Salmo para un día de huelga (Salmo 22)

Qué precioso es el Salmo de hoy. Ideal para una jornada complicada, agitada, tensa.

Al final, leyendo la vida de los santos, leyendo un poquito de historia de hace no mucho, uno se da cuenta de lo que toca sufrir. No podemos vivir con la miopía colectiva de pensar que el mundo es happy-flower y que hay que luchar para que así sea. Claro que hay que luchar pero hay que tener muy nítido el objetivo. ¿Por qué lucho? ¿Por qué me movilizo exactamente?

El Salmo de hoy me aporta paz, me hace saborear el cuidado de mi Señor. A veces me cuesta ser capaz de vivir desde ahí… Que el Señor aumente mi fe.

Un abrazo fraterno

Si te ofende, repréndelo (Lucas 17, 1-6)

Leyendo el Evangelio de hoy caigo en un detalle casi imperceptible. Estoy seguro que 9 de cada 10 personas destacaríamos, del pasaje, la invitación de Jesús a perdonar al prójimo tantas veces como fuera necesario, si éste se arrepiente. Es como si siempre nos quedáramos con la parte de Jesús más «bondadosa», no sé si me explico. Pero antes hay otra indicación de Jesús, otra invitación, que pasamos por alto tantas veces… «si tu hermano te ofende, repréndelo«. Y siento en el corazón de que a mi, por ejemplo, me resulta más fácil perdonar que reprender. Me genera menos problemas, me resulta más sencillo, me evita situaciones desagradables con hermanos y hermanas a los que puedo querer un montón.

Reprender al hermano cuando te ofende no me parece nada sencillo. Pero, sin duda, Jesús apuesta por la corrección fraterna, por la sana expresión del dolor provocado, por la claridad, por la franqueza, por la verdad… Sabe que, a la postre, otros caminos envevenan, posponen, enredan y nos llevas a situaciones destructoras imprevisibles.

Un abrazo fraterno

Todo lo estimo pérdida (Fílipenses 3, 3-8a)

Leyendo la lectura de hoy me viene a la mente una canción de la Hna. Glenda que siempre ha significado mucho para mi. Hoy no tengo capacidad para mucho más. Le ofrezco mi día al Señor.

¿Soy discípulo de Jesús? (Lucas 14, 25-33)

OBEDECER, RENUNCIAR, POSPONER…

Qué verbos más feos. Ya no se llevan. Cuánta negatividad…

Lo que hemos hecho muchas veces, yo el primero, es edulcorar, matizar, rebajar… pero la voz de Jesús es alta y clara: posponer a padres y a hijos, coger la cruz, renunciar a bienes… Jesús me quiere todo para Él. Libre. Entero.

Sí, sí… tengo que renunciar a determinadas cosas. Sí, sí… tengo que poner a los que más quiero en segundo lugar. Sí, sí… tengo que cargar con la cruz… No hay otro camino para seguir a Jesús. Si elijo otro sendero, podré llamarlo como quiera y vestirlo como me dé la gana pero discípulo, lo que se dice discípulo, no seré.

Un abrazo fraterno

No pueden pagarte (Lucas 14, 12-14)

Si Jesús normalmente rompe con muchas costumbres de la lógica humana, lo de hoy, en el mundo en el que vivimos, no tiene parangón. ¡Dar sin recibir! Es más… ¡Dar a quién sabes que no te va a pagar!

La interpelación personal de hoy es fuerte. Yo, que tantas veces busco aprobación, reconocimiento… Yo, que tan bien me manejo alrededor de otros para los que soy alguien, para los que tengo una palabra que decir, para los que disfrutan a mi lado y me pagan con su cariño, sus elogios, su confianza total… Para mi la Palabra de hoy va directa al corazón.

Señor, coge lo que tengo y mejóralo. Yo solo no puedo.

Un abrazo fraterno

Yo te amo, Señor (Salmo 17)

Preciosas las lecturas de hoy. Desde la primera hasta el Evangelio maravilloso en el que Jesús me muestra el camino más corto y más verdadero para amar a Dios: el prójimo.

Pero el Salmo de hoy me resuena, me resuena y me resuena. Tal vez porque hoy, justo hoy, me sirve de reafirmación de muchas cosas. Tal vez porque hoy, justo hoy, necesite esa roca, ese alcázar, ese escudo protector, esa fuerza salvadora.

