El Señor es mi luz (Salmo 26)
El Adviento puede durar meses, años… ¡la vida entera! Porque yo creo que al final, la experiencia de Adviento debe servir para asumir que se me da un Salvador, que un Salvador nos ha nacido. La experiencia de Adviento, al final, es la experiencia de la Luz.
Miro el nacimiento que pusimos ayer en casa y descubro oscuridad en muchos rincones. Descubro pobreza, frío, desamparo. Igual que en el mundo de hoy, repleto de malas noticias, donde cada vez hay más pobres, donde los pobres lo son cada vez más. Un mundo en el que tantos tienen la experiencia desoladora de vivir solos, abandonados… Un mundo donde la desesperanza campa a sus anchas. Un mundo oscuro, sin salida para muchos. Un mundo donde personas concretas sufren, y mucho.
Es en esta situación donde el anuncio del ángel y de la estrella debe despertar nuestros sentidos, nuestra voluntad, nuestra esperanza. Sólo hay un foco de luz en todo el nacimiento, en todo el mundo. Sólo hay un foco y es Jesús. Cuando vivimos desde aquí, nada es ya igual.
Un abrazo fraterno
La casa sobre roca (Mateo 7, 21. 24-27)
Mi hijo más pequeño, Juan, tiene 2 años recién cumplidos y acaba de descubrir en youtube el corto de Disney de «Los tres cerditos». ¡Le encanta! Y hoy, leyendo el Evangelio, me ha venido a la mente. En el fondo acabo de descubrir que ese corto es tremendamente evangélico :-).
La historia cuenta cómo tres cerditos, tras independizarse, optan por tres maneras distintas de construirse una casa. Dos ellos, despreocupados, alocados, vividores, vaguetes y de poca madurez, deciden construirse casas de paja y de madera. El tercero, por contra, opta por el camino difícil, por la puerta estrecha: renuncia al ocio, renuncia a la diversión, trabaja a destajo en una casa de ladrillo, fuerte, segura, consistente…
El lobo siempre acaba por aparecer y de un soplido deja a los dos primeros sin casa, desguarnecidos, atemorizados… En cambio, no puede con el tercero que, además, sirve de cobijo para sus hermanos.
El Evangelio de hoy nos habla de todo esto: de construir una casa. Nos invita a ser el tercer cerdito y nos da la clave: escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica; en definitiva, cumplir la voluntad de Dios. Si no lo hacemos, si sobrevolamos la fe, si nuestros hechos no acaban de corresponderse con lo escuchado, si decidimos ir por la puerta ancha… LA CASA SE DERRUMBARÁ. El lobo siempre acaba por aparecer… y es poderoso.
En este Adviento, empecemos a poner buenos cimientos…
Un abrazo fraterno
No me pierdo este festín por nada del mundo (Isaías 25,6-10a)
Ýa lo dijo Isaías… Y luego vino Jesús y dio de comer a todos los que habían ido aquel día a aquel monte.
Fíjaos en los términos de Isaías: festín, manjares suculentos, vinos de solera, enjundiosos, generosos… ¡Éste es nuestro Dios! El que nos sacia, en el enjuga nuestras lágrimas, el que nos prepara un banquete inigualable… el que convierte nuestra vida en una fiesta cuando nos decidimos a ponerla a sus pies, bajo su manto…
¿Quién no quiere esto? ¡Yo no me lo pierdo por nada del mundo! ¡A ésto soy llamado! ¡A ésto soy convocado! ¡A ésto soy invitado! La escena es brutal… Mi Dios preparando un gran banquete para mi, para ti, para todos… ¡Es brutal!
Yo voy a ducharme, a arreglarme, a perfumarme y a ir saliendo. No quiero faltar.
Un abrazo fraterno
Aquel día… ¡que vuelva! (Isaías 11,1-10)
De las cosas más maravillosas que nos trae el adviento es la Palabra que nos llega, que nos inunda. Saborear al profeta Isaías empieza a hacerse tan imprescindible en mi vida… Esa Palabra, llena de esperanza, es tan necesaria en los tiempos que corren. De verdad… ¿Puede celebrarse la Navidad sin haber degustado, saboreado, tocado, sentido, olido, empapado… todo ésto? Yo creo que lo celebramos a medias.
Hoy es de esos días en que leo la Palabra en alto, la proclamo para mi mismo y para el mundo, aunque nadie haya escuchando en mi casa. Y me recreo en cada frase, en cada sílaba… y siento como mi alma se engrandece, mis ojos se abren, el pelo se me eriza.
Nos nace un Salvador. Lo necesitamos. ¡Lo quiero! ¡Quiero que venga! ¡Que siga viniendo! El mundo vive en tinieblas, cansado, triste, bajo el manto de la oscuridad. ¡Jesús! ¡Ven!
Ese día, el día en que Jesús reine de verdad en el corazón de las personas, todo habrá cambiado.
