el mal directamente… Una situación de indefensión tremenda en la que, sin embargo, Dios sigue estando presente. Esa familia sigue guardando esperanza en su corazón, sigue creyendo en su Dios y, pese a que podrían caer en la tentación de mirar arriba y hacerle causante de sus males, siguen esperando de Él la acción que cambie «la tristeza en gozo». ¿Cómo vivo yo situaciones similares? ¿Cómo me enfrento a las situaciones personales de dolor? ¿Qué hago con Dios, qué hacemos con Él, cuando dejamos de entender las cosas y el sufrimiento empieza a hacer mella profunda en el corazón?

2. Tanto Sara, como su padre, como Tobías, como la madre… todos hacen lo que tienen que hacer. Son fieles a sí mismos, a su vocación, a la llamada de Dios. Pese a lo sucedido anteriormente, metiéndose posiblemente el miedo en el bolsillo, siguen caminando y dando pasos. No se paran. No se rinden. No se venden. No buscan la evasión ni lo fácil. Siguen picando piedra allí donde les ha dicho el Señor y siguen poniendo su confianza en Él. Son fieles. ¿Y yo? ¿Y tú? ¿Qué tenemos que aprender de esta lección de humildad, fidelidad y confianza?

3. Y por último, la oración. Ponerse en manos de Dios. Saber cuáles son herramientas eficaces del creyente. Eso hacen Tobías y Sara antes de consumar el comienzo de su unión. Rezan. Hablan con su Padre y le piden, acuden a Él con confianza filial y le ponen delante su proyecto de futuro. Rezar. Rezar cuando empezamos un proyecto, cuando tomamos una decisión, cuando afrontamos un reto, cuando tenemos miedo, cuando anhelamos algo, cuando necesitamos algo… Él nos escuche amoroso y recibe nuestra súplica con los brazos abiertos. La oración nos transforma y es herramienta indispensable de cualquier caminante.

Hoy pido por toda esa gente que sufre, que prácticamente no sabe lo que es no sufrir, y hago mías las palabras de la madre de Sara: «Que el Dios del cielo cambie tu tristeza en gozo».

Un abrazo fraterno