Ciudadanos del cielo (Filipenses 3,20-21)

Hoy celebramos el día de los fieles difuntos. La Iglesia recuerda a todos aquellos que nos precedieron y que murieron en la esperanza de la resurrección. Hoy, como aquella madrugada de domingo hicieran María Magdalena y el resto, mucha gente acudirá a las sepulturas de sus familiares o amigos muertos para vestirlos de flores, rezar ante ellos o simplemente recordarlos.

Hoy, me parece preciosa la expresión de S. Pablo que da título al post. Y me hace orar y reflexionar. Somos ciudadanos del cielo. Eso es como decir que aquí estamos de prestado, de paso, de viaje… y que, al final, hay que volver a casa. Salimos del cielo y volveremos a él. Y ya sabemos, los que hemos pasado tiempo fuera viajando, lo que significa volver a casa: volver a ser uno mismo, destensar el espíritu, recuperar fuerzas, ser abrazado por quienes te dan la vida y más te quieren.

El viaje de regreso, cuando es a casa, siempre es el mejor.

Un abrazo fraterno

Dichosos… porque seréis santos (Mateo 5, 1-12a)

Todos los Santos. Las bienaventuranzas.

Toda la relación del mundo. Al final, los santos son el fruto del núcleo del sermón de la montaña. Los santos son los que no se fueron defraudos por el mensaje de Jesús sino que lo interiorizaron y lo hicieron su ley de vida. Los santos son la prueba de que la promesa de Jesús se hace carne, día a día, en todo tiempo, cultura y persona.

Los santos no son, por ello, gente extraordinaria, hecha de una pasta especial. El valor de la santidad es precisamente que es universal, para todos, para ti, para mi. No es algo inalcanzable sino más bien al contrario: una meta , una llamada, un horizonte posible.

¿Qué tengo que hacer para ser santo? me pregunté muchas veces. La respuesta está delante de mis narices, en el Evangelio de hoy. La respuesta son las bienaventuranzas. Sólo tengo que decir que sí, alto y claro. Para siempre.

Un abrazo fraterno

Roma III – Una casa de puertas abiertas

El viaje a Roma fue posible, fundamentalmente, por la generosidad y la hospitalidad de la Casa General de los Marianistas, a través de Dani Pajuelo (@smdani). Nosotros no podríamos haber viajado a Roma en el supuesto de tener que pernoctar en un hotal. Así son las cosas: ganas, muchas; dinero, poco.

Recuerdo aquella noche en la que vino Dani a cenar a casa, en Madrid, y medio en broma, medio en serio le comenté la posibilidad de alojarnos en la Casa General que los Marianistas tienen en Roma. Dejó la puerta abierta y semanas después nos confirmó que todo ok. Vía libre.

Fue una experiencia hermosa de «estar en familia». Nunca nos sentimos extraños sino más bien lo contrario. Hicimos por tomar parte de la vida comunitaria todo lo que pudimos y compartimos desayunos y alguna comida. Compartimos sobremesa, conversación y charla y nos supimos queridos, acogidos y cuidados. Parece fácil y suena fácil pero detrás hay una concepción arriesgada, una apuesta audaz por ambas partes.

Abrir las puertas de tu casa es una actitud vital. Da igual que tu casa sea un pisito, un loft, un chalet o toda una Casa General; que vivas solo o acompañado. Al final, el sustento que hay detrás es el mismo. Es ser capaz de dejar entrar, ser capaz de vivir sin tantas seguridades, de mostrarte y dejarte descubrir en tu cotidianeidad.

Ser acogido con naturalidad, pedir refugio o techo, saberse en casa sin más… también es una actitud vital. Ser capaz de pedir porque sabes que es a tu hermano a quien pides y que no hay nada malo en pedir como tampoco lo hay en la necesidad de no siempre conceder. No vivir «en deuda» sino agradecidos en lo profundo… No sé si me explico…

Y eclesialmente es una experiencia fuerte. Es reconocer a la Iglesia en su conjunto como hogar, como familia, como comunidad, como madre… y sentir que allí donde la Iglesia se hace presente, allí tiene uno su casa. ¿Bonito no?

Un abrazo fraterno