Un abrazo fraterno
De Oriente y Occidente (Mateo 8, 5-11)
Hoy el Evangelio nos presenta a una persona «de los de fuera», «de los del otro lado», «de los que están al servicio de otros»… Una persona rechazada, apestada, despreciada, incluso odiada, por los judíos. Una persona alejada de Dios según sus criterios, según sus normas, según su doctrina, según su juicio…
Contemplemos en este Adviento esta escena. Es muy dura, más de lo que me puede parecer en un principio. Pongamos nombres concretos de mi realidad actual a ese centurión romano. Voy a ponerlos. Porque en mi vida los tengo. Esos a los que considero «menos cerca de Dios que yo». Esos a los que considero «faltos de fe». Esos a los que considero «equivocados, pecadores, sacrílegos, provocadores, viciosos, asesinos, esclavos de otros dioses, al servicio de estructuras…»
Al final, vendrán de todas partes, serán muchos los elegidos los que subirán al monte del Señor, como dice la primera lectura. Los criterios de Dios no son criterios humanos. Ojito. ¡Alerta! Jesús acoge el reconocimiento de un hombre pagano, sin fe. Lo acoge admirado. Y el milagro se produce. Nada importa lo pasado sino la vida nueva de ese centurión convertido, capaz de reconocer en Jesús a Aquel que todo lo gobierna.
Ojito Israel. Ojito.
Un abrazo fraterno
Oración de Adviento para rezar en familia – Semana I
gracias por este tiempo nuevo de Adviento.
Estamos juntos, en familia,
porque la espera acompañada
es más alegre y bonita.
Cuando estamos solos
nos sentimos mal y echamos de menos el cariño y la fuerza de los demás.
Hemos preparado esta Corona de Adviento
para que nos ayude a preparar la Navidad.
La luz de cada vela nos recuerda
que Tú eres la Luz principal,
que cuando no nos acordamos de ti,
ni te hablamos, ni vamos a misa, ni rezamos…
vivimos un poquito más a oscuras:
Las cosas no nos salen tan bien,
no somos capaces de ver a los demás,
ni lo bueno que vive en nosotros.
Te pedimos que bendigas esta luz que encendemos
y que bendigas a nuestra familia.
Ojalá tu llegada traiga a nuestra casa y a todas las casas del mundo,
MÁS PAZ, MÁS JUSTICIA Y MÁS AMOR.
Se acerca vuestra liberación (Lucas 21, 25-28. 34-36) – #Adviento día 1
Esta es la noticia: la liberación.
Esta es la Buena Nueva: nos ha nacido un Salvador.
A veces lo perdemos de vista. Bien por el Belén; bien por el buey y la mula, bien por José y María, bien por la pobreza, por la cueva, por el ángel… Bien por los Magos, la estrella, los pastores… Bien por las puertas cerradas, por el establo, por la paja y por el censo… Bien por las luces, la fiesta, la esperanza… Bien por la espera pero… ¿QUÉ ESPERAMOS?
¿Por qué es Buena Nueva el nacimiento de Jesús? ¿Eres capaz de decírmelo? ¿eres capaz de expresarlo, de comunicarlo ordenadamente, con claridad, desde la convicción? ¿Por qué es una gran noticia lo de Belén? ¿En qué cambia mi vida? ¿Por qué lo celebro?
Y en mi oración de este primer día de Adviento me he quedado dando vueltas a todo ésto tras encontrarme con esta frase: «se acerca vuestra liberación». ¿De qué estoy preso? ¿Qué me quita libertad? ¿Qué me la pisotea? ¿Y qué nivel de angustia me provoca todo esto?
Con la Navidad, la Iglesia revive cada año este «venir al mundo» de Dios, este «hacerse hombre», para que no perdamos de vista ésto: hemos sido salvados. Hemos, y somos, sido amados hasta el extremo. Dios ha querido tocarme con sus mismas manos, mirarme a los ojos, embarrarse conmigo en los fangos de la vida… para rescatarme, recuperarme, rehabilitarme… paa conducirme al Padre eternamente.
Un abrazo fraterno
Modo Adviento = ON
Hoy es el último día del año litúrgico actual. Mañana, domingo, comenzamos un nuevo tiempo, mi tiempo favorito. Mañana es el primer domingo de Adviento.
Desde que descubrí el Adviento, he de decir que la Navidad es mucho más auténtica, verdadera, plena… La Iglesia, en su sabiduría, no establece un tiempo de preparación porque sí. Es necesario. Es necesario disponer el corazón, templar las energías, recoger las emociones, silenciar todo aquello que nos separa y nos distrae de lo verdaderamente importante. Por eso, suelo buscar alguna lectura que me ayude a meditar estos días, dedicar más tiempo a la oración y transmitir a los niños para qué sirve todo esto…
Familiarmente, el Adviento nos trae la tradicional Corona. Esas cuatro velas que simbolizan un camino, un viaje, una luz que se acerca, que se va haciendo presente. Los niños la preparan con cariño con nosotros y durante estos días será lugar donde rezar, cantar o, simplemente, observar. La Corona es un signo externo que ayuda a que todos esperemos, anhelemos, deseemos… a que todos vivamos con naturalidad que hay Alguien que trasciende nuestros sentidos pero del que estamos seguros de su presencia.
Os deseamos a todos un fructífero Adviento a todos.
Un abrazo fraterno
Ya no habrá más noche (Apocalipsis 22, 1-7)
Es, sin duda, un pasaje bonito éste del Apocalipsis. No conozco demasiado este libro y, normalmente, no me suele decir nada. Hoy no es así. Me habla de otra vida, de otra etapa, de otro mundo… Me habla de un lugar donde la luz reinará, donde estaré cerca de Dios, donde ya no habrá sufrimiento ni tinieblas.
Ésta es la promesa a las puertas del Adviento.
Mañana comenzará mi tiempo litúrgico favorito. Tengo ya ganas.